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El día que un fetichista me ofreció dinero por mis calcetines

Siendo de Madrid hasta la médula, no puedo evitar que, de vez en cuando, salga la gata que hay en mí, esa que merodea con interés cada vez que algo le llama la atención. Tengo claro que perderé una de mis siete vidas porque me mató la curiosidad.

Mi instinto por la singularidad me llevó a una conversación vía Instagram con un seguidor que quería mis zapatos, al que, de broma, le había contestado que se los podía prestar (una que peca de gata y de chistosa también). Cuando el susodicho me habló por privado para interesarse por el calzado supe que tenía que sacarle del error.

GTRES

Nada más decirle que se trataba únicamente de una gracia me hizo saber que coleccionaba calzado usado de mujer. Y calcetines usados.

«Duquesa, ataca» me incité mentalmente movida por la curiosidad más absoluta. Mi experiencia más cercana a la podofilia, o fetichismo de pies, era un ex novio que disfrutaba besándomelos (algo que, cuando tienes cosquillas hasta en las pestañas, resulta hasta cierto punto difícil de aguantar).

Le pregunté al follower fetichista cómo funcionaba el tema lo de los calcetines, si al ser usados le gustaba que olieran levemente a pie o le gustaba más conservar calcetines sudados, de esos que casi tenemos de un color diferente cuando nos descalzamos después de entrenar en el gimnasio.

A mi idólatra de pies, muy sibarita él, no le gustaba que el calcetín atufara, sino que mantuvieran el olor ligeramente: «Depende de lo que huelan. Me gusta que huelan a pies pero que no apesten. ¿Me darías unos?».

En seguida le hice saber que aquella no era la manera en la que me habían educado mis padres, en darle calcetines a desconocidos. Cuando me preguntó si me estaba riendo de él insistió en que iba totalmente en serio y que podría pagarme si se los hacía llegar.

Mi curiosidad se despertó otra vez. «¿Sueles pagar a mujeres para que te los envíen? ¿Y pagas por calcetín individual o por el par de calcetines?».  Me respondió que a veces había pagado y que solía adquirir el par. Algo que tiene sentido, supongo, ya que de nada te sirve tener luego por el cajón un calcetín desparejado.

«Diez euros por el par y quince por masaje» insistió. Bueno, al menos con diez euros te da para reponer sobradamente los calcetines por unos nuevos y te sobra para tomarte una copa con una amiga y contarle la experiencia.

Me considero de mentalidad abierta por lo que no juzgué en ningún momento al hombre. Allá cada cual con lo que le guste en la cama siempre y cuando no dañe a nadie más (a no ser que le guste el sadoquismo, claro).

Lo que no iba a hacer era mandarle algo tan personal como un calcetín con mi olor, aunque fuera de pies, ya que prefiero que sea una cosa que disfruten (o no) mis parejas o con quien yo quiera compartirlo.

Además, como buena mujer con dedo libre de anillo pero corazón casado, aquello podría considerarse de cierta manera una traición a mi compañero. «Sigue siendo un acercamiento sexual con otra persona que no es tu pareja» me respondió el Duque Doslabios cuando le saqué el tema a toro pasado para saber su opinión.

Lo último que le pregunté a mi fetichista fue su opinión de los pies de Chiara Ferragni, ya que más de una vez la bloguera ha sufrido acoso en las redes sociales por ellos. «¡Me encantan! ¡Son preciosos!» contestó él entre emojis. Chiara, quédate tranquila. Los que saben del tema te los aprecian.

Duquesa Doslabios.

Se venden bragas usadas

Querid@s,

¿Alguna vez han montado una fiesta en casa y al día siguiente le han desaparecido bragas de la cesta de la ropa sucia?¿Siempre ha creído que el vecino o el portero le robaba sus preciadas braguitas? Y usted confiese que alguna que otra braga ajena se ha metido en el bolsillo y ha acabado oliéndola a escondidas en la intimidad.

Estas cosas pasan desde que el mundo es mundo, y desde hace bien poquito ya se pueden comprar y vender bragas usadas por internet en nuestro país. Como lo oyen. El fetichismo por las bragas usadas nació en Japón en los 80 y se conoce como Burusera. Incluso las presas de la serie Americana Orange Is The New Black venden sus bragas usadas.

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El mercado de lencería usada ha crecido estrepitosamente y ha dejado de ser un tema tabú. Este fenómeno se ha instalado ya en nuestra cultura occidental y gracias a Internet los usuarios pueden comprar prendas fetiches de una forma totalmente anónima. Bragas, culotes, tangas, sujetadores, medias, calcetines y zapatos. Esta nueva moda facilita el acceso a esa lencería que antes era tan difícil de conseguir sin parecer un degenerado. Y para las propietarias de la lencería, una forma muy fácil y rápida de ganar dinero sin moverse de casa.

En enero nació Secretpanties.com, en la siempre pionera Barcelona, de la mano de su fundadora, Katia Ehlert. Permite a cualquier mujer obtener unos ingresos extra fácilmente. Cuenta ya con más de 500 prendas de más de 300 vendedoras anónimas y una sección VIP con algunos personajes públicos como María Lapiedra y Roser Amills que ya venden sus prendas más hot.

Mujer, si está pensando en renovar su lencería fina, no tire nada. Cuelgue tres fotografías de la prenda. Lo suyo es que se saque una foto con la prenda puesta, ocultando la cara. En el caso de las bragas, una por delante, una por detrás y una tercera mostrando la suciedad (los hay a los que les va que las bragas estén sucias y corridas) y póngale precio. Usted se lleva el 60%, Secretpanties el 40%. Así de sencillo. No olviden agregar una descripción zorrupia y gorrindanga de su prenda en cuestión. Que sea tentadora para el comprador. A diferencia de otros portales menos discretos, el envío se realiza mediante un sistema de código de barras que garantiza el absoluto anonimato del comprador y la vendedora, ocultando así todos los datos personales. Un secreto que quedará entre nosotr@s.

Yo igual me animo a vender mis bragas que ando mal de pasta.

P.D.: No se admiten devoluciones.

Que follen mucho y mejor.

Perversiones raras de la A a la Z

Querid@s,

¿Le gusta a usted jugar con cosas raras? ¿Le van individuos bizarros? ¿Le ponen situaciones que no le van a sus amig@s? Sin lugar a dudas, es usted un parafílico.

Todos hemos oído hablar de comportamientos  poco habituales como la cropofilia, el sadomaso, el voyeurismo o el voyeurismo. Para gustos los colores y respeto, pero hay otras filias que lógicamente no. Depravaciones como la necrofilia, la zoofilia y otras que no quiero ni pronunciar. Como todo en la vida, en el mundo de las parafilias hay para todos los gustos. El número y taxonomía de las filias sexuales tienen su intríngulis y algunos expertos y fuentes especializadas en la materia tienen identificada la friolera de 549 tipos de parafilias.

Estos gustos son comportamientos sexuales en los que la fuente predominante de placer no se encuentra en la cópula, sino en individuos, situaciones, objetos o actividades atípicos. Sin embargo, los expertos no aclaran y no hay manera de que lleguen a un acuerdo cuando se trata de poner los límites entre una práctica sexual bizarra y la parafilia. Incluso existe debate sobre si alguna de las consideradas parafilias realmente no lo es. Un asunto vidrioso, cuanto menos.

Escena de la película Historia de O (1975)

Clasificar una práctica sexual como parafilia depende muchísimo de las convenciones sociales imperantes en un momento y lugar concretos. Por ejemplo, el sexo oral y la masturbación se consideraron parafilias hasta mediados del siglo XX. Aunque a uno le exciten las faltas de ortografía, fenómeno denominado anortografofilia, no sería una práctica parafílica, siempre que la persona no se ponga cachondo sólo leyendo faltas de ortografía.

He rescatado para ustedes algunas de las parafilias más extrañas del mercado, una por (casi) cada letra del abecedario. Me las ha chivado la wikipedia.

Andromimetofilia: Atracción por mujeres que se visten de ellos. Además se comporta sexualmente como un hombre y el hombre adopta el rol de la mujer. En la penetración anal, la que haga las veces de penetrador@ será ella y el hombre será al que pongan mirando pa Cuenca.

Balloning: Placer sexual que se obtiene sólo al ver mujeres hinchando globos, explotándolos, montándolos, estirándolos y jugando con ellos.

Clastomanía: Excitación al romperle a la pareja la ropa que lleve puesta.

Dacrifilia: Excitación por las lágrimas o el llanto del otro.

Efebofilia: Atracción hacia adolescentes o personas que pasan por la pubertad.

Formicofilia: Excitación sexual al reptar hormigas (también otros insectos —caracoles, gusanos— o animales pequeños) sobre los genitales

Furtling: Las revistas porno “cobran vida”. Se recorta un agujero para el pone donde debería ir el pubis y uno se masturba con la página colgando. Dicen que es casi tan placentero como la vida real, pero con el inconveniente de que uno se puede cortar con el papel.

Gigantofilia: Atracción sexual por mujeres gigantes.

Hipoxifilia: Consiste en impedir la respiración de la pareja o la propia, vía la semiestrangulación u obstruyendo las vías respiratorias cubriendo la cabeza con elementos de látex o plásticos. Y precisamente con una bolsa de plástico le taparía la cara a Cristiano Ronaldo, que es una gamba. De semejante varón se aprovecha todo menos la cabeza.

Ipsofilia: Excitación sólo por uno mismo. No es lo mismo que masturbación, donde el objeto sexual puede ser una persona presente, una fotografía o una fantasía. Aquí hablamos de ponerse a sí mismo, de mirarse y ponerse cachondo. ¿Un narcicismo sexual?

Jactitafilia: Excitación producida por el relato de las propias hazañas sexuales. Esto me suena bastante. Alguna vez me he  colado en alguna conversaciones de machotes en la que el orador se marcaba un monólogo de lo más erótico en el que su oratoria iba cobrando una fuerza desmedida mientras salivaba y contaba con todo excesivo lujo de detalles su proeza.

Koumpounofilia: Excitación sexual derivada de los botones o prendas con botones. Habrá que probarlo, yo empezaría desabrochando los de la camisa, a ver qué tal se me dan.

Ligofilia: Atracción por lugares oscuros o lúgubres.

Misofilia: Atracción sexual por la ropa sucia.

Nasofilia: Fetichismo de la nariz. La persona se excita sexualmente al ver, tocar, o a menudo, chupar de manera erótica la nariz. Menos común, están los que se excitan al sentir su nariz acariciada, tocada o chupada.

Oclofilia: Excitación ante una multitud de personas reunidas.

Plushofilia: Excitación al tener «sexo» con algún peluche o restregar las partes intimas con algún muñeco de felpa.

Quinunolagnia: Excitación sexual por ponerse en situaciones de peligro.

Renifleurismo: Excitación debida al olor de la orina.

Somnofilia: Tener relaciones sexuales con una persona desconocida mientras aquella duerme.

Dibujo de Utagawa Kunisada, Wikipedia

Tricofilia: Excitación por el cabello humano. Deriva en varias parafilias según color, cantidad, largura o peinado. También vale masturbarse utilizando el cabello de otra persona y la excitación por ver cómo el otro se acicala el cabello.

Urofilia: Excitación exclusivamente con el uso de la orina durante la práctica sexual. Vamos, la conocida lluvia dorada.

Vorarefilia: Fetichismo en el que la excitación se deriva de la idea de ser comido, comer a otra persona o presenciar el proceso.

Xenofilia: La excitación sólo se produce con personas de otro países.

Zoofilia (bestialismo): la excitación sexual se produce solamente con animales.

En fin, cada loco con su tema. ¿Conocen alguna más?

Que follen mucho y mejor.