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Muñecas sexuales y violencia hacia las mujeres: una oscura relación

Fue en el pasado Salón Erótico de Barcelona que vi, por primera vez, una muñeca sexual.

Además me acuerdo que una amiga sexóloga me invitó a meter un dedo por el orificio que imitaba la vagina para comprobar cómo se parecía a la realidad.

Y sí, mucho.

muñeca sexual

ROSEMARY DOLL

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La muñeca parecía mirar al infinito mientras descubríamos que hasta su piel tenía esa textura aterciopelada, tan similar a la nuestra.

Sabía que era un juguete sexual, pero es que parecía muy humana.

Ya no era como esos modelos que salieron cuando empezó el furor por las muñecas sexuales, que parecían flotadores de color rosa con la cara pintada por un niño de Art Attack.

Aquello era como estar en el principio de lo que podría convertirse en Blade Runner, una sociedad formada por humanos y replicantes.

Y, por supuesto, algo me rechinaba.

Siendo tan parecidas, lo único que podría faltar en apariencia, para sustituir a una mujer real, era el calor corporal y la respiración.

Dos características que muchas empresas, especializadas en muñecas, también permiten añadir a sus diseños.

En tanta similitud veo el problema. Porque al emular seres humanos casi a la perfección, tiendo a pensar que más de uno podría confundirse tratando a las muñecas como mujeres… Y a las mujeres como muñecas.

Y un último estudio realizado por The Journal of Sex Research, que se centró en analizar los comportamientos de hombres heterosexuales que poseen muñecas sexuales, acaba de confirmar mis sospechas.

Se dividió la muestra en dos grupos, los que trataban a la muñeca como su pareja y aquellos que la utilizaban como cualquier otro artículo íntimo.

Fueron los que se sentían en una relación con la sex doll quienes, en la siguiente fase del estudio, mostraban actitudes violentas hacia las mujeres reales.

Tendían a cosificarlas y mostrar comportamientos más hostiles hacia ellas, fijándose solo en el aspecto físico de estas -sin prestarle atención a la forma de ser, conversación, etc- y considerando que las mujeres reales solo buscan aprovecharse de los hombres y hacerles daño.

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Del grupo que pensaba de esta manera, gran parte estaba formado por hombres divorciados o solteros.

A diferencia de las mujeres humanas, consideraban a su muñeca la pareja perfecta y sentían que tenían un vínculo emocional con ella.

En cambio, los participantes del otro grupo, solo veían la sex doll como podían ver un masturbador. No se habían involucrado con ella de manera sentimental.

Los resultados de sus pruebas tampoco mostraban que les afectara a la hora de relacionarse con mujeres, solo eran un juguete sexual más.

Así que mi conclusión es que lo que realmente habría que cuidar es qué se hace con ellas. Una muñeca puede cumplir una fantasía de la misma manera que otros productos ayudan a explorar la sexualidad.

Pero no se pueden seguir adquiriendo como quien compra una mujer ‘a medida’. Sobre todo porque muchos de los que tienen estas muñecas en casa afirman que son «mejores que las mujeres de verdad».

Cuando lo que las convierte en ‘mejores’ es que no hablan, no se mueven ni tienen voluntad -por lo que no se oponen a los deseos de su propietario-, realmente se está comprando que pueden hacer con ellas lo que quieran sin ninguna consecuencia.

Es decir, se fomenta esta idea de que el sexo es un bien más que se puede adquirir en el mercado.

Por el camino quedan olvidadas la intimidad y la empatía, dos cosas que se construyen interaccionando entre las dos partes.

Así como el consentimiento, que es algo que sí es imprescindible para tener sexo con una mujer real.

Mara Mariño

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La demanda de muñecas sexuales ha crecido, pero no es por lo que piensas

A cada juguete sexual podríamos asignarle un perfil concreto de clientela, con la única excepción del succionador de clítoris, que ha conquistado a mujeres de todas las edades.

SEX DOLL GENIE

Sin embargo, si hablo de los preservativos de sabores o las bolas chinas, es posible que pensemos en grupos de usuarios muy distintos.

Pensar en esa variedad de condones me recuerda a la adolescencia, mientras que las bolas las relaciono con mujeres de la edad de mi madre, que son quienes -por lo que se refiere a mi entorno-, las usan en mayor medida.

Quizás las muñecas sexuales eran otro ejemplo que rápidamente podíamos relacionar con un hombre soltero como cliente medio, especialmente desde que ya conocemos casos de que hay quienes han llegado a casarse con sus muñecas.

Como le ha sucedido al succionador, la venta de las muñecas ha repuntado en la cuarentena. Pero lo sorprendente es que no se ha debido solo a las demandas de la gente soltera. También habrían subido sus ventas gracias a nuevos compradores: parejas.

En el caso de los hombres, parece clara la relación que existe con el estado de alarma. Al ser como una persona, ayuda a pasar de forma más amena la soledad de las semanas del confinamiento.

Es más, una de las firmas que se dedican a este tipo de productos, Sex Doll Genie, lleva semanas anunciando sus muñecas como «La compañera de cuarentena perfecta», con la que tener sexo de una manera segura.

Respecto a las parejas, el motivo parece también claro, ya que experimentar en la relación ha sido también uno de los mejores entretenimientos para que resultara más llevadera la estancia en casa.

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Aunque hay quienes han llegado a hablar de hacer intercambios de pareja, la muñeca sexual habría podido ser un escalón intermedio para volver más excitante la dinámica sexual, saliendo de la rutina, sin llegar a contar con una tercera persona real.

Así que, poco a poco, el estereotipo está cambiando. Ya no es tanto la búsqueda de compañía por personas que quieren evitar la soledad, con discapacidades físicas o aquellas con problemas a la hora de relacionarse, que parecía el único nicho de mercado de este producto.

La curiosidad que está llevando a las parejas a probar las muñecas, por primera vez, quizás sea el paso definitivo para que sean consideradas como cualquier otro juguete, por mucha forma humana que tengan.

Duquesa Doslabios.

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