Archivo de junio, 2021

La crisis de cuando en el círculo de amigos de tu pareja está su ex

Terminar una historia de amor significa dos cosas: aumentas la lista de exparejas con un nuevo nombre y encima pierdes a alguien que, durante el tiempo que ha durado la relación, ha sido todo para ti.

En ese periodo ha sido crush, amante (bandida o bandido), el +1 en eventos familiares como bodas y bautizos, quien te pasaba el papel higiénico de la alacena cuando te habías quedado en el baño con el rollo acabado y tu amigo.

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Si se puede seguir manteniendo una amistad después de ese punto, es algo que solo el tiempo y cómo hayan acabado las cosas puede decidir. De ahí que la alternativa de quitarle el plano sentimental y sexual y quedarse con lo demás, sea una buena opción.

Pongamos que quieres perder a esa persona de tu vida, pero de repente llega una nueva. Alguien por quien vuelves a ilusionarte, a sentir, a ahogarte en nerviosismo cuando llega el momento de veros cara a cara. ¿Cómo cuadrar eso con tus amistades fruto de relaciones pasadas?

Teniendo las cosas claras, no debería ser complicado para nadie. Llegar a la conclusión de que se puede mantener una relación de amistad es también muestra de madurez emocional.

Al menos esta es la teoría, lo que da el sobresaliente en gestión emocional. Pero, ¿es así en realidad?

Cuando lo vives desde el otro lado, que su ex forme parte del círculo de amigos, de primeras, es algo que pica.

No vamos a decirlo en alto, pero sí es la confesión que le hacemos a nuestra amiga de confianza.

Como personas adultas, es nuestra responsabilidad racionalizar, pensar con calma cuánto tiempo ha pasado desde que rompieron hasta ahora.

Cuanto mayor sea la cifra mejor por el simple hecho de que necesitamos nuestro ritmo para superar las cosas. Es la manera de que los sentimientos positivos y negativos se hayan quedado atrás dando paso a una amistad simple y llana.

Haber terminado de una manera sana es una buena base a la hora de construir luego una amistad con la expareja.  Una falta de incompatibilidad, por ejemplo, no significa que no se pueda seguir siendo amigos después, una vez estén las cosas resueltas.

Es algo que también puedes percibir viendo cómo actúa cuando coincidís todos juntos. Si se comporta con normalidad, de manera relajada, despreocúpate, es probable que no haya nada más.

Pero ante la duda, la comunicación clara es mejor que cualquier suposición. Lo realmente importante es el nivel de compromiso con la relación actual, la que tenéis ahora mismo.

Como conclusión, solo recordar que los amigos de tu pareja no tienen por qué ser tus mejores amigos. Por mucha amistad que haya con su ex, puedes decidir hasta qué punto va a formar parte de tu círculo.

Duquesa Doslabios.

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Y si no sabes qué tocarle, tócale el culo

Queman las manos que recorren de arriba a abajo el cuerpo como si fuera una pista de carreras. Trazan la topografía de la piel y se cuelan por los recovecos.

Por cada uno de ellos.

Hace poco, con una amiga, hablaba de ese algo que todos tenemos en común. Todos tenemos ano.

CALVIN KLEIN

El culo es algo de lo que disfrutar independientemente de nuestro género u orientación sexual.

Y solo nos queda incluirlo en la lista de paradas vía contacto de las yemas de los dedos.

Tú eliges si lo quieres de preliminar, a modo de entrante de lo que está por llegar, o como plato principal. ¿Por qué no disfrutar del estímulo de esa zona como protagonista?

Llévate la sorpresa de que gozar el sexo anal no siempre es introducir algo por el orificio (que por cierto, si no sabes qué complicaciones se pueden dar, te lo conté aquí el otro día).

Porque lo cierto es que sexo es todo lo que engloba una práctica sexual, termine o no en penetración.

Así que si echamos las cuentas y sumamos dedos con el verbo tocar, estimular el ano cuenta también como sexo anal.

Si eres de cerrarte a cal y canto en cuanto notas algo un poco cerca, no te preocupes, puede pasar. El pudor, los estereotipos… Quitarte la vergüenza y los prejuicios será tu primera victoria a la hora de disfrutar.

El placer es innegable, como es también el hecho de que el ano tiene un sinfín de terminaciones nerviosas (más que la vagina incluso).

Por eso podemos empezar acariciando, besando o lamiendo otras zonas para relajarnos.

Poco a poco, conforme se vaya subiendo la temperatura, masajear las nalgas será la mejor maniobra de acercamiento (seguida por la incursión de un dedo hacia dentro).

Que aunque se pueda utilizar un juguete también, de primeras un dedo es siempre algo que entra mejor (literalmente).

No tienes el miedo de que vaya a hacerte daño y puedes preparar por tu cuenta esa toma de contacto para cuando te pille en compañía.

Aunque ante la preocupación, nada como poner las dudas sobre la mesa (o las sábanas) y aclarar con la otra persona que los límites se van a respetar.

Muévelo en círculos suavemente. Puedes probar también a hacerlo -más adelante y si te atreves-, con la lengua.

Elevar las sensaciones a la máxima potencia es tan sencillo como masturbarse a la misma vez o, simple y llanamente, dejarse llevar según lo que vaya pidiendo el momento.

Duquesa Doslabios.

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¿Cuánto debe pasar para que una relación sea estable? Según la OMS…

¿Qué es lo que convierte en estable una relación? ¿Es el tiempo? ¿El grado de compromiso? ¿Las experiencias compartidas? ¿Haber adoptado un perro? Fue una pregunta que tuve que contestar en una visita a la ginecóloga.

«¿Tienes pareja estable?», me preguntó mientras no despegaba la vista de la pantalla. Aquí empecé a dudar. ¿Qué era estable?

«Llevo unos meses viéndome con alguien», le dije por si eso le servía.

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«Entonces no, según la OMS solo cuenta como estable si llevas al menos un año«, me respondió.

[La OMS y la ginecóloga tenían la razón de que no era estable cuando al mes se terminó.]

No deja de ser curioso que sea un año lo que se considera no solo las autoridades médicas, también una de las Kardashian.

El otro día, la noticia de que Kendall Jenner tenía por costumbre no sacar a sus parejas en el programa de televisión Keeping Up with the Kardashians a no ser que fuera algo serio también me hizo volver a reflexionar sobre esto.

Sobre todo porque, según la supermodelo, era también un año el tiempo que debía pasar conociendo a la otra persona antes de que participara en el reality show familiar.

Aunque todos podemos tener relaciones de meses que han podido parecernos más intensas en vivencias que quizás un amor de años, 365 días parece una fecha significativa en cuando a que ya se han superado todos los periodos del año.

Tanto los más fáciles de sobrellevar (la estación de estar acurrucados en casa porque fuera hace malo) como los complicados como puede ser la llegada del verano.

La teoría está muy bien, sí. Pero no es eso lo que llevamos a la práctica. En una conversación con mis compañeros de trabajo llegamos a la conclusión de que es algo que sucede en los primeros meses.

Con una vida sentimental tan rápida -donde las relaciones esporádicas se suceden a la velocidad de la luz-, es entre 3 y 6 meses lo que ya podemos empezar a considerar como algo más serio.

¿Y tú piensas como la OMS o te quedas con el trimestre?

Duquesa Doslabios.

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Por qué es importante que los hombres (también) giman en la cama

El ceño fruncido, el gesto crispado, el cuerpo rígido, las manos hundidas en tu cintura como si no hubiera nada más a lo que aferrarse en todo el mundo.

Y, en unos segundos, la boca semiabierta, la mirada perdida, el pulso por las nubes y la cadera contraída.

Sí, él se ha corrido y ha sido maravilloso.

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Creo que pocas cosas me excitan tanto como ver a un hombre en pleno orgasmo. Es para mí un disparador automático.

Al igual que si gime o jadea desde que empezamos a calentarnos.

Los gemidores (por llamar de alguna manera a quienes expresan su gusto más allá de una respiración fuerte) son una especie en peligro de extinción.

Lo habitual entre los millennials de mi generación, educados por un porno heterosexual básico, es ser más bien discretos.

Han recibido un mensaje contundente de las películas eróticas: tú, como hombre debes ser rudo, dar caña, meter un azote, hacerla gritar de gusto hasta que te clave las uñas. Podrás disfrutar, sí, pero de una manera silenciosa.

Y no es ni porque los hombres tengan un registro vocal más grave y biológicamente sean incapaces de gemir (como he leído en algún sitio) o porque solo entre nosotras haya escandalosas.

Viendo cualquier escena porno al azar en la que estén teniendo sexo un hombre y una mujer damos con la explicación.

Si tenemos en cuenta que las películas eróticas mainstream -las populares- son unos productos pensados en su mayoría para un consumidor heterosexual, lo último que este quiere es planos del hombre más allá de un pene de refilón que entra y sale.

Es raro que al actor se le vea la cara o se le oiga. Justo lo contrario que sucede con la actriz, la protagonista de los primeros planos tanto por su cara como por sus genitales.

Así que con una educación sexual escasa, muchos tienden a imitar lo que sucede en la ficción en su vida íntima. Así que es más probable que, tomando nota de las escenas con las que lleva masturbándose desde su adolescencia, reproduzca el comportamiento silencioso.

Si eso dejando salir algún que otro resoplido, pero poco más.

Lo que esto consigue a la larga es que muchos hombres desarrollen una asociación negativa cuando se trata de hacer ruidos en la cama.

Mientras que asumen de manera natural que es la mujer la que tiene que tener una reacción más parecida a lo que han visto (cuando muchas no nos convertimos en sopranos).

Porno aparte, hay algo que tenemos que recordar. En la cama, cada gesto es un feed back.

Un tirón de pelo puede significar «por ahí no», un empujón «dame más» y un gemido «no te haces una idea de lo mucho que me está gustando esto así que no se te ocurra parar».

Y es algo que funciona en ambas direcciones, así que expresarnos tanto con el cuerpo como con señales vocales sirve de ayuda para que la otra persona sepa si se está disfrutando de la práctica o incluso si está cerca el orgasmo.

Así que ante la duda, amigo, gime, exprésate y gózalo, porque además de servirnos de guía, nos excita.

Duquesa Doslabios.

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Los perfiles que deberías buscar en Tinder si quieres algo más que ‘eso’

Mi última caída en Tinder fue tan breve como intensa. Sí, por un corto periodo de tiempo, me volví a descargar la aplicación.

Intenté confiar en todas las amigas que me habían asegurado que circulaba buen material y quise probar suerte.

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«Hija, Tinder no, que hay mucha gente rara», dijo mi madre cuando se lo comenté. «Vaya que si la hay, voy a estar yo», le contesté en su momento.

Lo primero que comprobé es que, por mucho que llevara años sin usarla, no significaba que hubieran cambiado tanto las cosas. Es más, los chicos estaban igual.

Con más arrugas, claro (es lo que tiene poner el filtro entre 25 y 35 años), alguna que otra entrada e incluso hijos de anteriores relaciones, pero en esencia no habían cambiado nada.

Lo primero que hice fue ponerme una biografía molona. «Mis padres quieren nietos», escribí.

Ya con eso me aseguraba de que el 50% de hombres me vieran como un útero andante y no me siguieran el juego si su idea era una noche de pasión desenfrenada. Demasiado esfuerzo.

Del otro 50% solo hice match con un 10% de los cuales con 6 no llegué a tener química y la conversación se estancó en un ‘jajaja’ después del clásico «Qué tal y a qué te dedicas».

Dos de ellos confesarán que en verdad no buscan nada, que fluían y creían en las energías (la red flag de que aquello no va a pasar de una noche).

Uno parecía interesado pero me daría plantón y el que faltaba (¡bingo!) se convirtió en cita y terminaríamos pasándolo genial.

Y eso que mis filtros a la hora de hacer swipe right son bastante concisos. Antes que nada, una buena foto. Nada de plano movido, borroso u oscuro. Que se vea bien la cara.

Si además hay alguna haciendo ejercicio –fundamental que comparta el amor por el deporte– y me entra por el ojo, paso a la biografía.

Esos perfiles que solo tienen una cuenta de Instagram o una sucesión de emoticonos, no sé a dónde van, pero no me parece que poner «🌴🐶🍺🌎» pueda decirme sobre ti algo que no compartas con la mayoría de personas del planeta.

El interés en tomarse la aplicación como un pasatiempo o como una vía de conocer a alguien se traduce, para mí, en cosas algo elaboradas.

Amigo, no pongas solo tu altura o la frase de estado de Tuenti que llevabas a los 15 años. «Aporta o aparta», escribe bajo la imagen donde sale haciendo la peineta. Porque quiere ligar pero seguir siendo el más duro del barrio.

Si hay información curiosa es probable que de swipe a la derecha, más que nada porque puedo usarla para mantener la conversación (y ya si hace referencias a Los Simpsons, algún tipo de sarcasmo o habla de comida, me ha ganado).

Una vez hecho el match, me quedo a esperar a ver si se traduce en chat. Espero porque aunque por lo general prefiero llevar la iniciativa, en este caso sé que quienes me hablan se han visto mi perfil entero -al menos lo comprobé con la mayoría-, incluyendo la parte de darle nietos a mis padres.

Y, si no, en el momento que digo que mi idea es algo más que una noche esporádica vuelvo a hacer criba de usuarios.

Hablar es conectar. No hace falta que se chateen noventa veces al día, pero si algo tienen este tipo de interacciones rápidas es que enseguida percibes todo.

Te das cuenta de con quién no va a pasar del «¿y entonces qué has hecho hoy?» a diferencia de ese chico con el que te cuesta soltar el teléfono de lo mucho que estás disfrutando con la conversación.

Es ahí cuando el chat se queda corto y, más que pasar a WhatsApp o Instagram por un tiempo, ya me apetece quedar.

Lo de por qué me lo he vuelto a quitar ya es otra historia 😉

Duquesa Doslabios.

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La ventaja de practicar (tanto) la masturbación durante el confinamiento

Ha tenido que venir una pandemia para que cambiáramos nuestra manera de masturbarnos, de disfrutar en privado.

Nos ha podido la sensación de intimidad al estar en casa llegando incluso a practicarlo en plena jornada de teletrabajo.

hombre en la cama

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Con la imposibilidad de juntarse, hacerse cargo del placer propio nunca había sido tan urgente ni necesario.

Y no ya tanto por el hecho en sí de dar rienda suelta al deseo, también a modo de ibuprofeno antipandemia.

Que masturbarse nos ayudó a combatir el estrés y a sobrellevar el confinamiento es algo que ha confirmado el Barómetro de Auto-placer de Tenga, compañía especializada en juguetes sexuales.

Según sus resultados, masturbarse con más frecuencia durante la cuarentena no solo sirvió a que experimentáramos a solas o nos escapáramos -aunque fuera mental y físicamente- de una situación que no sabíamos cómo gestionar.

Eso ha llevado a que, en varias ocasiones, la masturbación se haya convertido en protagonista gracias a las redes sociales.  De la mano, por supuesto, con el uso de juguetes sexuales.

Se me ocurren pocas amigas que no tenían un succionador de clítoris que no se hayan hecho con él en 2020.

Volviendo al barómetro, este dato se confirma. Un 73% de los encuestados compraron juguetes nuevos y el 45% declaró que fue un autorregalo.

Hablar sobre lo que guardamos en la mesilla de noche ha dejado de ser un tabú después de un año en el que varios meses de nuestra vida social transcurrían sin salir de casa.

Nuestra vida sexual pospandemia no solo incluye juguetes, este cambio de que se abriera la conversación sobre la masturbación y convirtiéndola en un tema tan normal como cualquier otro ha animado a que reivindicar el placer personal y practicarlo nunca estuviera mejor visto.

«Muchas personas ni siquiera habían probado a masturbarse por mala educación sexual o desinformación», comenta Nayara Malnero, sexóloga y embajadora de Tenga. Lo que nos ayuda a hacernos una idea

Pero, ¿significa eso que nos hemos vuelto más egoístas en la pandemia y nos espera una vida sexual en la que cada uno se masturbaría en un extremo de la habitación? Para nada.

El estudio revela que 5 de cada 10 personas usan los juguetes con su pareja sexual. Experimentando nuevas formas de placer es donde entran todos los juegos.

El momento de alejarse de lo rutinario y apostar por la variedad.

Aprender a masturbarnos, hacerlo de manera más frecuente o buscar formas alternativas de disfrutar se extiende a cuando estamos en compañía.

Mejora el entendimiento con la pareja sexual, fluye la conversación y se multiplica el placer en ambos sentidos. En definitiva, podemos disfrutar de una vida íntima de mayor calidad.

Duquesa Doslabios.

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Cuando el sexo anal sale mal: desgarros, incontinencia… ¿Mito o realidad?

Ni siempre vamos con toda la calma del mundo a la hora de practicar sexo (las ganas del momento pueden jugar en nuestra contra), ni tratamos todas las zonas con la delicadeza que podrían necesitar.

Arañazos, algún meneo un poco más fuerte, una venita que se rompe… Sangrar durante el sexo es muy habitual. Y es también común que ese tipo de heridas se solucionen por sí solas.

CALVIN KLEIN

Peor, ¿qué sucede en esos casos en los que no? El ano, por ejemplo, es el lugar cuya musculatura puede dañarse por la penetración.

Siendo un orificio tan frágil, la Dra. Beatriz Rodríguez, especialista en el aparato digestivo, de Vithas Las Palmas, resuelve algunas de las dudas más frecuentes sobre esta práctica sexual y los posibles problemas en los que puede derivar si se hace de manera incorrecta.

¿Es habitual que la zona sangre durante o después de las relaciones?
Es habitual que la zona sangre durante y después de las relaciones, ya que el ano es un orificio de salida y para la relajación completa del esfínter anal interno es necesario la estimulación desde dentro. Por un lado, en muchos casos esta estimulación no se realiza y el esfínter no se relaja lo suficiente. Y, por otro lado, la lubricación natural del ano no es suficiente, por lo que suelen producirse erosiones de la mucosa durante la práctica que provocan el sangrado. Por eso siempre es recomendable el uso de lubricantes.

¿Qué tipo de desgarres se pueden producir en la zona?
Un desgarro es una rotura de fibras musculares del esfínter y la mucosa que lo recubre. Más que tipos de desgarros es importante el grado de severidad del desgarro (leve, moderado, severo). Si el sexo se practica de manera adecuada y con las precauciones indicadas no tienen por que producirse. Por eso, si la lubricación es correcta y se realiza una estimulación digital del recto (introduciendo uno o dos dedos en el recto y realizando movimientos circulares, estimulando las paredes del ano) antes de la penetración, no tiene por qué producirse ninguna lesión. Además, es recomendable un inicio de la práctica sexual suave y progresiva, ajustándose a la persona, para evitar lesiones.

El sexo anal, ¿genera incontinencia a largo plazo o es un mito?
El sexo anal al que nos referimos no produce incontinencia en sí. La incontinencia se produce por un conjunto de factores alterados, como el cambio en la consistencia de las heces (heces líquidas), alteraciones del colon -por ejemplo, el colon irritable- y alteraciones en la sensibilidad rectal. Además, influye la debilidad del suelo pélvico y por supuesto el tono de los esfínteres en reposo y a la contracción voluntaria. Con la práctica de sexo anal a largo plazo es posible que el tono de los esfínteres disminuya, pero deben coexistir otros factores para que se produzca la incontinencia.

¿Puede derivar en prolapso rectal? ¿En qué casos?
Las prácticas de sexo anal adecuadas no tienen motivos para derivar en prolapso rectal. El prolapso tiene relación con la debilidad del suelo pélvico y cierta predisposición anatómica. Además, influyen otros factores externos como en el caso de las mujeres que han dado a luz en más de una ocasión.

¿Qué otros problemas de salud pueden causar esta práctica?
El sexo anal se puede practicar con naturalidad y sin ocasionar ningún problema de salud, ni a corto ni a largo plazo, siempre que se haga de manera adecuada, como ocurre con todas las prácticas. Lo más importante es usar los métodos de barrera adecuados para evitar las enfermedades de transmisión sexual (ETS).

¿Es recomendable usar inhibidores del dolor o anestesiantes para que la zona no duela durante la penetración?
No, no es recomendable, ya que el dolor avisa y hace regular si no se está haciendo debidamente. Recordemos que siempre muy importante aplicar lubricación, pero sin anestesia. Al inicio pueden existir molestias o un dolor leve y luego, cuando el esfínter anal interno se ha relajado, no tiene por qué doler.

¿Qué enfermedades se pueden transmitir si no se usa protección durante el sexo anal?
Las mismas enfermedades que se transmiten por vía vaginal, es decir todas las enfermedades de transmisión sexual que se transmiten a través de sangre o mucosas. No obstante, es importante añadir que, en numerosas ocasiones, se producen pequeñas heridas o erosiones en el canal anal, lo cual favorece el contacto directo con la sangre, por lo que la posibilidad de contagio puede ser mayor. Es importante extremar la precaución usando métodos de barrera como el preservativo.

Duquesa Doslabios.

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Aguanta el orgasmo ahora, llega al clímax más intenso después

Respiras y devuelves la exhalación en forma de jadeo. Cada repetición te sale más intenso, más acelerado, más urgente, más claro.

Lo que está por llegar se encuentra a la vuelta de cualquier embestida y es algo que puedes notar en cómo se arquea tu cuerpo, la forma de galopar de tu pulso o la sensación de acumulación de tensión que solo parece pedir que te liberes para poder explotar.

¿Y si ahí, justo ahí, pararas de golpe? ¿Qué pasaría si, cuando puedes acariciar el clímax, con los primeros indicios de que estás dejándote ir, frenaras?

torso de hombre

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Aunque quizás la pregunta es que por qué ibas a querer hacer eso en el momento en el que te encuentras disfrutando al máximo.

De eso trata el edging, parar cuando estás a punto de llegar al orgasmo, una práctica que cada vez se está haciendo más popular al descubrir que, después de esa interrupción, podemos multiplicar nuestro placer.

Una vez se para, solo hay que esperar unos segundos (aquí hay que controlar los tiempos para no perder la excitación) y volver a estimularte por tu cuenta o en compañía hasta que estás, otra vez, al borde del clímax.

Es jugar con el orgasmo al ‘pilla pilla’.

Te doy dos razones para ponerlo en práctica. ¿La primera? Durar más tiempo en la cama, algo aconsejable si, por lo que sea, tienes un día en el que la excitación está por las nubes y quieres que dure más el sexo.

La segunda es porque también se relaciona con mejores orgasmos. De mayor intensidad o duración, queda en tus manos averiguarlo.

Añadiría un tercer beneficio, ya que ayuda a ser consciente de la respuesta sexual tanto en solitario como en pareja. Aprendiendo cómo funcionamos en el sexo es más fácil guiar los encuentros y disfrutarlos tal y como queremos.

Como toda novedad que implica el disfrute personal, el edging se debe practicar por cuenta propia (al menos al principio).

Es la manera de conocer el cuerpo, saber qué técnicas nos llevan al disparadero, si tenemos que bajar el ritmo de la mano o de los dedos. Todo para identificar qué se siente justo antes y quedarse en esa fase.

Una vez has parado, respira hondo, puedes incluso abrir tus ojos. Después vuelve a intentarlo y déjate alcanzarlo.

Notarás que el orgasmo dura más o es más intenso. En cuanto lo tengas controlado, puedes probarlo de la misma forma en pareja.

Piensa que otro punto a favor del edging es que la única forma de controlarlo es probar mediante acierto y error. Y es una excusa tan buena para masturbarse como cualquier otra.

Duquesa Doslabios.

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Guía para ampliar tu repertorio sexual

Me las doy de original, de alternativa, de amante de la variedad. De que lo mismo te cojo en la cama que te ato con un cinturón al sofá.

Pero por mucho que disfrute de la diversidad, me definen posturas, formas de besar o maneras de tocar que reproduzco sin parar. Lo mucho que me encantan es la razón por la que no sé cómo evitar las ganas de meter un dedo en la boca de otra persona o pedir un mordisco si la ocasión se presta a ello.

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Podría decirse que forman parte de mi forma de disfrutar. Pero qué le voy a hacer si me pierdo cuando recorro los labios de otra persona con la lengua, cuando pido que se tumbe en el suelo.

Conozco bien mi repertorio erótico. Son muchos años averiguando lo que me gusta, lo que me despierta el deseo. Y también lo que puede hacer que se lo despierte a otra persona por conocerme y saber cómo reacciona mi cuerpo.

Así que peco de, en muchas ocasiones, ir a lo seguro. A ese ángulo donde sé que se me ve mejor el culo.

Cuando son las primeras veces con una persona, es fácil. Cada poco tiempo es algo diferente, tanto en un lado como en el otro.

¿Pero qué alternativa tenemos cuando el número de parejas se reduce a uno solo?

Queda fuera de la ecuación experimentar diferentes maneras de disfrutar, dejar que te hagan, conocer (y conocerte) más.

Es ahí cuando entran en juego, por lo pronto, las amigas. Esas más íntimas que te cuentan qué le hizo ese chico para estimular su punto G y terminar en un espectacular squirt.

La que te anima a que esa noche escojas vestido en vez de pantalón para hacer la de quitarse las bragas al terminar la cena, que aquello le funcionó.

Como amante de las letras, me quedo también con la literatura erótica, con los relatos, con esa fantasía que aún no he cumplido de mojarle una camisa blanca.

Repertorio es también probar sitios distintos (tanto de localización como de la propia geografía del cuerpo). Atreverse a meter de una vez ese dedo por detrás y permitirse disfrutar.

En la cama tenemos lujo de poder ser quienes queramos, de probar a modo de juego un cambio de rol que quizás de primeras no nos saldría. De salir de la zona de confort, pasar de ser sumisa a la más pura dominación -y viceversa-.

Deletrearle ‘coconut‘ con la cadera, mover ese espejo hasta que podáis veros la cara -y el cuerpo-, en cualquier postura…

Más allá de utilizar juguetes (que siempre son una buena manera de aderezar las cosas), cambiando los hábitos implica que por fin nos atrevemos con eso que de primeras parece raro. Y aprender a encontrar formas de excitarnos con ellos, por supuesto.

Duquesa Doslabios.

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¿Por qué nunca deberíamos fingir un orgasmo?

No deberíamos mentir. Así, en general. Quitando las mentiras piadosas, me encantaría que viviéramos en un mundo en el que todos fuéramos sinceros y nos dijéramos la verdad (qué ingenua, ¿no?).

Sería tan fácil como «Mira no, no me apetece quedar», «No quiero seguir conociéndote», «No me gustas», «Ya no te quiero» o «Por mucho que sigamos, no voy a correrme».

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Todavía nos cuesta parar de tener sexo si no llegamos al clímax, al orgasmo, ese punto final con solo de percusión y un fuego artificial.

Preferimos hacer cambios sin fin y buscar otras formas de seguir incluso poniendo en práctica posturas que podrían ganarse un hueco en cualquier rutina de acróbata. «Sube la pierna, baja un poco el culo, vamos al suelo, contra la pared, ¿y el chorro de la ducha?».

Todo con tal de evitar parar y decir que no tenemos el día, que no nos encontramos bien, que hace demasiado calor, que el cansancio se empieza a acusar o que igual ya está bien después de dos horas sin parar.

Es una de las razones por las que hay quienes optan por hacer que están teniendo un orgasmo espectacular. «Sí cariño, ya me he corrido, podemos pasar a otra cosa».

Sucede lo mismo con los orgasmos que se fingen para complacer a la otra persona, que no sienta que no ha estado a la altura o que no nos ha hecho disfrutar. Que, ante todo, su ego no sufra.

Especialmente cuando son esos casos de quienes preguntan cada poco tiempo si nos está gustando o si se ha empleado a fondo en una ejecución de sexo oral.

Pero ni con esas fingir el orgasmo debería ser una opción que contempláramos. Deberíamos normalizar que lo hemos pasado bien o que no nos apetece continuar sin que resulte raro ni con la sensación de que ha sido una experiencia incompleta, con ese fleco suelto.

Incluso es preferible coger y decir «Me gusta cómo me estás comiendo pero no tengo la cabeza aquí» que seguir dándole bola a algo que no termina de pasar si no queremos continuar.

Es darle la vuelta al sexo, quitando de la ecuación (o simplemente otorgándole menor peso al orgasmo) y dándole el protagonismo a la afinidad, ese feeling, la química sexual y el placer en general.

Disfrutar del camino en compañía no debería ser una carrera a contrarreloj a ver cuánto se tarda en llegar a la línea de meta. Es un trayecto en el que hay experiencias tan intensas que bien pueden equipararse a un orgasmo.

En definitiva, disfrutando de cada bocado, beso, cachete o caricia y dándole el mismo peso que a cualquier otro momento. Porque igual es que lo tiene (y solo nos queda aprender a disfrutarlo como tal).

Duquesa Doslabios.

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