Archivo de junio, 2021

Cómo se contagia el herpes genital, sus síntomas… Una experta nos responde las dudas más comunes

El problema que tenemos con las enfermedades de transmisión sexual es que no nos las tomamos en serio. Nos parecen lejanas, esa cosa casi de ficción que lo más cerca que hemos visto ha sido en Bohemian Rhapsody.

Y es que muchas no dan la cara hasta que ha pasado un tiempo después del contagio, por lo que podemos estar meses -o incluso años- sin tener ni idea de que la hemos contraído.

Es el caso del herpes genital, por ejemplo, que puede estar en nuestro organismo sin que nos enteremos de su existencia. Es una de las más comunes con mayor distribución en la población mundial (y de la que puedes haberte contagiado sin darte cuenta).

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Es algo que me explica la doctora Virginia Benito, especialista en ginecología y obstetricia de Vithas Las Palmas sobre la venérea más extendida.

¿Qué es el herpes genital?
El herpes genital es una enfermedad de transmisión sexual causada por los virus herpes simplex tipo 1 (VHS-1) y el tipo 2 (VHS-2). Representa la primera causa de ulceración genital. El VHS-1 es un virus de gran tamaño y neurotrópico que causa principalmente infecciones orales, que van desde lesiones leves como el herpes labial hasta graves como la meningoencefalitis. El VHS-2 es muy similar, pero da lugar a infecciones anogenitales o herpes neonatal. Ambos subtipos pueden afectar a cualquiera de las áreas anatómicas referida. En los últimos años estos datos han variado, debido a los cambios socioculturales y prácticas sexuales de riesgo, manifestándose VHS-2 en lesiones labiales y aumentando la prevalencia de VHS-1 en infecciones anogenitales.

¿Cómo se contagia el herpes genital?
El ser humano es el único reservorio de la infección por VHS. La lesión por VHS continúa siendo la causa más frecuente de úlcera vulvar entre la población sexualmente activa. La transmisión se produce por contacto sexual, por contacto directo con la piel, mucosas o secreciones de la persona infectada, tanto desde personas que tienen lesiones ulcerativas típicas de la enfermedad, como desde personas sin lesiones ulcerativas pero infectadas por el virus en los que la mucosa genital, aunque aparentemente sea normal está transmitiendo virus desde su superficie.

¿Siempre que hay contagio salen úlceras?
Hay que tener en cuenta que la mayoría de estas infecciones son asintomáticas, lo que favorece la transmisión. La transmisión del VHS de un hombre a una mujer es mucho más frecuente que a la inversa. Una vez el virus penetra en el organismo permanece latente en los ganglios linfáticos de forma indefinida, lo cual favorece las reactivaciones.

¿Por qué reaparece?
Las recurrencias del herpes genital se producen por una reactivación de esta infección latente, que se ve favorecida por factores desencadenantes como la fiebre, el estrés o la menstruación. De este modo, el virus migra desde los ganglios linfáticos a través de las fibras nerviosas sensitivas a la región genital y reaparece la lesión herpética.

¿Cuáles son los síntomas del herpes genital?
En episodios sucesivos, tras una incubación de 2-10 días, la paciente comienza con síntomas locales intensos, múltiples lesiones dolorosas agrupadas, que inicialmente son vesículas con base eritematosa, para ulcerarse a las 48 horas y después cubrirse de un exudado gris-amarillento. Existen, además múltiples adenopatías bilaterales dolorosas y escozor tras la micción, acompañado de fiebre, malestar, mialgias, cefalea y náuseas. Las vesículas y las úlceras contienen múltiples partículas virales que son altamente infecciosas y la descamación viral se mantiene hasta que se reepitelizan las lesiones. Las complicaciones son muy raras en individuos inmunocompetentes, aunque están descritos casos de meningitis aséptica, lesiones extragenitales y retención urinaria. Las personas con VIH u otra inmunodeficiencia pueden sufrir procesos más graves.

En esta misma línea, hay que tener en cuenta que entre el 70-90% de las personas con VHS-2 y entre el 20-50% con VHS-1 genital presentarán un nuevo episodio en el primer año tras el primer episodio de herpes genital. Los episodios recurrentes se hallan precedidos de síntomas locales prodrómicos durante varios días (parestesias, picor o dolor); los síntomas locales son más leves que en el primer episodio, no hay manifestaciones sistémicas y tanto la duración del cuadro como la eliminación del virus se mantiene aproximadamente durante la mitad del tiempo.

¿Cómo se diagnostica el herpes genital?
El diagnóstico del herpes genital es clínico, un examen ginecológico detallado permitirá el diagnóstico de la lesión. No obstante, el aislamiento del virus en cultivo celular se mantiene como el estándar para el diagnóstico del herpes genital y se considera la prueba más sensible para detectar herpes infeccioso en las pruebas clínicas. Se obtiene líquido vesicular del interior de las vesículas y se envía al laboratorio para obtener el aislamiento del virus. Las pruebas serológicas tienen un papel limitado para el diagnóstico de la infección.

¿Cuál es el tratamiento adecuado para el herpes genital?
El uso de fármacos antivirales es beneficioso en la mayoría de los pacientes que presentan síntomas de infección herpética. El tratamiento episódico y supresor del herpes tiene como objetivo reducir la gravedad, la duración, la recurrencia de los síntomas y la prevención de la transmisión a personas no infectadas. Con ellos se consigue una curación más rápida de las lesiones y se atenúan los síntomas.

¿Después del tratamiento, se elimina el herpes?
No se consigue erradicar el virus latente y, por tanto, las lesiones vuelven a aparecer, aunque sí disminuyen en tiempo e intensidad. La administración del fármaco en la etapa más temprana posible de la infección proporciona el mayor beneficio terapéutico. Los regímenes son idénticos para VHS-1 y VHS-2. En el tratamiento del herpes genital se pueden utilizar el aciclovir, el valaciclovir y el famciclovir por vía oral. La duración recomendada es de 7 a 10 días, aunque en cualquiera de los casos las terapias con antivirales deben prolongarse hasta que las úlceras estén completamente cicatrizadas.

Duquesa Doslabios.

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El amor líquido o por qué todas tus relaciones fracasan

Una y solo una. Esa es la cantidad que corresponde a las veces que he estado enamorada en mi vida. Y qué vez.

No me mal interpretes, con esto no quiero decir que la ponga por las nubes y crea que sea imposible llegar a igualarla, pero sí que quiero volver a sentir esa fuerza visceral, esa emoción, la ternura inmensa de verle dormido en el sofá y la certeza de que si necesitara un riñón, serías la primera de la fila.

Pareja dándose un beso

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Va a ser de todo menos fácil. Lo estoy comprobando desde ya. Quizás porque fantaseamos con el amor idílico como concepto, publicamos textos profundos sobre él en Instagram y creemos que, la siguiente persona, va a ser la que nos haga volar.

Para que luego se quede más reducido que la copa de cava cuando se le han ido las burbujas de gas.

No hay día que no compruebe que los millennials somos la generación de las relaciones líquidas.

Queremos todo lo bueno de estar en pareja: los planes divertidos, el sexo salvaje, los mimos, compartir esa porción de tarta, tomar unas cañas -a la segunda invita el otro-, mandar memes por Whatsapp, avisar de que estás con el humor algo por los suelos, dejarnos cuidar.

Pero llega el momento de hablar, de quedar una tercera o cuarta vez cuando aparentemente todo iba normal, y sin saber por qué, desaparece (el ghosting de manual).

Es triste que conociendo a alguien no podamos dejarle un libro, la camiseta o el cepillo en su casa (es probable que en poco tiempo no vuelvas a verlas).

Ni siquiera llevaréis lo bastante conociéndoos como para que se esfuerce en devolverlas, sencillamente le dará igual.

Llega la tecnología, esa que decimos que nos ha cambiado la vida (aún queda decidir hasta qué punto para bien y hasta cuál para mal) y cambiamos nuestra forma de relacionarnos, la manera de ligar

Nos hemos especializado en crear conexiones, muchísimas. Nuestra estrategia es mantenernos en contacto, sí, pero siempre desde una distancia prudencial.

Cada vez más sumidos en un círculo de relación estrella fugaz. Es intensa, emocionante y de película, pero es breve y pasa rápido. Parpadeas un par de veces y ya no está el match en la aplicación, toca volver a hacer swipe.

Si los expertos se refieren a las nuestras como las relaciones líquidas es porque nuestros vínculos, de la misma forma que el agua, son maleables y se escapan entre los dedos.

La satisfacción momentánea manda, el estímulo, el ahora, que después ya no interesa. En cuanto ha pasado no solo ha quedado atrás, es como si se hubiera olvidado.

Somos más individualistas que nunca, nos gusta viajar, tomar ese brunch el domingo con la amiga, el grupo de los de siempre yéndose de casa rural.

Vale que a nuestros padres les gustaba también el ocio, pero eran menos reticentes que nosotros a la hora de renunciar a él.

Te propongo un reto, vete a un círculo de veinteañeros casi treintañeros y pregunta quién tiene pensado, en los próximos cinco años, casarse o tener hijos.

Es habitual que encuentres respuestas evasivas, que aún somos muy jóvenes, nos queda mucho por vivir, viajar, experimentar.

Y esa falta total de significado y compromiso nos vuelve incapaces de crear relaciones reales. Con contadas excepciones, claro.

Duquesa Doslabios.

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¿Es el 69 la postura más sobrevalorada?

Antes de que en el colegio aprendamos el número π (3,14) hay uno que todos conocemos, el 69. Bien porque te lo ha dicho el espabilado de turno de la clase o porque, investigando con el ordenador de casa, diste con un fondo de pantalla en el que salía acompañado del logo del conejito de Playboy.

Igual no sabías cómo funcionaba la mecánica, pero tenías algo claro: 69 es igual a sexo. Lo mejor es que han pasado unos 20 años y muchos (me incluyo en este grupo) seguimos sin entender todos sus secretos.

«Es que no puede ser tan complicado«, pensabas en un primer momento. «Su cabeza en la entrepierna, la mía en la suya y a comernos».

Pareja en ropa interior

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Ya te toque arriba o abajo, llega un punto en el que piensas «¿Estoy cómoda? ¿Qué hago con esta pierna? Se me está durmiendo el brazo…».

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Porque el 69 tendrá muchas cosas, pero cómoda no es. Ni a la hora de acoplarse por el tema posiciones ni aguantando mucho tiempo en la postura (y menos aún en verano, me recuerda una amiga puntualizando esa fricción que se da entre barrigas).

Es infinitamente más fácil llegar al orgasmo en otras posturas que teniendo que estar concentrándote en hacer una felación mientras intentas que tu culo no le aplaste la nariz.

La falta de concentración es lo que, tras una rápida encuesta en Instagram, mis seguidores seleccionan como principal inconveniente.

«Quien mucho abarca poco aprieta», «Vamos a centrarnos en una sola cosa para hacerla bien», «De uno en uno se disfruta más», «Ya estoy mayor como para tener que hacer todo a la vez», son algunas de las opiniones que salen de la pregunta.

Sin embargo la tenemos erotizada hasta el punto de que hemos tenido que ponerla en práctica para descubrir que es de todo menos eso.

Aunque no todo son desventajas. No ocupará los primeros puestos de la lista de las posiciones más prácticas, pero es innegable el poder que tiene a la hora de conectar.

Por esa razón, no creo que debamos descartarla del repertorio. El hecho de tumbarte sobre alguien dejando -y teniendo- sus genitales a escasos centímetros de la cara, es tan visual que sirve para intimar.

Vale que no es para relajarse y disfrutar. Más bien se trata de una postura activa que, por muchas variantes que le metas (el 69 vertical, el lateral, el medio sentados…) solo gana puntos como complemento de otras posiciones, no como plato principal.

Pero sí que me quedo con su carga erótica al acercar la sexualidad dos personas y quitarnos la vergüenza de que nos vean así: en bolas y primer plano. Con el cuerpo expuesto y el objetivo claro de pasarlo bien y hacer disfrutar.

Duquesa Doslabios.

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Tres motivos muy normales por los que puedes sangrar después de tener sexo

Sabes que has echado un polvazo cuando, al día siguiente, te levantas con la sensación de que te ha arrollado un tren de la Renfe. Te cuesta hasta sentarte a hacer pis, el mismo momento en el que te bajas las bragas y descubres que hay sorpresa en la tela.

Haces tus cálculos y no, es imposible que se trate de la regla. Lo más seguro es que te encuentres ante un resto de la noche anterior.

Pero, ¿es normal que esto suceda?

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Podemos sangrar por diferentes razones. La primera y más típica es porque, por lo que sea, recibes un arañazo desprevenido en algún lado y, como la zona es tan sensible, enseguida se hace herida. Por suerte, ese tipo de lesiones se solucionan en apenas unos minutos.

Algo más escandalosas son las heridas alrededor de la vulva, concretamente en la apertura de la vagina cuando, por penetración de cualquier tipo, se produce un mini desgarro.

Esas heridas las reconocerás porque la sangre es muy roja y te escuece la zona en cuanto haces pis (es probable que puedas verla de primera mano si te pones un espejo y abres las piernas).

Aunque también tienden a cicatrizarse solas es posible que, si sigues teniendo relaciones, aquello no termine nunca de cerrar, por lo que deberías darte un descanso (y decir que no tienes el chichi para farolillos).

Si por lo que sea continúa la herida abierta siempre puedes ir a que te receten alguna crema cicatrizante, que hace maravillas.

Y otra de las razones más comunes por las que podemos encontrar sangre -o bien al rato o al día siguiente-, se debe a los impactos que recibe la vagina.

Ya os comenté que, cuando nos baja la regla, no empezamos a expulsar sangre nueva. Parte de la que vemos el primer día –esa de color oscuro entre marrón y burdeos– es un resto de la menstruación del mes pasado.

En el momento que empieza a salir de color rojo sí estaríamos viendo la regla actual.

Esa sangre que no sale hasta que, de nuevo, las contracciones del útero la animan a descender, es la que podemos encontrar en la ropa interior después de tener sexo.

A fin de cuentas, los impactos que se dan ayudan también a movilizar esos fluidos y que bajen por la cérvix (de ahí que también sean oscuros).

De cualquier manera, si por lo que sea tienes otro tipo de sangrado o ves que por mucho que pasen los días no disminuyen las pérdidas, no lo dudes y pide cita médica, puede tratarse de un problema más serio.

Duquesa Doslabios.

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