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Síndrome de Wendy: cuando en vez de su novia te sientes su madre

Tengo una amiga que, estando en una relación, estaba pendiente de limpiar y recoger todo lo que iba manchando su pareja, de que nunca faltara en la nevera lo que a él le gustaba.

Hasta empezó a dedicar sus horas libres a arrancar un proyecto laboral de su novio para que este pudiera ‘cumplir sus sueños’.

Esa amiga cayó en el Síndrome de Wendy. Y la amiga soy yo.

pareja discusión

PEXELS

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Veía la película de Peter Pan con la misma cercanía con la que veía mi día a día. Como hermana mayor, estar pendiente del pequeño de la casa siempre ha sido lo más natural del mundo.

Querer protegerle y ayudarle en todo lo que estuviera en mi mano era mi forma de mostrarle mi cariño.

Podía sentirme identificada con Wendy, que vigilaba que sus hermanos pequeños estuvieran siempre a salvo y cómodos y lo hacía extensible a Peter Pan.

Años más tarde, aquello salía a la luz en mi relación de pareja. Yo estaba convirtiéndome en su madre sin darme cuenta.

Nadie me había dicho que tenía que asumirlo, como tal. No me habían sentado en una sala a aleccionarme sobre cómo debía hacer para que no le faltara de nada.

Pero al verle tan ‘dejado’, directamente asumí el rol de cuidadora sin tener una conversación al respecto ni plantearme si era lo que quería hacer.

También me limitaba a repetir lo que llevaba viendo hacer toda la vida: a mi madre en modo multitasking encargándose de todo lo que implicara la gestión de la casa y el cuidado de sus tres hijos, mi hermano, mi padre y yo.

No sé cómo llegué al punto de estallar por hartarme de la situación, cuál fue la gota que colmó el vaso, pero aquello terminó reventando.

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Porque llegó un momento en el que vi que era yo quien estaba asumiendo más carga de trabajo y encima estaba poniendo su autorrealización laboral por encima de la mía.

El Síndrome de Wendy campaba a sus anchas en nuestra relación. Yo sentía que para ser valorada en la relación debía comportarme de esa manera.

Mi espontaneidad a la hora de que no me estresara el desorden o aceptar que tenía que ayudarle, porque parecía que solo no podía sacar su proyecto adelante, dejaba de lado mis propias necesidades.

Para mí, amor era sacrificio de mi tiempo, de mis sueños. Para él, comodidad y ser el protagonista de la historia.

Así pues, aunque esa relación no terminó funcionando, me ha servido para darme cuenta de que ese síndrome no puede venirse conmigo.

Porque una relación es entre dos personas independientes que deciden empezar un camino juntas en igualdad de condiciones.

Y claro que habrá veces en que uno tenga que tirar más, pero el compromiso y la implicación a la hora de hacer las tareas, debe ser 50-50.

Necesitamos ser individuos capaces de poner una lavadora, pero también de perseguir nuestros sueños sin que alguien nos lleve de la mano para hacerlo.

Valorar a la pareja no debe ser recibir el apoyo en forma de todas esas cosas tediosas que no se quieren hacer (pero que son necesarias).

Contar con una figura maternal que te cuida y te permite que disfrutes haciéndose cargo de esas responsabilidades.

Peter Pan necesita crecer y ser autónomo para que Wendy pueda ser feliz volviendo a dedicarse a sí misma.

Mara Mariño

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¿No funcionáis o es que habláis distintos ‘lenguajes del amor’?

Estoy tan acostumbrada a ser cariñosa con la gente que me rodea, que no me había planteado que era mi lenguaje del amor, es decir, la manera en la que expreso el cariño que siento o que me importa una persona.

Y esto entra en conflicto cuando conoces a alguien que lo manifiesta de diferente forma.

Pareja lenguajes del amor

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Sí, es a estas alturas de mi vida cuando he descubierto los ‘lenguajes del amor’ y que además, ¡hay varios!

No teníamos suficiente con el reto que es comunicarnos en el mundo de las redes sociales donde todo son stickers, y etiquetar en reels a quien nos gusta, que encima igual ni siquiera le hace gracia porque su manera de manifestar el interés es completamente distinta.

Pero, de un tiempo a esta parte, todas las relaciones que conozco que están pasado por una etapa menos buena, tienen la raíz en esto, en su manera de ‘hablar’ el amor y cómo necesitan que lo hable su pareja.

Todo esto viene del libro de un escritor y filósofo llamado Gary Chapman, que agrupó las manifestaciones que solemos tener los humanos cuando se trata de dar rienda suelta a los sentimientos a través de los gestos.

Como decía más arriba, el mío es afecto físico, todo lo que implica besar, coger de la mano, tocar, abrazar…

Pero hay cuatro más: tiempo de calidad, regalos, actos de servicio y palabras.

 

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Ni uno es mejor que otro, ni tienes que quedarte en exclusiva con uno de ellos, es más, seguramente sientas que te identificas con varios y que van por porcentajes.

A lo mejor necesitas que tu pareja te diga «te quiero» más que recibir regalos de su parte. O igual eres más de que te prepare la cena, si vas a llegar tarde a casa, y te preocupa menos que te dé la mano por la calle.

Es algo personal y único.

Pero claro, el conflicto llega cuando tú tienes una manera de expresar tus sentimientos, que además suele ser la misma que te gusta recibir por su parte, y la otra persona un distinta.

Le reprocharás que no te da nunca besos en público y que por eso sientes que no le importas y él (o ella o elle) te dirá que cómo no le vas a importar si esta semana te ha ido a buscar en coche todos los días después del trabajo, para que no tuvieras que esperar al tren.

¿Ves el problema?

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Claro que, cuando antes los identifiques y sepas cuál es el tuyo y el de la otra persona, mejor vais a poder entenderos y abriros en cuanto a las expectativas que tenéis de cómo os gusta que se hagan las cosas.

Así que, como yo ya he pasado por esto de estar con alguien cuyo lenguaje del amor es contrario al mío, te diré que sí, que puede funcionar si hay ganas e implicación por las dos partes.

La solución está en encontrarse a medio camino. Un punto en el que tú le haces el café por la mañana, porque su lenguaje del amor son los actos de servicio, y él te da un abrazo infinito cuando estás necesitada de cariño.

A lo mejor para mí no es gran cosa madrugar ni para la otra persona esa pequeña muestra de afecto físico, pero cambiamos de idioma porque reconocemos la importancia de que lo reciba.

El amor es adaptarse para llegar a ese equilibrio.

Mara Mariño

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Algunas ventajas de grabarte con tu pareja haciendo ‘eso’ (si todavía no lo has hecho)

Mira que yo soy de llevar la iniciativa y proponer cosas en la cama, pero el tema de grabarme en vídeo siempre me ha seducido menos.

Teniendo dispositivos que son tan fáciles de hackear, ¿quién se siente cómoda ante la idea de una película en la que aparece teniendo sexo?

Quitando a Kim Kardashian, creo que a ninguna de nosotras.

pareja beso

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Pero ahí es donde está también el morbo de ponerse delante del objetivo y darlo todo.

Porque sí, cuando te graba la cámara, te vienes arriba. Le das más profundidad al movimiento, te cambia la cara… Conectas con tu lado más sensual.

Digamos que, de repente, eres más consciente de tu cuerpo y te centras en que aparezca lo más favorecido posible.

Entonces el resultado no es el mismo que cuando echas un polvo tontorrón debajo de las sábanas (por muy fantásticos que sean esos encuentros perezosos).

En el momento en el que te ves en la pantalla, crecida, segura y tremenda, y de la misma manera a la otra persona, ¿cómo no excitarte con la imagen?

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Yo soy partidaria de grabar en modo avión, reproducirlo y eliminar las pruebas. No hay necesidad de que quede guardado y de repente aparezca por error cuando le estás enseñando a tu abuela las fotos y vídeos del viaje en plena comida familiar.

Se puede utilizar en el momento como aliciente en vez de la pornografía y luego mandarlo a la papelera.

Así te llevas lo mejor de los dos mundos: vives la experiencia con tu pareja y no tienes la mosca detrás de la oreja de que ese vídeo va a aparecer en ningún otro sitio.

¿Cómo grabar un buen vídeo casero?

-Hazlo con alguien con quien tengas mucha confianza por dos razones, te vas a sentir más cómoda siendo grabada y sabes que no va a darle un uso distinto al vídeo.

Dale a la luz, ilumina la habitación y disfruta de ver vuestros cuerpos desde un punto de vista de tercera persona. Hazte voyeur de ti misma. Eres preciosa y no me canso de decírtelo.

Seduce a la cámara, mírala, juega, llama tu propia atención y desinhíbete enseñando todas esas zonas que te encantan. Disfruta. Luego te verás en el vídeo y tu autoestima se vendrá arribísima.

Apuesta por algo de lencería: hay monos de encaje de cuerpo entero con aberturas estratégicas que son una pasada. Puedes empezar con ellos y luego ir desnudándote. Te encantará la experiencia.

No eres una actriz porno: no intentes imitarlas. Tus vecinos no tienen que enterarse de que estáis grabando ni tienes que replicar prácticas que has visto como ahogarte haciendo el sexo oral más profundo del mundo. Sois tu pareja y tú teniendo un sexo un poquito más cinematográfico de lo habitual. Punto.

Recuerda que lo interesante de la experiencia no es el resultado final, sino el proceso (y lo bien que te lo pases mientras tanto, por supuesto).

Mara Mariño

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El rechazo de tu pareja no es el fin del mundo, ¿pero cómo gestionar su falta de ganas?

Una de las frases que más me gustan de la vida en pareja fue la que me dijo mi abuelo de que la convivencia era la reunión de voluntades. Algo tenía que saber al respecto, ya que estuvo la mayor parte de su vida viviendo con mi abuela.

De todas y cada una de las facetas: desde qué gel traer a casa hasta el restaurante al que ir a cenar.

Y eso incluye el sexo.

pareja rechazo

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Porque pasa una cosa muy curiosa cuando por fin tienes tu espacio privado y estás a solas con tu pareja: vuestros calendarios parecen no coincidir nunca.

Es como si hasta ese momento cualquier hueco que antes era aprovechado (que si en el coche, algo rápido en el ascensor o escabulléndote al baño en una fiesta) desaparecieran y solo existiera la posibilidad de hacerlo en casa.

Aunque es habitual que se dé esta falta de sincronización, la persona que ha dado el primer paso, puede sentirse un poco chafada de que no haya ido a más.

Y quien dice chafada, dice también enfadada, rechazada y decepcionada.

Un combo muy explosivo que, por mucho que se quiera a la pareja, hay que gestionar para que no se vuelva en nuestra contra.

Para esos casos, antes que nada, hay que poner en práctica la empatía.

Puede que nuestra pareja haya tenido un día complicado, se sienta con el humor bajo, con la salud regulera o, simplemente, se caiga de sueño.

Entender que no es nada personal es el primer paso.

En segundo lugar, la masturbación es un aliado perfecto para cuando el deseo se ha quedado a la espera. Hacernos cargo de él es nuestra responsabilidad y de nadie más.

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Cuando el rechazo se mantiene, y ya no es algo puntual, es el momento de sentarse a hablar.

Tener la conversación de por qué no se quiere tener sexo es algo que se debe hacer de una manera muy cuidadosa, para que no resulte ni incómodo ni un ataque.

Olvídate de plantearlo desde un enfoque del tipo «es que ya no follamos tanto como antes» o «¿ya no te gusto?». Lo único que consiguen es hacer sentir a tu pareja mal.

Abórdalo preguntando qué está en tu mano para mejorar la situación o cómo puedes ayudar para que se sienta bien.

Tampoco saques el tema nada más haber intentado tener un acercamiento físico, porque está todo demasiado reciente.

Date un tiempo prudencial para que se enfríen las cosas.

Recuerda que el consentimiento no es una barra libre en la relación de pareja, tienen todo el derecho del mundo a decirte que no.

Intenta quitar la presión al asunto. No hay reglas que debáis seguir ni una cifra que alcanzar sobre la frecuencia.

Esto no es la Liga, no gana el equipo que tenga más puntos.

De la misma forma procura no reaccionar con enfado o decepción si ves que la otra persona no está interesada.

No significa que no te quiera, quizás lo que necesita es que cambiéis la forma de empezar, que sea el que tiene menor deseo quien tome la iniciativa (cuando sea), añadir juguetes o nuevas experiencias, fijarse un momento a la semana o, en el caso de que esté relacionado con la autoestima, que sienta que te gusta y que es deseado/a por ti.

Y, si nada de eso funciona por vuestra cuenta, es el momento de pedir ayuda a una profesional. El sexo es una parte importante que con el asesoramiento indicado se puede trabajar.

Mara Mariño

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En pareja, ¿que surja espontáneo o planificarlo?

Parece que no hay discusión cuando llega el momento de ponerse de acuerdo entre qué sexo es mejor: si el que surge de repente o el que se planea.

pareja sexo espontáneo

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Como si de un plan improvisado de viernes tarde se tratara, todo lo que suponga dejarnos llevar y sorprender, gana puntos en la comparativa.

Pero, y aquí va mi opinión contraria a esto, ¿qué pasa con las ventajas de organizarlo con tiempo?

Ponerse en las manos de la espontaneidad está muy bien siempre y cuando se tengan ganas, energía y tiempo, tres factores que con una rutina de trabajar, ir al supermercado, los niños, el perro, la lavadora y los trámites en el banco, no son siempre habituales.

Por eso, seleccionar una fecha y un momento es decirle al día a día que no todo va a ser logística, también hay un rato para disfrutar (en soledad o con compañía).

Soy una defensora de hacerlo de esta manera porque la expectación consigue alimentar mi deseo.

Solo el momento de fantasear con ello o ir a una tienda erótica, a por algo que vaya a participar en el juego, preguntar dudas o pedir consejo sobre una nueva adquisición, están empezando a construir unas ganas que van creciendo.

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Y el culmen, cuando toca dejarlas salir, es ese rato reservado -única y exclusivamente- para el placer.

Hay quien dice que es imposible superar las expectativas de un sexo casual, que solo con lo inesperado de la situación ya gana al planificado.

Pero también puede salir bien, normal o fatal. La diferencia del que se planifica es que hay una parte de disfrute -toda la previa- que ya cuenta.

Además, si lo planeas con antelación tienes más factores bajo control e incluso previsión de reconducir las cosas (un juguete a mano mejora cualquier encuentro).

Así que la próxima vez que te plantees que tu vida sexual no está siendo perfecta porque le falta espontaneidad, ponte las pilas organizando el siguiente encuentro y me cuentas.

Mara Mariño

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Por qué deberías hacer tu currículum sexual (y lo que deberías poner en él)

Cuando quieres que una empresa te contrate, preparas un resumen de tu vida laboral. Qué has estudiado, cuál es tu experiencia, en qué competencias te manejas mejor y todo lo que demuestra que ese puesto debería ser para ti.

Pues cuando quieres acostarte con alguien, deberías hacer lo mismo y empezar presentándote con tu currículum sexual.

currículum sexual

UNSPLASH

La idea del currículum sexual es algo que me explica la sexóloga y terapeuta sexual Lorena S. Gimeno cuando hablamos de la importancia que tiene darnos a conocer en el ámbito íntimo, más allá de si nos gusta la tortilla con o sin cebolla.

Más que nada porque, cuando la cosa pasa a mayores, damos por hecho que, mágicamente, tiene que estar al tanto de nuestros gustos y particularidades.

Sí, sí, por ciencia infusa. Y de hecho si no lo sabe (que es lo más probable, porque las personas no suelen venir con telepatía incorporada) nos decepcionamos.

Pensar que por esas primeras experiencias quizás es que no funciona es una conclusión a la que seguro que has llegado varias veces en tu vida.

Por supuesto que no funciona. Si no te gusta nada algún tipo de práctica y a él o ella le apasiona.

¿Cómo va a saber que para ti que te chupe los pies es más un suplicio, porque tienes cosquillas, que algo placentero y encima no se lo dices?

Para la sexóloga, el ejercicio de rellenar un currículum es algo sobre lo que reflexionar a nivel personal, para luego comunicarlo (es decir, no tienes que entregarle el formulario nada más presentarte).

Porque, cuando entramos en este tipo de análisis más íntimo, lo que solemos contar es con cuántas personas hemos estado (el famoso bodycount) o la edad a la que empezamos a tener relaciones, que son datos que no nos sirven a nivel práctico.

@meetingmara No, tu crush no necesita saber cuándo fue tu primera vez 😅 El Cv s3xual que deberías contarle es este… #cita #citas #citaromántica #relaciones #ligar #pareja ♬ sonido original – meetingmara

De hecho, como ella misma dice, se basa en «la idea de que a las personas nos cuesta describir nuestros gustos cuando empieza una relación y no sabes qué le gusta a la otra persona«.

Para evitarlo, como Lorena aconseja: «Todo el mundo debería hacer un examen de currículum ficticio«.

Además, desarrolló una plantilla en la que podemos reflexionar sobre nuestra identidad sexual, necesidades en la cama, salud íntima o medidas de protección que utilizamos.

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Su documento sirve para exteriorizar todo esto y además invita a que te autoexplores e investigues para luego explicarlo.

La sexualidad es como cada persona (no hay dos iguales) y también va cambiando con el tiempo. Por lo que no es lo mismo rellenar esto a día de hoy, que si nos lo preguntan cuando empezamos o incluso en un futuro.

«Tienes que hacer el currículum hoy pero también dentro de 5 años«, afirma Lorena.

Así que, ¿te apuntas a hacerlo y conocerte?

cv sexual

SEXUALIZADOS.COM

Mara Mariño

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¿Qué edad es la mejor de nuestra vida sexual?

Acabo de cumplir 30 años y nunca, nunca, nunca, nunca había estado tan contenta como ahora con lo que me pasa en la intimidad. Nunca.

pareja cama amor

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Al llegar a la tercera década, me he quitado muchos prejuicios de encima, me he aclarado sobre lo que me gustaba y lo que no y, sobre todo, he dejado de sacarle pegas a mi cuerpo.

Se podría decir que he subido de nivel y, desde mi punto de vista, me cuesta creer que haya algo mejor que esto. Que todavía la cosa pueda mejorar.

Aunque, parece ser que sí que lo hay. No es la treintena la etapa dorada de la sexualidad, esa le corresponde a los 40.

Lo curioso de esos estudios -que parecen señalar la cuarentena como el mejor momento para la intimidad-, es que poco o nada tiene que ver con el aprendizaje de nuevas técnicas (no, no nos convertimos en unas máquinas del placer) y más con la evolución personal.

Me explico, lo que hace que los 40 se lleven la palma es que parecen ser cuando por fin la confianza plena nos alcanza, la auténtica.

Y es la de saber qué es lo que quieres. Quizás hasta ese momento estabas muy ocupada dedicando que energía primero a estudiar, luego a desarrollarte profesionalmente, a los hijos, etc.

En teoría a los 40 estás algo más liberada y te planteas hacer las cosas de manera más independiente, incluso egoísta, si te pones.

Respecto al físico, sí, la presión social por encajar no desaparece, pero la seguridad de sentirte bien en tu propia piel sustituye todo lo demás. Y que todo te la resbala, eso también.

Esa confianza es la que empapa el sexo y te pone la autoestima por las nubes, haciendo que salga tu lado animal.

Así que mi propuesta es que no esperemos más para llegar a ese punto de reconciliación y autodescubrimiento (pero sobre todo de ganas de ponerlo en práctica) de la cuarentena.

Que empecemos ya, aquí y ahora.

Que nos plantemos en el espejo, nos toquemos, nos gustamos, que dejemos la luz encendida y que nos escuchemos.

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Que si queremos algo lo pidamos, que lo consigamos, que nuestro placer sea prioritario.

Y así, a lo mejor, nuestros 20 y 30 son igual de buenos que los 40.

Mara Mariño

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‘Yo es que no creo en las relaciones’

Hay dos red flags que puedes percibir al poco de conocer a una persona. La primera es que te diga que «No soy machista, pero…«. Porque da igual como termine la frase, es machista.

La segunda, que te salga con que no cree en las relaciones de pareja.

hombre emocionalmente inaccesible

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El 100% de nosotros estamos aquí por una relación, sexual, vale. Pero la inmensa mayoría también porque a esa relación sexual le acompañó una sentimental.

Las relaciones no son los Reyes Magos, no es cuestión de creer o no en ellas porque en el momento que has visto a tus padres seguir juntos, después de tropecientos años de casados, no puedes no ser creyente ni plantearte su existencia.

Entonces, ¿por qué se repite hasta la saciedad y hay quien incluso la suelta con orgullo (como tú alguna vez, por ejemplo)? El trasfondo no es que no se crean en las relaciones, sino que no crees que las relaciones sean para ti.

Y está genial haber llegado a esa conclusión. No tiene nada de malo querer estar a tu aire, sin nadie al lado, ni contemplar la idea de casarte.

Si estás feliz con tu vida así, es perfecto.

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El problema es que la frase produce un efecto curioso en quien la escucha. De reto, desafío, ganas por ser -sobre todo si eres mujer- quien le haga cambiar de idea y le demuestre las ventajas de estar en pareja.

Desde aquí le doy las gracias a los mitos románticos por meternos en la cabeza que tenemos que ser centros andantes de rehabilitación del corazón, las salvadoras del amor.

Soy la primera que afirma que sí, que es culpa nuestra cuando nos enganchamos a una persona que, al poco tiempo, ya ha salido con la frasecita.

Es evidente que no busca compromiso, sino una diversión sin fin. Y, por muy en todo su derecho que esté, nos toca el ego.

Como seres sociales, necesitamos sentir que gustamos y que nos quieren.

Así que, cuando eso pasa, es raro que no te venga el pensamiento de qué problema tienes para que te diga eso sin apenas conocerte.

Así que si te ha pasado como a mí, y te toca una persona así, pero sobre todo, tú sí crees en las relaciones, déjala que siga circulando.

Porque está claro que contigo no es.

Porque tú lo vales todo.

Si eres quien se considera ateo del amor, cerrarse en banda, mantenerte siempre emocionalmente inaccesible y no permitirte al menos sopesar conocer a una persona más allá de un ratito, seguirás en tu línea de quedar libre de todo compromiso.

Y seguirás solo también.

Mara Mariño

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¿Soy la pareja que quiero para mí?

«Una buena persona», es lo que siempre contestan mis padres cuando les pregunto cómo quieren que sea mi pareja. Lo demás les da igual.

Me encantaría que mi lista fuera tan breve como la de ellos, pondría las cosas mucho más fáciles, pero quiero más.

pareja

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Vale que es lo más importante, pero es importante también que tenga sentido del humor, que sea tranquilo (el nervio ya lo pongo yo), que sepa relativizar, que tenga conciencia feminista, que le preocupe el medio ambiente, que su salud sea una prioridad

Y además de eso, que me atraiga físicamente, que sea detallista, que sepa escuchar, que tengamos química, que me valore, me cuide…

Podría seguir la lista desmenuzando cosas que me pierden, como el hecho de que le apasionen las croquetas tanto como a mí, lea o disfrute de la naturaleza.

Visto así, cómo puede ser una potencial pareja para mí, ya no es tan sencillo como imaginaban mis padres en un principio.

Y es lo que hace que me pregunte si yo estoy a la altura de todo lo que pido.

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Porque si hay un sinónimo de ‘relación’ es ‘reciprocidad’ y no puedo pretender recibir tanto sin dar.

Conocer a las personas a la velocidad de la luz e ir saltando de una relación a un amor líquido (y, si no funciona, a otro más), pone difícil que nos paremos a plantearnos qué estamos haciendo mal.

Desde mi perspectiva, nunca es mi culpa, siempre son los demás.

Hacer el ejercicio de autocrítica no es fácil, porque implica ver en qué cosas has podido fallar, qué era eso que te pedían tus ex novios y que pensabas que no tenías que revisarte porque eran ellos el problema.

Pero no, el problema también soy yo. Y mi mecha corta que explota en cuanto me enfado, mi difícil tolerancia cuando hay cambios y se salen las cosas de lo previsto, mi cabezonería absoluta, mi -a veces demasiada- independencia, mi tendencia a verlo todo en blanco o negro, la idea que tengo del amor romántico, mi orgullo

Entre mis asignaturas pendientes me toca revisar que debo aprender a trabajar mejor los conflictos y desprenderme de todo lo que no ayude a solucionar.

Que no soy dueña de la razón absoluta, que de toda situación hay dos puntos de vista y que si quiero que validen mis emociones, debo hacer lo mismo.

Así que, antes de buscar esas cosas fuera, debo empezar a trabajarlas por mi cuenta y, de esa manera, poder cumplir la lista de requisitos que la otra persona tenga.

No aspiro a convertirme en la pareja perfecta, pero sí en una buena pareja.

Mara Mariño

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Que tenga plantas: la señal de que va a ser buena pareja

Cuando el chico que me gustaba me enseñó su casa, recuerdo que era un punto medio entre una selva de Costa Rica y un vivero.

Además de enseñarme una por una las de su habitación, de vuelta a mi casa no solo examinó a mis pequeñas (las plantas, no otra cosa), sino que me dijo cómo debía regarlas o si era mejor que recibieran luz directa o indirecta del sol.

No digo que fuera la única razón, pero definitivamente, ha ayudado a que me pillara.

mujer riega plantas

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Es curioso el nuevo valor que han adquirido las plantas para los millennials.

Cuando conocías a alguien que no tenía hijos, pero compartía su vida con un animal, veías el potencial que podía tener en el futuro con un retoño de ambos.

Ahora las plantas han ocupado el lugar de las mascotas. Que tenga una monstera es el nuevo «Y que le gusten los perros».

En mi caso, sentía que podía trasladarlo a cómo sería él en la relación. No solo se encargaba de activarse recordatorios para regarlas cada semana.

Se tomaba el tiempo de colocar el platito debajo de la maceta y esperar, con cada una, a que pasaran los minutos que necesitan para absorber el agua.

Además, revisaba las hojas con regularidad, para comprobar la salud de sus hijas verdes, o si tenía que colocarlas en otro lugar porque alcanzaban un tamaño considerable.

Donde él veía la rutina de regado de sus plantas, yo veía su faceta de compromiso y cuidados, dos de las cosas que más valoro en una posible pareja.

No soy la única que ve potencial en que su crush sea un padre o madre de plantas.

En los últimos dos años, algunas de las aplicaciones de ligar como Tinder o Bumble han registrado un aumento de estos términos a la hora de describirse en la biografía.

Son también los que se han colado en el top 10 de los más populares, en la lista de aficiones, y uno de los temas con los que más usuarios de entre 20 y 29 años, han empezado la conversación.

Claro que no significa que quienes no tengan plantas no puedan tener esas características.

Pero, inconscientemente, captamos de quien llena su casa o habitación de plantas, esa madurez o deseo de querer hacerse cargo de algo vivo que no solo respeta, sino que sabe que está completamente a su cargo y depende su vida de que sus necesidades de agua y luz solar estén debidamente cubiertas (si además les pone música para estimular su crecimiento, ni te cuento).

Que entre la agenda de trabajo, segundo trabajo, ir al gimnasio, hacer la compra, quedar con los amigos y llamar a los padres, encuentre hueco para regar las plantas, demuestra que quiere dedicar ese tiempo a algo más que a sí mismo y a armarse de paciencia para verlo crecer poco a poco.

Y también refleja el amor por la naturaleza, la naturalidad y la curiosidad, por supuesto. Porque a esa persona no le importa mancharse de tierra mientras cambia de maceta a la planta que quiere que crezca o cuando se molesta en buscar qué significa que hayan aparecido unos puntitos en las hojas.

Así que, para la próxima que te invite a su casa y busques señales, recuerda en fijarte si tiene plantas (y cómo están cuidadas). Mientras lo haces, yo te dejo, que tengo que regar el potus.

Sí, claro que me regaló una planta la semana pasada.

Mara Mariño

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