Entradas etiquetadas como ‘correrse’

Guía útil para mamar como toca

Querid@s,

Qué importante es comer bien. Hablo de venéreos penes o suculentas pollas, qué más dará. Personalmente me considero/soy una comepollas, aunque no me instruí oportunamente hasta bien entrados los treinta. En cuanto a mis flirteos con las bajas pasiones masculinas no te vayas a pensar que me paso el día entregada a la rijosa causa, pero en esta vida a veces lo mejor que una puede hacer en un momento dado es abrir la boca, cerrar los ojos y tragar. Todo. Hasta el fondo. Y que sea lo que Dios quiera.

Linda Lovelace en Garganta Profunda

Mil y una son las motivaciones que nos alientan a aplicarnos con afán y dedicación al versado arte de mamar. Uno o una chupa con capricho y paladar porque es preciosa y sientes un implacable deseo de que sea toda para ti, porque el muy iluminado de tu amante no deja de empujarte la cabeza hacia abajo y ya que estás pues tragas, porque te hallas viviendo uno de esos momentos de tedio y por aquello de amenizar la velada, porque sí y punto pelota, para sentir cómo tus labios conversan con ella y sientes que apenas ha pasado un instante y su inmensidad caliente y humana inunda tu boca, explota todo su ser y acaba desahogándose en tu garganta. O porque simplemente también eres un/a comepollas como yo. Quizás sea la codicia la que se apodera de ti y te abandonas al arte de mamar para que en un quid pro quo de honestidad brutal te pague con la misma moneda y acabe comiéndote él a ti. Un win win que les gusta decir a los americanos. Sean los que sean los tus motivos personales he aquí mi granito de arena al sublime talento de la fellatio a través de esta practiquísima guía para comer sabiamente. Vamos por partes, como diría aquel bárbaro llamado Jack.

Hito número 1: Despójate de los miedos

La polla no es el enemigo. Repítetelo cual mantra sexual en voz alta mientras te miras fijamente en el espejo y te lo crees a pies juntillas. No abandones este cántico genital hasta que cause un impacto total en tu mente, es decir, hasta que le pierdas completamente el miedo al miembro viril. Una vez te sientas como Juan Sin Miedo da un nuevo paso adelante y achucha vigorosamente la idea de estrechar lazos más íntimos con el ella. Ábrete al ejemplar en cuestión y pronto descubrirás que se doblegará ante ti ante la mínima muestra de cariño y afecto.

Una vez te estés riendo en la cara del peligro frota, frota y vuelve a frotar sus pantalones como si fuera un perrito al que tienes mucho cariño. No te entretengas demasiado con las caricias, desabróchale el cinturón (si procede), bájale los pantalones con diligencia y ponte a la faena que la mamada es para hoy.

Hito número 2: Chupar/mamar como si te fuera la vida en ello. ¿Cómo te explicaría yo a lo que me refiero? Un supuesto; digamos que por fin ha llegado el día de la Apocalipsis zombie, en cuyo caso literalmente no hay un mañana para la humanidad, y esa belleza que se muestra ante ti fuera la única y última polla disponible sobre la faz del condenado planeta. ¿Me captas?

Presta atención ahora a la idiosincrasia del pene. Que yo sepa no es una gelatina, no es una pajita o un spaguetti, ni tampoco es un pincho moruno o un flash de la infancia. Simplemente es una polla, de toda la vida. De gran talento o de ridículas dimensiones, pero polla al fin y al cabo. Y como tal has de tratarla. Cógela con garbo, gracia y gentileza. Ya que estás con la actitud añádele una pizca de sensualidad, cuarto y mitad de ganas y toda la pasión que sientes por las cosas bien hechas y por las que te recordarán los tuyos cuando te hayas ido.

Hito número 3: Limpieza de los bajos fondos

Procede sin más dilación a una limpieza épica del cimbrel. Seas dama o caballero has de entregarte al desempeño del francés con carácter saleroso, generoso y dispuesto. Si tal es el brío con el que deleitas a tu pareja sexual probablemente surjan minucias como que se te desencaja la mandíbula o te entran arcadas. Daños colaterales, no le des más importancia y tú a lo tuyo.

Hito número 4: Mirada lasciva al canto. 

En general suele ocurrir que cuando estamos chupando nos da por cerrar los ojos, intuyo que con la intención de concentrarnos por completo en la mamada en sí. Yo te animo a que pruebes lo contrario y mantengas los ojos bien abiertos. Penétrale con una mirada lasciva de esas que dicen hola mi amor soy yo tu lob@, quiero tenerte cerca para comerte mejor mientras te la metes en la boca, la besas con tus labios, la humedeces y te la llevas hasta lo más profundo de la garganta.

Hito número 5: No muerdas, ¿por qué muerdes?

Haz como si no tuvieras dientes y si has de morder que sea únicamente sobre la tela del pantalón o del calzoncillo. Dientes en el prepucio nunca jamás de los jamases. Que duele un huevo y parte del otro.

Hito número 6: ¿Comer huevos?

Gran dilema donde los haya, sí querid@s. El asunto de que a uno le coman las pelotas también es cuestión de gustos. Ya cometamos hace unos meses que existen hombres a los que no les gusta nada que les chupen las pelotas o el pene y despellejamos la rareza de esa desgana por el capricho que supone para la mayoría de los mortales que a uno se la chupen. Antes de ponerte a con laa bolsitas colgantes pregunta al propietario si son comestibles o no. Si la respuesta es afirmativa hunde tu cabeza entre sus piernas y métete una en la boca, chúpala hasta dejarla bien mojada y devuélvela a su sitio. Haz lo mismo con la otra y repite hasta que lo consideres oportuno o hasta que a él se le desgasten las pelotas.

Hito número 7: La mamada propiamente dicha

  1. Primero regálale unos cuantos ósculos y lamidas pequeñitas por todas partes.
  2. Recórrela de arriba a abajo con la lengua. Deja la impronta de tu legua y que se note su humedad y su calor. Repite el recorrido. Puedes empezar ya si quieres a tocarle las pelotas.
  3. Métetela en la boca y chúpala con vigor, decisión y serenidad. Sácala. Repite este proceso e intenta combinar distintas velocidades e intensidades. Un toque de innovación en este sentido te garantizará el éxito.
  4. Es el momento ideal para que intervengan tus manos. Mientras sujetas o masturbas la base del pene con tu mano continúa chupando hasta nueva orden.

¿Y cuándo es eso? Cuando tiemble y crezca hasta que esté tan hinchada y tan dura que parezca que va a explotar. Entonces succiónala y hazle una de garganta profunda. Te recuerdo que sin arcada no hay mamada. Si le dejas con el orgasmo casi a puntito más de una vez recordará tu felación por toda la eternidad. Una vez que toda esa máquina sexual esté a puntito de reventar de ganas prepárate para la gran corrida.

Hito número 8: ¿Y la corrida…adónde va a parar?

La verdad es que casi cualquier sitio vale, pero a todos ellos les pone cantiduvi diseminar su particular leche blanquecina y viscosa en boca, cara, tetas, culo o coño. Básicamente, dónde le dejes. Lo de tragarse el semen, allá cada cual con su dieta. No es estrictamente necesario, pero recuerda que según los estudios beber semen pone el corazón feliz, contento y lleno de alegría. Para tu cultura general, he aquí las múltiples cualidades este producto sin par.

A follar a follar que el mundo se va a acabar.

¿Follar por follar? No siempre

Querid@s,

Cada uno folla lo que quiere, puede o le dejan. ¿Hasta ahí estamos de acuerdo? Hace unos cuantos fines de semana me compré un billete rumbo al sur de Estados Unidos. Concretamente a Nueva Orleans, una ciudad histórica, cuna del blues, del jazz y la fiesta carnavalesca del Mardigras. Este último despiporre callejero es en septiembre, y desde ya les digo que no me lo pierdo ni jarta de horchata.

Conocí a un chico en un bar y durante un rato estuvimos mordiéndonos la boca en la pista de baile. Hablábamos y nos besábamos, bailábamos y nos besábamos. Hasta que me invitó a dormir a su casa. Dudé un instante. Si no fue capaz de seducirme ni en la pista de baile, ni en la conversación, ni en los besos que nos dimos, ¿Para qué seguir? Aunque me gustaba, no me ponía caliente. Si los besos que nos dábamos eran de esos que no dicen nada y cuando me rozaba, yo ni temblaba ni volaba, me dije ¿Por qué entonces vamos a follar?

Me ubico, poniéndome en situación. Lo que él quiere está muy claro. Quiere meterla a toda costa y esta noche parece que el agujero afortunado soy yo. Pero me pongo en plan analista de mercado y decido que para estos menesteres, el DAFO siempre viene como anillo al dedo. Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades. A saber, sopesar los pros y los contras.

Empiezo con los pros:

1.) Follar es gratis.
2.) Si no me acuesto con él, a lo mejor mañana me arrepiento.
3.) Me está costando pensar en un tercer motivo para irme con él a la cama.

Sigo con los contras, adelantándome a los acontecimiento venideros:

1. Va borracho y está claro que no se le va a levantar con facilidad.
2. No sé cómo la tiene, pero si esta borracho igual está flácida y no habrá nada que hacer con ella. Paso.
3. Él va a lo que va: la penetración pura y dura. Seguramente no habra ni rastro de esos benditos preliminares que tanto me gustan.
4. Estoy segura de que me va a follar como si fuera el conejito de Duracell y por si fuera poco, en la manida postura del Misionero, con todas las posturas que tiene el Kamasutra. Por ejemplo, éstas, especialmente diseñadas para tocar tetamen.

5. En algún momento me susurrará más que encendido que me convieta en una garganta profunda. Posiblemente él ya se haya bajado al pilón antes y me haya hecho, deprisa y corriendo, el cunnilingus de turno para poder reclamar su mamada.
6. Tengo muy claro que hoy no me voy a correr, ni de coña. Sobre todo porque cuando él se corra (si es que esto ocurre), saldrá de mi, se echará a un lado y se pondrá a dormir.

Muchas más ideas pasaron por mi cabeza, pero pensé que ya eran suficientes los motivos para decidirme por no irme a la cama con él aquella noche.

Decliné su oferta de manera educada y nos despedimos sin demasiado afán.

¿Nos vemos mañana? Me dijo.

En los bares – le respondí.

Ese follar por follar, a toda costa, a cualquier precio, ese aquí te pillo aquí te mato sin ton ni son, esos polvos que ni chicha ni limoná, muchas veces nada tienen que ver con el placer. Ni con el sexo. Son ganas de satisfacer la calentura propia, complacer la ajena, meterla en algún agujero o que le llenen a uno el vacío. Otras veces son ganas de nada.

Que follen mucho y mejor.

La carta de una puta a un putero

Querid@s,

Aquellas denominadas prostitutas, que lo mismo las llaman meretrices, sacerdotisas del amor que putas. Otras lenguas pronuncian condescendientes cortesanas o pupilas y a los haters ms despreciables se les llena la boca con términos despectivos como busconas, fulanas o furcias. Con lo que quieran llamarlas se tienen que conformar.

2005_Princesas_(foto)_01

Todos ellos términos de etimologías similares que definen a esa mujer que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero. Sexo por billete. ¿Acaso la prostitución es una simple y mera transacción comercial? ¿No es hacer leña del árbol caído irse de putas? Yo pienso que sí. ¿Qué hay de la dignidad robada y de los sentimientos? En este caso hablo de los sentimientos de la prostituta, que los tiene como todo hijo de vecino. ¿Está abierto el corazón a venderse por un punado de billetes de un perfecto desconocido? Incluso el coño de cada una, los gemidos, la verdadera excitación sexual…¿Están en venta? Sinceramente opino que no. No están en venta.

Las prostitutas son mujeres que nunca besan en la boca y si por algún casual lo hacen, mienten como bellacas. Pero mienten tan bien que se llevarían a casa una estatuilla por ser tan buenas actrices en la alcoba. Este ejército de afrodisiacas damiselas que hacen volar por fin alzan sus voces para hacerse oír por aquellos que mejor creen conocerlas y peor las conocen en la realidad: sus clientes. Y dedicarles sus palabras más sinceras, desde las entrañas hasta escupirlas por la misma boca que tuvo y retuvo su masculinidad en algún momento, en algún sordo rincón, cualquier noche tonta, en cualquier ciudad.

¿Alguna vez se ha rascado el coco y se han preguntado qué diablos se le pasa por la cabeza a una mujer que se acuesta con un cliente solo por dinero? Ya no es necesario que sus mentes continúen elucubrando porque ya disponemos de unos cuantos testimonios. Una selección de prostitutas hablan de lo que piensan de sus clientes, sin tapujos y con una honestidad brutal. Tanto que si es usted uno de esos clientes, le animo a que se lo piense dos veces. Puede herir su sensibilidad. O abrirle los ojos.

libro

Esta joya que no deja indiferente al lector y titulada ‘Prostitution Narratives: Stories of Survival in the Sex Trade‘ (Narraciones prostitutas: historias de las supervivientes del comercio del sexo) es un recopilatorio vital de historias y testimonios personales e intransferibles que destapan la puta realidad sobre lo que una mujer piensa mientras se acuesta con un cliente. Uno de los testimonios, el más popular debido a su volátil vitalización en internet, es la carta abierta que brinda Tanja Rahm a todos los clientes con los que se acostó en los años en los que ejercía la prostitución. La ex prostituta danesa actualmente tiene 35 años, y es terapeuta y sexóloga.

Yo lo veo como un simposio en papel de las profesionales del sexo en el que cada meretriz aporta su particular visión de la profesión más antigua del mundo. Como es lógico, los testimonios aquí recogidos no tienen por qué representar la realidad de todas las prostitutas que del mundo, pero vale la pena leerse la carta enterita. Especialmente si es usted uno de esos clientes que pagan a una mujer para que se acueste con usted, y después va y la llama puta, con desprecio. He aquí lo que de verdad piensan de sus clientes esas princesas que fingen sexo por dinero.

«Querido cliente,

Si piensas que alguna vez me he sentido atraída por ti, estás terriblemente equivocado. Nunca he deseado ir a trabajar, ni siquiera una vez. Lo único en mi mente era hacer dinero, y rápido. Que no se confunda con el dinero fácil; nunca fue fácil. Rápido, sí. Porque rápidamente aprendí los muchos trucos para conseguir que te corras pronto para poder sacarte de mí, o de debajo de mí, o de detrás de mí.

Y no, nunca me excitaste durante el acto. Era una gran actriz. Durante años he tenido la oportunidad de practicar gratis. De hecho, entra en la categoría de multitarea. Porque mientras tú te tumbabas ahí, mi cabeza estaba siempre en otra parte. En algún sitio donde no tuviese que enfrentarme contigo acabando con mi respeto hacia mí misma, ni pasar 10 segundos pensando en lo que ocurría, o mirándote a los ojos.

Si pensabas que me estabas haciendo un favor por pagarme por 30 minutos o una hora, te equivocas. Preferiría que hubieses salido y entrado tan rápido como pudieses.

Cuando pensabas que eras mi príncipe azul, preguntándome qué hacía una chica como yo en un sitio como ese, perdías tu halo cuando pasabas a pedirme que me tumbase y centrabas todos tus esfuerzos en sentir mi cuerpo todo lo que pudieses con tus manos. De hecho, hubiese preferido si te hubieses tumbado de espaldas y me hubieses dejado hacer mi trabajo.

Estaba tan cansada que a menudo tenía que tener cuidado de no quedarme dormida mientras gemía con el piloto automático. Cuando pensabas que podías estimular tu masculinidad llevándole al clímax, debes saber que lo fingía. Podría haber ganado una medalla de oro por fingir. Fingía tanto, que la recepcionista casi se caía de la silla riéndose. ¿Qué esperabas? Eras el número tres, o el cinco, o el ocho de ese día.

¿De verdad pensabas que era capaz de excitarme mental o físicamente haciendo el amor con hombres que no elegía? Nunca. Mis genitales ardían. Del lubricante y los condones. Estaba cansada. Tan cansada que a menudo tenía que tener cuidado de no cerrar mis ojos por miedo a quedarme dormida mientras mis gemidos seguían con el piloto automático. Si pensabas que pagabas por lealtad o charlar un rato, debes volver a pensar en ello. No me interesaban tus excusas. Me daba igual que tu mujer tuviese dolores pélvicos, o que tú no pudieses salir adelante sin sexo. O cuando ofrecías cualquier otra patética excusa para comprar sexo.

Cuando pensabas que te entendía y que sentía simpatía hacia ti, era todo mentira. No sentía nada hacia ti excepto desprecio, y al mismo tiempo destruías algo dentro de mí. Plantabas las semillas de la duda. Duda de si todos los hombres eran tan cínicos e infieles como tú. Cuando alababas mi apariencia, mi cuerpo o mis habilidades sexuales, era como si hubieses vomitado encima de mí. No veías a la persona bajo la máscara. Solo veías lo que confirmaba tu ilusión de una mujer sucia con un deseo sexual imparable.

De hecho, nunca decías lo que pensabas que yo quería oír. En su lugar, decías lo que necesitabas oír. Lo decías porque era necesario para preservar la ilusión, y evitaba que tuvieses que pensar cómo había terminado donde estaba a los 20 años. Básicamente, te daba igual. Porque solo tenías un objetivo, y era mostrar tu poder pagándome para utilizar mi cuerpo como te apeteciese.

Cuando una gota de sangre aparecía en el condón, no era porque me hubiese bajado el período. Era porque mi cuerpo era una máquina que no podía ser interrumpida por el ciclo menstrual, así que metía una esponja en mi vagina cuando menstruaba. Para ser capaz de continuar entre las sábanas.

Y no, no me iba a casa después de que hubieses terminado. Seguía trabajando, diciéndole al siguiente cliente la misma historia que habías oído. Estabas tan consumido por tu propia lujuria que un poco de sangre menstrual no te paraba.

Cuando venías con objetos, lencería, disfraces o juguetes y querías juego de roles erótico, mi máquina interior tomaba el control. Me dabais asco tú y tus a veces enfermizas fantasías. Lo mismo vale para esas veces que sonreías y decías que parecía que tenía 17 años. No ayudaba que tuvieses 50, 60, 70 o más. Cuando regularmente violabas mis límites besándome o metiendo los dedos dentro de mí, o quitándote el condón, sabías perfectamente que iba contra las reglas. Estabas poniendo a prueba mi habilidad para decir que no. Y lo disfrutabas.

A veces no me quejaba lo suficiente, o simplemente lo ignoraba. Y lo utilizabas de manera perversa para mostrar cuánto poder tenías y cómo podías traspasar mis límites. Las prostitutas existen porque eres un misógino, y porque solo te preocupan tus necesidades sexuales. Cuando finalmente te regañaba, y dejaba claro que no te iba a volver a tener como cliente si no respetabas las reglas, me insultabas a mí y mi papel como prostituta. Eras condescendiente, amenazador y maleducado.

"Prostitución", Jorge Rando

«Prostitución», Jorge Rando

Cuando compras sexo, eso dice mucho sobre ti, de tu humanidad y tu sexualidad. Para mí, es un signo de tu debilidad, incluso cuando lo confundes con una especie de enfermiza clase de poder y estatus. Crees que tienes derecho. Quiero decir que las prostitutas están ahí de todas formas, ¿no? Pero solo son prostitutas porque hombres como tú se interponen en el camino para una relación saludable y respetuosa entre hombres y mujeres.

Las prostitutas solo existen porque hombres como tú sienten que tienen el derecho de satisfacer sus necesidades sexuales usando los orificios del cuerpo de otras personas. Las prostitutas existen porque tú y la gente como tú sienten que su sexualidad requiere acceso al sexo siempre que les apetece. Las prostitutas existen porque eres un misógino, y porque te preocupan más tus propias necesidades sexuales que en las relaciones en las que tu sexualidad podría florecer de verdad.

Cuando compras sexo, revelas que no has encontrado el corazón de tu sexualidad. Me das pena, de verdad. Eres tan mediocre que piensas que el sexo consiste en eyacular en la vagina de una extraña. Y si no hay ninguna a mano, no tienes que ir más lejos que a la esquina de tu calle, donde puedes pagar a una mujer desconocida para ser capaz de vaciarte en una goma mientras estás dentro de ella.

Qué hombre frustrado y lastimoso debes ser. Un hombre incapaz de crear relaciones profundas e íntimas, en las cuales la conexión sea más íntima que tu eyaculación. Un hombre que expresa sus sentimientos a través de sus clímax, que no tiene la habilidad de verbalizarlos, sino que prefiere canalizarlos a través de sus genitales para librarse de ellos. Qué masculinidad débil. Un hombre verdaderamente masculino nunca se degradaría pagando por sexo.

«Prostitución», Jorge Rando.

En lo que concierne a tu humanidad, creo en la gente de bien, incluido tú. Sé que dentro tienes una conciencia. Que te has preguntado en silencio si lo que hacías era ética y moralmente justificable. También sé que defiendes tus acciones y probablemente piensas que me has tratado bien, que fuiste amable, nunca malvado y que no violaste mis límites. Quizá pienses que me hiciste un favor y me diste un respiro hablándome del tiempo, o un pequeño masaje antes de penetrarme.

Pero ¿sabes qué? Se llama evadir tu responsabilidad. No estás enfrentándote a la realidad. Te engañas pensando que la gente a la que compras no ha sido comprada. No han sido forzadas a prostituirse. Quizá pienses que me hiciste un favor y me diste un respiro hablándome del tiempo, o me diste un pequeño masaje antes de penetrarme. No me hiciste ningún favor. Todo lo que hiciste fue confirmar que no merecía más. Que era una máquina cuya función primaria era dejar a los otros aprovecharse de mi sexualidad.

Tengo muchas experiencias en la prostitución. Me han permitido que te escriba esta carta. Pero es una carta que preferiría no haber escrito. Ojalá hubiese podido evitar estas experiencias. Tú, por supuesto, te consideras como uno de los clientes buenos. Pero no hay clientes buenos. Solo aquellos que confirman la visión negativa de las mujeres sobre sí mismas.

Sinceramente,

Tanja Rahm»

No en vano cuando la Pantoja decía ser Esase definía a si misma de la siguiente manera:

Soy la que no tiene nombre,
La que a nadie le interesa,
La perdición de los hombres,
La que miente cuando besa.
Ya…lo sabe… Yo soy… esa…

La polémica está servida. Debatamos pues, pero no se acaloren demasiado.

Que follen mucho y mejor.

Orgasmos con llanto incluido

Era, sin duda, uno de los mejores polvos de su vida. Se habían arrastrado por la cama en múltiples posturas, en un festival de carne y saliva de los que hacen que te olvides de todo y hagas las paces con el mundo. Ella estaba encima y, con un suave empujón, giraron sobre sí mismos. Entonces le dio la vuelta, la penetró y, mientras no dejaba de tocarla con la mano, la embistió hasta que empezó a correrse. Ella debió de sentirlo y, sobreexcitada, alcanzó también el orgasmo. Un orgasmo larguísimo. La sintió acelerada, con la respiración entrecortada y, de repente, en ese momento… ¡pum! ella se puso a llorar como una magdalena.

GTRES

GTRES

Los dos son pareja, son mis amigos, y ambos me contaban que, al principio, fliparon con la situación. Él se asustó, pensando que le había hecho daño, y ella no daba crédito a lo que le estaba pasando. “Estaba feliz, tocando el cielo con las manos, pero de repente se me hizo un nudo en la garganta y no podía dejar de llorar”, me decía desconcertada.

Estaba confusa, ambos lo estaban, porque no le pasaba nada malo. Nada la entristecía ni la perturbaba. “¿A qué venía entonces tanta lágrima?”, se preguntaban. La respuesta, según los expertos, es clara: no es más que la descarga de la tensión acumulada. No es ni la primera ni la última a la que le pasa, y desde luego, no es patrimonio exclusivo de las mujeres. El llanto es la expresión de una emoción, y esta no tiene por qué ser necesariamente de dolor o de pena. También se llora de miedo, de rabia o de impotencia, se llora de alegría o de felicidad extrema. Se llora cuando se deja atrás la tensión.

“En el caso de mujeres y hombres que lloran después del orgasmo quiere decir que ha sido tan intensa la excitación que éste no es suficiente para descargar toda la tensión sexual acumulada y es necesario el llanto. En este caso sería de satisfacción”, explica la sexóloga Pilar Cristóbal.

Bendito llanto. ¿A alguien más le ha pasado?