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Así es un taller de iniciación al BDSM desde dentro

Mi relación con el BDSM se remonta al principio de mi vida sexual sin saberlo.

No, no tenía ni idea que había objetos que se relacionaban con esa práctica o que, adoptar un rol u otro, me estaba identificando con una sumisa o una dominante (o, en mi caso, pudiendo hacer ambas cosas, una switch).

PEXELS

Ha sido algo que he aprendido hace unos días tras el taller sobre Iniciación al BDSM que impartió la formadora de Sex Academy Irene Negri (@sexeducando en Instagram), en una de las tiendas de Amantis (@amantisoficial).

Como la psicóloga y sexóloga, llegué al BDSM por casualidad. Y, al descubrir que me gustaba, pensé que no eran normal y algo raro podía estar pasándome.

¿Cómo era posible que pudiera disfrutar del dolor físico en el que se supone que es el momento más placentero para el cuerpo? Se me había cruzado un cable.

Peor no, la propia Irene comentó que las dos caras del BDSM tienen mucho sentido desde un punto de vista biológico. «Todas las personas sentimos placer en dañar, solo que a este juego, se juega con reglas», comentó en el taller.

En cuanto a mi placer por este tipo de ‘torturas’, la experta explicó que tanto el dolor como el placer se producen desde el sistema límbico. Las neuronas liberan dopamina cuando se da cualquiera de esos momentos, por lo que juntar ambos, eleva el placer.

Quizás la principal diferencia entre lo que yo hacía y una manera más ‘profesional’ de ejecutarlo, es la asignación de roles, que es algo tan sencillo como imaginar que te gustaría hacer o que te hicieran.

En esta distribución de poder -siempre pautada- se da una desigualdad, que es lo que produce el morbo de la dinámica en primer lugar.

Lo que Irene nos asegura es que «el BDSM no tiene por qué corresponder con el mundo real. No le vamos a dar con la fusta a la gente por la calle».

Es igual de importante dar con una persona con deseos o necesidades parecidas, confiar en esa persona y también conocer los propios límites. Hasta dónde nos vemos capaces de llegar.

Lo principal es la seguridad, hacer las cosas con sensatez y dentro del ambiente de la sesión.

El consenso del acuerdo no tiene por qué ser un folio con cada práctica perfectamente descrita y detallada (aunque si lo prefieres, puedes hacerlo así, sobre todo si es tu primera vez con alguien).

Ya sea en un papel o mediante una conversación, ambas partes se comprometen a cumplir lo acordado.

Y hablando de acuerdos, la palabra de seguridad es de las primeras cosas que relacionamos con el BDSM, pero, como Irene explica, igual es mejor plantearnos las indicaciones como un semáforo.

Verde si vamos bien, amarillo si hay que ir con cuidado o rojo si queremos detener la práctica de forma inmediata.

Aunque después del taller nos enseñó una colección de juguetes que iban desde una mordaza a un collar con una anilla para inmovilizar, pasando por una vela o látigos (floggers), no es imprescindible tenerlos en casa.

«El BDSM implica utilizar la creatividad. Se puede tener un arsenal de juguetes o no», reflexionó Irene.

Un cinturón cualquiera, el antifaz de dormir o la cuchara de madera de la cocina pueden ser, con un poco de imaginación, grandes aliados.

Mas allá del dolor, el placer, los juguetes o los roles, la conclusión con la que me quedo del taller es que el BDSM no solo va de «que te entregues sabiendo que alguien te va a sostener«.

También «implica autocuidarse y cuidar a la persona con la que estás«, resumió Irene.

Mara Mariño.

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