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Si te cansan las aplicaciones para conocer gente, puede que tengas ‘burnout’ de ligar online

La primera vez que me abrí Tinder pensaba que iba a ser la última. Que encontraría a alguien al poco tiempo y hasta ahí mi relación con la aplicación.

Llegó una segunda, unos años más tarde, y la tercera vez que la instalé. La definitiva.

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PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Y no me salí de allí por no dar con personas a quien me interesara conocer, sino por la cantidad de gente y la despersonalización, que me hacían sentir agobiada.

Yo no sé tú, pero mi trabajo es estar delante de una pantalla.

Lo último que me apetecía en esa ocasión era pasar más tiempo pendiente de crear una relación con un dispositivo de por medio.

Ahí fue cuando me di cuenta de que estaba hasta las narices, completamente quemada del sistema de conocer a gente online mediante una app.

Estaba experimentando el dating burnout.

Es una sensación que va desde el hartazgo de los eternos swipes, el aburrimiento de las conversaciones que no van a ningún lado hasta la mala educación que puedes recibir a través de la aplicación (que casi parece que se ha normalizado hablar mal).

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O incluso que termines sufriendo un ghosting después de algunas citas porque, quien te guarda en la agenda como «Elena Tinder» es como que te pone en una categoría de segunda, la de alguien que no merece responsabilidad afectiva por ningún lado.

En fin, que las razones por las que terminas hasta el gorro son muchas y muy variadas.

Que fue también mi caso, por cierto. A la tercera fue la vencida de verdad.

No la cerré porque recuperara la esperanza en dar con personas afines a mí en el mundo offline, sino por no aguantar más.

Es curioso que, al poco, conocí a alguien en vivo en directo y dio comienzo una bonita historia.

Casi podría parecer que el karma que había ido acumulando de malas experiencias me guardaba una sorpresa positiva.

Del mundo online a conocerse de forma orgánica

Fue algo que comentaba también hace poco con una chica que conocí haciendo senderismo. Estaba harta de conversaciones que nunca terminaban en cita, pero se encontraba tan liada que no veía otra forma de conocer gente.

«¿Y haciendo esto?» le contesté. A fin de cuentas, yo había conocido a la persona con la que estaba quedando en un evento social/deportivo del estilo.

Así que al final, la solución es tan sencilla como buscar cosas que te gustan fuera de la pantalla.

Porque es donde tienes más posibilidades de encontrar a quien le gusten también esas aficiones y ya sea un punto de partida.

Menos en mi caso, que fui una patata jugando al voleibol, pero cuando me vio cayéndome por todas partes y riéndome de mí misma, descubrió que tenía el sentido del humor como el suyo.

Otra de las formas ‘orgánicas’ que cada vez es más frecuente es empezar a hablar con un amigo de amigo o conocido que encuentras a través de una red social.

Un encuentro que está a medio camino entre una app de ligar y conocer de manera natural, porque recuerda a cuando te presentaban a alguien (con la diferencia de que lo tienes al alcance de un follow cuando ves que tu amiga sube una foto a su historia con esa persona que te interesa).

De cualquier forma, apuntarte a un evento de speed dating o cosas que no tienen que ver con tu vida sentimental -como un deporte, asociación, clases de baile, planes con desconocidos, networkings, viajes para personas solas, etc-, son muy buenas alternativas si has llegado a tu límite con las aplicaciones y quieres seguir relacionándote.

Y, si no está ahí la persona de tu vida, las amistades que vas a hacer por el camino, son también un amor que bien merece la pena encontrar.

Mara Mariño

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¿Te cuesta decidir con qué ‘match’ quedar? Tiene una explicación

Entré en una aplicación de ligar pensando que, si conocía gente que le había servido para descubrir a su pareja, ¿por qué a mí no me iba a funcionar?

Incluso probé lo de promocionar mi perfil para que apareciera en la lista de personas ‘populares’ del día, las que estaban a la vista cada vez que se entraba a la app.

Mi objetivo era llegar al máximo número de usuarios.

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PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Empecé hablando con un chico, pongamos Enric, de Badalona. Luego Mark, de Australia. Al poco llegó Harry, oriundo de Atlanta que también hacía CrossFit.

Tenía unos 10 chats abiertos que tenían buena pinta. Pero más perfiles interesantes llegaron. Porque, aunque seguía hablando con los primeros, la lista iba in crescendo.

Fue cuando empecé a dejar de contestar con los que me parecía que tenía menos compatibilidad, tenía que aprovechar el tiempo en la app.

En los ratos muertos viendo una serie o andando por la calle, cuando solo tenía una mano y era incómodo contestar, seguía haciendo match deslizando a un lado y a otro.

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Los pretendientes –viejos y nuevos– ya iban camino de convertirse en un número mayor que mi edad.

Pero no sabía cuándo parar ni a quién aceptarle esa quedada para desvirtualizarnos. Solo seguía con el match y el unmatch.

No lo sabía, pero aquello tenía un nombre y una explicación: la paradoja de la elección.

Cuantas más opciones de chicos tenía, más complicado se me hacía decantarme por uno de ellos.

No conseguía decidirme sin pensar que podría estar quedando con otro mejor, con el que encajar más.

El desencanto llegó cuando me di cuenta de lo difícil que era materializar las citas una vez me había propuesto tenerlas (con el proceso de casting que había implicado).

Me dieron dos plantones y solo había tenido una cita porque, a ellos, les pasaba lo mismo que a mí.

Tenían a tantas chicas tan ‘cerca’ -o esa es la sensación que nos dan las aplicaciones- que ¿cómo elegir solo una?

Me terminé borrando la aplicación. Aquello no estaba funcionando.

Lo que debía simplificar las cosas, las hacía aún más enrevesadas. Y, casualidad o no, al poco tiempo conocí a alguien en persona.

Aunque esa es otra historia.

Mara Mariño

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Somos más guapos con mascarilla y este estudio lo confirma

Hace unos días, en un monólogo, el cómico nos hacía reír con una verdad universal que ha dejado la pandemia: todos somos guapos de ojos.

La primera vez que te ven sin la mascarilla, asumes que puedes provocar desde un pequeño susto a una agradable sorpresa.

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Para nosotras siempre había sido el maquillaje, para ellos la barba, y para todos por igual, el beneficio estético de la mascarilla de resaltar una parte de nuestro rostro a la que solemos prestarle mucha atención.

Es más, «en los ojos» es una de las respuestas más típicas cuando preguntas qué es en lo primero que solemos fijarnos cuando conocemos a alguien.

Así que tiene todo el sentido del mundo que, quitando el resto de rasgos de la ecuación, quede la mirada como protagonista cuando llevamos la cara tapada.

Y se convierta, por supuesto, es una prolongación de lo que nos imaginamos que acompañan unos ojos tan impactantes (porque puestos a fantasear…).

También es verdad que, en el momento de sentarse en el bar y quitársela para tomar algo, se pierde parte del encanto.

No porque la otra persona sea siempre poco agradable a la vista (que algo bonito todos tenemos), sino porque nuestra imagen fantasiosa ha sido otra, simplemente eso.

Aunque claro, también hay personas que pueden llegar a aprovecharse de esto y utilizar la imagen de alguien con mascarilla para cambiar de identidad en una aplicación de ligar.

Es lo que reivindica el concepto «Magikkun», una palabra que viene de Corea del Sur que podría equivaler al «Maskfishing» y se refiere a las personas llevando mascarillas en sus fotos de aplicaciones de ligar.

Y es que se ha vuelto muy popular llevar el complemento sanitario hasta en la foto de perfil, lo que ha llevado a que las propias apps prohíban este tipo de imágenes.

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El fenómeno de que aumente el nivel de atractivo ha sido hasta estudiado por la Universidad de Cardiff.

En un estudio reciente descubrieron que aquellas personas con mascarilla, antes asociadas al virus, estaban ahora vistas como más atractivas que las que no llevan.

Además de potenciar los ojos, hay algo que nos aporta la mascarilla después de dos años de pandemia: seguridad.

Nuestro subconsciente nos dice «Eh, lleva mascarilla, a lo mejor no baja la tapa del váter pero se preocupa por el virus, merece la pena». De ahí que dentro de las mascarillas, en el estudio salieran las quirúrgicas azules como las más valoradas.

Así que si unimos que nuestro cerebro hace de las suyas para rellenar la parte que queda oculta -y además se esmera en crear una cara bonita- y que sin darnos cuenta ya le estamos dando puntos extra, el resultado es que nos montamos que la otra persona nos va encantar.

De ahí que el magikkun esté cobrando fuerza. Que no está mal que el crush virtual aparezca en alguna foto con ella puesta, pero al final quieres saber con quién estás quedando (por mucha pandemia que haya).

Porque si luego en persona no se la quita, vas a tener siempre la duda de si realmente has quedado con «Jason, británico, 32 años, amante del surf y vegano» o con su compañero de piso.

Duquesa Doslabios.
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¿Y si Tinder quiere que nos equivoquemos deslizando?

Tinder fue revolucionario por enseñarnos una forma de ligar online nueva hasta la fecha. Bastaba pasar el dedo por la pantalla hacia uno u otro lateral para darle ‘me gusta’ a un perfil o descartarlo.

Un gesto tan sencillo que casi hacía parecer lo de conocer gente un juego. Si encima venía acompañado del «Es un match» de que la otra persona también había hecho swipe right, la sensación de felicidad era adictiva.

TINDER

Sí, la aplicación fue la primera en añadir la opción de deslizar que otras redes sociales han copiado. Y es que el gesto es tan sencillo que nos permite navegar con la máxima comodidad.

Pero no solo eso, mover el pulgar es algo que hacemos de forma ágil y rápida, ¿el único problema? Que el índice de error es mayor que haciendo tap (presionando como si fuera el click con el ratón).

De ahí que haya veces en las que, por muy interesante que pueda parecernos alguien y pensemos que se merece pasar a la categoría de la derecha, sin darnos cuenta, le hayamos descartado.

Esto se debe, según el creador de la aplicación Jonathan Badeen, a que es un sistema tan intuitivo que se basa en las decisiones subconscientes que tomamos.

No sabemos que hemos llegado a esa conclusión cuando nuestro dedo ya está sobre el siguiente perfil

La única forma de deshacer la acción -ya sea un like, superlike o descarte- es estar pagando algún tipo de modalidad premium de la aplicación.

Puede ser una inteligente estrategia de la empresa utilizar este fallo humano como un aliciente a la hora de suscribirse (y así recibir una cuota por parte del usuario).

Pero, yendo más allá, ¿y si Tinder fuera consciente de ese margen de error y formara parte del juego?

No hablo ya de quienes busquen recuperar a aquella persona que se les ha escapado deslizando al lado equivocado, sino de que el propio fallo, que nos hace match con alguien que no esperábamos, formara parte del plan de la app para conocer gente (o, al menos, esa es la teoría de una de mis amigas).

A fin de cuentas, Twitter está lleno de historias de personas que empezaron una conversación tras haber superado un swipe aunque fuera por error.

Y, ya que el propio fundador admite que es el propio subconsciente quien decide por nosotros, ¿no será que quizás quería decirnos que sí queríamos tener una conversación aunque le diéramos al ‘me gusta’ por error?

Duquesa Doslabios.

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¿De qué hablar para romper el hielo? Fernando Simón y otros temas que han triunfado en 2020

Cuando se trata de hablar al empezar a conocer a alguien, he descubierto que hay una serie de normas no escritas. La primera: no se da el número de teléfono, la aplicación que estés utilizando basta y sobra para mantener la conversación viva.

La segunda: un «jaja» a tiempo es una victoria. Da igual lo que vaya delante, si es una pulla, una indirecta o una declaración de intenciones. El «jaja» equivale a la norma matemática del «más por menos es igual a menos», así que consigue matizar lo que sea que digas previamente.

TINDER

La tercera, tener un buen tema, un as bajo la manga que enganche a la otra persona y mantenga el interés en hablar. Dar con la vía de entrada para una buena conversación puede pasar por el clásico stalkeo de las fotos colgadas en la red social (si tiene mascotas, los temas de animales no fallan) o, en el caso de las aplicaciones, recurrir a la información de la biografía.

En ese segundo caso, Tinder ha recopilado los temas que más se han repetido este año en las biografías de los usuarios. Y las tendencias de 2020 son un claro reflejo de lo que ha sido este año.

De todas las conversaciones que podríamos imaginarnos para ligar, poco se nos pasaría por la cabeza que el tema más repetido sería un médico epidemiólogo.

Pero lo cierto es que la persona que más se ha ‘pasado’ por los perfiles ha sido Fernando Simón. Aunque, ahora que la vacuna está en boca de todos, puede ser que cambiemos al icono pop de 2020 por el fármaco.

Poeque sí, el coronavirus ha condicionado la forma de ligar e incluso de presentarnos a nuestro crush (ya hiciera swipe left o swipe right). Houseparty, Zoom o #quédate en casa son los términos que más dieron de qué hablar en los primeros meses de la crisis sanitaria.

No significa que solo nos hayamos quedado en la pandemia. El exitazo de TikTok también llegó a Tinder, así como las ganas de viajar. La aplicación permitió a los usuarios «moverse por el mundo» y se enviaron un 76% más de mensajes.

Además de Fernando Simón, otras celebridades como Bad Bunny o Ibai se convirtieron en los más repetidos en las biografías. Sin embargo no ha sido solo el año de personajes, también el gaming ha vivido su época dorada al servir de excusa para tener citas (virtuales, por supuesto) y dar con el match al que le gustan también los videojuegos.

Qué nos deparará 2021 a la hora de empezar una conversación, más allá de la vacuna, es un poco un misterio. De lo que no tengo dudas es que, como en 2020 (y al menos durante los primeros meses del año), la mascarilla seguirá siendo fundamental en las citas.

Como buena romántica, quiero pensar que lo que vendrá en el nuevo año es la ansiada antigua normalidad (que no la nueva) y podremos volver a hablar o presentarnos sin que el coronavirus se lleve el protagonismo.

Duquesa Doslabios.

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La ‘tinderterapia’ sí es efectiva (aunque no te lo creas)

Las aplicaciones para ligar tienen (mucha) mala fama. Cuando por fin te decides a probarlas, con lo que cuesta dar el paso tal y como está el panorama, no fallan las miraditas de condescendencia siempre que lo comentas o el mensaje del ex de turno con emoticonos de risitas: «¿Pero cómo tú por aquí?».

MEETIC FACEBOOK

Por mucho que nuestras intenciones sean honradas, Tinder, Happen, Meetic, Grindr, etc, son vistas como herramientas que solo sirven para una cosa: follar.

Y por supuesto que muchos usuarios llegan ahí con ese objetivo (y hasta lo consiguen), pero lo cierto es que no solo de sexo viven las aplicaciones de conocer gente.

Un uso alternativo que casi nadie tiene en cuenta es el terapéutico. ¿Un momento de bajón? ¿Ruptura complicada? ¿Autoestima por los suelos? Darle a ‘descargar’ puede ayudarte a salir del bache.

De hecho, ese fue mi caso. Después de una separación muy dura, con mucha carga emocional, este tipo de aplicaciones se presentaban como un mundo nuevo.

Independientemente de lo que pasara desde el momento de descargarla, aquello era territorio sin explorar.

Todo lo que allí sucediera, podía terminarlo en cualquier momento sin dar explicaciones. A fin de cuentas, quienes usamos la aplicación, estamos en igualdad de condiciones: abiertos a conocer y protegidos detrás de una pantalla.

Exprimir al máximo la que puede ser considerada una de las terapias gratuitas del siglo XXI es tan sencillo como poder abrirte hasta las 5 de la mañana con una persona de la que no vas a volver a saber nada. Desahogándote como quizás no podías hacerlo con tus conocidos por miedo a que te juzgaran.

Además, el no conocer a ninguno de tus matches de nada, te da una sensación de libertad descomunal a la hora de tratar cualquier tema, desde el más frívolo si prefieres no hablar de lo que te ocurre por dentro, a lo más trascendental, encontrándote con personas que están en tu misma situación (un engaño, una ruptura, duelo…).

También quiero destacar de la ‘tinderterapia’ que, como otros tratamientos, puede llegar a sanar heridas. ¿Quién no ha vivido una situación divertida -incluyo fotos de penes- de la que se ha echado unas buenas risas después?

Y, el que es para mí el pilar fundamental: la estimulación de la autoestima.

Que estando en una fase de decaimiento emocional te encuentres con un montón de matches de gente que te encuentra de su agrado, impulsa el ego hasta la estratosfera. ¿El resultado? Recuperas la confianza perdida.

Duquesa Doslabios.

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Del ‘ghosting’ al poliamor, así han cambiado nuestras relaciones en estos 10 años

Estamos a punto de vivir el cambio de década, -qué bien sonáis, nuevos años 20-, y, ya que se trata de una fecha destacada, hay un poco de nostalgia en el ambiente.

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Todavía recuerdo como si fuera ayer la entrada a 2010. Estaba en el colegio y eran otros tiempos para ligar.

Por entonces era, casi todo, analógico. Vale, puede que empezáramos a hacer nuestros primeros pinitos ligando por internet.

¿Quién no se acuerda de bombardear al que le gustaba de clase a base de zumbidos de Messenger? Y si encima te ponía un comentario en la foto de Tuenti, ya tenías anécdota para contar a las amigas en el recreo.

Desde ese momento hasta ahora, las redes sociales se han convertido en el nuevo punto de encuentro.

Es raro que en algún grupo de amigos no des con una la pareja que se conoció por Instagram o aquellos que lo utilizaron para retomar el contacto después de años.

Internet lo ha puesto tan fácil que en estos diez años hemos vivido el boom de las aplicaciones para ligar. Tinder, Grindr, Happn, Badoo, Meetic…

Las opciones han sido tantas que, si no has ligado a través de alguna de ellas, ha sido -como diría tu abuela-, porque no has querido.

Esa velocidad a la hora de conocer gente y tener encuentros sexuales casi inmediatos (vamos a ser sinceros, nadie usaba las apps para encontrar pareja con la que ir a ver arte al Museo Reina Sofía), se ha traducido también en una serie de tendencias de las que la mayoría hemos salido escaldados.

El ghosting, el benching o el orbiting  nos han pasado factura. Las malas prácticas derivadas del fast dating nos han llenado la década de mensajes leídos y nunca respondidos, enigmáticos ‘me gusta’ que nunca venían acompañados de mensajes o el resurgir de un antiguo ligue sin venir a cuento.

Teniendo esto en cuenta, el panorama sentimental con el que entramos a 2020 no es, precisamente, el mejor.

Aunque me gustaría destacar que parece que, por fin, el consentimiento ha hecho acto de presencia en las relaciones de cualquier tipo, algo que hasta ahora muchos hombres no consideraban que fuera imprescindible.

Respetar el «No», seguirá siendo el básico de los próximos diez y, me aventuro a decir, cien años. Así como seguir debatiendo sobre la explotación sexual hasta erradicarla, así como el revenge porn, difundir imágenes privadas para hacerle daño a una persona.

Desde 2010 las relaciones han evolucionado. Los posmillennials han sido clave en enseñarnos que, aunque sea novedoso, el poliamor también es una opción. Así como su manera de tener sexo, mucho menos heterosexual que la que practicamos las generaciones anteriores.

Afortunadamente, también el final de la década nos deja algunas cosas que merecen la pena.

El despertar del empoderamiento femenino a la hora de reivindicar el placer (los succionadores son el mejor ejemplo) y el slow sex, que invita a poner la intimidad en el lugar que le corresponde dedicándole no solo tiempo sino la totalidad de nuestra atención.

Duquesa Doslabios.

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¿Has sufrido Tindstagramming?

Todos hemos usado Internet para ligar, todos. Y quien esté libre de pecado que niegue haber dado nunca un like con segundas intenciones.

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Hace diez años, el ligoteo se daba a través del Messenger, con esas conversaciones tan llenas de emoticonos que hacían las palabras innecesarias, con los zumbidos urgentes que seguían los apremiantes «cnt» o «ctxt» y con abreviaturas que harían las delicias de cualquier desencriptador.

Después pasamos a las redes sociales, a Tuenti, Facebook, Instagram y esos «Me gusta» que en realidad significan «Me da absolutamente igual lo que publiques porque quien me gusta eres tú«.

Es algo tan natural y a lo que estamos tan acostumbrados que ya nadie se sorprende cuando te dicen que dos personas se han conocido en la red, especialmente desde el desarrollo de aplicaciones como Loovoo, Tinder, Happn, Meetic… o un sinfín más de juegos de palabras en inglés convertidas en los nuevos puntos de encuentro en la era 2.0.

Algunas, como es el caso de Tinder, te permiten enlazar tu cuenta de Instagram con el perfil del programa, lo que significa que se da acceso a las imágenes de la red social y permite a los que ven tu perfil conocerte más allá de la información que se escriba en la aplicación.

Sin embargo, hay ciertos usuarios que, no contentos con el unmatched (cuando el otro usuario decide que no está interesado y elimina a esa persona de la lista de usuarios que pueden verla o mantener conversación con él o ella) deciden salir de la aplicación e iniciar conversaciones en Instagram, llegando incluso al punto de, en algunos casos, insultar a la persona por no haberle dado la oportunidad de conocerse.

Esto, además de demostrar la incapacidad de más de uno (o de una) de no aceptar un «no» por respuesta, es una falta de respeto hacia la voluntad de la otra persona y algo que demuestra que no se tiene mucho amor propio a la hora de forzar una conversación, que por uno de los lados no es deseada, de esa manera.

No olvidemos que una cosa puede ser insistir y otra muy diferente acosar. Y me temo que los hay que tienen los conceptos mezclados.