Archivo de noviembre, 2020

Las redes sociales no me dejan olvidar(te)

Fue el día antes de que nos despidiéramos que te lo dije. «Ahora ya sabes lo que toca. Todos mis artículos van a hablar de lo que te voy a echar de menos».

Y es que es tan difícil olvidar.

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Admito que era un tanto ingenuo por mi parte pensar que, solo poniendo tiempo y distancia de por medio, dividiendo a la mitad lo que habíamos construido en estos años, conseguiría que el proceso de pasar página fuera más eficaz.

No había contado con Facebook ni Instagram. Pensaba que me había adelantado a ellos eliminándote como amistad y dejando de seguirte.

Pero no entraban en mis planes la cantidad de fotos que tendría que volver a ver -tanto en tu perfil como en el mío- de los momentos que compartimos. Los buenos, claro, los que disfrutas mostrando al círculo de contactos.

Los viajes a Italia, a Asturias, al fin del mundo si hubiera hecho falta…

Y no solo eso, sino la cantidad de seguidores de tu entorno. Tus familiares más cercanos, todas tus primas lejanas e incontables, tus amigos, tus compañeros de trabajo, hasta tus clientes.

El proceso de silenciar a todos y cada uno de ellos me hizo volver al momento de conocerles, cuando descubría nuevos aspectos de tu vida que se abrían como ventanas a una faceta desconocida de tu personalidad.

No ser lo bastante minuciosa me llevó a que uno de ellos se escapara de mi filtro (imposible llevar la cuenta de todos) y terminara apareciendo en mi pantalla el sábado noche que estabais pasando juntos.

Bastó una historia de 15 segundos para que volviera a desmoronarme. A llorar. A enfadarme. A que el nudo que llevo bajo el pecho oprimiera todavía más mi respiración. A repetirla una y otra vez para fijarme en tus gestos, tu ropa, para seguir la dirección de tus miradas.

Y lo peor, a llegar a pensar -después de reproducirla por vigésima vez- «Joder, qué guapo estás».

Ya he llegado a la conclusión de que las redes van a ser mis propias enemigas en este sentido. Y será porque yo misma les he dado las herramientas para ello al hacerles partícipes de tantos episodios que hemos compartido.

Sé lo que viene ahora. Los recuerdos en mi cabeza van a ser tan vívidos como cuando me salten las alarmas de Facebook avisando de que ya hace 3 años desde que te convertiste en el protagonista de mi Trabajo de Fin de Máster.

La alternativa la conozco. No va por borrarte a ti, sino por salirme del círculo social. Por partir de cero también en internet con nuevos perfiles.

Pero como de momento no es algo que me plantee hacer (quizás recule, ya sabes lo mucho que me impactó el documental The Social Dilemma), fantaseo con la idea de que las aplicaciones ofrecieran el botón de «corta con tu pareja» y se encargaran de quitar las interacciones, las fotos y los comentarios, esos que ahora paso de puntillas para que no me escuezan.

Hasta entonces, mi perfil será un mausoleo de lo que fue nuestra historia de amor. Un lugar en el que perderse (si se quiere) en los instantes más maravillosos.

Duquesa Doslabios.

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¿Por qué es tan difícil recuperar la confianza en la pareja?

El día que te fías de una persona, no eres muy consciente de que has tomado la decisión de hacerlo, pero sí, ha sido algo que ha partido de ti. De ahí que te sientas también mal, a nivel personal, cuando te fallan a la confianza.

Porque, de una manera o de otra, te pareció una buena idea dar el paso y llegar a ese nuevo nivel de intimidad.

DEREK ROSE

Como seres sociales, necesitamos confiar. Confiar en que al día siguiente la nómina estará ingresada en el banco, en que van a contestarnos el mail de trabajo, en que el domingo tendrá lugar la comida familiar y confiar en que el año que viene siempre será mejor que el anterior.

Fiarnos de las personas de nuestro entorno nos hace sentir a salvo e integrados, que tenemos una red de apoyo que nos ayudará en cualquier momento de necesidad.

Es un compromiso que fortalece cualquier vínculo, ya que requiere de la unión para superar el escollo.

Cuando se habla de que la base de una relación de pareja es la confianza, no estamos pensando en casos concretos como que relate punto por punto qué ha hecho en cada hora del día.

Se refiere más bien a ese sistema de protección emocional que sabes que te rodea cuando ves a la otra persona.

A tu lado hay alguien con quien puedes despojarte de las corazas. En quien vas a encontrar refugio y ayuda inmediata. Una persona que conoces porque lo que hace, dice y piensa va en la misma línea.

Algo que, a la larga, hace que el lazo entre dos personas sea irrompible.

Pero, ¿qué pasa cuando esa sólida estructura basada en la familiaridad y la fe absoluta se resquebraja hasta el punto de terminar despedazada por el suelo?

Puede ser o no el fin de la relación, pero lo que sí desencadena es un dolor devastador.

Hay mil y una formas de traicionarla, desde mentir o manipular pasando por retractarse o romper promesas de manera sistemática. Dejar a la otra persona a un lado en un momento difícil, ocultar algo o no llegar a compartir del todo los sentimientos, son otros clásicos ejemplos.

Y, el mal rato, no se debe únicamente a la situación puntual que ha llevado a que se rompiera un acuerdo intangible, es más cómo te hace sentir y por qué llega a ser tan desolador, ya que implica mucho más.

No es solo por, como comentaba en un principio, haber descubierto que nuestro criterio para elegir a la persona digna de confianza no es tan agudo como pensábamos.

También porque encontramos una desigualdad en ese trato de dar y recibir que se supone que debería existir entre ambas personas.

Lloramos la pérdida de la seguridad, la desaparición de un mundo que creíamos conocer y en el que nos movíamos como peces en el agua.

La confianza rota es difícil de reconstruir, porque no es como sustituir la taza del café por una nueva cuando se ha roto por enésima vez. No es algo que ofrezcan en las tiendas.

Por lo pronto, significa ponerle remedio a lo que originó el problema en primer lugar. Pero también trabajar -desde ese momento y sin parar- en que no vuelva a pasar. Lo que puede suponer desde trabajar en ello por cuenta propia hasta ayuda profesional si no se sabe gestionar.

Porque lo más complejo no es cambiar y aprender de los errores (en nuestra mano está). El verdadero reto es que implica volver al punto de partida, a lograr que la otra persona vuelva a tomar la decisión de fiarse de nuevo, como ya hizo en su momento.

Duquesa Doslabios.

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El menú ‘realfooder’ con el que tendrás mejor sexo

La semana pasada Candela Valle, la nutricionista para Myhixel (el método natural con el que se controla la eyaculación), me hacía reflexionar sobre la conexión existente entre nuestra forma de alimentarnos y nuestra vida afectivo-sexual.

Como ella misma confirma: «La base principal para mantener una buena salud sexual es mantener una dieta equilibrada, por lo que todo alimento que no sea saludable, puede llegar a ser perjudicial para nuestra actividad sexual».

GTRES

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Partiendo de esa premisa, cuanto más variada y sana sea la alimentación, mejor será el rendimiento en la intimidad. Pero más allá de las clásicas ostras o el chocolate, dos alimentos idealizados, hay productos más cotidianos como el aguacate, el plátano, el pollo o incluso la cebolla que -según la experta-, no deberían faltar en la cesta de la compra si ponemos en un primer plano el ámbito sexual.

¿Cuáles son los alimentos que abren el apetito sexual más sencillos de encontrar?
En el deseo sexual tienen un importante papel los nutrientes que el cuerpo necesita para realizar todos los procesos hormonales. Cuando existe un déficit de nutrientes esenciales, se produce un desequilibrio en el metabolismo. Además, hay alimentos que ayudan a potenciar el placer y la libido, por lo que su carencia puede ser remediada con planes nutricionales específicos, así como con una suplementación adecuada.

Entre los alimentos que aumentan la apetencia sexual se encuentran:

– Miel: rica en vitamina B, que es fundamental para la secreción de testosterona.
– Aguacate y espárragos: ricos en vitamina E, denominada la ‘vitamina del sexo’, promueven el deseo sexual y favorecen el flujo sanguíneo.
– Semillas de calabaza: con un alto contenido en zinc, mineral necesario para la producción de testosterona en los hombres y prolactina en las mujeres.
– Jengibre: aceites esenciales como el ácido alfainoleico y aminoácidos como el triptófano, hacen de esta raíz un gran potenciador de la sexualidad.
– Espinacas: hay que consumirlas sin cocinar, crudas. Y son ricas en hierro y en la coencima Q-10, ambos nutrientes que promueven el deseo sexual.

Y, ¿cuáles deberíamos dejar de incluir en la lista de la compra?
En cuanto a los alimentos que hay que reducir e incluso eliminar de la cesta son el alcohol, por las razones que os expongo más adelante; el café, ya que reduce los niveles de cortisol que son esenciales para mantener el deseo sexual; también los edulcorantes que merman la secreción de dopamina, afectando directamente en la actividad sexual; y los alimentos con alto contenido en grasas saturadas y los procesados, pues reducen la energía y aumentan el colesterol en sangre provocando problemas cardiovasculares.

Más allá de ellos, ¿cuáles son los ingredientes o productos que no pueden faltar en la cocina si queremos una vida sexual plena?
Aparte de los mencionados, hay otros alimentos esenciales para seguir una dieta equilibrada:

-Cereales como el arroz integral, rico en vitamina B, que fomenta la secreción de testosterona, influyendo directamente en el aumento de la libido.
– Carnes como el pollo, rico en triptófano, zinc y en vitamina del grupo B, especialmente la B6 y la ternera, que contiene grandes cantidades de L-arginina que es el principal componente del semen.
– La mayoría de los frutos secos contienen ácidos grasos esenciales que regulan las prostaglandinas, elementos fundamentales para producir hormonas sexuales. Pero en concreto destacamos las almendras por su alto contenido en vitamina E altamente antioxidante y que aumentan la libido.
– De las frutas destacamos el plátano pues debido a su importante contenido de vitamina B, enciende la libido y ayuda a estimular el deseo sexual. También el mango, que al contener altos niveles de vitamina E, actúan en el cuerpo como hormona de estrógeno. Además, su consumo ayuda a mejorar la producción de espermatozoides y contiene propiedad de serotonina, la hormona de la felicidad. Y por supuesto la manzana y las uvas, que contienen quercetina, un flavonide conocido como el más activo que estimula la respuesta del sistema inmunitario, es antiinflamatorio y funciona como inhibidor de la recaptación de la serotonina.
– Entre los pescados, mejor optar por los azules, pues son fuente rica en vitamina B3 que favorece los orgasmos gracias a su función vasodilatadora.
– Por último, entre las verduras, el pepino, pues según un estudio de la Fundación de Investigación y Tratamiento del Olfato y el Gusto de Chicago (EEUU) se ha descubierto que el aroma del pepino es uno de los aromas que más despiertan el deseo femenino; la cebolla y el brócoli, con altas concentraciones de quercetina; y el tomate, pues su elevado contenido en betacaroteno, precursor biológico de la vitamina A engloba al tomate entre los alimentos que aumentan la libido. La vitamina A también actúa en los niveles de testosterona.

¿Podrías diseñar un ‘menú sexual’ sencillo para todos los presupuestos?
Un ‘menú sexual’ tiene que ser ante todo saludable, un ejemplo sería el siguiente:

Desayuno: Infusión de jengibre, tostada con pan de frutos secos, tomate y aguacate.
Media mañana: Un plátano.
Almuerzo: Estofado de ternera acompañado de un cacito de arroz integral salteado con ajo y pipas de calabaza.
Cena: Ensalada de espinacas baby, tomate, pepino y salmón ahumado aderezada con vinagreta de nueces y miel.

El alcohol, ¿amigo o enemigo?
El alcohol siempre ha sido un elemento recurrente a la hora de incluirlo como producto afrodisíaco, al creer que mejoran las relaciones sexuales. Pero, nada más lejos de la realidad. Su consumo afecta, por un lado, al sistema vascular, lo que provoca trastornos en los mecanismos de la erección, pudiendo producir disfunción eréctil transitoria en muchos casos. Y por otro, el alcohol impacta sobre el sistema nervioso central, lo que se traduce en una disminución de la excitación y de la respuesta sexual a la estimulación.

Asimismo, su consumo aumenta el cortisol (hormona del estrés) y baja los niveles de testosterona, lo que perjudica la libido. Por tanto, podemos afirmar que, a pesar de la desinhibición que se produce por su consumo y que puede parecer que incita al deseo sexual, finalmente resultará muy difícil sostener la excitación y alcanzar un orgasmo.

Duquesa Doslabios.

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Tú ya no estás

Me despierto y está oscuro. Estiro el pie y me extraña no encontrar el tuyo. Son unos segundos, unos segundos tan dulces como amargos cuando me doy cuenta de que no estoy en casa, contigo.

Cuando caigo en la cuenta de que estoy en otro sitio. En que he vuelto a la casilla de salida y esta vez me toca echar a correr sola.

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Y todo lo que ha pasado, lo que se me viene encima y la posibilidad de un futuro que ni contemplaba, me asfixia, me ahoga.

Vuelvo a forrar de lágrimas la funda de la almohada intentando apagar los sollozos para no despertar a mis nuevos cuatro compañeros de piso.

Mi cabeza entra en bucle, un jodido bucle lleno de tus sonrisas a cámara lenta. Y el pozo se hace todavía más profundo.

Tanto como cuando me di cuenta de que ya no iba a hacerte más la cucharita. Pero mi cabeza no entiende de corazones rotos y tira del hilo contigo.

Ahí estás, preparando el aperitivo en nuestra terraza. Bailando la banda sonora de The Greatest Showman con tantas ganas que llegamos a cargarnos una lámpara.

Entrando por la puerta de casa a veces más animado, a veces cansado, pero siempre con un beso con mi nombre y apellidos.

La de ellos que me has dado en estos años y lo a poco que me saben ahora que sé que tenían fecha de caducidad.

Pero así ha terminado este 2020, dejándome dos huecos tan grandes en el pecho que hasta tienen forma de persona. Dos vacíos lacerantes por los que me cuesta no gritar de la impotencia y de la pena.

Ayer (o hace unas horas, ya ni el puto tiempo tiene ni sentido ni importancia para mí) me preguntabas que qué venía ahora.

Dos días antes de que esto estallara, te habría dicho que por delante teníamos todo.

Ahora que mi ‘delante’ es un camino de nada, me doy cuenta de que los primeros pasos a ciegas, dolorida, con la cara destrozada y el corazón descompuesto, son los más duros de dar después de imaginarme que ibas a estar tú recorriendo esa senda conmigo.

Duquesa Doslabios.

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Así es cómo la comida afecta a tu relación de pareja (y a tu vida sexual)

A quienes nos gusta la comida, nos encanta recorrer la línea que divide el placer sexual del gastronómico. O, más que las divide, que une ambos universos.

Más allá de las típicas y sugerentes fresas con chocolate, todo lo que nos llevamos a la boca se ve también reflejado en nuestra intimidad, lo que puede ser un buen motivo -ahora que toca empezar a pensar en propósitos para 2021- para cuidar la alimentación.

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Al menos, esa es la conclusión a la que me hace llegar con su entrevista Candela Valle, nutricionista para Myhixel (el método natural con el que se controla la eyaculación).

No solo me confirma que la veneración sobre las ostras está más que justificada, hablamos también de la existencia de suplementos naturales que puedes tomar (incluso en infusión) para lograr que nuestra vida íntima brille.

Empecemos por el principio, ¿cómo afectan los alimentos a nuestra vida sexual?
Llevar una dieta equilibrada es uno de los pilares fundamentales para potenciar el deseo sexual y conseguir relaciones sexuales satisfactorias. La sexualidad está regulada por hormonas como la testosterona, la progesterona o los estrógenos, que son segregadas por nuestro organismo y sintetizadas a través de la alimentación. En el momento de la excitación, nuestro cuerpo libera neurotransmisores necesarios para el desarrollo de una conducta sexual normal, como son la dopamina, la oxitocina y la serotonina. Todos ellos igualmente son estimulados a través de la alimentación.

Si no cuidamos la alimentación, ¿qué problemas pueden derivar de ello a nivel íntimo?
Seguir un estilo de vida saludable y una dieta equilibrada juega un papel fundamental no solo porque hay determinados alimentos ricos en grasas buenas, proteínas, vitaminas y minerales que la favorecen, hay numerosas patologías que se deben, en la mayoría de los casos, a malos hábitos, que afectan directamente a las funciones sexuales.

Los problemas cardiovasculares derivan, con carácter general, en incapacidad sexual, así como la obesidad, influye directamente en la segregación de la testosterona, en los hombres, y de los estrógenos, en las mujeres, dando lugar, en muchos casos, a la inapetencia sexual. Una alimentación adecuada evitará que cualquier deficiencia, descontrol o exceso en las hormonas o en los neurotransmisores dirigidos a regular la actividad sexual, provoque problemas de inapetencia sexual, disfunción eréctil, trastorno de la excitación y eyaculación precoz, entre otras disfunciones sexuales.

Se relacionan las ostras con el sexo al ser consideradas un alimento afrodisíaco, ¿es una fama merecida? ¿Por qué?
Para entender dónde comienza la fama de las ostras, tenemos que remontarnos a la mitología griega, que nos narra cómo Afrodita, la diosa griega del amor, fue engendrada en una ostra en el mar. Esta diosa, conocida como Venus en el mundo romano, se ha vinculado siempre al erotismo, la sensualidad, el placer y la fecundidad.
Si se les atribuye a las ostras un poder afrodisíaco, se debe a los importantes elementos que lo componen. Cabe desatacar su alto aporte de Zinc, pues es el alimento con más cantidad, de este mineral, de la naturaleza. En concreto 63 mg por cada 100 g. Es un oligoelemento necesario para la producción de testosterona en los hombres y prolactina en las mujeres.

Además, las ostras son ricas en Omega 3, un ácido graso que favorece la vasodilatación y por tanto, mejora el rendimiento sexual y la erección. Otro de los componentes de las ostras, aparte de las vitaminas A, B, C y D que contiene, es el yodo, lo que se traduce en un aporte de energía necesario para unas relaciones sexuales satisfactorias. Por todo esto podemos decir que las ostras son un alimento cuyo poder afrodisíaco se fundamenta en la multitud de minerales que las componen y que favorecen aspectos importantes a tener en cuenta para disfrutar de relaciones sexuales satisfactorias.

¿Ha pasado con otros alimentos?
A lo largo de toda la historia se ha tratado el consumo de algunos alimentos como potenciadores del deseo sexual. En el Antiguo Egipto era la miel, los antiguos griegos, el azafrán, el romero y la albahaca, los romanos utilizaban las uvas como potenciadores de su sexualidad. En la Edad Media eran los alimentos que adoptaban formas de genitales como el nabo. En la Europa de la Peste consideraban las especias como productos afrodisíacos (pimienta, clavo o cardamomo). Y ya en el siglo XVIII, el mismo Casanova, describe en sus Memorias que desayunaba cincuenta ostras y almorzaba una ensalada de huevos con la que creía potenciar su vigor sexual.

La alimentación también nos condiciona el humor, ¿qué alimentos nos hacen sentirnos ‘felices’?
Seguir una alimentación equilibrada es fundamental para regular nuestro estado de ánimo. También controla la sintetización de las hormonas de la felicidad, siendo estas la endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina. Para la liberación de las endorfinas, se recomienda ingerir comida extremadamente picante, pues estos opiáceos naturales inducen sensación de felicidad. En cuanto a la serotonina, su ausencia provoca tristeza e incluso depresión, para lo que se recomienda el consumo de alimentos ricos en triptófano como el pollo, pescado, nueces, etc, al ser un un aminoácido esencial precursor de la serotonina.

La dopamina podemos encontrarla en los alimentos como las legumbres, leguminosas, los plátanos y el tomate. Además, nuestro organismo también es capaz de elaborar dopamina a partir de tirosina, que está presente en la carne, el pescado o los huevos. Y por último, la oxitocina, apodada como ‘la hormona del amor’, aunque no se encuentra en los alimentos, sí que es importante consumir aquellos ricos en vitamina C, pues esta favorece a su producción (kiwi, mango, pimientos, naranjas, etc).

¿Son necesarios los suplementos para darle un empujón a la intimidad?
Nuestro ritmo acelerado de vida, la falta de tiempo o el desconocimiento, son factores que impiden que llevemos unos hábitos de vida saludables que cubran nuestras necesidades nutricionales. También, en muchas ocasiones, no consumimos los alimentos propicios o bien, nuestro organismo no absorbe todos los nutrientes que estos nos aportan. Ese déficit puede provocarnos desajustes en la salud y por tanto causar problemas en la regulación de las hormonas sexuales.

Los suplementos son los complementos perfectos para cubrir las necesidades nutricionales que no nos aporta la alimentación. De ahí que también se denominen, complementos alimenticios. Como decíamos, un déficit nutricional puede descontrolar nuestro sistema endocrino y afectar a la secreción de las hormonas que regulan la actividad sexual. Por tanto, el consumo de determinados suplementos alimenticios que contengan ingredientes naturales constituyen una ayuda importante para favorecer el deseo sexual, las relaciones durareras y placenteras, el control de la eyaculación o la erección, entre otros.

¿Cuáles son los recomendados para hombres y para mujeres?
Para las mujeres, aquellos que contienen maca, jengibre, L-arginina o el ginseng. Y para los hombres, recomiendo sin duda Myhixel Max, pues su composición 100% natural con ingredientes tales como la quercetina y el hipérico, hacen que se convierta en un suplemento pionero para favorecer el control del clímax.

¿Cómo funciona Myhixel Max?
La quercetina y el hipérico provienen de la naturaleza presentándose en plantas y también, en el caso de la quercetina, en alimentos tales como frutas y verduras (cebolla, manzana, uvas, brócoli o té, entre otros). Su principal funcionalidad consiste en favorecer la inhibición de la recaptación de la serotonina, que es un neurotransmisor que se sintetiza en el cerebro y que, como ya hemos indicado, es conocida como ‘la hormona de la felicidad’. La serotonina es la principal encargada de regular nuestro estado de ánimo, pero además ejerce un papel fundamental en las reacciones químicas necesarias para aumentar nuestro sentimiento de bienestar y satisfacción.

Como consecuencia, ambos ingredientes naturales disminuyen la ansiedad a la que se enfrentan muchos hombres con problemas de eyaculación a la hora de tener relaciones sexuales y, por tanto, facilitan el control eyaculatorio. Además, la quercetina es un flavonoide con una potente función antioxidante y antiinflamatoria que potencia la salud, protegiendo contra los radicales libres.

En definitiva, nos encontramos ante un producto pionero que ha unido ingredientes que siendo naturales, tienen la capacidad de favorecer el control eyaculatorio al mismo tiempo que protege el organismo del envejecimiento celular.

Duquesa Doslabios.

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Fiarse (o no) del ‘crush’ de Tinder

Cuando llegas a Tinder (y todo el compendio de aplicaciones en las que conocer gente) es normal que el panorama te genere dos reacciones contrarias.

La primera y más rápida: «¿De dónde ha salido esta gente?».

La segunda, conclusión evidente de la primera reflexión: «Yo formo parte de este circo».

DEREK ROSE

Por mucho que podamos llegar a pensar que las personas que pululan en este tipo de aplicaciones forman parte de una especie distinta, nadie ha diseñado individuos específicamente para cumplir la función de aparecer en tu pantalla cada vez que deslizas a la derecha o a la izquierda.

Son (somos) gente cualquiera. Gente que se agobia cuando hace la declaración de la renta, que se olvida de comprar papel higiénico cuando tiene el último rollo a dos cuadraditos de agotarse y que quiere a su perro por encima del resto de seres vivos del planeta.

Y sí, puede parecer obvio hablar de esto, pero no tanto si nos paramos a analizar la clase de relaciones que surgen fuera de la app.

Hay un limbo cuando empiezas a quedar en el que no sabes bien de qué va todo. Un momento en el que seguís viendo a gente en el que, cualquier paso en falso, puede significar no volver a veros más.

Poco hablamos de que las fotos del perfil haciendo deporte, viajando o posando abrazada a una amiga estratégicamente recortada esconden un equipaje emocional que solo se descubre más adelante.

Ligar por la vía digital tiene ese inconveniente: solo se ve lo que queremos por varias razones: queremos gustar, subimos las murallas defensivas porque estamos detrás de una pantalla y, en muchas ocasiones, no decimos claramente lo que queremos para no ahuyentar a la otra persona.

Nos movemos en la delgada línea entre no ser muy insistentes pero mostrar el interés suficiente como para que aquello avance.

Me decía un amigo que, tras quedar brevemente e incluso viajar con una chica que conoció por internet, la cosa se había estancado. Se encontraban en un punto muerto en el que no sabían hasta qué punto estaban con el usuario de Tinder o con la persona real.

Volviendo a las obviedades, la solución a eso es quedar. Seguir dando pasos, conocerse más a fondo y hablar de forma transparente.

En definitiva, alcanzar un nivel de comunicación profundo que nos permita averiguar si aquello es real.

¿No es el mismo proceso que hacemos (salvando las distancias) cuando compramos en una página web?

Al final, por mucho que nos guste el jersey de la tienda online, no es hasta que lo vemos puesto delante del espejo, comprobamos la calidad del tejido, si es nuestra talla o si nos agobia el cuello alto, que decidimos si lo queremos incorporar al armario.

Fiarse solo de la imagen virtual nos limita hasta el punto de que perdemos la visión -y experiencia- de 360 grados con alguien que puede ser especial.

Claro que da miedo desprenderse de las corazas y empezar a combinar el jersey con la duda de si nos sentará bien o no. Pero al final, las posibilidades de equivocarnos, son las mismas que tendríamos si nos hubiéramos conocido de la manera analógica. Y, a cambio, hay tanto que ganar

Si el roce hace el cariño, la práctica hace el amor.

Duquesa Doslabios.

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¿Alguna vez te has masturbado junto a tu pareja mientras dormía?

Si en una sala llena de hombres y mujeres preguntamos quién se ha masturbado al lado de su pareja mientras la otra persona estaba durmiendo, seríamos nosotras las que más levantaríamos la mano.

O, al menos, a esa conclusión llegó la encuesta que realizó JOYclub, comunidad basada en la sexualidad liberal.

LELO

Fue el 71% de mujeres las que admitieron esta práctica frente a un 61% de los hombres. E, independientemente del resultado, la conclusión es clara: darse placer no tiene nada que ver con tener pareja.

Después de derribar el primer mito, cabría preguntarse, en todo caso, por la razón por la que la pareja no entra en ese momento íntimo.

Para mí está claro. Al igual que me levanto a coger un yogur de la nevera si me he quedado con hambre después de cenar, responder a mis ganas de placer si me apetece antes de dormirme, me resulta natural de la misma manera.

Y es que dentro del universo que se crea en una relación, es importante guardarnos algunas parcelas de uso y disfrute individual.

Partes de nuestra vida que pueden ir desde cultivar nuestras aficiones, quedar con una amiga o engancharse a una serie.

La masturbación entraría en esa lista, por supuesto.

Puede ser también porque el deseo sexual se despierta en una franja horaria en la que hay pocas posibilidades de conciliarlo conjuntamente.

También tocarse es la forma de que las ganas no entren en conflicto con el descanso de la otra persona, que se encuentra roncando al otro lado de la almohada después del cansancio de todo el día.

Al final, ya sea por esto o por querer mantener ese rato único y exclusivo para ti, si tu pareja no tiene interés en el libro que estás leyendo o no le apetece ese snack de la nevera, no hace falta que te pongas a leerle párrafos en alto o le des explicaciones de por qué te estás comiendo una onza de chocolate.

Con esto es un poco lo mismo, basta con disfrutarlo a solas.

Duquesa Doslabios.

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Cultura de la violación, vamos a por ti

Hace algunos años, vivía en Italia. Primero estudiando y luego trabajando, de forma que pude ver de primera mano una de las cosas que menos me gustaban de allí: el machismo.

Un machismo muy parecido al español, escandalosamente evidente, pero tan silenciado que era casi de mala educación mencionarlo.

En Italia, como aquí, la víctima nunca es la mujer agredida. En todo caso es el agresor.

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Fue algo que aprendí cuando, uno de esos días en los que iba al trabajo, un desconocido me siguió por el tranvía hasta ponerse a mi altura y tocarme de cintura para abajo en varias ocasiones.

Al increparle en alto con mi italiano básico empezó a llamarme loca, como si me lo estuviera imaginando todo.

Nadie de mi alrededor más cercano hizo nada por mí hasta que distintas mujeres salpicadas por los extremos de la cabina empezaron a gritarle -a una- que se bajara.

Cuando llegué a la oficina, todavía temblorosa, y le conté lo que había pasado a mi jefe, pavesano de pura cepa (aunque podría haber sido de cualquier otra parte de Italia), no solo me llamó exagerada.

Afirmó que debería sentirme halagada de esa clase de atención y que verlo como una agresión me convertía, y cito literalmente, en una radical.

Tres años después, sale en los medios italianos el caso de un empresario de 43 años que drogó, secuestró y violó de todas las formas posibles durante horas -grabándolo en vídeo desde distintos ángulos- a una mujer de 18 años.

Y, como podría pasar en España, las reacciones han ido del “Hay que ver estas chicas de ahora que solo quieren hundir con sus mentiras a hombres decentes, es una cruzada contra nosotros” al “Bueno, pero es que ella fue a cenar voluntariamente con él, que no hubiera ido” y pasando por “Hasta que no haya un veredicto debe primar la presunción de inocencia”.

No solo estos son los discursos que circulan por ahí, es igual de doloroso que uno de los diarios italianos haya sacado el caso entre sus páginas (digitales) refiriéndose a él como un empresario brillante y activo como un volcán que, por culpa de esto, se ha apagado.

De la víctima, que pasará el resto de su vida traumatizada, intentando recomponerse de una cosa tan cruel siendo además juzgada como si fuera la responsable de haber sido violada, nada. Su ‘apagón’ no es digno de mención.

Por suerte, la indignación de otro sector de la población ha mostrado que aquel artículo solo fomentaba la errónea creencia de que son las mujeres las que deben ser puestas en el punto de mira, mientras se exculpa a sus agresores bajo argumentos relacionados con cuestiones que nada tienen que ver con sus actos (como si ser un gran profesional exculpara de haberse portado como un monstruo).

Y es que este tipo de excusas forman parte del discurso que defiende la cultura de la violación, una de las consecuencias de moverse en una sociedad machista que pretende minimizar las agresiones sexuales mediante la normalización y la justificación.

Que Italia, por primera vez, reivindique un caso de ese estilo hasta el punto de que el diario haya borrado la noticia y se haya disculpado, es una buena noticia.

Sobre todo cuando llevan años aceptando titulares que justificaban feminicidios con la retórica del crimen pasional: el «no soportaba vivir sin ella», «no le correspondía» o «en un ataque de celos».

Si nuestro país vecino despierta, nos sirve para refrescar también a este lado del Mediterráneo algunas ideas, empezando por la importancia de reclamar lo que nos parece justo, incluso cuando pensamos que por compartirlo en una red social no va a tener repercusión.

Se empieza por lograr cambiar un titular, un titular que promueve un discurso y, por último, una cultura de desigualdad.

Y aunque es triste que sea de las pocas formas de combatir el machismo, que tiene tantas ramificaciones y defensas hasta de sectores (en teoría) al servicio de la sociedad, estamos en un punto en el que no tenemos otra alternativa que andar con mil ojos y exigir periodismo de rigor, sin excepciones desiguales.

De lo contrario, volveremos al mismo punto en el que estábamos hace unos años.

El de guardar silencio porque, si ni la justicia, ni los medios ni los propios lectores posicionan su credibilidad en el lado que deben.

El de no decir nada para no tener que leer o escuchar que solo lo haces para buscar fama.

El de callar para evitar ser, después de violada, juzgada por limitarte a vivir tu vida sin hacer daño a nadie.

Duquesa Doslabios.

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‘Golfa’, la obra de teatro que da mil vueltas a la charla de sexo que recibiste en el colegio

La educación sexual (o la falta de ella) nos pesa. Lo vemos a diario en las prácticas de riesgo, en el incremento de las enfermedades de trasmisión sexual, en que -a día de hoy- hay quien todavía no tiene claro que es el consentimiento.

No es fácil ponerle remedio, primero toca admitir a nivel personal que algo falla, que no sabemos relacionarnos tan bien como deberíamos y después, luchar por cambiarlo, claro.

CONTROL ESPAÑA

Puede que, pasada esa breve charla afectivo-sexual del colegio (la que apenas duraba una hora en tus 12 años de escolarización) el sentimiento de soledad ante el vasto panorama de la intimidad nos pareciera sobrecogedor.

Por suerte, la solución no está tan lejos. Ya tuviéramos aquel taller o nuestro centro careciera de ello, la cultura se ha implicado en esto.

Y lo ha hecho hasta el fondo, con una original obra de teatro llamada Golfa (ya con el título, la curiosidad se dispara) que, en palabras de Cristian Gallego -asesor en sexología que participa en la propuesta mediante encuentros paralelamente a la propuesta-: «cuando educamos en sexualidades estamos invirtiendo en salud pública, en bienestar, en derechos humanos, en ética…».

«Nos sentimos orgullosas y muy contentas de que el teatro, la sexología, la educación, el arte y el debate formen parte de una sola cosa montar obras tan interesantes y chulas como esta», afirma sobre la curiosa obra que estará en el Teatro Galileo hasta el 22 de noviembre resolviéndome alguna de las preguntas acerca de Golfa.

¿Cómo surgió la idea de hacer una obra de teatro de estas características?
La motivación surge del deseo. De un cambio, de mostrar algo, de sentir que se participa, que una se pone manos a la obra para aportar su granito de arena. Lo importante es destacar que surge de uno o varios. Y de allí si queréis nos vamos al fantástico verbo desear. Tan al pelo en este contexto.

Socialmente, ‘Golfa’ es un término peyorativo. ¿Cómo se convirtió en el título de la obra?
Como con un buen libro, si el título ya llama la atención imagina el contenido. Nuestro lenguaje, en la diferenciación entre adjetivos masculinos y femeninos y los sistemas de valor y significado que conlleva, no ha hecho los ejercicios de un reparto neutro. En base a esa desigualdad evidente se mueve la escena en Golfa pero también nuestros propios escenarios sociales y afectivos.

¿Cuál es tu papel en ella?
La compañía contactó con nuestra fundación, SEXPOL, para recibir asesoramiento sexológico y orientación para tratar ciertos temas nucleares en la obra. De ese espacio de creación e intercambio surgen algunas de las perspectivas y valores que tan fielmente han pretendido ilustrar las compañeras de Golfa con la propuesta.

¿Para qué público está pensado el espectáculo?
Una se puede sentir representada con los personajes en todo momento, empatizar, emocionarse, dudar, sentir en definitiva… Quizás sea una obra con una población diana amplia e integrativa, fácil de entender pero no sencilla, elocuente, fresca y un poco inquietante. Si eres persona y sientes, ya tienes la mitad del trabajo hecho.

¿En qué aspecto nos puede cambiar la concepción del sexo?
Golfa no es una obra que trate específicamente las relaciones sexuales, aparecen líneas asociadas a este tema, pero no es la médula de la obra. Está más orientada a pensar qué sucede con nuestras sexualidades, nuestra identidad, nuestro deseo, nuestra forma de relacionarnos con el mundo en una realidad diferente para cada una dependiendo de la forma que tomen nuestros genitales.

Es decir que versa sobre el sexo sí, pero no como sinónimo de prácticas sexuales, sino de las diferencias que a veces establece la cultura dependiendo de cómo somos leídas por las demás personas, en función de la forma de nuestros sexos biológicos.

Tratándose de un tema que produce reacciones incluso de pudor, ¿qué han tenido en cuenta a la hora de interpretarlo sobre el escenario?
En nuestra cultura la sexualidad ha sido un tema del que no se podía hablar, pertenecía al mundo de lo íntimo y lo privado y estaba (y sigue estando) controlado por fuertes bisagras de control social. Hablar de ello frecuentemente despierta emociones y sentimientos de vergüenza, pudor o a veces incluso asco. Desde la experiencia de la fundación SEXPOL podemos corroborar que la gente suele aprovechar al máximo y agradecer profundamente la posibilidad de generar espacios donde hablar de sexualidad, de género, de relaciones interpersonales, de autoestima, de relación con el cuerpo y con las demás, de igualdad, de diversidad y por supuesto de placer.

¿Reírnos del sexo ayuda a que lo vivamos con más naturalidad?
Reírnos siempre ayuda desde luego. A todo. Y sí, por supuesto, si tenemos en cuenta lo que acabamos de mencionar respecto de las emociones que pueden surgir al tocar temas de sexualidad, muchas de ellas asociadas a estados que no nos llevan al bienestar, la risa puede suponer un bálsamo para lidiar un poco con la tensión inicial.

¿Qué diría que aporta ver la obra?
Sentido crítico, lo básico para que después cada una saque sus propias conclusiones. Aporta un espacio, donde reflejarse, cuestionarse, crecer… Plantea un universo para analizar y sentir, en un rato, desde una butaca cómoda. Un puñado de preguntas, una reivindicación entrelíneas, un arrebato…

En una sociedad en la que el porno es maestra de sexualidad, ¿hasta qué punto es necesario que la cultura se haga cargo de nuestra educación con iniciativas de este estilo?
El arte no es solo representante de la cultura que lo ve nacer, es una herramienta de cambio, de transformación, una ventana a través de la cual pararse a mirar, verse reflejadas y conmoverse. Respecto de la pornografia mainstream, la sociedad en su conjunto tiene la responsabilidad de cubrir y asegurar el derecho a recibir educación sexual científica, crítica, comprometida, feminista, diversa y dialogante. La compañía ya ha hecho los deberes en este aspecto, ahora nos toca a las demás.

Duquesa Doslabios.

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Es el momento de olvidar el concepto ‘perder la virginidad’ (y te explico por qué)

La historia de mi himen fue tan misteriosa que, si tuviera que firmar la razón por la que desapareció, no lo tendría nada claro.

No sé si fue mi curiosidad -esa que me llevó a experimentar a edades tempranas-, un tampón mal puesto o cualquier golpe fruto de las actividades extraescolares.

Lo cierto es que, cuando llegó mi primera vez, no había no rastro de él. La suerte fue que mi caso sucedió en el siglo XXI.

En otros momentos históricos, esa situación me habría metido en un aprieto.

CALVIN KLEIN

Me encantaría afirmar que, la primera vez que tenemos sexo en nuestra vida, es igual que la primera vez que vamos al Aquopolis o a Roma.

Pero todavía existe una gran distinción, ya que la primera sigue anclada en el pasado mediante un concepto que te resultará más que familiar: perder la virginidad.

Y no solo eso, que hasta hace poco, era algo únicamente ligado a las mujeres.

Así que antes de que digas que ya estoy con mi discurso feminista de turno, quejándome de la desigualdad entre unos y otras, te voy a explicar por qué la virginidad es un mito machista.

Pero para eso te tienes que venir conmigo al pasado, concretamente algunos siglos a. C., cuando las sociedades patriarcales de la Antigüedad ligaban la virginidad con el valor de la mujer.

Ya en la Antigua Grecia, el himen era la estrella. Su ruptura simbolizaba el paso de niña virgen a mujer casada y garantizaba al marido que toda la descendencia que ella tuviera iba a ser suya.

En cambio, los mismos coetáneos de esa niña, pero varones, claro, eran animados a seguir sus impulsos desde el principio, yendo incluso a burdeles a tener sus primeras relaciones.

Primero era responsabilidad del padre vigilar que su hija no tuviera ningún tipo de encuentro, una vez conseguido, la dominación de la mujer pasaba a manos del marido. La excusa perfecta para controlar su cuerpo y su deseo, ¿no te parece?

Fíjate si funcionó bien que seguía repitiéndose en la Edad Media (en la novela caballeresca Tirant lo Blanc se refleja a la perfección) e incluso, a día de hoy, muchas culturas siguen comprobando, en ceremonias tradicionales, que el himen siga intacto.

Hay más razones por las que este es un mito machista. Que se centre únicamente en la penetración, sin llegar a considerar pérdida de virginidad otro tipo de prácticas sexuales, deja claro a qué sector de la población le interesa mantener esa idea (al que tiene pene, claro).

Y sí, quizás a día de hoy, en una sociedad desarrollada, nos parece muy lejano lo de perder la virginidad ligado a otra cosa que no sea tener la primera relación sexual (siendo hombre o mujer).

Pero lo cierto es que el mito continúa haciendo estragos. El himen ha escalado alcanzando un nuevo nivel: el de la fetichización.

La joven mujer virgen -tiene que ser joven, otro detalle importante-, es una fantasía sexual andante.

Y para encontrar hombres que encuentran excitante ser el primero, no tenemos que irnos al siglo IV.

Britney Spears al comienzo de su carrera, la subasta de himen de adolescentes en ciertos países o incluso la cantidad de vídeos que hay en cualquier página porno con la etiqueta de “virgen” -incluso cuando se limitan a falsificar la ruptura de la membrana con sangre falsa- hablan por sí solas del peso que sigue teniendo hoy en día la virginidad.

¿Mi conclusión? Que realmente espero que lleguemos a desembarazarnos de esta construcción social que sigue pasando factura (especialmente a las mujeres).

Al final, que arrastremos sin darnos cuenta un concepto tan desigual y desfasado solo provoca presión y ansiedad a la hora de vivir las primeras experiencias sexuales.

Y, en nuestro caso, recordar que somos mucho más que un himen, algo que no controlamos y que puede romperse por cualquier situación.

¿No sería mejor que llegáramos a la conclusión de que no nacemos con ella, sino que la virginidad nos la encasquetan?

Y, sobre todo, ¿por qué hablamos de perderla como si fuera el móvil o la cartera? ¿Por qué descubrir nuestra intimidad con otra persona (del tipo que sea) es algo que se va cuando debería ser una experiencia que ganamos?

Duquesa Doslabios.

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