Archivo de agosto, 2019

En la cama no siempre tiene que haber fuegos artificiales

Hace poco, en una de esas conversaciones entre amigas, hablábamos de lo que era el sexo cuando es con alguien con quien llevas mucho tiempo.

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Ambas estábamos en algo de acuerdo, los fuegos artificiales de los anuncios de condones no son la imagen más realista para describirlo.

Que no siempre nos corremos, no. De hecho, si echamos cuentas, si tenemos sexo con penetración es aún más complicado.

Luego están esos días en los que estás pensando en que tienes una reunión a las 9 y que deberías poner el despertador media hora antes de lo habitual, para pasar las imágenes a un USB y lavarte el pelo antes de salir de casa.

Toda una película mental que se proyecta en tu cerebro mientras tu pareja está esmeradísima manejándote el clítoris con una habilidad digna de la microcirugía.

También está el día en el que, después de ver esa serie, solo puedes pensar en arrancarle la ropa a tu pareja y luego nada, se te van las ganas.

O, simplemente, cuando, por mucho que te apetezca, está a punto de bajarte la regla y tu nivel de humedad vaginal roza la desertificación.

Hay días que te apetece, pero tienes mucho sueño, días que tu cuerpo quiere mambo y tu cabeza está en otra parte (o apagada en su totalidad). Hay días y polvos de todos los tipos y colores.

Y no, no siempre están garantizados los fuegos artificiales, aunque no significa que haya de qué preocuparse.

Las hormonas, el ánimo, lo que nos ha pasado a lo largo de la jornada… Hay un sinfín de acontecimientos que no podemos controlar y pasan factura a la excitación o al cuerpo.

En esos casos, cabe recordar que el sexo va más allá de un rato de placer. Es conexión, es comunicación, es, por qué no, distracción, es “ven aquí que llevo un día de mierda y quiero arreglarlo antes de que acabe”, es necesitar sentir a tu pareja desnuda. Es mucho más que meter, sacar, meter, sacar y terminar.

Por eso no siempre hay un show de luces en el techo de la habitación. Pero cuando las hay, que, afortunadamente, suele ser la mayor parte de las veces, el espectáculo merece la pena.

Duquesa Doslabios.

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¿De qué depende el color de la sangre durante tu menstruación? La regla no es solo roja

La primera vez que me vino la regla, en medio de un examen de Ciencias Naturales del colegio, recuerdo ir al baño y descubrir una mancha marrón que, realmente me hizo dudar de si aquello era la regla o si la prueba me había dado demasiado miedo.

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Que como mujer en el siglo XXI, con toda la información que hay a nuestro alcance, no las tuviera todas conmigo, demuestra lo poco que normalizamos un tema tan básico en nuestras vidas (¡en las vidas de la mitad de la población!) como es la menstruación.

Por mucho que los anuncios de compresas se empeñen en representar la sangre con un líquido azul, más parecido al suavizante de la lavadora que a lo que encontramos entre las bragas, no es que nos ayude precisamente.

Lo cierto es que la regla no siempre es roja, pasa por diferentes matices y todos son absolutamente normales.

Pero, ¿de qué depende de que sea uno u otro?

Tenemos que empezar por el principio, el ¿de dónde viene la sangre? Del endometrio principalmente, el tejido que expulsamos durante la menstruación.

Un revestimiento que formado por muchas venas, que son las que ayudan a que el óvulo se pueda desarrollar, una vez llega a la zona, mediante el torrente sanguíneo.

Al llegar la menstruación, las venas se constriñen y se reduce la cantidad de sangre hasta luego desprenderse. No sucede de una sola vez. Es un proceso lento y controlado, lo que hace que lo veamos de diferentes tonalidades.

Cuando manchamos de color marrón oscuro, suele ser porque la sangre es más antigua y ha estado expuesta al aire, ya que reacciona con el oxígeno y se oscurece. Puede ser, por ejemplo, porque sea de una anterior menstruación y no llegara a descender por el cérvix.

El rojo oscuro suele venir después, hacia mitad de ciclo o por las mañanas e incluso venir acompañados de coágulos oscuros (si los ves casi negros no te preocupes).

A este granate le sigue el rojo pasión, el momento culmen, la sangre es nueva. Es un color que se ve a mitad de ciclo o en los días en los que el sangrado es más abundante. La señal de que todo funciona con normalidad.

Si es rosada puede ser porque estés excediéndote con los entrenos y no te alimentes correctamente. También se puede dar si estás con algún tratamiento hormonal.

Hasta ahí los colores habituales que la mayoría de nosotras encontramos varias veces al mes. Sin embargo, hay ciertas tonalidades que son señales de alerta y que deberías conocer.

Una sangre grisácea puede ser un indicativo de que has contraído una enfermedad de transmisión sexual. En el caso de que se dé en el embarazo, es algo que también se debe hacer mirar. Naranja también puede ser un síntoma de infección o bien de que estás embarazada (puede pasar entre los 6 y los 12 días después de la concepción), mientras que si es morada puede significar que los niveles de fibra que consumimos no son suficientes.

Lo importante es que conozcas tu sangrado, tus colores y la cantidad que sueles expulsar por mes para que sepas identificar si la salud de tu periodo es óptima.

Duquesa Doslabios.

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La solución a tu escasa vida sexual puede estar en los ‘emojis’

«Entonces, ¿te apetece venir después a mi casa a cenar?»

«Claro, yo pongo el postre 😏»

«🔥🔥🔥»

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De todos los estudios inesperados que se realizan en el mundo, poco me esperaba uno que analizara la eficacia de los emoticonos a la hora de intimar.

Pero parece que parece ser que los jeroglíficos del siglo XXI han salido más efectivos que los que usaban en el Antiguo Egipto, o, al menos, esa es la conclusión a la que ha llegado el estudio realizado por el Kinsey Institute.

¿Su conclusión principal? Las personas que usan regularmente emoticonos en sus conversaciones digitales suelen tener más sexo y éxito en sus relaciones que quienes evitan esta forma de comunicarse. Y no es una cuestión de magia o de que cada vez el móvil nos coma más terreno, sino de expresividad.

Empecemos por el principio. Lo que intrigaba a las personas detrás de la investigación era cómo importaba el uso de los emojis en nuestras conexiones e, incluso, si podían resultar de ayuda.

Lo que no imaginaban es que han comprobado que no solo ayudan, sino que además consiguen que los potenciales pretendientes mantengan el contacto después de la primera cita (¿es el fin del ghosting?), lo que se traduce en que, en un futuro, se tienen más intercambios sexuales.

De los encuestados, el 30% de los participantes usaban emoticonos regularmente con personas con las que tenían citas, porque, de esa manera, conseguían expresarse más en profundidad que solo el texto con palabras.

Casualmente eran esos usuarios los que tenían no solo más citas, sino también mayor actividad sexual.

Un segundo estudio analizó cómo la frecuencia de los emojis creaba conexiones más íntimas a la hora de mantener el contacto después de la primera cita, algo que podría desembocar en una relación con esa persona (si le ves como posible novio, ya estás tardando en mandarle el guiño).

Es decir, los emoticonos son una herramienta para sustituir nuestra expresión facial del momento cuando el lenguaje textual no nos lo permite. Son divertidos, juguetones, llenos de significado, sugerentes e incluso dicen más que mil palabras.

La parte negativa es que los miembros del Kinsey Institute tras la investigación aún no han sabido decir específicamente cuáles son aquellos que más llevan al sexo ni los que deberíamos evitar.

Debemos quedarnos de momento con el lado bueno. Es el momento de decirle adiós a la teoría de que somos incapaces de relacionarnos a través de una pantalla. No solo podemos hacerlo, sino que las herramientas digitales (los emojis, gifs…) nos permiten crear vínculos de calidad que pueden desembocar o en futuros noviazgos o en noches de pasión.

Sea cual sea de ambas, todos salimos ganando.

Duquesa Doslabios.

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Problemas en el paraíso, cuando su familia va por delante de la relación

La primera lo aguantas, la segunda lo soportas, la tercera confías en que no llegue una cuarta y a la cuarta vez que pone a su familia por delante de tu relación, te planteas si te sigue mereciendo la pena.

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Son tres los minutos que se espera en cortar el cordón umbilical después de nacer. Justo después, el bebé empieza a respirar por su cuenta. O, al menos, suele ser lo habitual.

Según avanzo, me sigo encontrando personas que no han sabido desprenderse de esa unión, que siguen sin coger aire por sus propios medios. Siempre enganchados, siempre unidos, siempre dependientes de la familia.

Y, por supuesto, terminan con gente a la que le toca vivir con ello -por mucho que elegimos compartir nuestra vida con una pareja, sus padres y hermanos vienen en el pack, nos tocan por defecto-.

Soy la primera que tuvo ‘mamitis’ en los primeros años, pero una cosa es una fase que pasó con el tiempo, y otra muy diferente que sigan siendo lo más importante.

Llega un momento, esa gota que colma el vaso, en el que la familia de uno de los dos es solo motivo de discusión en la pareja.

Hay varias señales de alarma que podemos ir reconociendo, pequeñas pistas que te revelan que estabas en un error si pensabas que la relación era de dos.

Cuando lo primero es la felicidad del núcleo familiar, su comodidad y sus deseos, lograrlo pasa por encima de ti. Eso significa que es el momento de plantearse hasta qué punto sois, más que una pareja, un pequeño grupo en el que ni siquiera ocupas los primeros puestos.

Los valores, las expectativas, la presión familiar o incluso los límites de la intimidad son algunos de los sentimientos que experimentas cuando te encuentras en segundo lugar ante las imposiciones constantes.

Y, por mucho que creamos, con toda la buena voluntad del mundo, que por amor podemos aguantar, llega un momento en el que no se puede más. Aunque no es tan preocupante, un estudio de la revista Psychology Today reveló que tres de cada cuatro parejas tienen problemas con sus suegros (aunque no especifica si se tratan por este motivo).

¿La solución? Ni hacer elegir entre uno u otro bando, ni romper la relación. Hablar.

Empezar a crear límites con la familia que sean respetados, informar a nuestra pareja de cómo nos hace sentir la situación y establecer un consenso de una manera asertiva, es decir, comunicando de forma clara nuestros deseos sin agresividad ni pasividad. Respetando a los demás, sí, pero respetando antes las necesidades propias.

Si ni con esas funciona, el plan B es sacar la red, hay muchos peces en el mar. En cambio, esa persona no va a dejar de estar colgada del anzuelo de su familia por mucho que nos pese.

Duquesa Doslabios.

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Perdamos la vergüenza a querer encontrarnos con un ‘empotrador’

Hace unos días, Rosa López, a la que recordarás por Operación Triunfo (si no la recuerdas es probable que se deba a que naciste a partir de los 2000), declaraba en televisión que necesitaba un ‘empotrador’.

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Lo siguiente fue una cobertura mediática digna de boda real británica con todos los medios fusilando hasta el infinito la frase de la cantante.

Rosa López necesita un empotrador. ¡Que Rosa López necesita un empotrador! Era casi como si hubiera declarado que necesitaba comer bebés. Un escándalo.

¿Cómo se le ocurría a una mujer decir lo que deseaba? Es más, ¿cómo se le ocurría a una mujer tener deseos? Al menos, eso era lo que parecían hacer sentir los medios, que recalcaron su declaración como si se tratara del resultado de un mundial.

Rosa López, María Fernández, Rocío García o Carmen Rodríguez pueden fantasear con que venga alguien que las empuje contra la pared, las excite, las lleve al límite y las haga explotar.

Porque es algo en lo que todas estaremos de acuerdo. Para no sentirnos excitadas ya tenemos la universidad, el trabajo, las tareas de la casa o llevar el mail al día.

Lo escandaloso no es que pida ese deseo. Si hubiera dicho que necesitaba un padre para dos o tres churumbeles, solo los medios del corazón se habrían hecho eco.

Aquí lo fuerte es que es una mujer hablando de sexo, tomando las riendas, diciendo lo que quiere. Es una mujer que no está sujeta al placer masculino, y eso es lo que asusta.

Que no está controlada.

Que no es una película porno, un cartel de tres metros de publicidad donde las mujeres aparecemos sumisas. Siempre subordinadas.

Que hace propia su sexualidad, la reclama. Y es algo que, en esta sociedad, solo gusta si es a los hombres a quien sirve. Solo nos aplauden la libertad cuando quieren quitar las azafatas de las carreras o prohibir la prostitución, esos son los temas que les preocupan. Ahí es cuando quieren vernos liberadas.

Pocos hombres he visto indignados de la exposición pública, del casi linchamiento mediático al que se ha sometido a Rosa, que, lo que ha hecho, ha sido decir en alto lo que pensamos.

Igual es el momento de dejar de sentir vergüenza, de quitarnos de encima de una vez el peso del pecado original y decir alto y claro que queremos que nos follen bien.

Duquesa Doslabios.

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Sexo ecológico: 8 consejos para que tu vida íntima no le pase factura al medio ambiente

Hasta hace poco, los chorros de ciertas duchas, eran una de mis fuentes de placer preferidas (ya sabéis a cuáles me refiero, esos pequeñitos que van a máxima presión).

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Sin embargo, no sé en qué momento, caí en que aquello era un gasto de agua potable que, en mi opinión, no podía estar permitiéndome.

Tengo a mi alcance una mano con diez dedos que no gastan ningún tipo de bien del planeta (y además son gratis).

La cosa es que aquello me hizo reflexionar sobre mis hábitos sexuales. ¿Estaba teniendo una vida íntima eco-friendly o, por mucho que intente evitar plásticos y consumos innecesarios en otros ámbitos de mi vida, se me escapaba ese aspecto?

  1. Si la masturbación prefiero dejarla fuera del baño, el sexo en la ducha debería seguir el mismo camino. O, en todo caso, seguir practicándolo, pero con el grifo cerrado. Eso sí, para después, ducharse en compañía, ahorra unos cuantos litros de agua.
  2. Aunque el agua es la más obvia, también podemos aplicarlo a la luz. Si ya de por sí el sexo invita a dejarse llevar por los sentidos, y en ocasiones, disminuir la intensidad puede hacer mucho por el ambiente, el mismo efecto natural lo logran ciertas horas del día sin tener que recurrir a la lámpara.
  3. La mayoría de los lubricantes están hechos a partir del petróleo. La solución más sencilla sería buscar aquellos que no dañen al medio ambiente (lo que incluye también fijarnos en el envoltorio, ya que es donde se añade todavía más plástico).
  4. Aunque en el siglo XIX se dejaron de usar los condones hechos a partir de pieles de animales, no es mala opción volver a los de piel de cordero, que han vuelto a popularizarse. El problema de los convencionales es que, pese a estar hechos de látex, una sustancia biodegradable, suelen llevar químicos para hacerlos más gruesos y resistentes, por lo que no se sabe a ciencia cierta cuánto pueden tardar en degradarse. Además del de cordero se puede optar también por uno libre de estos productos.
  5. Los juguetes sexuales a pilas son cosa de los 90. Ahora los tienes recargables e incluso modelos más avanzados que se cargan con energía solar. También puedes optar por diseños que estén hechos a partir de productos reciclados o incluso hacerte con uno realizado en materiales resistentes y duraderos como la madera o el cristal.
  6. Si al terminar, te has manchado en algún momento, no te limpies con papel higiénico. Usa mejor una toalla. Todo lo que caiga en ella, sale en la lavadora.
  7. Y hablando de manchas y lavadoras, la próxima vez que vayas a comprar las sábanas, evita las de color blanco. Pueden terminar amarillentas si cae algo sobre ellas. Cógelas de algún color para que te duren más tiempo.
  8. Por mucho que pueda gustarnos la lencería erótica, estamos contribuyendo a contaminar el planeta ¡para una actividad que hacemos desnudos! ¿Por qué no usar fruta, chocolate derretido, yogur o nata para dibujar ropa en el cuerpo? Lo bueno es que también forma parte del juego (y nos sirve a modo de picoteo).

Duquesa Doslabios.

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¿Ha sido viral el ‘efecto Manada’ sobre los casos de violaciones grupales?

Leo en El periódico.com que, desde los Sanfermines, las denuncias de violaciones grupales se han multiplicado. Podría parecer que abusar en grupo es la nueva moda, el reto viral último, lo más guay que hacer con tus amigos. En lo que llevamos de año han sido 42 las denunciadas, y aún quedan otros cuatro meses por delante.

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Estoy segura de que si algo nos pasa por la cabeza a todas nosotras, cada vez que un diario anuncia un nuevo caso en otro punto de España, es el miedo. Porque, hablemos claro, casi da la sensación de que, desde La Manada, las violaciones en grupo han sucumbido al efecto bola de nieve.

Hoy quiero tranquilizaros, un poco en la medida de mis posibilidades, al respecto. Desgraciadamente, las violaciones colectivas no son cosa nueva. Ya eran un instrumento de represión que se utilizaba hace miles de años.

Lo que vivimos ahora casi semanalmente es la versión contemporánea que demuestra que, en realidad, no hemos avanzado tanto como deberíamos.

Quienes hemos evolucionado hemos sido las mujeres. Mientras en otros momentos de la historia no quedaba otra que callar y vivir con la losa de la agresión cometida, sin poder denunciar, sin conseguir ningún tipo de justicia, el feminismo ha puesto el punto y final a nuestro voto de silencio.

Time’s Up no ha sido solo una moda, sino el grito de las mujeres de España, India, Alemania o Suecia que se ponían de acuerdo en algo: que te violen es violación.

La consecuencia de hacer ruido, de que las mujeres ya no seamos ciudadanas de segunda, es que la igualdad, le pese a quien le pese, forma parte de la agenda.

La sensibilidad con el tema afecta a la esfera política, a la social, a la económica y también a la doméstica. Las injusticias en nuestra contra aparecen en la conversación cuando antes era algo que ni se planteaba.

Si algo hemos aprendido en estos años es que gritando en las calles que «No es no», el país escucha. Puede que no tanto como quisiéramos y puede que ni siquiera hasta el punto de poner una pena con la que estemos de acuerdo, pero el mensaje ha calado: hay consecuencias.

Quedan aún frentes abiertos. La pornografía es la nueva maestra. El gangbang, un contenido sexual de alto éxito. Y las agresiones en grupo se seguirán repitiendo siempre y cuando los niños continúen recibiendo mensajes de que el consentimiento es algo opcional, que son ellos quienes están en una posición de poder.

Las agresiones han existido siempre. Antes nos callábamos, pero ahora, muchas de nosotras nos animamos a denunciar. Hemos dejado claro a voz en grito, a golpe de pancarta, en manifestación y en nuestras redes sociales que nuestros cuerpos son nuestros, que nuestra libertad incluye nuestro armario, nuestra sexualidad, nuestra vida.

Si se denuncian más que antes las manadas es porque las mujeres nos hemos dado cuenta (tiempo nos ha costado) de que no es nuestra la culpa. Que somos las víctimas.

«Quedó con uno de ellos, se mandaba mensajes con contenido erótico, acudió al piso a mantener relaciones sexuales…», todo eso se ha acabado. Pueden empeñarse en que retrocedamos y volvamos a guardar silencio tildándonos de culpables, pero ahora contamos con respaldo.

Hemos aprendido lo que es y lo que no es violación, somos conscientes de ello como quizás nunca lo habíamos sido hasta ahora. Tenemos claro que no es no, que no decir nada es no, que oponer y no oponer resistencia es no, que todo lo que no sea un consentimiento explícito, es violación.

La pregunta es, por qué, si aumenta el número de denuncias, se sigue poniendo el foco en nosotras. Por qué si hay adolescentes menores de edad, de jóvenes adultos o de hombres de más de 50 años, o de composiciones de todo lo anterior junto, nadie se pregunta cómo es posible que de un grupo de cuatro, cinco o diez hombres, ni uno solo de ellos echara el freno y pusiera el punto de cordura, de respeto y todos optaran en cambio, con conocimiento de causa, por cometer un crimen.

Duquesa Doslabios.

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Cariño, tengo miedo de andar sola por la calle

La semana pasada fue difícil. Difícil de esas en las que me cuesta ser mujer porque no ha habido un solo día en el que no haya recibido comentarios indeseados, miradas intimidatorias (no nos parecen algo sexy, nos dan miedo) o cruces por la calle con hombres que han pasado casi pegados a mí, cuando había acera de sobra, haciéndome sentir incómoda.

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No voy a ir de valiente. Vivo en uno de los barrios más peligrosos de Madrid y frecuento sus calles todos los días. Si en mi anterior zona no tenía ningún problema en responder, aquí, conociendo que las armas y las peleas son el pan de cada día, agacho la cabeza, aprieto los dientes y acelero el paso, confiando en que quede solo en eso.

Pero hace poco, un aviso me alertó de que una chica, también del barrio, había desaparecido. Hablándolo con mi pareja, le comenté que, en el caso de que algún día yo desapareciera, comentara también a la Policía mis inseguridades respecto a alguna calle concreta de la zona.

«No me digas esas cosas, que me rallo».

No

me

digas

esas

cosas

que

me

rallo.

Una frase que se me quedó grabada, palabra por palabra, y me sentó como haber bebido algo en mal estado.

Estaba manifestándole a mi pareja un miedo con el que convivo todos los días de mi vida, una serie de comentarios, de miradas, de frases, de uno que disminuye el paso para ir a mi lado, pero él lo que no quería era ni oír hablar de mis preocupaciones, de si algún día me pasaba algo, para no rallarse.

Lógicamente, por si a estas alturas del texto no lo habías imaginado ya, mi pareja es un hombre. Un hombre de casi dos metros al que, las pocas veces que han podido decirle algo por la calle por parte de una mujer, me ha admitido, nunca le hizo sentirse amenazado.

Con esto no digo que sea una paranoica y quisiera contagiarle a él mis temores, sino simplemente hacerle consciente de lo que es mi día a día y, también claro, de las preocupaciones que pueda tener.

Una respuesta correcta (y empática) por su parte habría sido la de ponerse en mi piel, escucharme y, después, preguntarme si hay alguna manera, al alcance de nuestras posibilidades, de ponerle remedio. Interrumpirme y silenciar el que estaba siendo un discurso de desahogo de una persona preocupada por un hecho que no puede cambiar (haber nacido mujer), no.

Por otra parte, mi pareja estaba teniendo la sensibilidad de una piedra al poner su paz mental por delante de mí. Lo importante en ese momento era que él no se rayara. Que yo viviera con miedo, no tanto.

Y no solo eso, el hecho de que mi situación fuera la de riesgo por haber nacido con doble cromosoma X, porque como repito, somos las mujeres las que sufrimos las agresiones verbales (no solo yo), tampoco era lo bastante importante para él antes de que me soltara esa frase.

Aquello me recordó a una frase que me dijo una conocida de ambos hace poco. «Lo malo del feminismo es que importuna demasiado a los hombres, no tenemos que molestarles con esas cosas».

Así fue, exactamente en ese momento, cómo mi pareja me hizo sentir. Una reivindicación más que válida de que quería ir por la calle tan segura y tan tranquila como él, le estaba importunando y prefería dedicarse a pensar en otras cosas.

Afortunadamente, una vez razonado, explicado y hablado, pudo entender mi situación y adoptar una postura más afín a lo que le estaba planteando.

Pero tuve que hacerle entender que, por mucho que él no quisiera oír hablar del tema (algo egoísta, vamos a decirlo claro), aquello no significaba que mi riesgo fuera a ser menor.

Simplemente estaba entrando en el modo de «Ojos que no ven, corazón que no siente», manteniéndose ajeno a mi situación y a mis sentimientos.

Por supuesto que no quiero que me pase nada, pero si vivo de manera rutinaria el acoso callejero, problemas de violencia verbal y en ocasiones casi con roce físico (en serio, ¿no habéis oído hablar nunca del espacio personal?), qué menos que mi pareja se ponga en mis zapatos, aunque no pueda andar con ellos.

Que tampoco le pido que salga a partir piernas, solo que me preste su hombro para desahogarme.

Duquesa Doslabios.

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Que no te preocupen los ‘incels’

«¿Es que ahora tenemos también que preocuparnos por esta gente?», me dice mi compañera de trabajo señalando la noticia de un incel que había atropellado a varias mujeres. Los incels son hombres heterosexuales, célibes de manera involuntaria, que convierten a las mujeres en el objeto de todo el odio que sienten, fruto de la frustración ante sus rechazos.

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La voz de mi compañera me resulta familiar. En ella encuentro miedo y preocupación, como si en el B.O.E. hubieran anunciado que hay un nuevo depredador suelto en el país. 

Y mi respuesta es que no. Ahora no tenemos que preocuparnos por ellos, porque en realidad llevamos conviviendo a su lado toda nuestra vida.

Se preocupa por los incels y yo pienso en aquel tío que me escupió a la cara por contestarle con un corte de mangas a los piropos.

Pienso en el que se sentaba a mi lado en la universidad y decía que aquella solo había conseguido prácticas en RTVE por chuparla. Pienso en el que se lió a darle puñetazos a una amiga en su portal. 

Pienso en el que ha ido de prostitutas porque según él, tener sexo es su derecho. Pienso en mi ex, que me cogía del cuello mientras me decía que mi valor era menor que el de la basura.

Pienso en las manadas de salvajes que cada mes van apareciendo por toda España y por todo el mundo.

Y realmente me pregunto si ahora nos preocupan los incels.

Señoras, hay hombres llevan odiándonos toda la vida aunque no les llamáramos así. Y su único rasgo en común es ese, que son hombres. Ah, y que nos desprecian, claro.

La única diferencia es que ahora le han puesto una etiqueta y se reúnen en foros a insultarnos y a planear cómo acabar con el mayor número de nosotras.

Pero vamos, yo no me preocuparía demasiado teniendo en cuenta que ya estamos bastante perseguidas.

Llevamos todo este tiempo cruzándonos con ellos en el metro, en la discoteca y hasta en los privados de Instagram, cuando te han llamado «zorra» por no haber contestado a sus mensajes. 

Con esto solo quiero decir que el arsénico era peligroso ya incluso antes de que le pusieran nombre.

Duquesa Doslabios.

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No es el sillín de una bici, sino el nuevo juguete sexual sin género

El mundo está cambiando. El desfile de Victoria’s Secret ha desaparecido en medio de la corriente del bodypositive y la aceptación corporal. Las tiendas con tallas grandes aumentan. Los anuncios de cremas depilatorias empiezan a poner el foco en los hombres de manera más regular e intentamos consumir menos plástico para no dañar el planeta.

ENBY, DE WILDFLOWERSEX.COM

En plena evolución buscando ser más conscientes, el sexo no se ha quedado tampoco atrás.

Hasta ahora, los juguetes sexuales se dividían en pocas categorías. Mientras que los artículos de placer femeninos más populares son los dildos o estimuladores de clítoris, los masculinos pertenecen a la sección de objetos con orificios.

Hasta ahí se reducían la mayoría de las posibilidades. Sin embargo, también la industria del sexo quiere avanzar en este mundo en el que cada vez las etiquetas son menos importantes.

La empresa Wildflower ha sido pionera en romper barreras con su nuevo producto estrella, Enby.

Con forma de manta raya (o de sillín de bicicleta para las mentes menos imaginativas como la mía), flexible y vibrador, sus posibilidades son infinitas y es capaz de estimularnos tanto a nosotras como a ellos.

No solo es una buena noticia saber que por fin tenemos una buena razón para dejar de considerar los anillos vibratorios un juguete para ambos (aún no conozco ninguna mujer que haya llegado al orgasmo con los toquecitos intermitentes de ese tipo de juguetes) sino que, además, supone un paso en la sexualidad.

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Introducing Enby – A vibe for everybody. 💜Designed to please a variety of bodies, Enby is a dynamic rechargeable vibrator that can be humped, rubbed on, tucked in a harness, and placed between bodies to offer stimulation in all the right places. Enby's flexible wings and ribbed bottom also make it a great penis masturbator. 💜We've worked tirelessly to create and perfect Enby over the past year, and we are incredible proud and excited to share it with you. We hoped to create a toy that anyone could enjoy, regardless of their anatomy or identity. Built upon the feedback we've received from our customers, Enby meets many of the needs that are not currently being adequately met in the sex toy industry. 💜Check out Wild Flower’s first toy via the link in our bio! It’s available for pre-order now!

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Listo para frotar contra tu cuerpo, para agarrar alguna zona concreta en medio o para masajear, ofrece muchas más opciones al poder llevarse dentro de la ropa interior o pudiendo utilizarse entre dos personas.

Aunque sin duda, para mí, la novedad más excitante es que no tenga género y ponga el placer al alcance de todos. Y puede que alguien llegue a preguntarse si esto era realmente necesario. Si hacen falta productos alternativos a los que ya conocemos que funcionen para todo tipo de géneros y orientaciones sexuales.

La respuesta más obvia es que sí, que no solo hacen falta sino mucha falta. Llevamos toda la vida viendo el sexo en azul y rosa, en hombre y mujer, en pene y vagina y es mucho más variado que eso.

Es el momento de que se empiece a pensar en la sexualidad de quienes quieren escapar de categorías o dejar a un lado las diferencias para concebirla como un elemento único que pueda funcionar a toda la población.

Que, a fin de cuentas, si algo tenemos en común, es que disfrutamos de un buen rato entre sábanas.

Duquesa Doslabios.

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