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A esas parejas que rompen y vuelven cada por por tres

«Todos conocemos a una pareja que rompe y se reconcilia constantemente, y si no la conoces, es que esa pareja es la tuya» Duquesa Doslabios

Hoy bien, mañana regular y pasado mal. Decides romper y, al poco tiempo, vuelves con tu pareja otra vez. Las cosas marchan de nuevo, hasta que empieza a ir cuesta abajo y ves que la ruptura es, repetidamente, la solución.

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Si te resulta familiar, es posible que hayas estado en una relación montaña rusa, donde las buenas y malas rachas parecen el constante y común denominador.

Es probable que, por amor, no quieras terminar. Pero existe una razón por la que la dinámica se repite una y otra vez. Y es que sabemos romper, pero no sabemos volver.

A la hora de enfrentar la ruptura, entendemos que todos los problemas quedan atrás, con la persona de la que nos despedimos. No solo decimos adiós a lo bueno sino a todo lo malo (razón que hace tomar ese rumbo).

Sin embargo, con la emoción del retorno, aquellos temas que en su día originaron la crisis en un primer lugar, ni se tratan ni se resuelven en profundidad. En otras palabras, es como intentar curar una hemorragia interna poniéndole una tirita por fuera.

Si realmente quieres que esa vez sea la buena, y, sobre todo, llevar una relación sana emocionalmente, es el momento de sentarte con tu pareja en el sofá y zanjar de una vez esas cosas pendientes, la manera de evitar que el patrón se siga repitiendo una y otra vez a lo largo de los años (porque, hazme caso, se repite constantemente).

La única vía posible es la de solucionar el asunto de una manera constructiva, en vez de seguir adelante haciendo como que el problema que separó en su día ya no existe. O, dicho de otra forma, mediante acciones, demostrar que hay un compromiso real de arreglar la relación.

Todos merecemos felicidad en estando en pareja sin el drama de las separaciones constantes, el “me voy a dormir al sofá” o “pasaré un tiempo en casa de mis padres”, sobre todo cuando se deben a ‘los temas de siempre’.

Una buena relación de pareja no es la que te hace sentir fuegos artificiales y te jura bajarte la luna a los pies, al final es esa persona que escucha, como parte de la rutina, tus preocupaciones y tus aspiraciones. Tus días de mierda y tus pequeñas alegrías.

Quien quiere poner de su parte todo lo necesario para que la relación funcione.

En cambio, si sigues en pleno estancamiento con temas que vienen y van constantemente, y, sobre todo con alguien que se niega a tratar los problemas de raíz y sigue cayendo en lo mismo, déjame decirte que ahí fuera existe una persona con quien no tendrás problema en conseguir que las cosas vayan en línea recta en vez de en círculos a ninguna parte.

Y tampoco tengas miedo en ir a buscarla.

Duquesa Doslabios.

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Problemas en el paraíso, cuando su familia va por delante de la relación

La primera lo aguantas, la segunda lo soportas, la tercera confías en que no llegue una cuarta y a la cuarta vez que pone a su familia por delante de tu relación, te planteas si te sigue mereciendo la pena.

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Son tres los minutos que se espera en cortar el cordón umbilical después de nacer. Justo después, el bebé empieza a respirar por su cuenta. O, al menos, suele ser lo habitual.

Según avanzo, me sigo encontrando personas que no han sabido desprenderse de esa unión, que siguen sin coger aire por sus propios medios. Siempre enganchados, siempre unidos, siempre dependientes de la familia.

Y, por supuesto, terminan con gente a la que le toca vivir con ello -por mucho que elegimos compartir nuestra vida con una pareja, sus padres y hermanos vienen en el pack, nos tocan por defecto-.

Soy la primera que tuvo ‘mamitis’ en los primeros años, pero una cosa es una fase que pasó con el tiempo, y otra muy diferente que sigan siendo lo más importante.

Llega un momento, esa gota que colma el vaso, en el que la familia de uno de los dos es solo motivo de discusión en la pareja.

Hay varias señales de alarma que podemos ir reconociendo, pequeñas pistas que te revelan que estabas en un error si pensabas que la relación era de dos.

Cuando lo primero es la felicidad del núcleo familiar, su comodidad y sus deseos, lograrlo pasa por encima de ti. Eso significa que es el momento de plantearse hasta qué punto sois, más que una pareja, un pequeño grupo en el que ni siquiera ocupas los primeros puestos.

Los valores, las expectativas, la presión familiar o incluso los límites de la intimidad son algunos de los sentimientos que experimentas cuando te encuentras en segundo lugar ante las imposiciones constantes.

Y, por mucho que creamos, con toda la buena voluntad del mundo, que por amor podemos aguantar, llega un momento en el que no se puede más. Aunque no es tan preocupante, un estudio de la revista Psychology Today reveló que tres de cada cuatro parejas tienen problemas con sus suegros (aunque no especifica si se tratan por este motivo).

¿La solución? Ni hacer elegir entre uno u otro bando, ni romper la relación. Hablar.

Empezar a crear límites con la familia que sean respetados, informar a nuestra pareja de cómo nos hace sentir la situación y establecer un consenso de una manera asertiva, es decir, comunicando de forma clara nuestros deseos sin agresividad ni pasividad. Respetando a los demás, sí, pero respetando antes las necesidades propias.

Si ni con esas funciona, el plan B es sacar la red, hay muchos peces en el mar. En cambio, esa persona no va a dejar de estar colgada del anzuelo de su familia por mucho que nos pese.

Duquesa Doslabios.

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