Cariño, tengo miedo de andar sola por la calle

La semana pasada fue difícil. Difícil de esas en las que me cuesta ser mujer porque no ha habido un solo día en el que no haya recibido comentarios indeseados, miradas intimidatorias (no nos parecen algo sexy, nos dan miedo) o cruces por la calle con hombres que han pasado casi pegados a mí, cuando había acera de sobra, haciéndome sentir incómoda.

PIXABAY

No voy a ir de valiente. Vivo en uno de los barrios más peligrosos de Madrid y frecuento sus calles todos los días. Si en mi anterior zona no tenía ningún problema en responder, aquí, conociendo que las armas y las peleas son el pan de cada día, agacho la cabeza, aprieto los dientes y acelero el paso, confiando en que quede solo en eso.

Pero hace poco, un aviso me alertó de que una chica, también del barrio, había desaparecido. Hablándolo con mi pareja, le comenté que, en el caso de que algún día yo desapareciera, comentara también a la Policía mis inseguridades respecto a alguna calle concreta de la zona.

«No me digas esas cosas, que me rallo».

No

me

digas

esas

cosas

que

me

rallo.

Una frase que se me quedó grabada, palabra por palabra, y me sentó como haber bebido algo en mal estado.

Estaba manifestándole a mi pareja un miedo con el que convivo todos los días de mi vida, una serie de comentarios, de miradas, de frases, de uno que disminuye el paso para ir a mi lado, pero él lo que no quería era ni oír hablar de mis preocupaciones, de si algún día me pasaba algo, para no rallarse.

Lógicamente, por si a estas alturas del texto no lo habías imaginado ya, mi pareja es un hombre. Un hombre de casi dos metros al que, las pocas veces que han podido decirle algo por la calle por parte de una mujer, me ha admitido, nunca le hizo sentirse amenazado.

Con esto no digo que sea una paranoica y quisiera contagiarle a él mis temores, sino simplemente hacerle consciente de lo que es mi día a día y, también claro, de las preocupaciones que pueda tener.

Una respuesta correcta (y empática) por su parte habría sido la de ponerse en mi piel, escucharme y, después, preguntarme si hay alguna manera, al alcance de nuestras posibilidades, de ponerle remedio. Interrumpirme y silenciar el que estaba siendo un discurso de desahogo de una persona preocupada por un hecho que no puede cambiar (haber nacido mujer), no.

Por otra parte, mi pareja estaba teniendo la sensibilidad de una piedra al poner su paz mental por delante de mí. Lo importante en ese momento era que él no se rayara. Que yo viviera con miedo, no tanto.

Y no solo eso, el hecho de que mi situación fuera la de riesgo por haber nacido con doble cromosoma X, porque como repito, somos las mujeres las que sufrimos las agresiones verbales (no solo yo), tampoco era lo bastante importante para él antes de que me soltara esa frase.

Aquello me recordó a una frase que me dijo una conocida de ambos hace poco. «Lo malo del feminismo es que importuna demasiado a los hombres, no tenemos que molestarles con esas cosas».

Así fue, exactamente en ese momento, cómo mi pareja me hizo sentir. Una reivindicación más que válida de que quería ir por la calle tan segura y tan tranquila como él, le estaba importunando y prefería dedicarse a pensar en otras cosas.

Afortunadamente, una vez razonado, explicado y hablado, pudo entender mi situación y adoptar una postura más afín a lo que le estaba planteando.

Pero tuve que hacerle entender que, por mucho que él no quisiera oír hablar del tema (algo egoísta, vamos a decirlo claro), aquello no significaba que mi riesgo fuera a ser menor.

Simplemente estaba entrando en el modo de «Ojos que no ven, corazón que no siente», manteniéndose ajeno a mi situación y a mis sentimientos.

Por supuesto que no quiero que me pase nada, pero si vivo de manera rutinaria el acoso callejero, problemas de violencia verbal y en ocasiones casi con roce físico (en serio, ¿no habéis oído hablar nunca del espacio personal?), qué menos que mi pareja se ponga en mis zapatos, aunque no pueda andar con ellos.

Que tampoco le pido que salga a partir piernas, solo que me preste su hombro para desahogarme.

Duquesa Doslabios.

(Y acuérdate de seguirme en Twitter y Facebook).

5 comentarios

  1. Dice ser Juan

    Tenemos miedo porque en nuestra especie, como en todas las demás, por selección natural han sobrevivido los ejemplares que tenían miedo y corrían a ponerse a salvo, los que no tenían miedo sucumbieron y no pudieron pasar sus genes a las siguientes generaciones.

    12 agosto 2019 | 09:47

  2. Duquesa Doslabios

    Juan,
    Tan sensible y empático como un bloque de granito.

    Ya me faltaban a mí los machirulos de turno quitándole peso a un problema que se ha demostrado que afecta a las mujeres.

    12 agosto 2019 | 14:54

  3. Dice ser Enya

    Para Juan

    Te ha quedao de puta madre lo del miedo si,pero no me vale en este caso porque una cosa es que tengas fobias y otra muy distinta tener ke pasar miedo porque a algunos se les pone la punta de la polla asi de simple, ves como es diferente.
    Dale una vuelta a la neurona que se quedo dormida

    Saludos

    12 agosto 2019 | 18:44

  4. Dice ser Rosa

    Juan, tienes toda la razón, si señor y tienes razón porque no has vivido nunca en los zapatos de una mujer. Nunca has sabido lo que es tener miedo de noche de fiesta, ni tener miedo cuando vas a correr solo para hacer deporte por la tarde al monte. Tampoco cuando te has emborrachado y te han tenido que traer alguna amiga a casa ( o peor aún, cuando borracho te has quedado solo). Tampoco cuando de madrugada te has quedado tirado en la calle porque has perdido las llaves y no puedes entrar a casa. Es fácil opinar así cuando no te han dicho salvajadas en la calle por llevar una minifalda, o que a un ligue le digas que no y se crea que ese no en realidad es un si (y aún encima te dice a la cara que lo estas deseando).

    13 agosto 2019 | 01:00

  5. Dice ser Gon

    «Simplemente estaba entrando en el modo de “Ojos que no ven, corazón que no siente”, manteniéndose ajeno a mi situación y a mis sentimientos.»

    Realmente tienes toda la razón en que su respuesta, aunque probablemente sin ninguna mala intención y fruto del miedo ante la posibilidad horrible de que te pueda pasar algo, no fue la adecuada. Por otro lado, está claro que se ha dado cuenta de esto y que actuará de otra manera si vuelve a ocurrir.

    De todas maneras, si me permites la opinión, creo que esta reacción debería salir fuera de los ejemplos de la comparación entre hombres y mujeres ante ciertas situaciones (el feminismo creo que aquí no pinta nada) y centrarse mas en el miedo ante la pérdida o daño de un ser querido, independientemente de su género.
    Por ejemplo, yo, hombre, puedo decirle a mi pareja, mujer, que me da miedo que a mi hijo le pase algo yendo al colegio, y que esta responda de una manera parecida a la que ha hecho tu chico. Esta seria la misma situación, provocando en mi una sensación como la que has tenido tu (falta de empatia y cierto desasosiego) pero dejando fuera cualquier tema de género.

    En cualquier caso, me alegro que el reaccionara y ahora te sientas mas apoyada.

    Un saludo y gracias por compartir tus experiencias ¡me encanta tu blog!

    13 agosto 2019 | 08:49

Los comentarios están cerrados.