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Ni el coronavirus frena al porno

A estas alturas del mes, seguramente me leas desde casa, en un rato ocioso que has escogido de tu jornada de teletrabajo. Como tú, estoy yo: enchufada constantemente al portátil y siguiendo a rajatabla las pocas condiciones que me permiten salir de casa.

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Vivimos un esfuerzo casi global, sin embargo hay muchas industrias que se están escapando de las recomendaciones de mandar a los trabajadores a sus domicilios. En el caso del sector de la alimentación, no queda otra, pero ¿y si te digo que la pornografía también es una de ellas?

Por lo visto, productores de cine adulto han tomado la decisión de seguir grabando con normalidad, tomando unas simples medidas al respecto como son evitar los viajes de su equipo y grabar en la ciudad de residencia.

También desinfectar constantemente los espacios y materiales (algo que ya realizaban antes) o mantener la distancia de seguridad, siempre y cuando se pueda, serían otras estrategias que evitarían contagios.

Puedo entender que, teniendo en cuenta que una de sus mayores batallas es la de conseguir que sus intérpretes se mantengan sanos escapando de las enfermedades de transmisión sexual, sientan que se encuentran en terreno conocido.

Pero solo en cuanto a venéreas se refiere. Por mucho que tengan experiencia en esta materia, el Covid-19 sigue siendo un desconocido para todos.

Quizás un set de rodaje es mucho más sencillo de desinfectar que todo un supermercado o un autobús que se utiliza para el transporte público, pero sigue habiendo ocasiones de riesgo.

Te hablo de una industria en la que el contacto es imprescindible.

De hecho, dudo bastante que todas las películas que salgan en este periodo tengan a los protagonistas, todo el rato que dure esta, en la postura del perrito, una de las pocas que evita el contagio al estar las caras alejadas.

Que una de las medidas que garantice que un actor pueda participar sea comprobar que no tiene fiebre, demuestra que poco o nada se sabe de que también hay problema de propagar el virus cuando los síntomas todavía no han empezado a dar la cara.

Así que no puedo evitar preguntarme si, por mucho que se vean listos para afrontar la situación, no estén cometiendo el gigantesco error de pensar que están controlando todo, cuando pueden ser un foco de contagio innecesario.

Al final, quitando aquellos adictos al porno de la ecuación, no es algo de primera necesidad, como que siga habiendo medicamentos en la farmacia.

Duquesa Doslabios.

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De verdad que hay gente que se piensa que el sexo tiene que ser como el porno

¿Te acuerdas de cómo aprendiste cosas sobre el sexo? Yo te lo digo, no fueron las clases de educación sexual de una hora en todo el curso las encargadas de que descubrieras qué era eso de una felación.

Si no ha sido el listillo de la clase, el que sabía todo por su hermano mayor, me juego la coleta a que ha sido el porno.

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Y vale que la primera vez que viste un pene o una vulva en tu vida, aquello te recordó casi a una criatura de otro planeta (sobre todo porque te parecía que sobraba piel por todos los lados). Pero eso no significa que se convierta en la referencia de tu vida.

De hecho, incluso hay casos de chicos que pasan miedo la primera vez que ven un pubis con pelo. Casi tienes que decirle «Shhh, tranquilo. No muerde, puedes acercar la mano. ¿Ves como es sociable?». No me quiero imaginar si eso ya pasaba con los millennials, qué vendrá después con la Generación Z.

Parece que los vaticinios no son muy positivos, o al menos si analizo los resultados del último estudio de Durex, quienes entrevistaron a 1.000 personas entre 18 y 24 años para saber cuál era su nivel de satisfacción sexual respecto al porno.

Una tercera parte estaba «sorprendida» de lo que era aquello si se comparaba con lo que veían en la pantalla, ya que antes de intimar, eso era lo más parecido al sexo que habían tenido.

También una tercera parte declaró que había afectado en lo que encontraban atractivo en su pareja (tetas gigantes, pubis siempre perfectamente depilados…).

Por último, la cuarta parte afirmaba que aquello no era tan bueno como lo esperaban, lo que les había pasado factura a la autoestima.

Imaginad qué tristeza estar toda tu adolescencia más salida que el pico de una mesa, llegue tu primera experiencia y descubras que no es tan bonito como pensadas. ¿No os da pena?

Si es que lo malo del porno es que ha pasado de ser un producto ‘de mentira’ a algo que esculpe cómo es o cómo debería ser el sexo.

Pero pensar que tu vida sexual va a ser como el porno es como esperar que de los huevos de la nevera salgan dragones porque has visto hace poco Juego de Tronos. No confundas la realidad con la ficción.

Tenemos la suerte de que contamos con más libertad que nunca para hablar de todo y que no es necesario que la educación se quede en la pornografía.

Hay un montón de sexólogos con redes sociales (no tienes excusa para no seguirlos), centros donde te ofrecen información e incluso programas de salud sexual.

Duquesa Doslabios.

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¿Por qué durante el sexo ‘más intenso’ se traduce en ‘más violento’?

Que nuestra sexualidad está condicionada por los referentes que nos rodean, es algo que -teniendo en cuenta el furor por el BDSM tras ‘Cincuenta sombras de Grey’ entre otras cosas- nunca me atrevería a negar.

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Las películas, las series de televisión o incluso los sucesos de actualidad (las violaciones grupales han disparado las búsquedas de estas prácticas en páginas web de pornografía) nos pasan factura mental y sexual.

Un ejemplo que os voy a comentar os va a resultar más que conocido.

En más de una ocasión, en pleno arranque pasional cuando estás queriendo subir todavía más la temperatura del polvo, he pedido aumentar la intensidad.

Seguidamente me han dado un cachete a mano abierta (ojo, que me encantan), me han cogido las muñecas con fuerza, me han tirado del pelo o me han sujetado del cuello.

Y es que actualmente, el resultado de la traducción de más intenso entre las sábanas no es otra que un sexo más violento.

A estas alturas de la película, la de mi vida, y conociendo un poco a las personas que han pasado por ella, entiendo que no son otra cosa más que fruto de una educación sexual basada en repetir lo que han visto en la pantalla del ordenador o del teléfono.

Sin embargo, llegado el momento de reflexionar sobre el camino que nuestra sexualidad ha tomado, hay que pararse y echarle un vistazo a los pasos, porque están algo torcidos y aún se pueden enderezar.

Intensidad, según el diccionario de sinónimos, es potencia, vehemencia, entusiasmo, magnitud… En ningún caso encuentro palabras que recuerden a la rudeza.

Así que la próxima vez que os pidan intensidad, o que queráis ponerla en práctica, apostad por sacar los pies del tiesto en el que llevamos metidos hasta ahora y aumentar el ritmo, mirar fijamente a la otra persona, acariciarla en esa zona que le pierde o salir a la terraza a seguir haciéndolo.

La pasión se puede conseguir de muchas maneras. Aunque las agresiones puedan formar parte del juego, no son la única alternativa.

Duquesa Doslabios.

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¿Y si solo llego al orgasmo pensando en porno?

Para mí, llegar al orgasmo es tan fácil como pensar en porno. Aprieto los ojos y buceo por los rincones de mi cerebro hasta dar con la carpeta de erotismo, esa llena de todo tipo de imágenes y vídeos.

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Busco el que suele funcionar para estos casos, uno que vi hace años de una pareja en un vestuario, y el resto es historia. O, en este caso, orgasmo.

Pero, como a mí me pasa, me consta que no soy la única en recurrir a alguna imagen erótica cuando quiero ‘acelerar(me)’.

Para empezar, no tiene nada de malo. Si cada persona es un mundo con su sexualidad, y somos miles de millones, la cantidad de sexualidades diferentes es inmensa.

Además, tener algo que funciona como gatillo, nunca lo he visto como una desventaja, en todo caso como un superpoder sobre mi excitación.

Esto no significa que lo use siempre. Si fuera imprescindible que mi mente proyectara este tipo de pensamientos cada vez que intimo, significaría que no soy capaz de disfrutar plenamente del momento.

Pero para ciertas ocasiones, cuando me falta un plus o, simplemente, me apetece, lo reproduzco mentalmente.

En el veneno está la dosis y en la pornografía también. Si lo usamos a modo de píldora, como un simple aderezo, es equivalente a sazonar la vida sexual y hacerla también, a nuestra manera, variada.

Pero, ¿qué hay de los casos en los que es imprescindible para llegar? Como decía unas líneas más arriba, vamos a sexualidad por persona, por lo que ni es una enfermedad ni algo de lo que haya que sentirse culpable.

Partamos del punto de que no hay una manera correcta, no hay unas normas de estilo, ni un modelo definitivo sobre cómo tener sexo, cada individuo lo hace a su manera.

Y si se ha encontrado una manera de disparar el orgasmo, mediante la fantasía, ya sabemos que aquello funciona.

Aunque, para quienes estén todavía preocupados porque es su única forma de alcanzar el clímax, hay maneras de llegar sin tener que poner la película mental.

El punto de partida sería relajarse y limitarse a aplicar los conceptos de mindfulness al terreno sexual.

Convertir el placer en el centro de todo, el momento erótico en el aquí y el ahora, disfrutando plenamente sin la presión del orgasmo.

De esta forma se consigue conectar realmente y, poco a poco, conseguir que la situación, y la imagen de la vida real, es tanto o más efectiva que la que tenemos en el archivo.

Duquesa Doslabios.

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«Las fotonovelas son una combinación entre los relatos eróticos y el porno común»

Las películas, las novelas, los relatos, las revistas… La pornografía se ha hecho con todas y cada una de ellas llevándolas a su terreno. No son las únicas. Existen géneros híbridos, igual de morbosos, que despiertan a partes iguales nuestra imaginación y nuestro deseo.

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Para Diego Duron, el fundador de Fotonovelasxxx.com, el atractivo de este formato reside en su erótica oculta: «En contar la historia más a fondo. La historia y la parte gráfica se complementan. Se puede ver la escena a todo color, pero también qué hay detrás de ella, como los diálogos o los pensamientos».

Eso es algo que, en su opinión, diferencia la foto novela de la pornografía convencional. «Yo pienso que las fotonovelas son como una combinación entre los relatos eróticos y el porno común, cogen lo mejor de ambas partes y lo combinan de la mejor manera posible», dice.

Y es que el valor añadido del erotismo que hay más allá del mero intercambio sexual es algo que pesa fuerte en la foto novela erótica.

«Tratamos de hacer darle al público un poco más de fantasía, de juego de diálogos, miradas, seducción, etc… No estamos en contra del porno explícito, pero sí pensamos que debe haber un balance entre la historia y el sexo. Que ambas partes sean importantes y que no se deje de lado una u otra», dice Diego asegurando que es lo que hace falta para destacar frente a las películas porno de las grandes productoras.

El trabajo del fotonovelista no se limita a buscar escenas de películas ya existentes, sino crear toda una historia a su alrededor: «Las fotonovelas son únicas porque hacen que el usuario se meta en la piel de los protagonistas, que la fantasía sea más viva ya que te mete en la historia».

Una característica en la que siente que también superan a la novela erótica, ya que según Diego: «No les puedes dar un rostro o un cuerpo a los protagonistas, algo que le quita un poco de encanto».

Convertirse en fotonovelista de erotismo está al alcance de cualquiera: «Nosotros le damos la oportunidad a todo el mundo de mostrar su trabajo. Aunque pedimos un cierto nivel de material, no somos muy exigentes, pero tampoco publicamos cualquier cosa».

De entre sus artistas, destaca dos autores de habla española hay varios autores que tienen mucha imaginación, algo imprescindible ya que los ingredientes, según él, son los siguientes: «Una buena narrativa, buenos diálogos, una historia consistente y, sobre todo buenos personajes. En una historia erótica los protagonistas deben tener personalidad, pero también ser atractivos físicamente».

Solo hay que leer un par de obras para descubrir que es un producto creado en su mayoría, para un público masculino con muchos tópicos machistas heredados de las películas X. El creador de la web es consciente y confía en poder girar las tornas en un futuro cercano.

«Estamos pensando en convertir una serie erótica que se supone fue creada para mujeres en fotonovela. Sería bastante bueno darle un enfoque femenino a este tipo de material», admite.

«Desafortunadamente, casi en su totalidad, los autores son hombres y eso ha hecho que sea cada vez más complicado encontrar cosas que podrían gustarle a las mujeres. Lo único que hace falta es que se interesen en esto y comiencen a escribir, ya que desde el punto de vista masculino a veces no se sabe a ciencia cierta qué es lo que a ellas les gusta», dice Diego.

¿La clave del cambio? En nuestras manos, afirma: «Hay muy pocas mujeres interesadas en crear porno, no solo en las fotonovelas sino en todo el porno en general. Para que el mercado erótico cambie, las mujeres deben comenzar a crear el material que a ellas les gustaría ver».

«El porno siempre ha sido un mercado egoísta donde lo único que buscamos todos es satisfacer nuestros deseos. Nos hemos enfocado durante mucho tiempo en crear películas solo para nosotros dejando a las mujeres de lado. Lo único que nos hace falta es una opinión femenina que nos guíe para poder incluir, cada vez más, el lado femenino de la fantasía erótica», dice Diego.

Y, mi opinión coincide con la suya. No basta con pedir material que nos gustaría, que nos excitaría o con el que nos sentiríamos realmente identificadas. Tenemos que empezar a crearlo nosotras mismas.

Duquesa Doslabios.

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¿Es el ‘cosplay’ la otra revolución de la pornografía?

De una manera o de otra, todos estamos familiarizados con el cosplay. Esa tendencia que hace que algunas personas, llevadas por una gran pasión, emulan a la perfección -en apariencia e incluso actuando de la misma manera- a sus personajes favoritos de películas, cómics o videojuegos a modo de entretenimiento.

Facebook Jessica Nigri

Es habitual encontrarlos por el metro cada vez que se dan los salones del cómic o ferias del Manga, así como durante Halloween o Carnaval (los reconocerás porque, más que parecerte alguien disfrazado, te da la sensación de estar ante el mismísimo Deadpool).

Aunque no todo es diversión, ya que hay quienes han encontrado la manera de monetizarlo. Dentro del gigantesco universo del costume play, algunas de las cosplayers más reconocidas (mujeres) han hecho de su afición un negocio y, al mismo tiempo, satisfecho una ‘demanda’ erótica que va en alza.

A través de páginas web donde creadores cuelgan sus trabajos, las cosplayers comparten «contenido exclusivo como sesiones de fotos, vídeos, cosplays, imágenes en lencería y más«, según anuncian en sus respectivos perfiles de las plataformas que se encuentran ligadas a su cuenta bancaria.

Un contenido que requiere de una suscripción mensual, siendo las opciones de pago más caras aquellas que incluyen las fotos en ropa interior (de 22 a 53 euros por mes según la fama de la cosplayer), y que podría ser considerado un tipo de soft porn.

La frontera entre el porno y los videojuegos o cómics, mundos con un denominador común ya que se muestran esas mujeres tan idealizadas por el imaginario masculino, está claro que cada vez se desdibuja más.

De hecho el año pasado PornHub, la web de pornografía, sacó un informe sobre sus búsquedas en el que revelaba que el contenido relacionado con los videojuegos había aumentado un 112% en cuanto a Hentai, porno, imitaciones o cosplays de los personajes del videojuego Fortnite con un contenido erótico.

Que el porno ponga sus miras en los videojuegos, los videojuegos en la pornografía o incluso las cosplayers en ambas cosas y lo conviertan en ingresos, no es algo que critique para nada, lo que critico es el mensaje derivado de inspirarse en los personajes femeninos.

En mi opinión cabría más bien preguntarse qué tipo de imagen están transmitiendo estas uniones entre las diferentes industrias con ese tipo de cuerpos femeninos (siempre femeninos) e irreales donde solo existen las mujeres con tetas XL, cinturas de avispa, inmensos ojos y pestañas infinitas. Pero, sobre todo, mujeres que, en sus poses y vídeos, aparecen siempre dispuestas y sumisas.

Es una fantasía, claro, solo espero que, quienes paguen, jueguen o descarguen ese contenido lo recuerden y les quede claro que, a diferencia de sus videojuegos, nosotras no estamos plegadas a sus deseos.

Duquesa Doslabios.

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¿Porno sin imágenes? Déjate excitar por el oído

Parece que la pornografía es la única opción que existe a la hora de estimularse por cuenta propia. Como si todo el morbo se redujera a eso, imágenes que imitan, o buscan imitar, un intercambio que es el que realmente resulta excitante.

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Su recorrido, de varias décadas, se ha hecho con un mercado en el que difícilmente podían competir las novelas eróticas, especialmente desde la eclosión de internet ligada a un ultradesarrollo de la tecnología. Pero ni solo de pan vive el hombre ni solo de porno la excitación.

En mi búsqueda de fuentes alternativas, aparecieron los relatos eróticos escritos por personas anónimas en plataformas gratuitas. Un espacio en el que, mediante categorías, podías llegar a aquellas historias de tu gusto.

Leer erotismo tiene algo que le falta a la pornografía. Ese uso de la imaginación apoyado por palabras tan evocativas como «lamer» o «penetrar» te sacuden de una manera que ya quisieran las películas.

Mi último descubrimiento, el proyecto que han puesto en marcha sobre una estimulación sexual alternativa para mujeres sin imágenes (porque sí, definitivamente puedes excitarte sin necesidad de ver a un actor eyaculando sobre la cámara, que es algo que más que morbo, te da vergüenza ajena).

Quinn, que se lanzará el 13 de abril, y en palabras de su fundadora, Caroline Spiegel, «No tendrá contenidos visuales, solo audio e historias escritas. Y lo mejor es que esto es una fuente abierta, de manera que la gente puede subrayó sus fantasías o contenidos propios».

QUINN

Eso sí, pasando por el filtro de los creadores antes de aparecer en línea.

Sus objetivos son varios: en primer lugar, desempolvar la imaginación evitando que nos acomodemos a un estímulo en el que somos sujetos pasivos y no activos.

En segundo lugar, luchar contra la idea de las mujeres teniendo placer que nos llevan vendiendo las películas porno estos años, alejándose del prisma masculino que crea ficciones para estimular a una audiencia que son mayoritariamente hombres.

Y, en tercer lugar, llegar a un nuevo público que, quizás como yo o como muchas de mis amigas, no nos hemos llegado a sentir nunca cómodas ni con ese concepto de la sexualidad ni de la excitación de las películas X explorando otras vías de placer, desconocidas hasta ahora, pero, seguramente igual o más placenteras.

Duquesa Doslabios.

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Sobre el sexo oral y las arcadas

¿Sabéis de qué estoy harta? De las mamadas que te producen arcadas. No porque sea la reacción que desencadenan, no, sino por el tío de turno que te agarra el pelo de la nuca y te empuja la cabeza hacia su entrepierna, como si quisiera fusionarte con su cuerpo haciendo de tu cabeza un tercer testículo, hasta que, cuando ve que empiezas a regurgitar, relaja la presión.

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Lo que podemos reconocerle a las películas eróticas es que han construido una imagen para que una arcada en plena felación resulte estimulante para ellos, llegando incluso a tener una categoría específica de mujeres que las sufren practicando sexo oral. Y lo más fuerte es que es una de las categorías más vistas. ¿Gracias, porno? Todo lo contrario.

A fin de cuentas, una arcada es una reacción del cuerpo, unas contracciones de los músculos respiratorios y abdominales que realiza para provocar el vómito, movimientos que se han vuelto muy populares gracias al cine para adultos. Pero, si te paras a pensarlo, ¿cómo reaccionaríamos si tuviéramos una arcada y jamás hubiera aparecido en el porno?

-Ghhhhhh
-Perdona, Laura. ¿Estás bien?
-Real que casi echo las lentejas
-Tía, no te la metas tanto a ver si vas a potar
-Jajaja ¿te imaginas?

En mi cabeza así sería la reacción normal que tendríamos al respecto sin la ‘arcadización’ de las felaciones.

Imaginemos un caso a la inversa y que cada vez que nos hicieran un cunilingus, si apretáramos más su cabeza contra nosotras, les produjera un estornudo. A nadie le excita que las reacciones naturales del cuerpo hagan acto de presencia.

Que se empiece a toser o estornudar te saca del momento. Incluso si en pleno polvo a alguien le empezaran a dar arcadas nos preocuparíamos bastante (así como escaparíamos del alcance de un posible vómito).

Pero volvamos a ese chico que empieza a estornudar comiéndole todo a su novia. Imaginad que llega un director, decide hacer de eso algo erótico y se pone a grabar escenas constantemente de chicos estornudando mientras bajan al pilón.

¿No os parecería preocupante que una persona tuviera que estar estornudando hasta cinco o seis veces? Parece algo no solo agotador para el pobre chaval que tuviera que practicarlo, sino poco morboso (no conozco ninguna parafilia que consista en ver a gente estornudando).

Una encuesta rápida entre mis amigas, compañeras y hasta seguidoras, me confirma lo que llevo comprobando desde la primera vez que me tocaron la campanilla, las arcadas nos cortan el rollo.

De hecho, hay quienes se emocionan tanto en conseguir la ansiada reacción de película que hacen que termines medio asfixiada, algo que, creedme, hará que nos lo pensemos dos veces antes de volver a pasaros por la cama.

«Me encanta ver cómo disfrutas», se atreve a decir más de uno mientras notas cómo la tortilla del mediodía está empezando a emprender su camino hacia tu boca. Así que si todavía no ha quedado claro, lo voy a repetir: no disfrutamos.

Si de algo me siento afortunada es de haber entendido que, por mucho que el porno marque un camino, yo no tengo por qué seguirlo si no estoy cómoda físicamente o si no lo comparto por mis principios.

Y, os digo desde ya, que tener que sufrir espasmos no es algo que esté dispuesta a hacer. Rebelaos. Que las arcadas vuelvan a recuperar su significado y sucedan solo si hemos comido algo en mal estado.

Ya está bien de seguir promoviendo la imagen de que produce morbo ver mujeres sufriendo. La sensibilidad por parte de muchos hombres cada vez brilla más por su ausencia y lo que empieza por algo tan simple como puede ser tener una arcada chupándola termina en un grupo violando a una mujer.

¿Y todo por qué? Porque han aprendido que, si le salen lágrimas, está sin aire y se encuentra incómoda, es excitante.

Duquesa Doslabios.

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Tu gatillazo se apellida ‘porno’

Creo que todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos topado con el porno. La curiosidad, algo norma, a edades tempranas es muy fuerte y termina con esas búsquedas a escondidas desde el móvil o el ordenador que vienen seguidas, en el caso de los más prudentes, de otras investigaciones a golpe de buscador sobre cómo hacer desaparecer el indiscreto historial.

LELO

El porno nos convierte en espectadores activos o pasivos por mucho que, acompañando la visualización, llevemos a cabo alguna acción. Un espectador pasivo es, a mi parecer, quien recibe el contenido dándolo por válido y veraz, utilizándolo como fuente de estímulo tal y cómo lo ve.

Por otro lado, el espectador activo tiene una actitud más crítica ante la pornografía. También puede disfrutar del contenido, pero los vídeos, los comportamientos que aparecen en ellos, hacen que se cuestione la realidad de lo que está viendo entendiendo que es una ficción con la que no tiene por qué estar de acuerdo. Son personas más juiciosas que limitan el porno a momentos concretos o a búsqueda de ideas para aderezar la vida sexual.

Un espectador activo tiene el poder sobre la pornografía, mientras que el pasivo terminará consiguiendo, como desarrollaré más adelante, que el porno tome las riendas de su vida (sexual).

Convertir las películas de contenido sexual explícito en una fuente de satisfacción constante pasa una factura muy alta al cuerpo, y tiene nombre y apellidos: disfunción eréctil.

Pero bueno, disfunción eréctil ha existido siempre, me diréis. No es una novedad que haya descubierto yo de repente. Lo que no ha existido siempre, y esta es la novedad, es en hombres jóvenes sanos entre 18 y 30 años.

El cambio de clientela lo han notado, con sorpresa, las clínicas especializadas en tratar la salud sexual masculina, que han visto como su parroquia de hombres de cierta edad aquejados del problema se veían sustituidos por chicos.

Sin enfermedades, sin problemas de salud, sin nada que aparentemente pudiera justificar el trastorno sexual, los expertos tuvieron que analizar qué diferenciaba la sexualidad de esa generación con las anteriores. ¿Adivináis que diferencia encontraron? Correcto, un móvil conectado a internet 24 horas con acceso al porno.

La pornografía existía ya, sí, pero tenías que pasar por el proceso de hacerte con un DNI de alguien mayor de edad, ir al videoblub de tu zona y dar con la película a tiempo de que ni el dueño de Blockbuster ni tus padres te pillaran el VHS en el reproductor.

Una serie de barreras que, ‘gracias’ a la tecnología ya no tenemos. ¿El resultado? Barra libre de porno sin ningún tipo de control en el teléfono. Y además un porno más persuasivo que nunca que consigue provocar la mayor estimulación sexual gracias a las tomas, conceptos, reparto y medios para rodar las películas.

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Y a mayor estimulación, mayor dependencia, una dependencia que se traduce en adicción ya que el abuso del porno, como cualquier droga, provoca cambios en el cerebro alterando la dopamina. Algo que explican en Boston Medical Group: «se crea una mayor resistencia a la misma y se pierden muchos receptores en las células nerviosas. Al igual que la dependencia de las drogas, el cuerpo y el cerebro necesitan una mayor dosis de porno para poder sentir lo mismo que la primera vez».

Traducción: llegas a un punto en el que nada te excita. Tu deseo sexual normal de chico de 21 años está acostumbrado a un nivel tan alto de estimulación que, las relaciones de pareja clásicas se vuelven aburridas afectando a las relaciones íntimas. Un fenómeno que en la clínica bautizan como «desensibilización». «Hay una desconexión cerebro-genital y aparecen los problemas de erección», declaran.

Llegados a este punto, el tratamiento es la única solución, una solución que, para más inri, le cuesta más a los jóvenes que pueden tardar hasta tres años en recuperarse. Pero, no desesperéis, adictos al porno, hay luz al final del túnel.

«Los pacientes que dejan la pornografía entran en una etapa conocida como planicie, con una pérdida de la líbido, indiferencia sexual, pérdida de erecciones nocturnas e incluso depresión», dicen desde Boston Medical Group». «Es en ese momento donde hay que tener más precauciones, porque para combatirlo, los hombres pueden volver a recaer en ver nuevamente porno, activándose de nuevo la dependencia», declaran.

No obstante, y como alumna fiel de la escuela de «mejor prevenir que curar», la respuesta la tienes unos párrafos más arriba. Con el porno las tres «P»: precaución con su consumo, nunca dejar que llegue a convertirse en la única fuente de estimulación; pensamiento crítico comprendiendo que lo que estamos viendo es una ficción y en ningún caso la vida real; y poder que debemos ejercer sobre ella y no ella sobre nosotros alterando nuestro cerebro y afectando a la vida sexual.

Duquesa Doslabios.

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Pornografía, ¿diversión «inocente» o infidelidad?

Dicen que ojos que no ven, corazón que no siente. Pero ¿y si los ojos ven y lo que miran es pornografía?

YOUTUBE/Padre de Familia

Tengo 26 años y llevo viendo porno desde los 17, que fue cuando tuve un portátil para mí sola (y cuando aprendí a borrar el historial).

En este tiempo nada ha hecho que dejara de verlo. He tenido épocas de mi vida en las que lo veía con más frecuencia, otras menos y otras, prácticamente, nada.

Es algo un poco aleatorio y no depende de si tengo o no pareja, a veces me apetece, a veces no, a veces tiro de archivo o me meto a leer relatos eróticos… Lo que tiene el porno es que es un recurso fácil que, como dice una amiga mía, nos apaña porque lo tenemos «a mano», y literalmente.

No hace falta pensar, basta mirar y atender a la respuesta física. Como animales que somos, los estímulos visuales de la pornografía nos producen excitación. Como cuando alguien bosteza y seguidamente te entran ganas de repetir la acción aunque no tengas sueño.

Así como también nos lo puede producir además de la película, un recuerdo o una fantasía salida de nuestra imaginación.

Sin embargo, son vivencias que forman parte de nuestra vida sexual individual, no por hacerlo solos, sino por que hablo de aquella propia de cada individuo.

La cabeza es libre, no hay intimidad real con otra persona, y, como dice otro amigo (pregunté a muchos al respecto) «pensar en robar un banco no significa que lo vayas a robar».

Otra cosa es que la pornografía se convierta en una obsesión y reste tiempo de estar con nuestra pareja, altere nuestros hábitos o produzca ansiedad por no vivir en carnes esa «realidad sexual» que termina al grito de «Corten» (aunque eso no lo veamos).

El porno es un show, un espectáculo, un producto para pasar un buen rato y debe ser tratado como tal, no como un reflejo fiel de la realidad.

Además de usarlo a solas o en compañía, podemos «tomar nota» y usarlo como fuente de ideas para ponerlas luego con alguien a prueba. Si se atreve…

Duquesa Doslabios.