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Ya hay una copa menstrual que te permite tener sexo (y sin manchar nada)

Hace cinco años empecé a usar la copa menstrual y, desde entonces, hablo maravillas de ella. Es fácil, práctica, perfecta para disfrutar de un día de playa o de spa sin miedo y, sobre todo, respetuosa con el medio ambiente.

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En este tiempo han ido evolucionando. Ahora las encuentras con una especie de pitorro para poder vaciarlas sin tener que sacarlas de dentro, con aplicador y hasta con sistema antiderrames.

Aunque el modelo más sorprendente que he descubierto es aquel que te permite tener relaciones sexuales ¡con ella puesta!

Pero, en un mundo en el que el uso de la copa menstrual está cada vez más extendido, ¿por qué utilizar este modelo? Pilar Ruiz, responsable de Comunicación de Intimina, la marca responsable del Ziggy Cup, la copa pro sexo, nos lo cuenta.

Y es que por mucho que hayamos naturalizado tener relaciones sexuales durante esos días, y como la propia Pilar me confirma según datos del estudio que realizó la marca en 2019, ·todavía parece ser que no son compatibles: «Cerca del 70% de las mujeres considera que no es algo que le guste hacer especialmente durante esos días. De hecho, para los hombres la respuesta es muy similar.»

Que una copa menstrual se pueda llevar mientras se tienen relaciones, ¿es la forma de revertir esta situación?
Hemos lanzado al mercado esta copa menstrual para todas aquellas mujeres que quieren olvidarse de la regla en cualquier momento. De esta forma, las ayudamos a que se sientan más seguras, ofrece total libertad. Es extraplana y diseñada para proporcionar total comodidad, sin importar la actividad que se realice. Es muy suave y fina, y cuenta con un borde doble a prueba de fugas.

¿Por qué crear una copa en concreto que se puede dejar puesta con lo sencillo que es quitarla si se quieren tener relaciones?
Esta copa menstrual no bloquea el canal vaginal, ya que está apoyada contra el cuello uterino, muy similar a como lo hace un diafragma anticonceptivo. De todas formas, puede usarse también como una copa menstrual normal, no solo para mantener relaciones sexuales con la regla. De hecho, recoge el fluido protegiendo hasta 12 horas seguidas gracias a su gran capacidad, independiente de la cantidad de flujo. También está especialmente dirigida a mujeres que tienen el cérvix más alto para una total comodidad.

¿Puede llegar a proporcionar más placer a la mujer en el orgasmo?
Está diseñada para ofrecer un máximo confort sin tener fugas durante las relaciones sexuales. En este caso, no proporciona más placer, pero sí decimos que mantener relaciones sexuales con la regla es beneficioso. Al experimentar estimulación sexual, los niveles de oxitocina del cuerpo aumentan, haciendo que la glándula pituitaria bombee endorfinas que amortiguan cualquier dolor que puedas sentir por los cólicos. Mantener relaciones sexuales durante la menstruación puede aliviar en gran medida las molestias.

¿Es solo para utilizar durante el acto sexual o se puede llevar más horas puesta como es el caso de las copas convencionales?
Puede llevarse hasta 12 horas seguidas. Al igual que las copas menstruales convencionales, ofrece las mismas ventajas: se adapta al cuerpo y no se nota, es ultrasuave, hipoalergénica, se puede guardar en su funda higiénica y es reutilizable hasta dos años.

¿Dónde tenemos que colocarla para que no se note durante el sexo?
Se recomienda tener experiencia previa en el uso de otros modelos de copas menstruales. Si ya tienes práctica con ellas, estos son los pasos que recomendamos:

· Localiza la parte trasera de la copa (o más profunda) y asegúrate que esta parte queda apuntando hacia ti. Aprieta los bordes laterales hasta formar un 8.

· Siéntate cómodamente en el inodoro y relaja tus músculos vaginales. Inserta la parte trasera empujándola con el dedo hacia el coxis. Una vez el borde trasero haya pasado tu cérvix, empuja el borde delantero hacia arriba hasta colocarlo detrás de tu hueso púbico. La copa rodeará tu cérvix y recogerá tu flujo menstrual.

A la hora de introducirla, entiendo que se pliega como una copa cualquiera, pero ¿es sencillo sacarla?
Para extraerla, primero recomendamos lavarse las manos con agua y jabón. Tras ello, la usuaria debe sentarse cómodamente en el inodoro y relajar los músculos vaginales. Después, se tiene que insertar un dedo para enganchar la parte delantera. Posteriormente, hay que deslizar la copa suavemente y paralela al suelo para evitar derrames.

Duquesa Doslabios.

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¿Y si el que no quiere tener sexo con la regla es él?

Como mujer, noto cómo me cambia el cuerpo cuando estoy con la regla. Flujo aparte, mis ‘bajos’ no reaccionan de la misma manera que durante el resto del mes.

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Hay reglas en las que tengo tanto dolor que solo quiero tumbarme. Otras que el sangrado es tan abundante que, cada dos horas, me toca cambiar la copa.

Y, aunque en la mayoría de esas veces, mi deseo sexual se ve bastante afectado, tengo también casos en los que, con sangre o no, tengo ganas de jugar.

No siempre he podido hacerlo. Confieso que solo en pareja me he sentido en confianza como para tener sexo en ese momento del mes.

Como yo, conozco varias amigas que opinan muy parecido. Algunas prefieren hacerlo y otras no, pero si en algo hemos coincidido es que, por lo general, a nuestros compañeros no les importa que haya sangre de por medio.

Sin embargo conozco también el caso contrario de un amigo que, en sus palabras, prefiere «no manchar el sable».

La simple expresión de ‘manchar’ ya hace que se considere la regla como algo sucio, por lo que se relaciona con sensaciones de desagrado e incluso repulsión.

Si eres de esas personas cuya pareja siente asco (o eres tú quien, solo de pensarlo, siente repugnancia), hay varias cosas sobre las que puedes reflexionar al respecto.

En primer lugar, la regla no es algo sucio. Es una fase del ciclo menstrual femenino, por lo que la higiene, si es la normal, no es un problema.

Tener la regla no es sinónimo de que el momento se convierta en una escena de películagore. Hay momentos que se sangra más, otros que se sangra menos. Y, ¿lo mejor? Que se pueden aprovechar esos ratos de menor cantidad de flujo para tener relaciones,

Incluso para quienes tengan miedo de ver la más mínima gota de sangre, se pueden tranquilizar si la otra persona está utilizando una copa o un tampón, ya que evitan que salga el flujo (y deja el clítoris a la vista y bien despejado para cualquier tipo de estimulación externa).

Y aunque cada uno es libre de hacer lo que quiera, ¿no es mejor pensar en que la regla es algo normal y seguir disfrutando del sexo?

Duquesa Doslabios.

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¿De qué depende el color de la sangre durante tu menstruación? La regla no es solo roja

La primera vez que me vino la regla, en medio de un examen de Ciencias Naturales del colegio, recuerdo ir al baño y descubrir una mancha marrón que, realmente me hizo dudar de si aquello era la regla o si la prueba me había dado demasiado miedo.

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Que como mujer en el siglo XXI, con toda la información que hay a nuestro alcance, no las tuviera todas conmigo, demuestra lo poco que normalizamos un tema tan básico en nuestras vidas (¡en las vidas de la mitad de la población!) como es la menstruación.

Por mucho que los anuncios de compresas se empeñen en representar la sangre con un líquido azul, más parecido al suavizante de la lavadora que a lo que encontramos entre las bragas, no es que nos ayude precisamente.

Lo cierto es que la regla no siempre es roja, pasa por diferentes matices y todos son absolutamente normales.

Pero, ¿de qué depende de que sea uno u otro?

Tenemos que empezar por el principio, el ¿de dónde viene la sangre? Del endometrio principalmente, el tejido que expulsamos durante la menstruación.

Un revestimiento que formado por muchas venas, que son las que ayudan a que el óvulo se pueda desarrollar, una vez llega a la zona, mediante el torrente sanguíneo.

Al llegar la menstruación, las venas se constriñen y se reduce la cantidad de sangre hasta luego desprenderse. No sucede de una sola vez. Es un proceso lento y controlado, lo que hace que lo veamos de diferentes tonalidades.

Cuando manchamos de color marrón oscuro, suele ser porque la sangre es más antigua y ha estado expuesta al aire, ya que reacciona con el oxígeno y se oscurece. Puede ser, por ejemplo, porque sea de una anterior menstruación y no llegara a descender por el cérvix.

El rojo oscuro suele venir después, hacia mitad de ciclo o por las mañanas e incluso venir acompañados de coágulos oscuros (si los ves casi negros no te preocupes).

A este granate le sigue el rojo pasión, el momento culmen, la sangre es nueva. Es un color que se ve a mitad de ciclo o en los días en los que el sangrado es más abundante. La señal de que todo funciona con normalidad.

Si es rosada puede ser porque estés excediéndote con los entrenos y no te alimentes correctamente. También se puede dar si estás con algún tratamiento hormonal.

Hasta ahí los colores habituales que la mayoría de nosotras encontramos varias veces al mes. Sin embargo, hay ciertas tonalidades que son señales de alerta y que deberías conocer.

Una sangre grisácea puede ser un indicativo de que has contraído una enfermedad de transmisión sexual. En el caso de que se dé en el embarazo, es algo que también se debe hacer mirar. Naranja también puede ser un síntoma de infección o bien de que estás embarazada (puede pasar entre los 6 y los 12 días después de la concepción), mientras que si es morada puede significar que los niveles de fibra que consumimos no son suficientes.

Lo importante es que conozcas tu sangrado, tus colores y la cantidad que sueles expulsar por mes para que sepas identificar si la salud de tu periodo es óptima.

Duquesa Doslabios.

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6 mitos de la copa menstrual que deberías dejar de creer

La copa menstrual es un objeto tan diferente a los productos de higiene femenina a los que estamos acostumbradas que es normal que circulen leyendas sobre ella.

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Algunas de las más comunes, y al mismo tiempo, que más nos preocupan, distan bastante de ser verdaderas. Hoy me encargo de arrojar algo de luz sobre ellas y seguir afirmando que la menstruación con copa es la menstruación mejor.

Para empezar, la copa no se cae mientras vas andando. Tampoco si echas a correr o montas en bici. La copa está diseñada con forma de campana para mantenerse sujeta mientras recoge el flujo menstrual. Es importante sin embargo, encontrar la que es más apropiada para cada una. La talla (cambian factores como el diámetro, longitud o grosor) puede ser diferente en función de si hemos tenido hijos.

No se pierde por dentro del cuerpo. Es uno de los mayores miedos, meter aquello y no volverlo a ver nunca más. Sin embargo al final de la vagina tenemos el cérvix, un estrechamiento antes del útero que impide que desaparezca en nuestro interior. ¿Para sacarla si por un casual notas que está especialmente arriba de la vagina? Empujar hacia abajo como si quisieras tirarte un pedo, pero vaginal.

A diferencia de los tampones que, por culpa de los materiales secan las paredes vaginales y están relacionados con el Síndrome del Shock Tóxico, la copa no tiene este problema, por lo que puedes dormir con ella tranquilamente. Al estar hechas, en su mayoría de silicona quirúrgica, no hay inconveniente en que la lleves puesta mientras duermes.

Y no, aunque te tumbes la sangre de la copa no sube al útero. ¿Recuerdas el cérvix de antes? Pues a partir de ahí no pasa nada. No, ni por mucho que te pongas a hacer el pino. Las contracciones del útero hacen que descienda el líquido aunque desafiemos a las leyes de la gravedad.

La copa menstrual no te ‘quita’ la virginidad. Socialmente, una persona es virgen hasta que tiene sexo con otra, por lo que no es algo que dependa del recipiente de silicona. Sí que es cierto que, si eres un poco manazas, puede que te rompas el himen sin querer, algo que también te puede pasar con los tampones. Pero ni vas a darte cuenta ni supone una gran diferencia en tu vida tenerlo o no intacto.

Puedes hacer pis y caca con la copa puesta. Y no solo eso, sino que es una maravilla de cómoda. No tengas miedo de que se escurrirá al wáter porque, como decía al principio, tus músculos están trabajando, aunque no te des cuenta, para tenerla sujeta.

Duquesa Doslabios.

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Sobre ceder el asiento cuando te duele la regla

Son las ocho y media de la mañana. Cojo el metro y, providencialmente, consigo hacerme con uno de los preciados asientos. Quienes cojáis la línea 6 a esas horas sabréis de lo que hablo.

Y digo providencial porque ahora mismo siento como si una especie de mano gigante invisible estuviera escurriendo mi útero.

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Cierro los ojos, respiro hondo y procuro olvidarme de la sensación de presión que hace que quiera llorar. Tardo poco en llegar a mi parada por lo que tendré que volver a ponerme de pie en un rato.

Una parte de mí va un poco agobiada por si entra una persona mayor o una mujer embarazada, agobiada porque, por mucho que lo sienta, que me hayan educado a dejar mi sitio libre ante alguien con preferencia y que conscientemente sepa que esa persona también lo necesita, me encuentro mal e ir de pie solo consigue que, cuando estás con dolor, aumente la sensación de aplastamiento.

Si, como yo, sufres reglas dolorosas, sabes de lo que hablo, y si, también como yo, te mueves en transporte público, estarás más que familiarizada con esa urgencia de necesitar sentarte porque notas que te van a fallar las piernas de un momento a otro.

Y, sin embargo, no hay asiento con preferencia para cuando estamos en ese momento crítico en el que es como si una daga perdida se abriera paso a machetazos en tus entrañas.

De hecho hace poco, le comentaba a una amiga que cuando me pasaban esas situaciones, que una vez al mes me suele coincidir algún ataque de dolor en el transporte, si me sentaba lo hacía con culpa y hasta un poco angustiada.

Que incluso no me preocupaba por disimular la cara de “encontrarme mal” para que no me pidieran ceder el asiento.

Mi amiga me hizo reflexionar sobre lo tremendo que era que si no me encuentro bien me sienta en la necesidad de dejarlo ver para que mi dolor sea creíble (la historia de las mujeres en este país en realidad, si no manifiestas dolor o descontento no lo estás pasando mal) en vez de, en el caso de que me lo pidan, decir que realmente necesito ese asiento.

Y todo porque nos encontramos en una sociedad que juzga sin saber si esa persona puede estar indispuesta. Rápido se increpa y normalmente no es la persona que necesita el asiento sino alguna de al lado, que «Cómo es posible que no se deje el sitio», que «Estos millennials…».

Mi decisión es que desde ahora, si se vuelve a dar el caso y por lo que sea me lo piden, responderé con toda la tranquilidad del mundo que lo siento pero no, que estoy con la regla y que me está doliendo la tripa a morir, que necesito ir sentada, pero que puede hacerle la misma petición a cualquier otra persona del vagón.

No nos van a dar un asiento de preferencia para cuando notemos el dolor, eso lo tengo asumido. Pero si te encuentras mal, mal de esas veces que tú y yo sabemos, dilo sin vergüenza, porque no tienes que abochornarte de estar con la regla y yo, sin ir más lejos, ya me he cansado de ir ocultándolo como si no pudiera demostrar debilidad física en ningún momento si realmente me estoy sintiendo indispuesta.

Vamos a decir: «Esto es lo que pasa, es lo que hay, y me duele de narices. Hazme el momento un poquito menos difícil y déjame tranquila mientras fantaseo con extirparme el aparato reproductor con las llaves de casa».

Y, por supuesto, si estando en el otro lado, sentada sin ningún tipo de malestar, cualquier mujer me pide que le ceda el sitio porque se encuentra en el episodio crítico, que tenga claro que no voy a dudar un segundo en levantarme.

Duquesa Doslabios.

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Las mentiras sobre la menstruación que seguramente oíste de pequeña

La menstruación, esa cosa tan misteriosa para unos y tan pan de cada día para otras. Un extraño ciclo que hace que una vez al mes sangremos como si Quentin Tarantino se hubiera decidido a grabar una película en nuestra vagina.

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Por ello siempre ha estado sujeta a mitos e invenciones que han hecho que cuando te bajaba por primera vez la menstruación, la regla te pareciera una especie de maldición sobrenatural.

Sin embargo con el paso de los años se ha averiguado que la mayoría de las leyendas no eran otra cosa más que invenciones. De hecho quizás te suenen, ya estoy segura de que las has escuchado en algún momento de tu vida:

  • No te puedes bañar en la piscina. Bueno, quizás hace unos años cuando la compresa de tela era lo único que tenían nuestras abuelas, darse un chapuzón en el riachuelo no era la mejor de las ideas (aun así existe algo llamado presión que evita que salga a no ser que hagas fuerza). Pero ahora las copas menstruales o los tampones están para que el calor no nos tenga pegadas a la toalla y podemos echarnos unos largos si nos apetece.
  • Es imposible quedarse embarazada durante la regla. Un mito que no cuenta con la duración de los espermatozoides que aguantan hasta cinco días con vida. Si por lo que sea tu siguiente ovulación sucede con rapidez puedes quedarte embarazada con toda la normalidad del mundo, así que usa protección siempre.
  • Si has usado tampón ya no eres virgen. El mito se debe a que las primeras veces que nos lo ponemos, seamos realistas, puedes pecar de inexperta y romper el himen. De cualquier manera, sexo es sexo, tampones son tampones y no podemos mezclar la velocidad con el tocino. Una persona virgen es aquella que no ha tenido relaciones sexuales y por mucho que tu himen se haya roto, no es la cosa más importante, sino disfrutar de la experiencia.
  • No puedes preparar ciertas comidas porque se estropean. Mi compañero Alfred López escribió un tema muy interesante sobre los mitos de la menstruación que podéis leer aquí, pero resumiendo, no hay ninguna evidencia científica de que con la regla se te corte la mayonesa o que no se hagan bien las conservas. Es probable que se deba a tu habilidad cocinando más que a la menstruación. Piensa que si así fuera, todos los hombres serían expertos mayoneseros, y no es el caso (a excepción quizás de Martín Berasategui).
  • La regla huele mal. Bueno, para empezar la sangre de la menstruación es el mismo tipo de sangre que de cualquier otro tipo. Vale, hay coágulos de tejido sí, pero viene siendo sangre también. Este mito que encima es promovido por los anunciantes de productos de higiene femenina es totalmente falso. La vagina no huele ni a flores ni a nubes, como todos los genitales, necesita una higiene, pero nadie puede oler si estas con la menstruación. Igual el perro de tu vecina te ve y te olisquea la entrepierna, pero es por las hormonas, no por la sangre, y tampoco es como si el animalito se lo fuera a contar al edificio.

La clave es que seamos conscientes tanto hombres como mujeres de que la regla forma parte de la vida, que la llevamos teniendo desde el principio de la historia de la Humanidad. Puede resultarnos más o menos cómoda pero lo importante es que la vivamos con total normalidad.

Duquesa Doslabios.

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Sexo y regla, la menstruación es la cuestión

Hace poco, en una quedada con amigos surgió (todavía no sé cómo, también es cierto) el tema de tener relaciones sexuales con la regla.

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La mayoría de los chicos afirmaban que no era algo que les importara. Mientras que uno decía que la situación le excitaba más, por las dosis de lubricación extra, otro opinaba que, a fin de cuentas, es algo que no afectaba realmente ya que está de por medio el condón.

De hecho, “si no se tiene sexo en esos días suele ser más por vosotras que por nosotros” me dijo convencido.

Y le doy toda la razón del mundo. Históricamente la regla ha sido el ‘castigo divino’, algo que nos mantenía a las mujeres en un segundo plano al ser visto como una enfermedad hasta hace relativamente poco.

El estigma perdura. Y sino, solo hay que ver cómo todavía vamos al baño con los productos de higiene femenina hábilmente escondidos en las mangas de la sudadera. Con la sangre vaginal también impera la ley del silencio. La omertà menstrual.

También es cierto que, las que sufrimos dismenorreas (intensos dolores menstruales) no siempre tenemos ‘el chocho para farolillos’ literalmente.

La hinchazón, los calambres o el propio malestar general en momentos concretos (especialmente durante los primeros días), hacen que muchas pensemos, cuando nos hablan de “meterla”, en una barra de chocolate. Y en la boca.

Sin embargo, quienes no padezcan molestias y quieran tener sexo con la regla, deberían sentirse con toda la libertad del mundo para hacerlo. No está de más tampoco comentarlo previamente por si hemos topado con una persona que se impresiona con el sangrado.

Pensemos que, al final, es tan sencillo como hacerlo en la ducha e ir quitando los restos con el agua de la alcachofa o bien colocar un par de toallas por encima de las sábanas. Tener que poner lavadoras es un pequeño precio que, teniendo en cuenta que vamos a pasar un buen rato, merece la pena pagar.

Duquesa Doslabios.

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Un hombre confirma que la regla duele, por lo que debe doler de verdad

Hay una cosa muy curiosa de los dolores que puedes sufrir durante la menstruación y es que todo el mundo te da su opinión al respecto sin que la pidas (sí, incluso hombres que nunca la han tenido en su vida).

Mujer feliz gracias al doctor John Guillebaud sabiendo que no está loca inventándose el dolor que sufre durante la regla. GTRES

Me he encontrado de todo: desde amigas que han tenido que ser hospitalizadas porque tenían unas anemias de caballo, otras que, siendo alérgicas a los antiinflamatorios, pasan la regla con el suplicio de una tortura medieval, y, mis personas favoritas, las que sostienen que el dolor de regla no es para tanto y que la cosa es quejarnos.

Llevo desde los 15 años sufriendo cada vez que me venía y atiborrándome de pastillas para que se me aliviaran los dolores, y, os aseguro que las molestias no se deben a, como he leído por ahí, que no acepto mi feminidad.

La regla me duele y me duele de narices. Me duele hasta el punto de que cuando me han dado dolores intensos he tenido que acuclillarme en el suelo, hecha una bola sobre mí misma, porque no podía ni andar.

Por supuesto, os hablo de unos márgenes «normales», de los que se pasan con un antiinflamatorio, no de los que ni con esos se van, que pueden ser síntomas de que algo por ahí dentro está yendo mal.

Es por eso que me llama la atención la repercusión que ha tenido la declaración que hizo el doctor John Guillebaud, Profesor de salud reproductiva en el University College London, al medio Quartz revelando que ciertas pacientes habían descrito el dolor como «casi tan malo como tener un ataque al corazón».

Es como que, a raíz de su artículo, la gente realmente se ha dado cuenta de lo intensas que pueden ser las molestias. Pero en realidad no es que la regla haya empezado a doler en 2018 y él lo haya descubierto, sino que ha tenido que ser su declaración la que le ha dado veracidad y un respaldo serio al asunto.

Por lo visto, ahora que un hombre ha confirmado lo que nosotras llevamos sabiendo y experimentando en carne propia desde que vamos al colegio, ya es algo real.

No estaba en nuestras cabezas, no nos lo estábamos inventando ni es algo relativo a la «histeria femenina» ni a todas esas cosas que hacían que se nos ignorara a lo largo de la historia de la Humanidad cuando se nos ocurría proferir una queja al respecto del periodo.

Debemos sentirnos afortunadas por este tipo de revelaciones. Quizás el siguiente hito que nos deje sorprendidos sea que averigüen que el fuego quema, o que el agua moja. Sinceramente, no puedo esperar.

Duquesa Doslabios.