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Sexo con la regla sin manchar: la esponja menstrual que va a cambiarlo todo

¿Te imaginas que te baja la regla y no tienes que preocuparte de dejar las sábanas como el interior del bote de Ketchup? Esa sí que es mi fantasía sexual.

Pero lo más fuerte es que han inventado un sistema para que eso no suceda: meterte una esponja por la vagina. Literalmente, en eso consiste el ‘tampón’ Comfort 365.

Pareja cama sexo

Y yo, que en eso de meterme cosas aleatorias por ahí, tengo algo de experiencia, me lancé en picado ante la idea de no tener que frotar con agua fría toda la ropa de cama como cada vez que hay una fuga en esos casos.

Así que, valor y al chocho, que se podría decir cuando se trata de poner en práctica lo de la esponja de Be.

La teoría parece facilísima: una esponja con forma de gota que se introduce a modo de tampón con la parte curva hacia dentro y la puntiaguda hacia abajo.

Por experiencia, la copa a veces puede ser un poco juguetona en ese aspecto, sobre todo cuando insiste en abrirse a mitad de camino y te da la sensación de que tienes un tupper atravesado.

En cambio, este invento pasa rápido e indoloro. Como el donuts hinchable en el parque acuático. Eso sí, te tienes que asegurar de que queda colocado bien arriba.

¿Sabes cuando preguntas en cualquier bar que dónde está el baño y te dicen que al fondo? Pues esto igual. Hasta que no des con el tope, tú sigue empujando con el dedo.

Tranquila, que no se te va a perder, piensa que la vagina es como un vaso de tubo. No tiene a dónde escaparse lo que vayas a meterle. La vía de entrada y de salida es la misma.

Una vez tienes la esponja haciendo de Hodor -conteniendo tu chorreo-, es el momento de entrar en materia y, voy a decirlo, pasarlo bien.

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Porque lo bueno de esto es que no te enteras de si está o no ahí contigo. Quizás con la excepción de algunas posiciones en las que, algo más profundas, sí notas que están pasando cosas en tus entrañas.

No me mal interpretes, no es una mala sensación para nada. De hecho, es casi igual a cuando te entra algo de aire y te siguen dando sin que te dé tiempo a expulsarlo (venga, amiga, sabes perfectamente a qué me refiero).

Y sí, puedes tener un orgasmo igual de maravillosamente bien con un extra de tranquilidad, no necesitas que tu cuerpo esté siempre dentro de las cuatro esquinas de la toalla o cerca de papel higiénico.

El único momento crítico fue al intentar sacarla. Como buena novata literalmente corrí al baño a hacer el pis de rigor (siempre pasad por boxes después del revolcón para evitaros infecciones de orina).

Y ahí empezó mi drama. Confiada en que la esponja saldría sola me puse en modo busca y captura y nada.

Lo único que conseguí fue liarme. Todo me parecía esponjoso y empecé a pellizcar aquí y allá. En serio, ¿alguna vez os habéis fijado en lo esponjosas que somos por dentro?

Superamos en esponjosidad al bizcocho de yogur casero. Total, que de ir tirando de sitios blanditos que no eran otra cosa más que mis paredes internas, no fui a ningún lado más que a hacerme daño.

Estaba tan confusa que me hería a mí misma.

Ya asumiendo que lo siguiente que tendría mi noche iba a ser una visita a urgencias (verás que risa cuando les cuente que llevo una esponja metida ‘ahí’, pensaba yo), me volví a releer el prospecto.

«Se recomienda después de mantener relaciones sexuales, esperar un tiempo antes de su retirada, para que la vagina vuelva a su estado natural«, decía el folleto.

Una hora después de terminar, volví a la carga. Y sí, cuando estaba en su ‘estado natural’ me mostró la luz al final del túnel, que no era otra cosa más que la esponja al final de mi vagina.

Sacarla no fue tan sencillo como el prospecto, que según afirma basta con enganchar el dedo y tirar hacia abajo.

Lo mío fue algo más parecido a cuando Mulán tiene que pescar resbaladizos peces del río a manos desnudas.

Primero tiro de este lado, ahora empujo hacia abajo, ahora lo engancho entre las uñas del índice y del dedo corazón…

No sé muy bien cómo, pero aquello salió. Mi parto esponjil terminó de la mejor manera y fui consciente del tamaño del asunto y de lo bien que lo había llevado.

Y sí, soy consciente de que uno de los puntos a favor de usar este tampón es para aquellas que prefieren no verse mucho la sangre.

Mi lectura es que es perfecto para los días en los que el flujo te monta un Aquapark en la entrepierna. Más que nada porque te soluciona el estropicio pero tienes la ventaja de que, al ser esponja y ser apretada entre embestida y embestida, no pierdes ese lubricante tan fantástico que es la sangre.

Solo que sin terminar como si hubieras cometido un asesinato, claro.

Mara Mariño

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