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Ni tampones ni la copa mentrual, así es la regla con el sangrado libre

No sé si he probado todos los sistemas de contención de sangre en mis días de regla, pero casi: compresas, tampones, más adelante la copa -para ser más ecológica-, las compresas de tela y, mi último descubrimiento, las braguitas menstruales.

tampones

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Aunque siempre mi método favorito era o bien el de los tampones o el de la copa, me parece menos engorroso cuando va todo por dentro -aun con los riesgos que conlleva a la hora de vaciarlo-.

Pero hace poco, me habló una amiga del sangrado libre y me hizo reflexionar sobre mi manera de vivir mi propia menstruación.

Suelo sentirme como una barca que hace aguas y a la que hay que ir achicando el líquido, pero al final, son inventos muy recientes.

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Yo quería experimentar la regla al estilo natural, de nuestras primeras ancestras, así que seguí el consejo de mi amiga de dejar que el día del sangrado libre me pillara trabajando en casa.

El sangrado libre no tiene trampa ni cartón, como su nombre indica es dejar que la sangre fluya de manera natural fuera de la vagina sin ponerle obstáculos en el camino.

Y aunque yo al principio era un poco contraria a ello, bien que me engañaba a mí misma diciéndome que la regla se me había pasado en el tercer día y me cargaba toda mi ropa interior en los días siguientes.

Aunque claro, una compresa o braga menstrual sí que necesitas si no quieres terminar con la habitación como el día de la matanza del pueblo.

Que la sostenibilidad está genial, pero si implica que tienes que poner una lavadora de las cinco veces que te tienes que cambiar el pantalón, ya no es tan ecológico.

 

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El truco está en el suelo pélvico. Si lo tienes ejercitado -que es para lo que viene genial hacer ejercicios de Kegel-, puedes ‘apretarlo’ cuando sientes que la sangre empieza a bajar.

Lo reconocerás porque es la misma sensación de cuando te cae el moco en forma de agüilla por la nariz -perdona que me ponga escatológica-, solo que en tu vagina.

Ahí aprietas los músculos y buscas el baño más cercano.

Una vez sentada en el váter, relajas la musculatura y aprietas hacia afuera tus músculos de la vagina, como cuando haces fuerza para ayudar a que salga la compresa o el tampón.

Luego te limpias bien y repites el proceso cuando notes que vuelve a haber sangre.

Para las más puristas en el tema del sangrado libre, usar bragas menstruales es un poco trampa.

Aunque yo, personalmente, vivo con la seguridad de que si aguantándome los músculos hay alguna fuga, no voy a tener que cambiar toda la ropa de cama.

En teoría, por lo que me ha contado mi amiga, hacerlo en casa es parte del entrenamiento inicial.

Pero en teoría, una vez lo tienes controlado puedes salir a la calle y hacer tu vida con absoluta normalidad -y sin ninguna barrera de por medio-. Usando ropa negra, eso sí.

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A la vista está que fuimos juntas a bailar bachata y de vez en cuando me decía: «Me voy al baño, que me toca menstruar».

Para mí era casi mágico que tuviera ese control y no fuera dejando un hilillo de sangre por el camino (algo que me pasó un verano que mi compresa excedió el límite y no sabía que podía manejármelas para ‘cerrar’ la vía de salida).

Otros beneficios, aparte de poder prescindir de productos desechables, es que te conecta mucho con la menstruación. Al final, es una parte natural que nos acompaña, pero entre tanto suministro de higiene, vivimos muy distantes de lo que nos sucede a nivel interno.

Con el sangrado libre realmente convives con ella, conoces tu cuerpo y, sobre todo, asumes que pringarte es parte de la menstruación y no pasa nada no vivirla escondida o con vergüenza, como a lo mejor nos pasa en los primeros años de regla.

También te permite tener una conversación sobre ello con las personas que vives («¿De qué es esa mancha? Ups, no llegué a tiempo») y, en definitiva, vivir lo que es un proceso biológico como es tu ciclo, con normalidad absoluta.

Mara Mariño

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