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Solo una semana para acabar con un matrimonio

Una miserable semana de vacaciones. Eso es todo lo que ha necesitado una pareja de amigos para que su matrimonio pasase a mejor vida. Ya sé que hay tropecientos estudios y expertos que hablan de cómo el descanso estival provoca multitud de separaciones, que si en septiembre se disparan los divorcios, que las parejas no están acostumbradas a pasar tanto tiempo juntas y todo ese rollo, pero una semana me parece todo un récord, la verdad.

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Y sí, supongo que, como todas las parejas, tenían sus más y sus menos y sus problemas de fondo, pero de verdad que, en esta ocasión, no lo vi venir. La versión de ambos, por separado, coincide bastante: que la rutina diaria les había hecho tener vidas muy distantes y que al final, casi sin querer, acabaron siendo más compañeros de piso que otra cosa, de esos que se ven solo por la noche para cenar, y a veces ni eso. En este caso no había niños de por medio, así que todo ha sido más fácil, pero su ruptura ha provocado que muchos amigos de nuestro entorno se hayan puesto a reflexionar sobre sus relaciones y sobre su ritmo de vida. Y no son pocos los cimientos que se han echado a temblar. “No nos dimos cuenta hasta que nos tuvimos ahí, el uno frente al otro sin nada que decirnos y sin saber cómo tocarnos, con siete largos días con sus siete noches por delante. Al final hasta nos resultábamos molestos el uno al otro, como la típica visita pesada que no termina de irse de casa y ya no puedes soportar”, me cuenta él. Triste, muy triste.

En seguida me acordé de unos tíos míos que, hace unos años, cuando pasaban la cincuentena, se fueron de vacaciones a las islas Seychelles. Normalmente pasaban las vacaciones en una pequeña casita que tienen en un pueblo de Cádiz, pero ese año decidieron darse un homenaje. Y claro, no es lo mismo. En su pueblecito cada uno tenía sus quehaceres, sus hobbies, tenían amigos, etc. Pero allí, en aquel trozo de tierra en medio del océano Índico, solo tenían un par de libros y una baraja de cartas para matar el tiempo. Ni sexo, ni deportes acuáticos, ni excursiones, ni nada. A los tres días de estar allí a él se le cruzó el cable y no quiso hacer nada. A la vuelta, hizo las maletas y se fue a vivir a un hotel. “No quiero acabar como mis padres”, dijo a modo de explicación. En lugar de hundirse, recuerdo a mi tía repitiendo como un mantra: “Si no me quiere como soy, prefiero que se vaya”. Al final, tras tres meses de mareo, él volvió a casa, y hasta hoy. Personalmente creo que no fue por amor, sino por miedo a envejecer en solitario. El peso de la costumbre y el calorcito de lo conocido. La zona de confort, que diría hoy en día cualquier de coach de tres al cuarto.

No los juzgo, en serio, pero de verdad que para mí espero algo más. Algo más que tener que rellenar los días con multitud de actividades y compañías para poder estar en pareja. Algo más que resistir, algo más que la simple confortabilidad. Porque el amor es otra cosa… y la vida, también.

Una historia de sexo, amor y muerte

Eros y tánatos. O lo que es lo mismo, sexo, amor y muerte. De Platón a Freud pasando por Goethe, son temas universales que han preocupado al hombre desde el inicio de los tiempos. El auténtico motor de la existencia. El primero como sinónimo de vida y, el segundo, como parte esencial de la misma. Porque no hay muerte sin vida, y viceversa.

Y ellos, los dos, eran la representación perfecta de este binomio griego. Pucelana ella, la más pequeña y mimada de todos los hermanos, hambrienta de experiencias y, aunque estaba muy buena, escasita de amor. La joya de la corona de la familia. Él, por su parte, era el malote del pueblo. Un guaperas pasado de coca que destacaba en aquel lugar de Aragón tan pequeño como su ambición.

Eros y TánatosJamás se habrían conocido si no fuese porque eran primos hermanos. De niños nunca se prestaron demasiada atención; quizás porque él era un par de años mayor y ella le parecía aburrida y ñoña, quién sabe. Él nunca salía del pueblo, y siempre que coincidieron fue porque ella y su familia viajaban hasta allí, una o dos veces al año. Y así siguieron, navidad tras navidad, verano tras verano, hasta que un día, cuando ella había terminado la carrera, salió con su prima a celebrarlo. Eran las fiestas del pueblo y hacía mucho calor.

Puede que fuese la mezcla de alcohol y cocaína, o puede que no, pero el caso es que al verla allí, bailando feliz y desinhibida, algo se le movió por dentro. Y no era solo la fiebre en el cuerpo de aquel maldito calor. De repente, era como si la viese por primera vez. Hoy, tantos años después, pienso que en realidad lo que vio fue lo que él nunca sería, lo que él nunca tendría. Y claro, precisamente por ello, la deseó como si le fuese la vida en ello. Pulsión de muerte, pulsión de vida. Dos instintos básicos en plena pelea.

La avidez autodestructiva de él chocaba frontalmente con la existencia plácida de ella, provista de horizontes, y con su instinto de conservación, de trascendencia. Solo que ella tardó en darse cuenta. Y hasta entonces, se dejó sumergir en la turbiedad de aquellos ojos de pupilas dilatadas que no dejaban de mirarla. Y aquella noche, como una mala alegoría, acabaron follando como si no hubiera mañana en la funeraria en la que él trabajaba, propiedad de la familia.

Con el tiempo aquel lúgubre lugar se acabó convirtiendo en su nido de amor. La estrecha relación con su prima era la excusa perfecta para sus cada vez más frecuentes visitas. Prima que, por otro lado, fue la única cómplice con la que contaron. Áún hoy me pregunto cómo es posible que nadie se oliese aquello, y la única respuesta que encuentro es que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Solo una vez fue él a verla a Madrid, a donde ella se había mudado en busca de aquellos horizontes. Se fueron a un hotel de lujo dispuestos a pasar una noche de locura, pero a él ni siquiera se le levantó. “Creo que solo se excitaba cuando lo hacíamos allí, rodeados de muerte y de ausencia de futuro”. Amar y morir, ¿acaso no podía resumirse en eso la vida?.

Aquello duró poco más de un año, el tiempo que tardó el morbo inicial en ir dando paso a una especie de asfixia paralizante, a una suerte de claustrofobia del alma que amenazaba con convertirla en un zombie no muy distinto de los pobladores de aquellos ataúdes. Y él, el imperturbable, aquella noche lloró como un niño, le dijo su prima. Nunca más ha querido volver a verla.

Pillados practicando sexo en pleno centro comercial

Una vez más, una pareja ha sido pillada en pleno apretón sexual por un objetivo indiscreto. Aunque, a decir verdad, en este caso los indiscretos han sido más bien los protagonistas de tan inoportuno arrebato de pasión. El suceso ha ocurrido en un centro comercial en Sidney, Australia. La pareja, un hombre y una mujer de mediana edad, estaba en uno de los accesos a los baños del recinto y con los pantalones completamente bajados, según informa The Mirror.

THE MIRROR

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Un grupo de jóvenes se topó con ellos y no dudaron en recriminarles su actitud: “Amigo, ¿Qué estás haciendo?, ¿No veis que estáis en un lugar público?”. Al parecer, el hombre, avergonzado, se disculpó: “Perdón, nos dejamos llevar”, dijo, mientras se subía apresuradamente los pantalones.

Y como siempre pasa en estos casos, a alguien le dio tiempo a grabarlo todo con el móvil y subirlo a su cuenta en Facebook. ¿Pero a quién se le ocurre? Hombre, que una cosa es que te pillen en la playa, o en el campo, o hasta en un probador, qué sé yo,  pero a las puertas de un baño en un centro comercial… No se me ocurre un sitio peor.

Las webs con pilladas de gente practicando sexo en público no paran de aumentar. ¿Se está poniendo de moda, o es solo que la gente no aprende? Y a vosotros, ¿Os han pillado alguna vez?.

‘Sexistencialismo’, un juego extremo para mantener la pasión

sexistencialismoUn matrimonio de españoles afirma haber descubierto el secreto para mantener la pasión en la pareja. Para ello, jugaron a un peligroso juego durante dos años: inventarse una nueva identidad y llevar una doble vida durante todo ese tiempo. Cambiaron de amigos, de trabajo, de casa, de ropa, de estilo de vida… Querían probar a ser otras personas, todo ello con el objetivo de volverse a encontrar como dos desconocidos. Y en este reencuentro, ambos aseguran haberse enamorado de otra manera.

Más que un juego, los dos definen el proceso como parte de una investigación sobre el funcionamiento de la pasión. “Hemos encontrado el antídoto a la pérdida de deseo que se produce en las parejas con el paso del tiempo”, afirman.

Autores de SexistencialismoParte de esta íntima historia la han recogido en la novela Sexistencialismo, que ambos firmaron con pseudónimos por pudor ante la crudeza y desnudez de algunos pasajes, según admiten ellos mismos. Sin duda, un viaje extremo a través de la pasión y el autoconocimiento

Dicen algunos lectores que este libro o salva tu matrimonio, o termina de estropearlo.

¿Alguien se atreve a probar?

Los cuernos e infieles más famosos de la historia

Cuernos, cuernos y más cuernos. La historia está llena de ellos y son muchos los artistas, reyes, políticos, científicos… que, además de sus hazañas y habilidades, son recordados por sus aventuras extramaritales y sus proezas de cama. Amantes pasajeros, amoríos prohibidos, sexo, pasión y lujuria. Como cualquier mortal, en realidad, pero magnificado por las posibilidades disparadas de su ego y su posición.

Ashley Madison, una web de contactos extramatrimoniales, ha realizado un listado de esos personajes históricos más conocidos por los españoles, personajes que asombraron al mundo no sólo con su política, obras artísticas o científicas, sino también con sus líos de alcoba.

WIKIPEDIA

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1-. El primero de la lista es el excepcional pintor malagueño Pablo Picasso, uno de los artistas más lujuriosos de todos los tiempos. Cuentan los libros que entre todas sus amantes, su favorita fue Marie-Thérèse Walter, una joven francesa con la que mantuvo una relación extramatrimonial de más de 8 años a espaldas de su mujer Olga. El artista estaba tan enganchado a sus encuentros sexuales secretos que decidió ponerle un piso en frente de su casa para tenerla cerca. Se cuenta que durante las sesiones de posado en su estudio, el malagueño se lanzaba sobre su musa sin importarle que su mujer estuviera a escasos metros. Todo un pieza.

FERNANDO EL CATÓLICO2-. El segundo personaje histórico más conocido por sus escarceos libertinos es Fernando El Católico, que era infiel a su esposa con su propia prima, entre muchas otras mujeres. Eran muchas las que pasaban por sus aposentos, siempre entre los terribles celos de la reina Isabel. Las recriminaciones y discusiones matrimoniales eran constantes, y cuentan que la reina incluso llegó a ordenar que cualquier mujer que tuviera el atrevimiento de mirar a su marido de una manera provocativa fuera expulsada inmediatamente de palacio.

John F. Kennedy3-.John F. Kennedy es considerado el adúltero americano por excelencia, un presidente de salud frágil que intentaba paliar sus males practicando sexo. Kennedy era infiel por naturaleza. A espaldas de su esposa Jacqueline, la lista de sus conquistas puede ser equiparable a la de sus logros políticos, donde albergan nombres de grandes mitos sexuales como Marilyn Monroe.

Frida Kahlo, by Guillermo Kahlo4-. Icono fundamental de la historia de la pintura universal, Frida Kahlo vivió una tormentosa relación con su marido, el también pintor Diego Rivera. Las infidelidades mutuas fueron constantes. Él fue el primero, todo hay que decirlo, y ella, en lugar de sentarse a llorar, decidió pagarle con la misma moneda. Frida le fue infiel a Diego con poderosos hombres como Nickolas Muray, Trotsky o Ignacio Aguirre. La pintora también tuvo varios amoríos con mujeres, ya que se posicionaba abiertamente como bisexual.

Albert Einstein5-. Albert Einstein es probablemente la mente más brillante del siglo XX. Pero este eminente científico tenía los mismos instintos que cualquiera y engañó a sus dos esposas en varias ocasiones. Después de divorciarse de su primera mujer por sus continuas aventuras, se casó con su prima Elsa. Poco después conoció, de manera íntima, a su secretaria Betty Neumann, entre muchas otras mujeres.

luis XIV6-. Desde la Edad media, la corte real francesa conocía el título de amante o favorita oficial del rey. Entre las famosas de la historia están sin duda las de Luis XIV de Francia, Madame de Montespan y la Marquesa de Maintenon. El Rey Sol incluso llegó a casarse con la Marquesa de Maintenon después del fallecimiento de su esposa María Teresa de Austria.

napoleon7-. Se suma a la lista Napoleón Bonaparte, exitoso en sus batallas y desgraciado en la cama, ya que dicen las malas lenguas que no estaba demasiado bien dotado. Se dice que Napoleón empezó sus líos de faldas extramaritales con solteras y casadas a consecuencia de las múltiples infidelidades llevadas a cabo por su esposa Josefina Beauharnais. Finalmente optó por el divorcio para contraer nuevo matrimonio con María Luisa de Austria, miembro de uno de los linajes más antiguos de Europa.

Isabel II8-. A la esposa de D. Francisco de Asís de Borbón, Isabel II de España, se la describió como ninfómana en numerosas crónicas históricas, pero su relación más conocida fue la que mantuvo con el General Francisco Serrano y Domínguez, al que ella apodaba el «General Bonito» debido a su atractivo físico y virilidad.

Carlos IV de ESPAÑA9-.Carlos IV de Borbón fue conocido por su carácter retraído y sus nulas dotes de mando. Muchos le atribuyen múltiples amantes de su mismo sexo, tildando al monarca de homosexual. Aunque también se dice que protagonizó durante varios años un tórrido trío amoroso junto a su mujer María Luisa de Borbón-Parma y Manuel Godoy.

FELIPE IV10-. El último de los personajes históricos más populares por sus aventuras de cama es Felipe IV de Austria, quien iba a la caza de actrices y de monjas, amó a cientos de mujeres y pobló Madrid de hijos ilegítimos.

A mí se me ocurren muchos más, sobre todo si pienso en la historia reciente. Aún recuerdo aquella pillada monumental al entonces marido de la princesa Estefanía de Mónaco, Daniel Ducruet, al que grabaron en plena faena con una streaper en la piscina. Enorme fue también el renuncio del expresidente estadounidense Bill Clinton, al que su lío con la becaria Monica Lewinsky casi le cuesta el puesto. Esa fue, sin duda, la mamada más famosa de la historia. Y del despacho oval al asiento delantero del coche, la felación que le hizo una prostituta al actor Hugh Grant cuando era el novio de la modelo Elisabeth Hurley también dio la vuelta al mundo. A la actriz Kristen Stewart la pillaron con el carrito del helado cuando aún era la novia de Robert Pattinson, lo que acabó por costarle la relación, y por último, menuda fue la que se armó en Francia cuando una revista publicó las fotos del actual presidente de la república, François Hollande, con la actriz Julie Gayet. Hasta un ingreso hospitalario le supuso aquel affaire a la periodista y entonces primera dama Valérie Trierweiler. Seguro que me dejo muchas más… ¿Recordáis alguna?

Amor prohibido: mujeres obsesionadas con sacerdotes

Cuando me lo contaron, no me lo creí. Pensé “bah, la típica historia exagerada hasta el extremo en el que el único ápice de verdad es casi casual”. Pero un día, en lugar de oírselo al “amigo de un amigo”, se lo escuché de su propia boca al que se supone que era su íntimo y confidente desde la más tierna infancia, su compañero inseparable desde que compartieran vecindario y colegio en tierras murcianas.

El tipo no quería abrir la boca, pero presionado por un amigo común y aliviado por el anonimato y el convencimiento de que yo nunca la conocería en persona, acabó accediendo a contarme la historia de su mejor amiga. La muchacha, que hoy tiene unos 30 años, es hija de cura. Resulta que su madre se enamoró del párroco del pueblo y, entre confesión y confesión, logró que el hombre colgara los hábitos y se casara con ella. O puede que fuera al revés, quién sabe, que fuera él quien le comiera la oreja tras la misa y la mujer perdiera los papeles por el hombre de carne y hueso que se ocultaba tras la sotana.

FOTOGRAMA DE EL PÁJARO ESPINO

FOTOGRAMA DE EL PÁJARO ESPINO

El caso es que se casaron y comieron perdices hasta que, cuando la hija que tuvieron contaba con solo dos años, el pobre exsacerdote, que por lo visto era bastante mayor, falleció. Hasta ahí vale, tampoco es que resulte muy excepcional la cosa. Pero el asunto empieza a complicarse cuando la triste viuda acude en busca de consuelo a moquear el hombro de un seminarista. Es que debía de ser muy espiritual, la pobre… Y de nuevo surgió el amor, porque el tipo en cuestión nunca llegó a ordenarse sacerdote y la viuda volvió a cambiar de estado civil. De esta forma, nuestra protagonista pasó a ser una hija de cura criada por un seminarista.

Se ve que la impronta de estos hombres debió de impresionarla, así como la pasión de su madre por las sotanas, porque según cuenta su amigo, ella está obsesionada con ellos y es incapaz de fijarse en un hombre que no tenga en su vida un alzacuellos. Se mudó a Madrid, donde vive y trabaja desde hace años. Y él, su gran amigo, su apoyo incondicional, solo le conoce relaciones y amistades con jóvenes curas o que van camino de serlo. Al parecer los va encadenando. Relaciones estrechas, supuestamente amistosas, pero turbias y extrañas hasta que un día, el tipo se quita de en medio, se evapora, y a los pocos meses aparece con otro. Van con ella al cine, al teatro, a cenar, a fiestas, de copas… Son curas modernos, nada que ver con el viejo párroco que la engendró. En ocasiones se quedan a dormir en su casa. ¿Tienen relaciones sexuales? Nadie lo sabe, pero su amigo apuesta por ello. Él cree que la cosa dura hasta que ellos se ven obligados a elegir… y eligen. De momento, nunca a ella.

Contra todo pronóstico, he acabado por conocerla, por eso me he animado a hablaros de ella, con permiso del amigo. Fue este fin de semana, en una fiesta en la que acabé de forma un tanto forzada. Me moría de curiosidad, lo admito. Supongo que esperaba encontrar una especie de monjita sin hábito, una chica tímida y poca cosa, pero he de confesar que quedé muy sorprendida. Por supuesto, ella no sabe que estoy al tanto de su historia y no pude preguntarle nada, pero ahí estaba, una mujer atractiva, resuelta y extrovertida, y pegado a ella, como una sombra, un joven curita. Él sí que estaba como fuera de su sitio, descolocado. Educado y amable, sí, pero distante. Pensé que iba a marcharse en cualquier momento, pero ahí aguantó, estoico, hasta que un par de horas después ella cogió su chaqueta y ambos salieron por la puerta. Eran las 2 de la madrugada.

¿Un reto? ¿Obsesión? ¿Pasión por lo prohibido? No dejo de darle vueltas. Mientras tanto, me han entrado unas ganas locas de volver a ver El pájaro espino.

Cuando el pasado te golpea en la cara

Hacía casi cinco años que no se veían. No es que su relación durase mucho, unos 12 meses de idas y venidas, pero fue de las que hacen temblar los cimientos de las catedrales del cuerpo. Y del alma. Una de esas pasiones que dejan huella. La ruptura fue tan inevitable como dolorosa para ambos, y aunque no hubo excesivo ruido, cualquier tipo de amistad entre ellos era sencillamente imposible. No por nada, sino porque eran incapaces de tenerse delante sin acabar mezclados y con la piel atada. Célula a célula.

Así que se dijeron adiós y el tiempo fue pasando haciendo su trabajo. A ella le llegó alguna vez alguna noticia lejana a través de algún conocido, pero poco más. “Sigue siendo el príncipe de la pirámide”, le comentó alguien en una ocasión. Y a ella, pese a ser la abeja reina, le escoció.

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Eso ha sido todo en cinco años de existencias divergentes. Pero el azar, ya se sabe, es caprichoso, y este verano los llevó a coincidir, cada uno con su respectiva pareja, en un avión con rumbo a Croacia a donde ambos iban a pasar sus vacaciones. Los mismos días y los mismos sitios. Dubrovnik y las islas de korkula y Miljet. Maravillosa esta última, por cierto. El caso es que allí estaban, los dos frente a frente en la cola para embarcar. Tras la sorpresa inicial, fueron inevitables los saludos y las presentaciones. Y el azar, lejos de conformarse con eso, quiso también que las dos parejas tuvieran asientos muy cercanos.

El novio de ella, ajeno al antiguo vínculo entre ambos, no paró de hablar con él en todo el viaje y para cuando este hubo terminado, parecían amigos de toda la vida. La novia del susodicho tampoco parecía estar al tanto. Es más, todos se mostraban encantados de haberse conocido, excepto ella. Aquello la hacía sentir incómoda. Para cuando quiso darse cuenta su chico había propuesto quedar a cenar y tomar una copa. A fin de cuentas, sus hoteles estaban relativamente cerca… Los dos se miraron, pero antes de que pudieran decir nada la chica había aceptado encantada.

Y aunque trató de hablarlo con su novio, al que quiere, tuvo miedo de herirlo, de que este lo interpretase mal, y sin saber cómo esperó uno y otro día sin saber manejar aquello y ahora no sabe qué hacer con la enorme bola de nieve. Se vieron todos varias veces, como si nada, e intercambiaron teléfonos. Un número que ella aún se sabía de memoria. Ahora, ya de vuelta en Madrid, su novio y su ex, si es que puede llamarse así, se intercambian bromas por WhatsApp y planean quedar para jugar al tenis. Ella quiere llamarlo, abordar con él el tema y explicarle que no se siente cómoda con la situación, pero tiene miedo. Mejor dicho, se tiene miedo. Entretanto, ha empezado a soñar con él. Sueños tan turbios como excitantes. Y en algún lugar, los cimientos de una catedral han empezado a temblar. De nuevo.

 

Sexo en público, o cuando la pasión puede más que el pudor

A estas alturas creo que soy la última en haberlo visto. Me refiero al vídeo que hace unos días empezó a correr por la Red y en el que puede verse a una pareja haciendo el amor como si no hubiera un mañana en un cajero automático de esos acristalados en Oviedo. Poco parecía importarles el exceso de iluminación y que fuera hubiera decenas de curiosos muertos de risa haciéndoles vídeos y fotos y hasta vitoreando, aunque también había más de uno escandalizado que avisó a la Policía.

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Ellos como si nada, ahí seguían a lo suyo, completamente desnudos si no fuera por los calcetines, única prenda que ambos se dejaron puesta mientras el resto yacía desperdigada por el suelo del cajero (anda que ya les vale, ya puestos, podrían habérselos quitado, no sé qué resulta más escandaloso…). Incluso cuando dos policías nacionales llamaron a la puerta para advertirles de su presencia, la pareja continuó entregada a aquello que habían ido a hacer sin el más mínimo pudor. Solo se dieron por aludidos cuando los agentes decidieron entrar y ordenarles que hicieron el favor de parar y vestirse.

Cuando las ganas aprietan cualquier rincón es bueno, debieron de pensar. Pero digo yo, ¿No había uno más oscuro y tranquilito? Porque incluso en el caso de que fueran unos exhibicionistas que disfrutan siendo observados, ¿No hay otra manera de hacerlo que no implique enfrentarse a la apertura de diligencias por escándalo público?

La mayoría de la gente que conozco ha practicado sexo alguna vez a la intemperie o en un lugar no privado, ya fuera una playa, un parque, un coche, los baños de un bar, un edificio abandonado, etc. Casi todos lo hicieron cuando eran muy jóvenes y no tenían casa disponible ni dinero para pagar un hotel, pero también los hay cuyo encuentro fue fruto de una pasión tan fuerte como imprevista. Algún otro, aunque los menos, admiten que lo practican de vez en cuando solo por el placer que les provoca la adrenalina y el miedo a ser descubiertos. En Estados Unidos, por ejemplo, un estudio que realizó la cadena ABC reveló que el 57% de los adultos encuestados había hecho el amor en lugar en lugares públicos. ¿Qué opináis vosotros? ¿Formaríais parte de esa estadística?

¿Los casados practican más y mejor sexo que los solteros?

Se lo planteaba Paz Vega a Tristán Ulloa en la película Lucía y el sexo: “¿Prefieres polvo salvaje con desconocida, o polvo de amor con salvaje conocida? Pues habrá de todo, digo yo, aunque un estudio de la Universidad de Nueva York acaba de concluir que las parejas estables y que conviven practican más sexo y más satisfactorio que los solteros. Pues hombre, lo primero a muchos les parecerá obvio: si tienes una pareja al lado, será más fácil tener relaciones que si te toca buscarte la vida cada vez que te lo pida el cuerpo. Más que nada porque el sexo es cosa de dos (como mínimo) , y una cosa es que a ti te apetezca, y otra muy distinta que te correspondan. A menos que pagues por ello y eso ya es otro tema.

Lucía y el sexo

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Aunque también es cierto que conozco a algún que otro soltero que folla bastante más que muchos casados, el estudio sostiene que el 45,8% de las personas con pareja estable practica sexo entre 2 y 3 veces por semana, mientras que sólo el 8% de los solteros iguala esta cifra. Sólo el 1% de los hombres y el 3% de las mujeres emparejados encuestados aseguraron no haber tenido relaciones sexuales en el último año. Por el contrario, el 23% de los hombres y el 32% de las mujeres sin pareja reportaron no haberlas tenido en ese periodo de tiempo.

En cuanto a lo segundo, es decir, la calidad del sexo, el estudio sostiene que las relaciones sexuales entre parejas estables son más satisfactorias porque aumentan la pasión, la comunicación y la experimentación. “Las parejas casadas o que viven juntas hablan más de sexo, se comunican más y esto las lleva a experimentar más frecuentemente. Incorporan nuevos elementos lúdicos en la actividad sexual con mayor facilidad”, explica al respecto Carme Sánchez, sexóloga y psicóloga clínica y asesora de Durex.

En esto último he encontrado menos unanimidad. Muchos dicen que sí, que la confianza y la complicidad que aporta una relación estable ayudan a hacer cosas que de otra forma no harías. Otros, en cambio, señalan que ninguna relación duradera, por satisfactoria que sea, puede competir sexualmente con la pasión y el placer de los primeros encuentros. Así que retomo la pregunta de Paz Vega y os la devuelvo. ¿Con qué os quedáis vosotros?

Amor desigual: cuando uno quiere y el otro solo se deja querer

Su historia es aquella que canta el bolero: “Yo sé bien que entre dos que se quieren/ el cariño distinto ha de ser/ que mientras uno da entera su vida/ el otro solo se deja querer…” Solo que sin tanto, drama, supongo. Es simplemente así, siempre lo fue y ambos tienen su papel perfectamente asumido y aceptado.

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Ella es hermosa, un animal elegante y bello, pero también herido. Su pasado es un enigma para todos los que la conocemos. Sabemos que estuvo lejos, mucho tiempo, y que le hicieron daño. Esto último no lo cuenta, lo dicen sus ojos, su escepticismo, su desgarrador sarcasmo y esa intuición que a veces más bien parece un sentido arácnido. No va de lista, pero cuando la veo, hablemos de lo que hablemos, siempre tengo la sensación de que ella ya estuvo allí. “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, suele decir.

No sabemos cómo se conocieron, ni dónde, pero un día aparecieron juntos y desde entonces no se han separado. Él es un buen hombre. Culto y de mirada honesta. Como un oso grande, protector y leal, y profundamente enamorado. Es consciente de que ella nunca podrá quererlo como él, pero no le importa. O puede que si, que le importe, pero lo acepta. Es el precio que está dispuesto a pagar con tal de tenerla cerca, de oírla dormirse a su lado y de verla despertar por las mañanas. Se conforma con sus contados besos, sus caricias en la cara y vete tú a saber cada cuanto, un poquito de su calor. No es que ella no lo quiera. Lo hace, a su manera, pero de una forma distinta. De la única forma que puede. “Lo único bueno de estar muerta es que ya no pueden matarte otra vez”, le oí decir una vez, una de las pocas que la vi pasarse de rosca con el alcohol.

Puede que alguna vez fuese distinta, quien sabe. O que a él lo amaran apasionadamente también. Pero mientras el resto especulamos sobre sus respectivas historias ahí siguen ellos, quedos y tranquilos, serenos, disfrutando de la paz de un pacto que están dispuestos a cumplir hasta el fin.