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¿En qué pensamos mujeres y hombres cuando nos tocamos?

Soy partidaria de que cada uno viva su sexualidad como le salga del genital. Que los gustos sean por colores y que, cada vez que compartimos la cama, sea como un copo de nieve, única.

Pero no puedo evitar analizar hasta qué punto nos creemos que es libre lo que despierta nuestro placer.

Y es algo que me he preguntado viendo el último estudio de Diversual sobre la masturbación.

mujer placer

PEXELS

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Porque una de las cosas que más me han llamado la atención es que la mayoría de los hombres recurren a la pornografía como recurso principal (81%) para estimularse durante la masturbación.

La mayoría de las mujeres (82,9% en cambio) a la imaginación.

Solo tengo que hablar con un par de amigas para dar con la explicación a esta diferencia, no nos sentimos identificadas con el porno.

Las escenas planeadas desde el punto de vista masculino, los cuerpos hipersexualizados, que solo salgan las actrices en pantalla o que el denominador común de la trama sea la sumisión y usar a la mujer como una vagina en lata, hace que muchas de nosotras no conectemos sexualmente con estas imágenes.

Al no utilizarlas para estimularnos desde pequeñas -algo que sí les pasa a ellos- nos toca buscar una fuente alternativa de placer: nuestra cabeza.

Es ahí donde se desarrollan las mayores fantasías. Que pase algo con el profesor de Pilates, una historia con el compañero de trabajo, sexo en un lugar imposible, esa amiga…

El cerebro es nuestro proyector y, las películas mentales que nos montamos, la pornografía.

Y si algo tiene de positivo es que es única y personalísima. Que se adapta a lo que nos pasa a diario y las cosas suceden tal y como nos gustaría.

Esta ventaja, respecto a las imposiciones de la pornografía, suponen que no estamos sujetas a comportarnos como vemos en una pantalla por lo que ha decidido un director.

Nosotras decidimos y dibujamos cómo queremos que sea.

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Y no digo que cortar con las películas eróticas y empezar a darle a la fantasía sea lo único aceptable desde ya.

Pero sí creo que puede hacernos un favor.

Masturbarse mejora el autoconocimiento que tenemos sobre nuestro propio cuerpo. A mejor autonocimiento, mejor resultado en la cama cuando estamos con alguien más.

Y, si ese conocimiento es impuesto, replicamos lo que vemos, pero no conectamos con lo que nos gusta verdaderamente.

Algo que sí se consigue a fuerza de hacer el trabajo de pensar qué es lo que nos estimula (y usarlo como material la próxima vez que nos toquemos en la intimidad).

Mara Mariño

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Juguetes sexuales que tienes por casa (y no te habías dado cuenta)

El sexo es de las cosas más bonitas que hay, todos estaremos de acuerdo, pero innovar en la cama sin dejarte el sueldo en el sex shop del barrio, también es una maravilla.

GTRES

Para echarle un poco de sal a nuestra vida sexual no necesitamos hacernos con un catálogo digno de tupper sex, ya que por casa, muchos objetos cotidianos sacados fuera de su contexto convencional conseguirán que experimentemos una serie de sensaciones nuevas y muy placenteras:

  1. Hielos: olvídate de usarlos para los refrescos. Vacía la cubriera en un plato hondo y juega con ellos pasándolos por el cuerpo. Procura no dejarlos olvidados encima de la madera o aparatos electrónicos si no quieres llevarte un susto.
  2. Cucharas: enfríalas previamente en el congelador durante una hora. Te servirán, al igual que los hielos, para lograr estimulantes cambios de temperatura. Aplícalos sobre zonas como pezones, labios o cara interna de los muslos.
  3. Y ya que has abierto la nevera, échale un vistazo a lo que tengas. Alimentos como helados, nata, o chocolate son muy fáciles de untar sobre la piel para luego limpiarla a mordiscos o lametones.
  4. Collar de perlas o de bolas grandes, el aliado perfecto para ambos. Al igual que las perlas, enfriado puede ser una sorpresa de sensaciones, pero usado a temperatura ambiente es perfecto para masajear o masturbar.
  5. Las almohadas o cojines nos permiten mayor comodidad y placer en algunas posturas. Si te gusta especialmente la de ambos boca abajo, prueba a ponerte una almohada debajo de la tripa.
  6. Los complementos y accesorios como cinturones y pañuelos dan mucho juego. Se pueden utilizar para amordazar, tapar los ojos, atar las manos y pies… Las posibilidades son infinitas.
  7. El plumero y las brochas de maquillaje producen agradables cosquilleos sobre la piel. Úsalos después de limpiarlos bien y disfruta del hormigueo.
  8. Las pinzas u horquillas son muy útiles a la hora de sujetar la ropa o el pelo, pero ¿ te atreves a utilizarlas sobre el cuerpo? Si eres de emociones fuertes, esta idea te encantará.
  9. Y ya que estamos hablando de juego duro, un peine o una espátula de madera son elementos que se pueden utilizar para dar cachetes. No volverás a ver tu cepillo de la misma manera.

¿Qué otros objetos cotidianos de andar por casa utilizáis entre las sábanas? Compartid las ideas en los comentarios para que todos podamos divertirnos jugando.

Duquesa Doslabios.

Fantasías sexuales sí, gracias

Un atractivo desconocido/a se sienta frente a ti en el metro y no te quita la vista de encima. Cuando te levantas porque estás a punto de llegar a tu parada, se coloca tras de ti y te susurra algo al oído que te provoca escalofríos. Minutos después os estáis arrancando la ropa en un pequeño pero confortable hotel.

No, no lo has hecho nunca, es solo una fantasía. Esa, o hacer un trío, follarte a tu cuñado/a, hacer el amor mientras alguien mira, seducir al fontanero o quedarte atrapada con Brad Pitt en el ascensor justo cuando pasa su peor crisis con Angelina. Son solo unos ejemplos, porque fantasías sexuales hay de todos los tipos y colores. Comienzan en la pubertad y suelen acompañarnos, si tenemos suerte, durante toda nuestra vida.

El sueño de la esposa del pescador

El sueño de la esposa del pescador por Hokusai (wikipedia)

En España, según las estadísticas a las que he estado echando un ojo, fantasean en torno al 70% de los hombres y el 48% de las mujeres. Otros estudios dicen que no, que lo hacen a partes iguales. En lo que sí que coinciden los expertos es en que atribuyen distintas formas de fantasear a hombres y mujeres, achacándoles a ellas ensoñaciones de contenido más romántico. Personalmente, no sé a qué mujeres se refieren, porque ni una sola de las que conozco me ha confesado una fantasía de ese tipo, pero claro, eso no cuenta como estudio ni tiene ningún afán estadístico.

En cualquier caso, fantasear no es sinónimo de desear. Porque una cosa es dejar volar la imaginación, que resulta muy sano además de estimulante, y otra muy distinta llevarlo a la práctica. Aunque hay gente para todo, claro está. Muchos fingen llevar sus fantasías sexuales a la realidad en forma de juegos eróticos con sus parejas o compañeros de cama, pero eso no es lo mismo. Ejemplo: vestirse de prostituta y que tu chico simule contratarte en plena calle no es igual que acostarte realmente con un desconocido a cambio de dinero. Y lo digo sin criticar ni lo uno ni lo otro, solo digo que no es igual.

Las fantasías sexuales son, según Freud, representaciones mentales con el sexo como protagonista “no destinadas a ejecutarse”. Muchas veces son difíciles de concretar y otras resultan casi imposibles de realizar (véase el caso de Brad Pitt). Aunque eso no quiere decir que algunos no las lleven a cabo. El caso del trío, por ejemplo, es de lo más recurrente, y lo cierto es que casi todos los que lo han practicado entre la gente que conozco me reconocen que no se cumplieron sus expectativas y que no resultó como habían imaginado. “Quería hacerlo una vez antes de morir”, me dice uno que no tiene intención de repetir. Otro, en cambio, sostiene que nunca vivirá nada igual sexualmente hablando.

fotograma de `La reina Margot'Sé de alguna fantasía bastante más atrevida que ha acabado como el rosario de la aurora para su protagonista. Porque en la literatura a la reina Margot le sale muy bien cuando sale por las noches oculta bajo una máscara a buscar varones con los que aliviar sus fuegos, pero esta otra que yo me sé acabó en comisaría poniendo una denuncia. A su casa que fue a punta de navaja, donde lo único que no le robaron fueron las bragas.

Las fantasías sexuales son un gran afrodisíaco, un antídoto de lo más eficaz para combatir el aburrimiento y miserias que en ocasiones nos ofrece la realidad. No comprometen a nada, solo la imaginación. Solo que, si se llevan a la práctica, pueden perder el efecto estimulante y, a veces, jugarnos una mala pasada. Eso, o que resulta que al final soy una mojigata.