Archivo de noviembre, 2014

Cenas en casa completamente desnudos

Todos andamos en pelota picada por casa en algún momento del día. Al entrar o salir de la ducha, mientras elegimos la ropa, cuando nos quitamos el pijama… Si encima es verano o hace mucho calor, más aún. El umbral del pudor de cada uno es variable, como todo en la vida, pero en este caso también depende de con quien compartamos casa. No es lo mismo vivir solo que en pareja, con compañeros de piso o con tres hijos adolescentes, y claro, eso afecta a nuestras costumbres.

Os meto este rollo porque siempre me he tenido por una persona de mente abierta y dispuesta a luchar contra sus propios prejuicios, pero hace unos días me enfrenté a una situación que me ha hecho pensar a este respecto. Todo empezó con el programa ese de Cuatro, Adán y Eva, en el que según tengo entendido la gente busca pareja en una isla desierta completamente desnudos. Tengo que reconocer que no lo he visto, pese a la curiosidad, más que nada por falta de tiempo. Un par de minutos, a lo sumo. El caso es que mas allá de gustos y opiniones, el tema da para el debate y, como no podía ser de otra manera, ha servido de carnaza en cenas, copas y charlas entre amigos y conocidos varios, a los que siempre sondeo en busca de posibles posts.

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Más pronto que tarde la conversación trascendió al programa en sí y los interlocutores acabamos inmersos en una ardiente discusión entre defensores y detractores del nudismo. Ahí estaba yo, que en verano aprovecho siempre que puedo para quitarme la parte de arriba del biquini, defendiendo el derecho de la gente a tomar el sol como le da la gana frente a varios que decían sentirse “agredidos” de alguna manera si alguien se tostaba a su lado en la playa como Dios lo trajo al mundo. En cuanto a si poder o no hacer top-less en una piscina pública, la discusión se calentó aún más.

Y lo cierto es que, aunque bañarse desnudo en el mar y luego secarse al sol es maravilloso, no soy yo muy de quedarme en pelotas del todo en la playa, por muy nudista que sea. No termino de sentirme cómoda, qué le voy a hacer. Cateta que es una… Depende de la compañía y de la playa, en cualquier caso. Pero al final, como con todo, se trata de una cuestión de sentido común, en mi opinión. Este verano, por ejemplo, estaba yo con unas amigas en una playa de Portugal. El sitio era precioso, con kilómetros de arena blanca y aguas cristalinas, pero claro, en pleno agosto el chiringuito de rigor no podía faltar. En torno a él se aglutinaban las familias con niños pequeños y la gente se partía la cara por conseguir una cerveza. Hasta allí nos acercamos mis amigas y yo a comprar agua cuando vimos llegar a una pareja. Extendieron sus toallas a las puertas del chiringo, se quitaron toda la ropa y empezaron a darse crepita el uno al otro. A ella debía de preocuparle bastante que a su amorcito se le quemara el manubrio, porque hay que ver los meneos que le daba… Lo mismo podría decirse de él con las tetas de su amada. Los niños tenían los ojos como platos y sus escandalizados padres ni te cuento. Y digo yo, puestos a elegir, ¿no habría sido mejor tumbarse a disfrutar del verano y del amor unos metros más allá? Porque mira que había playa…

En fin. Pero a lo que iba, que me pierdo. Tras mucho divagar y mucho discutir todo esto con un grupo de personas a raíz del dichoso programa, acabé aceptando la invitación de alguien para ir a cenar a casa de unos amigos suyos que practicaban el “nudismo casero”. Así lo llamó. La idea era que yo lo conociese de primera mano, pudiera hablar con ellos, etc. Me pudo la curiosidad y acepté. Error. Gran error. Que no es que no fueran majos, no, eran majísimos, pero nada más abrir la puerta de la casa y ver a ese señor y a su barriga como un Adán cualquiera con una cuchara de madera en la mano y una paño de cocina colgado de un hombro, supe que me había equivocado. Todos allí, sentados alrededor de una mesa de centro, de esas bajitas, y yo no podía dejar de pensar en lo fácil que era que algún vello de esos pubis que tenía en frente, bien frondosos, por cierto, acabara en el cous-cous de pollo con verduras o en la ensalada con vinagreta de miel. Y como esos pensamientos me quitaron el apetito, no paré de darle al vino para mantener las manos ocupadas. Cuando me invitaron a quitarme la ropa entendí que había llegado el momento de agradecer la cena y marcharme. Al final salí de allí como una cuba y convencida de que eso del nudismo casero no es para mí. No si tengo invitados, quiero decir.

Penes cultivados en laboratorios

Una sala blanca como de hospital llena de tubos de ensayo humeantes, vitrinas con tarros de cristal que muestran múltiples tejidos y en el centro, acaparando todo el protagonismo, estantes con penes creados artificialmente en distintos momentos del proceso: incipientes, a medio desarrollar y finalizados, listos para ser transplantados a todo aquel que los necesite. La escena es una frivolidad imaginada, sí, pero es lo que se me ha pasado por la cabeza al leer que un equipo de científicos del Instituto Wake Forest de Medicina Regenerativa, en Carolina del Norte (EE UU), han logrado desarrollar la tecnología necesaria para cultivar penes en laboratorio. ¿El objetivo? Ayudar a hombres que padecen anomalías congénitas o han sufrido lesiones traumáticas que han afectado a su vida sexual.

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Hasta el momento, han obtenido resultados positivos utilizando a conejos como sujetos de prueba. “Las investigaciones han sido muy alentadoras, pero para poder dar el salto a los humanos necesitamos todos los datos sobre la seguridad y calidad del procedimiento, tenemos que demostrar que los materiales no son tóxicos y necesitamos explicar el proceso de fabricación paso a paso”, indicó el director del centro, Anthony Atala. Actualmente su equipo, que ha logrado financiación por parte del ejército de EE UU, busca la aprobación de la FDA (Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos) para comenzar las pruebas en humanos en cinco años.

Según han explicado los científicos, los penes son creados a partir de células del propio paciente, con el fin de evitar el riesgo de rechazo al trasplante. El tejido se toma de los restos de su órgano (vamos, de lo que quede de él), y las células se cultivan por un periodo de entre cuatro y seis semanas, informa el diario británico The Guardian. Al utilizar tejido del propio órgano dañado de los pacientes, no puede ser usado para operaciones de cambio de sexo, explica Atala.

Salvo esto último, todo parece maravilloso. Hombres con lesiones o trastornos genéticos podrían ver revolucionada sus vidas si dichas investigaciones concluyen con éxito. Sin embargo, el procedimiento podría tener un grave obstáculo que superar en lo referente a la función del nuevo pene: su capacidad para tener una erección. “La función de la erección es un proceso neurofisiológico coordinado que empieza en el cerebro, así que me pregunto si es que podrán reproducir la función o estos trasplantes serán solo una mejora estética. Ese será su reto”, afirma el urólogo Asif Muneer del hospital University College de Londres. Casi ná, oye…

Los padres separados tienen más sexo que los solteros sin hijos

Andaba yo el otro día haciendo tiempo antes de entrar a una clase de pilates y, como hacía un sol estupendo (fue poco antes de la llegada de este frío), me senté en un parque cercano a esperar. Fueron solo 20 minutos, pero me dieron para curiosear bastante en el mundo de los papis, las mamis, sus vástagos y los recintos con columpios al aire libre. A mí, que el instinto maternal me ronda a veces pero no me aprieta, todo aquello me sonaba a otro planeta, pero no pude evitar empezar a imaginar cómo serían las vidas de aquellos adultos. Me detuve bastante en dos hombres jóvenes, de unos treinta y pocos años, que estaban sentados en un banco junto a sendos carritos de bebé, charlando. Y empecé a montarme la película. Que si estarían en el paro, que si eran viudos o separados, que si se habían reducido la jornada laboral para poder cuidar de los churumbeles mientras sus mujeres trabajaban, etc.

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Padre con bebé

También había una mujer, muy atractiva por cierto, pero de esa no me dio tiempo a inventar mucho porque pronto oí cómo le comentaba a otra madre que “el divorcio” estaba resultando “una pesadilla”. Entonces me fijé en sus hijos, en los de los tres, y pensé, “joder, que difícil debe de ser volver al mercado teniendo descendencia de tan corta edad”. Más que difícil, me parecía prácticamente imposible. Encaje de bolillos y filigrana pura, vaya.

Sin embargo, en contra de lo que yo y muchos pudiéramos pensar, me encuentro un estudio de la Universidad de Nevada y el Instituto Kinsey con datos de más de 7.000 personas según el cuál los padres solteros, incluso aquellos con niños muy pequeños, practican más sexo que los hombres sin hijos. “Se espera que los padres solteros de niños pequeños inviertan menos esfuerzo en su disfrute, ya que tienen menos energía y tiempo para buscar, encontrar y mantener una relación sexual”, afirma el estudio. Pero resulta que tanto los hombres como las mujeres sin pareja con hijos menores de cinco años que participaron en el estudio resultaron más activos sexualmente que los solteros sin hijos o padres solos con hijos mayores.

“Los padres y madres solteras con hijos menores de cinco años dieron cuenta de más citas durante los últimos tres meses y reflejaron una mayor frecuencia de la actividad sexual real que los solteros con niños mayores”, revela la investigación. Esa frecuencia fue mayor para las madres solteras. Los expertos alegan que la clave está en que los recién separados quieren probarse a sí mismos y vivir nuevas experiencias, en plan salir “al mercado” y curiosear en torno a su nueva situación. Tras una ruptura hay que vivir el duelo, pero ya se sabe que las penas con pan son menos penas y, una vez finalizada la travesía del desierto, la persona recupera la energía, las ganas y la euforia por vivir todo lo que durante años no pudo. Como dice una psicóloga a amiga mía, tras una larga etapa de control necesitamos un poco de descontrol. Y que el fin del mundo nos pille bailando.