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Hollywood se despelota

Querid@s,
Felicidades con retraso a todas las mujeres del mundo. Espero que sepan disculparme. ¿Cómo han celebrado este día tan femenino? Yo manifestándome a favor de nuestros derechos al igual (para que sean los mismos que los de ellos) y en contra de la violencia de genero, esa en contra de las que muchos deciden guardar silencio. Y ya se sabe que el que calla otorga. ¿Y ustedes a qué se han dedicado en tan señalad@ día y noche? La Kardashian (Kim), que no se anda con chiquitas, lo ha celebrado por todo lo alto. KK vuelve a despelotarse por enésima vez ante sus fans. De esta guisa celebró el Día Internacional de la Mujer en su cuenta de Instagram donde subió esta instantánea en la que aparece desnuda acompañada del hashtag «#liberated».

Pero aquí no queda la cosa, porque a falta de una, ha posado en una segunda foto en la que la vemos como Dios la trajo al mundo. KK se ha hecho su selfie – como todo hijo de vecino- de su cuerpo serrano frente al espejo de su baño/vestidor (de esto no estoy muy segura). La muchacha Kim aparece haciéndose ese selfie ante el espejo y apuntando con su iPhone, se toca en plan sexy el cuello, ladea la cara, pone carita de «este cuerpo pide guerra» y morritos de alubia. Mete barriga y saca culete. Eso sí, dos barras negras, literalmente, censuran sus partes más íntimas. Pechito y lo que está por debajo del ombligo. Lo más jocoso es un mensaje que tiene bastante gracia. Al menos yo y  más de 850,000 personas de este planeta se la vemos: ‘Cuando estás en plan «no tengo nada que ponerme»…Jajaja ¡Me parto!’

La que se parte soy yo.Pero la celebrity parece que se ha pasado de lista porque probablemente la foto tiene más años que Matusalén. Para ello me baso en la comparación de las dos fotos, en la que una sale morena y en otra rubia de bote, tono oxigenado que la modelo lucía hace ya unos meses. Desde que KK diera a luz hace un cuatrimestre, se ha mantenido alejada de los flashes. Hasta ahora que amenaza con volver. Ha hecho dieta (la mejor de todas sigue siendo la del pollo, ustedes ya me entienden) y luce cuerpazo para envidia nuestra. Y de la mala.

Nunca tendremos suficientes desnudos de Kim Kardashian

Este selfie ha desencadenado un porrón de tweets y memes impagables. Uno de los más retwitteados ha sido el del brillate PaddyPower. Sin cortarse un pelo, al igual que KK, propone a la celebrity el envío de unas bragas con el siguiente mensaje: «Envíanos un DM y te enviamos unas bragas. Te vas a morir sin nada encima con este tiempo».

No son pocas las estrellas de Hollywood que comparten un loco afán por quitarse la ropa a la primera de cambio. Así hemos visto muy ligeritas de ropa Katy Perry, Lea Michele, Jennifer Aniston, el ángel de Victoria’s Secret Rosie Huntington, Lindsay Lohan, Miley Cyrus, Demi Lovato y Rihanna, conocidas todas ellas tanto por sus carreras artísticas como por el exitazo de sus imágenes calentitas. ¿De dónde viene esta manía de algun@s de desnudarse? Puro afán exhibicionista.

Además de poner burracos al personal, conquistar a más seguidores, caldear el ambiente, crear polémica, no pasar desapercibidas, tener más éxito que las dem@s, levantar pasiones y generar envidias. Si se me olvida algún leit motiv del desnudos de nuestras celebrities, hablen.

Pero la verdad es que a quién le importan los motivos. Esta moza recia, como dirían los lugareños de mi pueblo, es muy cómoda de ver y a much@s les ha alegrado el día y a otr@s, es seguro, la noche. Y al que no le guste que no mire.

Que follen mucho y mejor.

Cenas en casa completamente desnudos

Todos andamos en pelota picada por casa en algún momento del día. Al entrar o salir de la ducha, mientras elegimos la ropa, cuando nos quitamos el pijama… Si encima es verano o hace mucho calor, más aún. El umbral del pudor de cada uno es variable, como todo en la vida, pero en este caso también depende de con quien compartamos casa. No es lo mismo vivir solo que en pareja, con compañeros de piso o con tres hijos adolescentes, y claro, eso afecta a nuestras costumbres.

Os meto este rollo porque siempre me he tenido por una persona de mente abierta y dispuesta a luchar contra sus propios prejuicios, pero hace unos días me enfrenté a una situación que me ha hecho pensar a este respecto. Todo empezó con el programa ese de Cuatro, Adán y Eva, en el que según tengo entendido la gente busca pareja en una isla desierta completamente desnudos. Tengo que reconocer que no lo he visto, pese a la curiosidad, más que nada por falta de tiempo. Un par de minutos, a lo sumo. El caso es que mas allá de gustos y opiniones, el tema da para el debate y, como no podía ser de otra manera, ha servido de carnaza en cenas, copas y charlas entre amigos y conocidos varios, a los que siempre sondeo en busca de posibles posts.

GTRES

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Más pronto que tarde la conversación trascendió al programa en sí y los interlocutores acabamos inmersos en una ardiente discusión entre defensores y detractores del nudismo. Ahí estaba yo, que en verano aprovecho siempre que puedo para quitarme la parte de arriba del biquini, defendiendo el derecho de la gente a tomar el sol como le da la gana frente a varios que decían sentirse “agredidos” de alguna manera si alguien se tostaba a su lado en la playa como Dios lo trajo al mundo. En cuanto a si poder o no hacer top-less en una piscina pública, la discusión se calentó aún más.

Y lo cierto es que, aunque bañarse desnudo en el mar y luego secarse al sol es maravilloso, no soy yo muy de quedarme en pelotas del todo en la playa, por muy nudista que sea. No termino de sentirme cómoda, qué le voy a hacer. Cateta que es una… Depende de la compañía y de la playa, en cualquier caso. Pero al final, como con todo, se trata de una cuestión de sentido común, en mi opinión. Este verano, por ejemplo, estaba yo con unas amigas en una playa de Portugal. El sitio era precioso, con kilómetros de arena blanca y aguas cristalinas, pero claro, en pleno agosto el chiringuito de rigor no podía faltar. En torno a él se aglutinaban las familias con niños pequeños y la gente se partía la cara por conseguir una cerveza. Hasta allí nos acercamos mis amigas y yo a comprar agua cuando vimos llegar a una pareja. Extendieron sus toallas a las puertas del chiringo, se quitaron toda la ropa y empezaron a darse crepita el uno al otro. A ella debía de preocuparle bastante que a su amorcito se le quemara el manubrio, porque hay que ver los meneos que le daba… Lo mismo podría decirse de él con las tetas de su amada. Los niños tenían los ojos como platos y sus escandalizados padres ni te cuento. Y digo yo, puestos a elegir, ¿no habría sido mejor tumbarse a disfrutar del verano y del amor unos metros más allá? Porque mira que había playa…

En fin. Pero a lo que iba, que me pierdo. Tras mucho divagar y mucho discutir todo esto con un grupo de personas a raíz del dichoso programa, acabé aceptando la invitación de alguien para ir a cenar a casa de unos amigos suyos que practicaban el “nudismo casero”. Así lo llamó. La idea era que yo lo conociese de primera mano, pudiera hablar con ellos, etc. Me pudo la curiosidad y acepté. Error. Gran error. Que no es que no fueran majos, no, eran majísimos, pero nada más abrir la puerta de la casa y ver a ese señor y a su barriga como un Adán cualquiera con una cuchara de madera en la mano y una paño de cocina colgado de un hombro, supe que me había equivocado. Todos allí, sentados alrededor de una mesa de centro, de esas bajitas, y yo no podía dejar de pensar en lo fácil que era que algún vello de esos pubis que tenía en frente, bien frondosos, por cierto, acabara en el cous-cous de pollo con verduras o en la ensalada con vinagreta de miel. Y como esos pensamientos me quitaron el apetito, no paré de darle al vino para mantener las manos ocupadas. Cuando me invitaron a quitarme la ropa entendí que había llegado el momento de agradecer la cena y marcharme. Al final salí de allí como una cuba y convencida de que eso del nudismo casero no es para mí. No si tengo invitados, quiero decir.