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Los padres separados tienen más sexo que los solteros sin hijos

Andaba yo el otro día haciendo tiempo antes de entrar a una clase de pilates y, como hacía un sol estupendo (fue poco antes de la llegada de este frío), me senté en un parque cercano a esperar. Fueron solo 20 minutos, pero me dieron para curiosear bastante en el mundo de los papis, las mamis, sus vástagos y los recintos con columpios al aire libre. A mí, que el instinto maternal me ronda a veces pero no me aprieta, todo aquello me sonaba a otro planeta, pero no pude evitar empezar a imaginar cómo serían las vidas de aquellos adultos. Me detuve bastante en dos hombres jóvenes, de unos treinta y pocos años, que estaban sentados en un banco junto a sendos carritos de bebé, charlando. Y empecé a montarme la película. Que si estarían en el paro, que si eran viudos o separados, que si se habían reducido la jornada laboral para poder cuidar de los churumbeles mientras sus mujeres trabajaban, etc.

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Padre con bebé

También había una mujer, muy atractiva por cierto, pero de esa no me dio tiempo a inventar mucho porque pronto oí cómo le comentaba a otra madre que “el divorcio” estaba resultando “una pesadilla”. Entonces me fijé en sus hijos, en los de los tres, y pensé, “joder, que difícil debe de ser volver al mercado teniendo descendencia de tan corta edad”. Más que difícil, me parecía prácticamente imposible. Encaje de bolillos y filigrana pura, vaya.

Sin embargo, en contra de lo que yo y muchos pudiéramos pensar, me encuentro un estudio de la Universidad de Nevada y el Instituto Kinsey con datos de más de 7.000 personas según el cuál los padres solteros, incluso aquellos con niños muy pequeños, practican más sexo que los hombres sin hijos. “Se espera que los padres solteros de niños pequeños inviertan menos esfuerzo en su disfrute, ya que tienen menos energía y tiempo para buscar, encontrar y mantener una relación sexual”, afirma el estudio. Pero resulta que tanto los hombres como las mujeres sin pareja con hijos menores de cinco años que participaron en el estudio resultaron más activos sexualmente que los solteros sin hijos o padres solos con hijos mayores.

“Los padres y madres solteras con hijos menores de cinco años dieron cuenta de más citas durante los últimos tres meses y reflejaron una mayor frecuencia de la actividad sexual real que los solteros con niños mayores”, revela la investigación. Esa frecuencia fue mayor para las madres solteras. Los expertos alegan que la clave está en que los recién separados quieren probarse a sí mismos y vivir nuevas experiencias, en plan salir “al mercado” y curiosear en torno a su nueva situación. Tras una ruptura hay que vivir el duelo, pero ya se sabe que las penas con pan son menos penas y, una vez finalizada la travesía del desierto, la persona recupera la energía, las ganas y la euforia por vivir todo lo que durante años no pudo. Como dice una psicóloga a amiga mía, tras una larga etapa de control necesitamos un poco de descontrol. Y que el fin del mundo nos pille bailando.

Separados que quieren volver a casa por Navidad

La dejó de la noche a la mañana. Un día cualquiera de este otoño reciente, solo horas después de una comida familiar y una siesta con polvo incluido. Mirada perdida, unos cuantos suspiros para provocar los miedos y la conversación y voilà, un disparo a bocajarro y sin anestesia. La historia, aburrida de tan corriente. Que si tengo que encontrarme a mí mismo y vivir cosas nuevas, que si eres la mujer más maravillosa del mundo pero necesito estar un tiempo solo… Eso, en cuanto al manido discurso de manual; la verdad, como casi siempre, tenía nombre de mujer. El de otra, claro, una desconocida llegada tan solo unos meses antes a la oficina.

Tras la bomba y el aturdimiento iniciales ella vivió su duelo, con todas sus etapas. En ninguna de ellas él mostró el más mínimo signo de arrepentimiento, duda o siquiera compasión. Sin embargo, a medida que la Navidad se acercaba, empezó a dar sospechosas muestras de acercamiento. Aparecía por la casa con cualquier excusa, adoptó un estúpido tono paternalista y no dejaba de curiosearle los planes.

Comida de NavidadLa guinda llegó anoche, cuando con cara de corderito a punto de ser degollado le soltó con ojos llorosos que estaba confundido, que la echaba mucho de menos y que por qué no cenaban todos juntos en Nochebuena y comían en Navidad, en familia, como siempre. Daba la casualidad de que la chica de la oficina, que era de la otra punta de España, se iba a pasar las fiestas con su gente.

Mientras me lo contaba, no pude evitar acordarme de mi madre y de su horda de amigos jseparados, todos cincuentones. “Los ‘medias pagas’ siempre vuelven a casa por Navidad”, le he oído decir toda la vida. Así es como llama ella a los/las separados que tienen que pagar pensión a sus ex por los niños, etc. “Estas fiestas son muy malas, te remueven por dentro y la gente quiere volver a donde se siente seguro”. En definitiva, volver a sentir de cerca el calor del hogar perdido.

Mi madre es un poco chunga, lo reconozco, pero cuando hago un repaso a los amigos de la familia veo multitud de episodios en los que no ha parado de repetirse ese patrón. Y justo cuando empezaba a creer que era cosa de hombres, resulta que me entero de que la chica de la oficina, la de la otra punta de España, en realidad no se ha movido de la ciudad. Y no lo ha hecho porque ha preferido quedarse estos días a compartir el turrón con el que hasta hace poco ha sido su novio. El mismo al que hace unos meses le dijo que necesitaba tiempo, espacio para pensar. El mismo con el que ha compartido los últimos cinco años. Cosas del espíritu navideño.

Felices fiestas a todos.