Dani Alves o lo ‘barato’ que sale violar

Con la subida de precio que realizó Netflix hace unas semanas fueron 1,6 millones de clientes los que la compañía de streaming despidió de entre sus filas.

El mensaje era claro: «si el precio es tan alto, no vamos a pagarlo».

Dani Alves

@DANIALVES

La Justicia funciona de manera parecida. Condenar no solo es un acto de imponer una pena por lo sucedido, es un aviso.

Una manera de disuadir a quienes puedan plantearse hacer algo parecido.

En teoría, las leyes garantizan un funcionamiento social correcto porque son las fronteras de los comportamientos que no están permitidos, las líneas rojas que no se deben cruzar.

O eso pensamos.

Sentencias como la que ha salido hoy sobre el caso de Dani Alves hacen que nos cuestionemos si las directrices de la convivencia social no tienen cierto sesgo.

Hace unos meses, en Oleiros, se condenó a 10 años de cárcel un robo de un coche con la intención de atracar un Corte Inglés.

Repito, 10 años de cárcel.

Por la violación realizada en la discoteca de Barcelona, al futbolista solo le han caído 4 años de prisión.

¿Cómo es posible que la condena por una agresión sexual a una mujer, a una persona de carne y hueso, sea mucho menor que la de robar un coche, que es tan solo un objeto?

Hoy, muchas feministas volvemos a sentirnos decepcionadas, rabiosas, ignoradas y ninguneadas. Esto es lo que se siente como una bofetada en la cara y no que a Eurovisión se presente «Zorra».

Durante 2023 se denunciaron 3.693 violaciones con penetración, veremos qué pasa a lo largo de 2024 teniendo en cuenta que es un crimen menos penado que un robo.

De lo que ya no quedan dudas (porque esta es la enésima confirmación) es que cuando violar sale tan barato en España, la Justicia ya no es solo Justicia, es también patriarcal.

Mara Mariño

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¿De verdad hace falta una copa menstrual específica para tener sexo?

La relación con nuestra propia regla es complicada. En mi colegio, cuando nos bajaba, íbamos al baño con la compresa bien escondida en la manga del jersey del uniforme.

El miedo de que miraran en la mochila, descubrieran tampones y se burlaran de ti al decir que te gustaba ‘meterte algo por ahí’ también estaba presente.

Esos primeros años menstruando, los peores si me preguntas, tenemos por un lado la enseñanza teórica -porque lo hemos dado en Biología- de que es algo natural, pero en la práctica, es un motivo de burla.

pareja sexo

PEXELS

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Llegamos a la edad adulta con un máster en esconder la regla.

Cargamentos de productos de higiene sanitaria siempre encima, ropa oscura por si hay fugas y dosis de antiinflamatorios para que podamos seguir trabajando como si nada.

Lo escondemos hasta a nuestras parejas sexuales, ante la duda de si ha bajado ya, muchas preferimos decir que mejor otro día no vaya a ser que se manche ligeramente un dedo u otro apéndice de sangre.

Podría parecer que la solución a esto es la vuelta de tuerca que le han dado a la copa menstrual.

Hay marcas que han sustituido la rígida parte de abajo, por una fina lámina flexible de silicona médica que en teoría permite que se pueda colocar más arriba y dejar el canal de la vagina libre para la acción, libre de sangre.

Por lo pronto, la idea de base ya me parece bastante coitocentrista, porque el órgano del placer, el clítoris, se estimula desde el glande y es una zona que está fuera de la vagina.

Así que la prioridad no parece el disfrute femenino, sino que estemos todos los días del año con la disponibilidad de echar un polvo con penetración (sin manchar a nuestra pareja sexual).

¿Y no es a la vez un refuerzo de esa idea de la adolescencia de mantener la sangre oculta del resto de personas?

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Entre que la regla hace su aparición, con esos primeros manchurrones intermitentes de color indefinido, y finalmente se va, puede prolongarse hasta 6 días.

La idea de que pasemos 72 días del año intentando encubrir un proceso natural de nuestro cuerpo me apena y enfada al mismo tiempo.

Sobre todo porque muchas de nosotras hemos podido sentir asco o preferir usar tampones -que llevan unos blanqueadores que son equivalentes a rociarte la vagina de productos muy nocivos- con tal de no ver o tocar la sangre propia.

Esa idea no ha llegado a nuestra cabeza de repente, son una repugnancia y una vergüenza aprendidas.

Por eso es importante reconciliarnos y naturalizar lo que nos pasa por dentro del cuerpo.

No creo que necesitemos más productos a la venta que nos ayuden en la tarea de tapar cuándo menstruamos, sino que, por el contrario, debería estar más que presente, presencial.

Porque solo se nos han enseñado medidas de contención de la sangre, pero no que esta supone un excelente lubricante para mantener relaciones sexuales; que ante el miedo de manchar la ropa de cama, se puede poner una toalla oscura o que el orgasmo es un analgésico natural para las que sufrimos dolores por la regla.

Y esto de aceptar y vivir con normalidad nuestra regla, incluye mandar a paseo a quien siente repelús de la sangre, pero propone meterla por el culo.

Mara Mariño

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WikiFeet y el problema tras la biblioteca de los pies de las famosas

«Quisiera ver las plantas de tus pies y luego olerlas», me escribió hace unas semanas un esperanzado seguidor.

Aún no se había dado cuenta de que las únicas plantas que se pueden ver en mis redes sociales, son las que decoran las estanterías de mi piso.

Y eso por no contestarle que por mucho que quisiera olfatearlos, poco aroma iba a poder apreciar. Mi olor corporal brilla por su ausencia en esa zona, se concentró todo en las axilas.

pies famosas wikifeet

Henar de Pedro

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Pese a que no son algo que me guste de mi cuerpo, en compañía de amigas he podido bromear de que seguro habría quien los encontraría atractivos.

Por lo pronto -y sin contar al de mi seguidor- solo me han tocado comentarios de que los dedos son muy pequeños, demasiado gorditos y hasta un breve rollete me llegó a decir que a ver si me pintaba las uñas.

Sí, la presión estética llega hasta los pies. En forma de estas valoraciones es difícil no llegar a la conclusión de que toda parte de tu cuerpo tiene que ser agraciada (incluyendo a los pies).

Hasta el punto de que, si no lo escuchas sobre los tuyos, puedes verlos sobre otras mujeres. En su primer embarazo, hubo pocos medios que no recogieron en forma de crítica lo mucho que se le habían hinchado los pies a Kim Kardashian y cómo era posible que siguiera enseñándolos.

Chiara Ferragni es otra que también sufrió ese bullying ‘podal’. Antes de que su tablón de comentarios se llenara de recriminaciones por su acción publicitaria con Balocco, se enfrentaba día a día a una ristra de comentarios que rozaban acoso.

«Qué pies tan feos», «Menuda pesadilla de pies», «Deberían marcar tu foto como contenido sensible, qué asco», «Antes era fetichista, pero viendo esto me he curado» son solo algunas de las opiniones que ha recibido la influencer a lo largo de los años.

Del hate a la ‘wikipedia’ de los pies

Irónicamente, esos pies tan ‘feos’ coleccionan más de 4.000 imágenes dentro de wikiFeet, el sitio de encuentro por excelencia para los fetichistas que tienen fijación con esa zona de las celebridades.

En 2018 fue cuando arrancó esta web que, teóricamente, está basada en la admiración de los pies de las estrellas.

Recopila más de tres millones de visitas al mes (la cuarta parte de lo que recibe de media un diario online, para que nos hagamos a la idea) e incluso hay una sección para votar los pies del año, que en 2023 han sido los de Ana de Armas.

El éxito que cosecha esta web es que además de fotos de bancos de imágenes, donde las famosas aparecen captadas por paparazzis o en alfombras rojas, también las hay sacadas de sus redes sociales -te lo pensarás dos veces antes de volver a subir una foto en la playa-.

En teoría, según ‘la ética de wikiFeet’ aparece como premisa que se le debe pedir permiso a la celebridad antes de que se abra una sección a su nombre en el sitio web.

Pero hay un mundo entre que se puedan colgar una foto o dos y que cada vez que subes un contenido a tu perfil social, este sea descargado y resubido a la biblioteca digital de los pies.

WifiFeet crece cada día, pese a que es imposible que haya un consentimiento expreso -que como sabemos, es revocable y no una barra libre de disposición de la imagen de las famosas-, por mucho que en su momento aceptaran aparecer en una categoría de la web.

Normalizando la cosificación

No soy una gran fan de los pies, pero lo soy aún menos de la idea detrás de wikiFeet.

Porque no se trata de un espacio que fomente de ninguna manera el trabajo de estas cantantes, actrices, emprendedoras y hasta políticas. Es un nido de pajeros.

Con la diferencia de que si antes solo podían llegar a esas fotos recortándolas de las revistas, ahora están más al alcance que nunca.

Soy una gran defensora de la libertad sexual, pero no todo vale por el fetichismo.

No todo vale cuando se fomentan y normalizan comportamientos que pueden ser considerados invasivos y cosificadores hacia las mujeres.

No vemos personas completas, sino únicamente miembros: extremidades de consumo para el placer de otros.

Porque, ¿qué revelan sino la existencia de plataformas de este estilo? Una cultura que no respeta la autonomía y la integridad de las mujeres.

Las feministas venimos alertando sobre esto desde hace tiempo. La tecnología no es machista, el uso que se da de ella, bien para crear falsos desnudos por inteligencia artificial o para sexualizar a las mujeres, sí.

Y wikiFeet es otro ejemplo claro de cómo estos avances técnicos puede ser utilizados para promover lo que debería evitarse a toda costa: la objetificación de las mujeres y el refuerzo del estereotipo de género de nuestro valor, desde la cabeza a los pies, reside en la belleza.

Mara Mariño

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La vagina: ni se estira ni se ensancha con el ‘uso’

Hace unos días, haciendo alusión a mi vagina, un desconocido me escribió: «Lo tienes como un calcetín después de hacer el Camino de Santiago».

El comentario aparecía como respuesta a un vídeo en el que reflexionaba sobre la importancia de no darle oportunidad a quienes nos criticaban por ‘kilometraje’.

Es curioso, porque desde que tuve un ginecólogo, ningún hombre había hecho de una manera tan gratuita comentarios sobre mi entrepierna.

Pero sobre todo, ¿quién en su sano juicio se haría el Camino De Santiago con un solo par de calcetines?

mujer juguete sexual

PEXELS

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La opinión de R. no fue la única en esa línea. Otros respondieron en ese mismo reel que mi vagina estaría «como el bolsillo de un payaso» o «como la Puerta del Sol».

Aunque creo que este último no ha ido en su vida a Madrid y realmente se piensa que hay una puerta muy grande en vez de una plaza sin árboles.

Ninguno de los tres hombres había tenido la oportunidad de conocer mis genitales, pero tampoco tenían dudas del supuesto estado cedido de mis partes.

Así que, además de contestarles, he pensado que no estaba de más escribir un artículo al respecto, especialmente para quienes aún tienen dudas de si las vaginas van cediendo con la utilización, como una goma de pelo.

Quiero empezar diciendo que en la vida se me ocurriría poner algo semejante en el perfil de una persona, a la que no conozco de nada, acerca de si su pene está demasiado raído (sobre todo por la sensibilidad que tienen algunos con él).

Pero no deja de ser curioso que el mito de que la vagina cambia por su uso está a la orden del día en mis comentarios de Instagram, pero también en otras redes sociales.

Si pudiéramos disminuir nuestro tamaño y entrar a darnos un paseo por la vagina, además de oscura, comprobaríamos que su estado natural es el de estar toda contraída, cerrada.

Sí, la vagina es una cavidad muscular que se mantiene hermética, por eso cuando nos bañamos en la piscina no nos inflamos como un globo de agua.

Además, de cumplirse el mito, nos resultaría imposible utilizar tampones o copas menstruales, ya que son productos que entran y salen de la vagina en varias ocasiones a lo largo del mes y recogen la sangre sujetos por las paredes vaginales, ya que son flexibles y se adaptan.

Si la leyenda fuera cierto, teniendo en cuenta que la menstruación nos acompaña durante décadas, iríamos dejando un reguero de sangre y productos de higiene.

Pero ahora mismo si ves algo de esto en el suelo es o de alguna despistada, que no ha encontrado otro sitio o que es un poco guarra (amigas, se envuelve en lo que se pueda y se tira en una papelera).

Aunque utilizamos la vagina como zona de ocio la mayor parte del tiempo, su función principal es la de servir de pista de lanzamiento para bebés.

Así que es bastante ambicioso por parte de mis comentadores pensar que un pene, que no es ni una quinta parte de un ser humano recién nacido, tiene el mágico poder de modificar la fisionomía de nuestro cuerpo.

Además, si ese fuera el caso y la vagina se alterara con el uso (y disfrute) lo mismo sucedería con el pene, ya que también está hecho de tejido muscular.

Es más, me atrevo a decir que si fuera cierto que el pene disminuyera de tamaño por su uso, muchos optarían por mantenerse inmaculados antes que perder preciados centímetros.

Resuelta la duda en esta mini clase de educación sexual, solo me queda hipotetizar acerca de quiénes recibimos estos comentarios, las que intuyen que hemos tenido una vida sexual variada.

No les verás poniendo eso en el tablón de Instagram de quien lleva con su novio desde el instituto, se han casado y han tenido tres hijos.

No, pese a que haya tenido sexo todos los días durante varios años, la mujer que ha estado en una relación de pareja monógama no ‘sufre’ de esta condición.

El razonamiento es que si han pasado varios penes flojea, el mismo pene un millón de veces, no. La fisura en esta teoría es evidente.

Lo que se juzga no es la frecuencia de uso, sino que se te mida revisando el historial, una estrategia de control de la sexualidad brillante.

Nada mejor que el miedo a que te perciban como que tu vagina está demasiado usada para que las mujeres continuemos viviendo una vida sexual comedida, ¿verdad? Ahora se entiende que lo que haya trascendido es que la vagina se desgasta y no el pene.

Pero curiosamente, ¿sabes qué es lo que más recomiendan ginecólogas y fisioterapeutas del suelo pélvico para que tengas tu vagina a tono? Orgasmos.

Con quien sea, cuando sea y como sea: con pene, sin pene, con lengua, con manos, con juguetes, con el mango de la ducha, con otras mujeres. Orgasmos.

Mara Mariño

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La clave para que tu cita sea un éxito, está en vestirte así (o eso dice TikTok)

Mi proceso de preparación para una cita con una persona que me gusta suele durar entre una hora, hora y media.

El 25% del tiempo es para ducharme, el otro 25% para secarme el pelo y el 50% restante para enfrentarme a la crisis existencial de que no me gusta nada de lo que tengo en el armario y, por tanto, cambiarme varias veces de ropa.

Da igual dónde o con quién vaya a ser el plan: no termino de estar convencida con lo que ponerme.

cita romántica

PEXELS

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El problema, como habrás imaginado, es mío, nace de las ganas de gustar, de dar en el clavo y asegurarme una posible segunda cita.

Y como eso algo que depende de mucho factores, toda la presión recae en lo único que puedo controlar, lo que llevo puesto.

Por eso la elección del conjunto suele incluir alguna prenda que me da seguridad (lo que se traduce en algo que siento que me hace lucir bien), pero también intentando impactar, dejar algún tipo de huella…

Al pensar sobre ello, me doy cuenta de que es algo generacional.

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Las películas románticas de los años 90 y 2000 siempre incluían una escena de la protagonista preparándose para su cita y entrando a cámara lenta al sitio de encuentro.

Sí, Bridget Jones, Alguien como tú o Cómo perder a un chico en 10 días son grandes ejemplos del efecto transformador del armario.

Citas cómodas literalmente

Ahora, es al contrario. En los últimos vídeos virales de TikTok varias chicas hablan del ‘efecto chándal’ o cómo triunfan mucho más en un bar yendo vestidas con ropa deportiva.

Por lo visto, según los comentarios, tiene una explicación sencilla: esos conjuntos cómodos e informales dan sensación de normalidad, al contrario que los looks elaborados que se considerarían ‘inalcanzables’.

Aunque para mí la clave está también en que un estilismo cómodo se aproxima más a lo que llevamos con frecuencia.

Bien para estar en casa, teletrabajando, haciendo un plan tranquilo familiar o dando una vuelta con amigas, la ropa que solemos escoger no es fruto de una preparación de horas, sino algo más informal.

Así que puede que la red social no ande desencaminada y, además de apostar por la comodidad -que eso siempre es más cómodo que un vestido ceñido-, nos brinde la excusa perfecta para dejar de agobiarnos tanto por la ropa que elegimos.

Porque si le gustamos a alguien a gustar, que gustemos independientemente de lo que llevemos puesto.

Mara Mariño

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¿Qué es la erotización de la lubricación?

Cuando recibimos la educación sexual en el colegio (si tenemos suerte de recibirla) estaría bien que entre el ciclo menstrual y cómo colocar un preservativo, nos hablaran de la lubricación.

Eso que a veces brilla por su ausencia por mucho que estés deseando comerte hasta los calcetines de la persona que tienes enfrente y que otras, aparece por sorpresa en las bragas después de un sonoro bostezo.

Creo que hablo por muchas si digo que me habría encantado saber cómo funcionaría eso que iba a acompañarme a diario, pero variando continuamente.

mujer granada

PEXELS

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Y eso sin contar que cada una es un mundo: «A mí me pasa que puedo estar muy cachonda, pero no estar mojada. Al principio me sentía mal por cómo se pudiera sentir la otra persona, porque yo tenía claro mi interés sexual aunque no fuera una catarata».

Las palabras de esa seguidora resuenan y mucho, porque entre en el coloquialismo de nuestras conversaciones se han colado expresiones como que estábamos tan excitadas, que podríamos dejar las bragas pegadas al techo.

Bien es cierto que lubricación es sinónimo de salud, como explica Sara Matesanz (@salud.hormonal), fisioterapeuta especializada en salud hormonal, pélvica y sexual femenina.

«La vagina, el cérvix y la vulva han de lubricar, porque eso es señal de salud en la etapa fértil por los estrógenos. Cuando no hay una lubricación es que algo pasa. No podemos normalizar una vagina y una vulva secas, porque eso genera problemas.»

Otro punto a tener en cuenta, según la experta, es «el enfoque que se le pone a los lubricantes en el mundo de las relaciones sexuales. Si una vulva o una vagina no lubrican en una relación sexual, y no hay problema físico, no hay excitación. No se puede forzar algo que no quiere ser penetrado. Esto genera muchos problemas que después vemos en consulta. Lubricación no es igual a penetración».

Las palabras de Sara habrían resultado de gran utilidad al cuerpo de defensa de Dani Alves, cuando, hace poco menos de un año, llegaron a esgrimir el argumento de la lubricación de la víctima como ‘prueba’ de que el encuentro fue consentido.

«El mensaje se enfoca en lo de siempre, lo poco que se visibiliza a nivel masculino la lubricación. El pene también debería lubricar y lubricarse», reflexiona la fisioterapeuta.

Poco (o casi nada) se habla de que el glande del pene expulsa el líquido preseminal, cuya función es facilitar la penetración.

Sin embargo, por lo general, la expectativa del ‘engrase’ en un encuentro sexual -tanto la de quien nos acompaña como la propia-, recae en nosotras.

¿Cómo no vamos a sentirlo como una exigencia con doble rasero, porque, a fin de cuentas, la lubricación del pene es mucho menor y no parece ser tanto motivo de preocupación?

Esto es algo que podría bautizarse como ‘erotización de la lubricación’, ya que de la misma manera que el squirt, se ha convertido un proceso fisiológico en parte de una performatividad sensual.

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Responsable de esto es, para sorpresa de nadie, la pornografía, gran sustitutiva de la educación sexual y culpable también de estas inseguridades, fruto de las presiones y estereotipos de género.

La narrativa de la lubricación en este tipo de películas pasa por la actriz haciendo hincapié en lo húmeda que está y mostrarlo, como con la eyaculación femenina, con todo tipo de líquidos (artificiales, por supuesto).

Cada una vive esa influencia de una manera diversa, y, entre mis seguidoras, las opiniones son muy variadas.

Porque, como una reflexiona, parece que si no hay un chorro, no demostramos lo que estamos disfrutando: «se sienten atacados o frustrados porque piensan que hay algo que no están haciendo bien y no te gusta».

Quizás por la mezcla entre la falta de conocimientos y la respuesta de nuestra pareja, vivimos la coacción silenciosa de que los lubricantes se presenten como un producto que sí o sí, tenemos que tener nosotras.

«La forma en la que nos lo hacen llegar es un poco incriminatoria, como si la sequedad fuese un problema y como culpables de ello lo tenemos que solventar», dice una.

Como si fuera «nuestra responsabilidad solucionar la sequedad de la vagina», «Ten lubricante, así ni me esfuerzo en ponerte cachonda porque la cosa es que entre bien», me escriben otras seguidoras.

Lubricante vs hidratante

Las que estamos en la etapa fértil podemos sentir especialmente cómo la lubricación va cambiando también según el momento del ciclo menstrual en el que nos encontremos.

Es una de las razones por las que la cantidad no siempre es la misma, pero también, como reflexiona otra de mis seguidoras, «Hay que normalizar que no somos máquinas. Ellos tampoco están igual siempre».

En lo que podemos coincidir es en que no necesitamos más imposiciones añadidas: «Después de sentir con todos los síntomas de menopausia, encima me cargo con más juicios externos», «Siento que de alguna manera ‘fallo’ si necesito usar lubricante», comentan dos seguidoras.

Así que propongo, como alternativa, que dejemos de ver el lubricante como pareja de baile solo de la vagina y empecemos a utilizarlo como facilitador en general.

Mientras que, si hay problemas de salud relacionados con la sequedad vaginal, lo que se deben utilizar son los geles hidratantes.

«Mi recomendación es usar lubricante para mejorar la experiencia sexual conjunta del tipo que sea. Los lubricantes no son para la sequedad vaginal, para la sequedad vaginal se utilizan los hidratantes vulvares o vaginales», comenta Mar Puig, fisioterapeuta de suelo pélvico.

«Estos últimos se suelen recomendar en momentos especiales de la vida de la mujer, como el posparto, lactancia, menopausia, durante un proceso oncológico, etc. Y cuando hay sequedad por algún problema de salud en concreto, se trata con hidratación o medicación en casos especiales, todo eso fuera de la relación sexual».

Como ella misma aclara: «No tenemos que chorrear como las cataratas del Niágara, incluso chorreando, utilizar un lubricante es interesante, para facilitar el juego erótico y la sensación de ‘desliz’ mutua por todo el cuerpo».

Mara Mariño

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Los juguetes sexuales ya no son lo que eran (por suerte)

Cada pocos meses, los padres de mi novio paran con nosotros en casa y les dejamos la habitación.

En otro momento de mi vida, esa ocasión se habría visto precedida de una limpieza exhaustiva de juguetes sexuales, poniéndonos en algún escondrijo fuera del alcance.

Ahora estoy tranquila, si dan con el que tengo más a mano, difícilmente van a saber de qué se trata.

Iroha

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O eso me digo, aunque quizás no es tanto la preocupación por si dan o no con mi colección, que doy por hecho de que no andan buscando.

Más bien que no siento que deba esconderlos. Mis juguetes me encantan, son coloridos y multiformes. Casi parecen pequeñas esculturas recubiertas de silicona.

Poco o nada tienen que ver con los juguetes de hace 20 años, donde solo había o réplicas de penes -que imitaban hasta el detalle de las venas-, o varitas vibradoras comparables en tamaño (y en ruido) a una aspiradora de mano.

Pero, ¿son el minimalismo y el nuevo diseño los responsables de que nuestros compañeros de dormitorio ya no sean genitales de plástico, sino bonitos ornamentos inspirados en la cultura japonesa, como es el Iroha de la foto cuyo nombre «Ukidama» es literalmente «bola flotante» en japonés?

Sí y no. El cambio de estética, pero sobre todo los avances en funcionalidad, han hecho que los juguetes ya no sean algo de broma que se regala en una despedida, sino el paquete más esperado de una celebración navideña o un cumpleaños con tus amigas.

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Ya no son lo que eran, tan mal llamados «consoladores» que hasta hay una marca que está intentando hacer entrar en razón a la RAE para que cambie el apelativo.

Los juguetes no son sustitutivo de nada, ni una forma de recibir consuelo cuando las cosas van mal (de eso se encarga nuestra red de apoyo), son disfrute en privado o en compañía.

También son conocimiento, ya que han conseguido que muchas entiendan «ah, así que eso que me gusta tanto estaba ahí».

Y tranquilidad para la que no conseguía conectar consigo misma y al final se perdía tanto en sus pensamientos, que perdía el orgasmo por el camino.

Quizás por eso ahora no me agobia que los encuentren, porque hacen tanto por mi bienestar como guardar café molido de antemano en la despensa, para tener la mitad del trabajo hecho cuando me preparo el café de las mañanas.

Ya no son lo que eran, son mucho más. Han salido a la luz transformados, como una oruga que rompe la crisálida y se ha convertido en mariposa.

Solo que, quienes vuelan, somos nosotras.

Mara Mariño

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‘A mi novio no se le levanta’

Confieso, veo La isla de las tentaciones y disfruto del intercambio de gestos como miradas cómplices o poner los ojos en blanco, con mi madre cuando vemos las ocurrencias de los concursantes.

Ayer nuestras reacciones volvieron a coincidir en cuanto Marieta, una de las participantes, alegó que su novio no iba a caer en la tentación, o al menos no iba a tener relaciones sexuales, porque «no se le levanta».

¿Estamos ante el comentario más desafortunado de la edición? A mí sí me lo parece.

Marieta isla tentaciones

@islatentaciones

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Porque esa afirmación esconde una visión de la sexualidad coja y nociva al mismo tiempo.

Coja porque es simplificar una persona a su pene (y por extensión, al funcionamiento de este) y nociva porque reduce la vida sexual, que es un conjunto de prácticas íntimas, a una sola: la penetración.

Dan igual las circunstancias, hablar de la vida íntima compartida siempre es delicado, pero hacerlo de una disfunción, del tipo que sea, en una plataforma con un alcance como es la televisión, está peor.

Pero el «A mi novio no se le levanta», es casi una institución. Una frase que, nos guste reconocerlo o no, muchas hemos empleado entre amigas, con sorpresa, preocupación o sorna según el contexto.

En un mundo en el que solo cuenta como primera vez si se introduce un pene en una vagina, para ellos no mantener una erección se trata de la peor pesadilla y, si se filtra el suceso, la mayor humillación.

También porque una gran mayoría registra como educación sexual la pornografía, donde solo aparecen secuencias eternas de coitos ininterrumpidos en una secuencia de posturas, solo comparable una clase de yoga.

Aunque ser hombre no es tenerla dura como la piedra durante horas y empotrar por cada centímetro cuadrado de superficie, en este mito se sostiene la frase de Marieta.

Y, aunque no podemos cambiarla, tenemos la capacidad de reflexionar sobre cómo este tipo de confesiones públicas, aunque llenan la hoguera de entretenimiento, también son una bomba si nos las diseccionamos.

Pueden contribuir a perpetuar estigmas y presiones asociadas al rendimiento sexual, lo que impacta en la salud mental y emocional de quienes están viendo el programa. En otras palabras, esto le puede estar pasando factura a tu crush.

En muchos casos, los problemas de erección se deben a agobios, tensión, ansiedad… Así que si una persona los experimenta o ha experimentado, y se entera de que su pareja o en un reality televisivo se ha dicho eso, solo va a aumentarle la inseguridad de que su pene le va a ‘fallar’ (lo que seguramente acabe sucediendo).

La batalla contra el coitocentrismo

Como decía al principio, la preocupación porque se levante o no, es también prueba de que nuestra vida íntima se construye como coitocentrista y es el coito la ‘unidad de medida’ de la satisfacción sexual.

Pero como bien sabemos las que tenemos un succionador de clítoris en casa, la penetración no es el ombligo del mundo (sexual).

Por lo pronto, hay que partir de que cada persona tiene sus preferencias y habrá a quién le guste un polvo bajo las estrellas o un cunnilingus en un tractor -por hacerle un guiño a Sergio-.

Y también cada encuentro es una experiencia nueva que tiene valor en sí misma por el momento que se comparte, y no por el ‘rendimiento’.

Así que a modo resumen, a diferencia de lo que pueda parecer en el reality show, que una pareja sea buena en la cama no va de erecciones: va de química, interés en tus gustos, complicidad, seguridad, caricias, masajes, juegos…

Y, personalmente hablando, de que te ofrezca un poco de postre al terminar.

Mara Mariño

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Dejad a las vulvas en paz

Hace unos días, en una de esas menstruaciones de película de terror -con cólicos nocturnos y sensación de que el ibuprofeno se queda corto-, estaba mirando remedios que pudieran paliar el dolor: parches de calor, bolsas de agua caliente…

Y, en la sección de productos relacionados, apareció de pronto algo que ni sabía que existía: una mascarilla para la vulva.

vulva bragas mujer

PEXELS

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Con ingredientes como la vitamina C o el carbón activo, este pliego está pensado para que lo coloques sobre tus labios externos hasta que la piel de la zona absorba sus nutrientes y puedas disfrutar de los beneficios de esta nueva modalidad de skincare.

Que, por lo visto, son «desintoxicar, calmar, iluminar, hidratar»… ¿Por dónde empiezo?

Así como la piel de la cara es más fina que la del resto del cuerpo, la de los labios externos es rica en vasos sanguíneos y tejido adiposo, por lo que no necesita una hidratación específica.

Pero, aún menos, que su color se aclare. De un tiempo a esta parte nos rodean dos modas oxímoron: tenemos que estar morenas, pero a la vez lucir una entrepierna lo más pálida posible.

Los activos que aclaran la piel no solo son muy agresivos y pueden irritarla, sino que al estar en una zona tan próxima a la vagina, nos la jugamos a que terminen introduciéndose en esta.

El pH de la vagina es delicado, su función de defensa se basa en una ‘barrera’ natural de bacterias y hongos que protegen la zona de patógenos externos.

Ese equilibrio perfecto se puede alterar si nos ponemos una mascarilla entre las piernas cuyos ingredientes pueden desestabilizarlo, provocando candidiasis o cualquier otra infección.

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¿Merece la pena arriesgarse a los picores y escozores por un sutil blanqueamiento que solo va a ver la misma persona que no se da cuenta de que te has cortado el pelo?

Para mí la respuesta es no, especialmente porque este ‘tratamiento’ se suma a la lista de inventos que solo contribuyen a la presión estética a la que nos vemos sometidas las mujeres.

Es más, fíjate si la idea de hacer este producto a la inversa es absurda que cuando buscas mascarilla para testículos solo te sale esto.

mascarilla testículos

BILLYBALLBAGS

Que vivamos en una insatisfacción constante con nuestro cuerpo es una oportunidad de negocio para un sinfín empresas de depilación, dietas, maquillaje o incluso cirugía plástica.

Pero para nosotras es una fuente de inseguridad que nos afecta cada vez que deseamos mostrarnos desnudas ante otra persona.

Es algo que, por poner otro ejemplo, ya pasa de manera sutil con las uñas.

Con el boom de los salones low cost donde te haces una semipermanente por menos de 20 euros, casi se ve como dejadez que luzcas tus uñas «sin hacer» en un centro profesional.

¿Cuánto nos queda para que esté mal visto que lleves tu vulva sin iluminar?

Otra obligación más, una distracción añadida que nos consume el tiempo de buscar el producto, comprarlo, aplicarlo y repetir el proceso, ya que la clave de todos estos tratamientos estéticos es que, sus resultados, nunca duran demasiado.

No necesitamos mascarillas para genitales de nadie, necesitamos que dejen a las vulvas en paz.

Y a nosotras por extensión. Porque si dejamos que nos preocupe el aspecto de nuestra vulva, no tenemos tiempo para preocuparnos de por qué las trabajadoras con sueldos más bajos aún duplican a los hombres o de por qué no se ponen medidas efectivas contra la violencia machista.

Mara Mariño

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¿Existe la ninfomanía? Una sexóloga desmonta los estereotipos más extendidos

«Ninfómana» es un término que me ha acompañado desde que empecé a escribir este espacio. Una palabra que se escurría en los comentarios, respuestas en Twitter (o como se llame), mensajes privados…

Y todas ellas tenían lo mismo en común: quien me lo llamaba no tenía ni idea de mi vida íntima. Sin embargo el apelativo, en su opinión, era correcto.

¿Quién podría escribir de sexo sin ser adicta a él?

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PEXELS

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«Ninfómana» no es un piropo, no se usa a modo de halago ni como cumplido. «Ninfómana» es un arma arrojadiza que, entre líneas, deja caer que eso de que seas mujer y vivas una sexualidad a tu gusto y elección, es cuestionable.

Sobre el término he hablado largo y tendido con Lucía Jiménez, que es sexóloga y colaboradora de Diversual, y sabe lo mucho que nos queda por deconstruir más que a las ninfómanas, a quienes lo usan como agravio.

«La ninfomanía no existe como categoría diagnóstica», comienza explicándome. «No es más que la herencia cultural de un término que acuñó en el 1886 un psiquiatra alemán llamado Richard Von Krafft-Ebing en su obra Psychopathia Sexualis».

«En este libro describió la libido sexual como la fuerza del deseo, que en exceso podía denominarse ninfomanía (para ellas) y satiriasis (para ellos)».

Aunque lo curioso, como la misma sexóloga se pregunta es por qué sobrevive el adjetivo «ninfómana» mientras que casi ninguna persona sería capaz de reconocer o utilizar el término «sátiro».

Como en el caso de aquellos que me han colocado la etiqueta, «ninfómana» no se usa para hablar de la sexualidad: «Es una palabra empleada para ejercer violencia de género utilizando como pretexto la sexualidad, pues discrimina por género y sexo. Ninfómana no es la persona con adicción al sexo, ninfómana es una mujer».

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Algo que, coincido con Lucía, no hace más que acrecentar el estigma sobre la sexualidad femenina contribuyendo a una doble moral donde el placer parece solo reservado a un 50% de la población.

«Por un lado, se sigue creyendo que la mujer cis tiene menor deseo sexual que el hombre cis, pero cuando esta lo tiene, lo expresa y lo vive, se convierte en ninfómana. ¿Entonces, cómo me tengo que sentir? Poco deseo es malo porque no satisface a terceros, mucho deseo es peligroso porque desafía», resume la experta.

«Por supuesto que hay personas que viven su deseo de maneras que pueden ser perjudiciales para sí mismas, y que piden ayuda para aprender a gestionarlo. Pero, qué instrumento de control tan potente para inhibir la sexualidad, es educar a la mujer en el miedo a un deseo sexual incontrolable que pueda arruinar su vida y sus proyectos», reflexiona.

Entre el deseo sexual hipoactivo y la hipersexualidad

En términos profesionales, a la hora de hablar del deseo sexual «lo que existe es un deseo sexual hipoactivo (bajo) o
una hipersexualidad», explica la sexóloga.

Normal es un concepto muy relativo, ya que «estadísticamente, la normalidad habla de cómo se distribuyen las conductas en la población, es decir, es lo que más se repite. Eso no quiere decir que sea lo correcto, ni lo mejor. Es una descripción de las tendencias».

Aunque, como Lucía comenta, «cuando alguien pregunta si, en este caso, su deseo sexual es ‘normal’, probablemente quiere saber si su deseo sexual ‘está bien’, si hay algo de malo en sentir menos que no sé quién, o más que no sé cuántas».

Así que en vez de preguntarnos eso, la experta recomienda plantearnos otro tipo de cuestiones, como si la frecuencia sexual genera malestar persistente, si interfiere con el desarrollo de la vida, si empeora las relaciones personales, etc.

Una vez comprendida la relación que mantenemos con el deseo sexual, también toca desmontar algunas falsas creencias como que frecuencia es igual a adicción (cuando es algo que varía según la percepción de cada persona).

«Cuántas relaciones se tienen no es un buen indicador. Adicción son otros procesos, como la compulsión, mediante los que se produce un deterioro de la persona y de su vida», explica la colaboradora de Diversual.

Aunque también el mito de que una persona es adicta al sexo porque le encanta el sexo: «Puede utilizar mucho la relación sexual, pero también puede no disfrutarla en absoluto, ya que se ha convertido en un acto de consumo y de alivio de una ansiedad persistente».

«Puede estar todo el día pensando en ello, y que le resulte completamente incapacitante», resume Lucía.

¿Qué hacemos con «ninfómana»?

A día de hoy, internet ofrece un crisol de resultados cuando introduces el término. «Todavía hay blogs y webs de profesionales de salud mental que emplean este término para referirse a la hipersexualidad», dice Lucía.

«Si tienes la mala suerte de ser diagnosticada como tal, se te atribuirán toda una serie de características que muy probablemente no te corresponden».

Y es que como la sexóloga explica, «ser ninfómana, socialmente, te convierte en una mujer impredecible, manipuladora, peligrosa, seductora, que hará lo que sea para tener relaciones».

«A ver si va a resultar que la ninfómana es la que vive su sexualidad de una manera que no le va bien al hombre. La ninfómana es un arquetipo cultural que despoja al hombre de todo control y raciocinio, ‘obligándole a follar'», afirma.

Así que la manera de darle una vuelta de tuerca es, como la experta sostiene, recordar que «la ninfómana a la que se señala no es más que la mujer cis que desafía el statu quo, amenazando a otras mujeres cis porque les subraya lo que ellas no se permiten y retando al hombre cis porque se iguala a ellos en su vivencia sexual».

Mara Mariño

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