Archivo de mayo, 2023

Estar en relaciones de parejas largas me han enseñado que el sexo…

Fluctúa, porque hay ocasiones en las que se da de manera seguida y otras en las que disminuye de manera drástica.

Y que además es casi imposible prevenir cuándo van a darse las distintas temporadas.

Pareja cama sexo

PEXELS

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Puede ir desde un periodo de vacaciones alejados de todo, donde solo apetece estar desnudos, a un momento de estrés laboral cuando la libido cae en picado.

A diferencia de los encuentros esporádicos con alguien, donde por norma general, cada polvo se vive con la máxima intensidad, fruto de la tensión sexual y la novedad, en las relaciones largas existen los polvos perezosos.

Sí, sabrás a cuáles me refiero si te has despertado de una siesta, aún con sueño, y querías un orgasmo pero sin la parafernalia del sexo.

Uno de esos casuales, fáciles, sin florituras ni adornos, un mete-saca rapidito o tocaros sin más.

El placer de vaguear por partida doble.

En pareja también tienes que aprender a lidiar con la frustración del rechazo. Porque llevando tiempo juntos, eres capaz de entender que no tiene por qué apetecerle y que no tiene nada que ver contigo.

No tomártelo como algo personal, no dejar que afecte a tu autoestima y buscar una alternativa por tu cuenta si lo que quieres es un rato de intimidad, es la manera más sana de asumirlo.

Sobre todo porque tu vida sexual no depende única y de manera exclusiva de tu pareja. Gran parte será en su compañía, cierto, pero al final debes responsabilizarte tú de tu placer cuando se dan esas situaciones.

Y se darán, créeme.

Lo de que estando juntos es mucho más fácil encontrar momentos es una verdad a medias.

Cada uno tiene su vida y su organización de la jornada, pero más allá de eso, el pico de deseo suele aparecer en momentos diferentes del día.

En resumen, coincidir no es el pan de cada día.

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Además, al igual que adquieres el compromiso de trabajar en la relación teniendo conversaciones largas y asertivas sobre algo que queréis mejorar, el enfoque en la vida sexual debe ir por el mismo camino.

Ambas personas deben implicarse activamente y escuchar los deseos y gustos del otro.

Salir de la rutina, encontrar momentos de calidad y probar cosas nuevas son consejos que pueden (y deben servir) a la relación de cara al público y a lo que suceda en la intimidad.

Aunque quizá una de las cosas que más me ha sorprendido es que, el hacerlo a escondidas, o de manera más discreta, no se termina cuando te independizas de casa de tus padres.

Si no que continúa en la edad adulta cuando tienes visitas o cuando entran niños en la ecuación.

Si me tengo que quedar con mi enseñanza favorita después de analizar mis relaciones de pareja más largas, diría la confianza absoluta.

Esa de desnudarte delante de alguien y saber que da igual en qué momento de la regla estés, si por lo que sea has decidido dejar de depilarte -algo muy válido, dicho sea de paso-, o si la pedicura está descascarillada vas a parecerle igual de deseable.

Pero también la seguridad de que puedes experimentar todo lo que se te ocurra y más sabiendo que es con alguien a quien conoces tanto que, con tan solo una mirada, sabe si quieres seguir o necesitas parar.

Mara Mariño

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‘¿Me invitas a tu boda? No, te invito yo a tu boda’, la controversia que circula en redes sociales

Hace unos años, recibir una invitación a una boda, era sinónimo de alegría e ilusión.

Pero de un tiempo a esta parte, una opinión popular que va ganando fuerza siente todo lo contrario.

boda pareja

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«Que te inviten a una boda es lo peor, ya me puedo poner a ahorrar», «Pierde todo el encanto que te inviten a una boda sabiendo que tienes que dar una suma de dinero acorde con el precio del menú para cubrir tu gasto como invitado» o «No puede ser que el que te inviten a una boda sea un gasto de dinero tan grande que te descuadre las cuentas durante meses», son algunas de las opiniones que se pueden leer en Twitter al respecto.

Sí, siendo una generación precarizada, hay quienes han caído en que las bodas son un ataque al bolsillo tal y como están planteadas hoy en día.

Porque se juntan varios factores que son los que hacen que esa corriente de detractores de las bodas las vea como desajustes presupuestarios y no celebraciones del amor.

Por un lado está el hecho de que antes, las parejas iban a vivir juntas después de la boda, por lo que cuberterías, manteles, pequeños electrodomésticos, juegos de toallas o cualquier regalo para el futuro hogar, era lo más deseado.

A día de hoy, esos amigos que se dan el «Sí, quiero» llevan años juntos conviviendo en un piso perfectamente equipado, por lo que jugársela con otra batería de cacerolas no parece la mejor de las ideas.

Es el motivo por el que, de un tiempo a esta parte, no falta en las invitaciones de boda la cuenta bancaria para que el regalo sea un ingreso, algo que los novios usan para recuperar el altísimo desembolso de la fiesta.

Y, aunque cada persona debería dar una cantidad acorde a su situación económica, la frase que nos han contado nuestros padres, por activa y por pasiva, de que el regalo de boda debe cubrir el cubierto, se nos ha quedado marcada.

Según ellos, es de buena educación al menos pagar la cantidad que va a costar el menú que vas a consumir.

Sin embargo, los millennials tenemos un problema con esto. En primer lugar, como los usuarios de Twitter comentaban, el de que nuestras finanzas se quedan descolocadas cuando llega una boda.

Si de algo se han aprovechado las empresas que están metidas en el sector nupcial español es de inflar los precios.

Y de inflarlos hasta el punto de que con pagar dos platos ya se equipara al precio de irte una semana de vacaciones fuera de tu ciudad.

Quizá la generación de nuestros padres sí puede permitirse dar con desahogo ese dinero, pero nuestra situación es que los alquileres nos asfixian, tenemos unos ingresos irregulares o que se acercan al SMI incluso a nuestros treinta.

Costear una comida nupcial, añadir un vestido a la ecuación y la parte correspondiente a la despedida de soltera -otra fiesta que ha pasado a ser un compromiso económico importante-, hacen que no salga a cuenta recibir una invitación.

En ningún caso la culpa es de los novios, quienes organizan con todo su amor el evento (y nunca van a esperar que vayas por el dinero), sino de quienes han pasado de ver las bodas de negocio a negocio muy rentable.

Porque para sorpresa de muchos, no estoy hablando de una celebración digna de la revista ¡Hola! con una noria, fuegos artificiales o un concierto del cantante de moda de turno.

Si no de una boda normal donde ya solo el cóctel, el menú y la barra libre hasta las 5 de la mañana suponen más de 160 euros por cabeza. 

Puede que los haters nupciales cambiaran de idea si adoptáramos, por ejemplo, el método inglés. Donde cada invitado paga unas 50 libras como regalo con la condición de que se costea el alcohol de su bolsillo.

Sería la manera de contar con quienes dicen que no a una invitación de boda, por muchas ganas que tengan de ver a sus amigos contraer matrimonio, porque no pueden permitirse el gasto que sienten que deberían hacer.

Pero también la manera de ayudar a los novios a que el coste de cada invitado fuera menor, ya que las bebidas que consumas corren de tu cuenta.

¿Lo popularizamos?

Mara Mariño

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En la cama ¿eres tú o te dejas llevar por la performatividad?

¿Sabes ese momento en el que estás por primera vez en la cama -o donde sea- con alguien y vas ‘corrigiendo’ tus movimientos?

Me refiero a cosas como girarte, porque no quieres que se te vea la tripa y terminas de espaldas, a cuando apagas la luz para que pierdas el miedo a que te observe o a cuando decides que, haciendo sexo oral, vas a establecer un contacto visual fijo porque «es lo que les pone».

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SAVAGE X FENTY

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A esto, tal y como me comenta una amiga sexóloga, es lo que se le llama la performatividad de género y suele ser distinta si hablamos de cómo hombres y mujeres nos comportamos en la cama.

Pero para que nos entendamos, es la actuación reiterada que sigue unas normas sociales.

Es decir, la razón por la que a día de hoy muchas siguen haciendo una relación profunda hasta el borde de sufrir náuseas (porque «sin arcada, no hay…»).

Y también el motivo que empuja a muchos a imitar el movimiento de un martillo eléctrico, porque esa percusión es la que se supone que no debe faltar en un ‘empotrador’.

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En aquellas ocasiones donde nos ponemos en modo show se nos olvida que el sexo no es un espectáculo visual, es un momento para pasarlo bien pero también para expresarse y conocerse.

Expresarse porque cada persona tiene una manera diferente de desenvolverse en la cama y conocerse porque se tiene la oportunidad de llegar a todas aquellas zonas estratégicamente cubiertas por la ropa.

Si lo que hacemos es replicar lo que pensamos que se espera de nuestra participación (bien porque es lo que hemos visto en el porno, series, películas…), se pierde nuestra autenticidad sexual por el camino.

Además de que tampoco estamos conectando con el placer, sino que el pensamiento es el de seguir los comportamientos que creemos, se esperan por nuestra parte.

Cómo tener el sexo que nos gusta (de verdad)

Es triste que lo que verdaderamente indica que estamos pasando un rato estupendo, como soltar gemidos o tener la cara desconfigurada en una mueca de gusto, vayamos controlándolo para mostrar esa versión más estética.

Lo que pesa es la expectativa de tener el cuerpo de cierta manera y no entrar en esos estándares produce agobio, ansiedad y la falta de ganas de continuar la experiencia, lo que dificulta la excitación.

La performatividad de género es bastante exclusiva, porque solo considera la participación de un hombre y una mujer en el que tiene que haber sexo pene-vagina.

Cualquier cuerpo de otra etnia que no sea la caucásica, cualquier orientación sexual, cualquier identidad de género o cualquier discapacidad tampoco entran en la idea de la performatividad heteronormativa.

La representación es la de así es como debe ser el sexo y por otro lado, esto es lo que debe pasar y cómo debes comportarte.

Romper con la performatividad pasa por ser consciente de cómo la sexualidad que vemos a través de la cultura mainstream está llena de estereotipos.

Pero también por vivir el momento presente dejando todos los pensamientos intrusivos fuera de la habitación.

Para mí, abordar un encuentro sexual con la mente curiosa y las ganas de pasarlo bien, son otras dos maneras de asegurarse que se está por y para el disfrute.

Y, para terminar, quiero recordar que no hay mejor manera de se sepa qué nos gusta que poniendo en práctica nuestras habilidades comunicativas: decirlo claro o pedirlo.

Mara Mariño

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