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‘¿Me invitas a tu boda? No, te invito yo a tu boda’, la controversia que circula en redes sociales

Hace unos años, recibir una invitación a una boda, era sinónimo de alegría e ilusión.

Pero de un tiempo a esta parte, una opinión popular que va ganando fuerza siente todo lo contrario.

boda pareja

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«Que te inviten a una boda es lo peor, ya me puedo poner a ahorrar», «Pierde todo el encanto que te inviten a una boda sabiendo que tienes que dar una suma de dinero acorde con el precio del menú para cubrir tu gasto como invitado» o «No puede ser que el que te inviten a una boda sea un gasto de dinero tan grande que te descuadre las cuentas durante meses», son algunas de las opiniones que se pueden leer en Twitter al respecto.

Sí, siendo una generación precarizada, hay quienes han caído en que las bodas son un ataque al bolsillo tal y como están planteadas hoy en día.

Porque se juntan varios factores que son los que hacen que esa corriente de detractores de las bodas las vea como desajustes presupuestarios y no celebraciones del amor.

Por un lado está el hecho de que antes, las parejas iban a vivir juntas después de la boda, por lo que cuberterías, manteles, pequeños electrodomésticos, juegos de toallas o cualquier regalo para el futuro hogar, era lo más deseado.

A día de hoy, esos amigos que se dan el «Sí, quiero» llevan años juntos conviviendo en un piso perfectamente equipado, por lo que jugársela con otra batería de cacerolas no parece la mejor de las ideas.

Es el motivo por el que, de un tiempo a esta parte, no falta en las invitaciones de boda la cuenta bancaria para que el regalo sea un ingreso, algo que los novios usan para recuperar el altísimo desembolso de la fiesta.

Y, aunque cada persona debería dar una cantidad acorde a su situación económica, la frase que nos han contado nuestros padres, por activa y por pasiva, de que el regalo de boda debe cubrir el cubierto, se nos ha quedado marcada.

Según ellos, es de buena educación al menos pagar la cantidad que va a costar el menú que vas a consumir.

Sin embargo, los millennials tenemos un problema con esto. En primer lugar, como los usuarios de Twitter comentaban, el de que nuestras finanzas se quedan descolocadas cuando llega una boda.

Si de algo se han aprovechado las empresas que están metidas en el sector nupcial español es de inflar los precios.

Y de inflarlos hasta el punto de que con pagar dos platos ya se equipara al precio de irte una semana de vacaciones fuera de tu ciudad.

Quizá la generación de nuestros padres sí puede permitirse dar con desahogo ese dinero, pero nuestra situación es que los alquileres nos asfixian, tenemos unos ingresos irregulares o que se acercan al SMI incluso a nuestros treinta.

Costear una comida nupcial, añadir un vestido a la ecuación y la parte correspondiente a la despedida de soltera -otra fiesta que ha pasado a ser un compromiso económico importante-, hacen que no salga a cuenta recibir una invitación.

En ningún caso la culpa es de los novios, quienes organizan con todo su amor el evento (y nunca van a esperar que vayas por el dinero), sino de quienes han pasado de ver las bodas de negocio a negocio muy rentable.

Porque para sorpresa de muchos, no estoy hablando de una celebración digna de la revista ¡Hola! con una noria, fuegos artificiales o un concierto del cantante de moda de turno.

Si no de una boda normal donde ya solo el cóctel, el menú y la barra libre hasta las 5 de la mañana suponen más de 160 euros por cabeza. 

Puede que los haters nupciales cambiaran de idea si adoptáramos, por ejemplo, el método inglés. Donde cada invitado paga unas 50 libras como regalo con la condición de que se costea el alcohol de su bolsillo.

Sería la manera de contar con quienes dicen que no a una invitación de boda, por muchas ganas que tengan de ver a sus amigos contraer matrimonio, porque no pueden permitirse el gasto que sienten que deberían hacer.

Pero también la manera de ayudar a los novios a que el coste de cada invitado fuera menor, ya que las bebidas que consumas corren de tu cuenta.

¿Lo popularizamos?

Mara Mariño

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