Archivo de julio, 2021

Amigo, así es cómo te afecta la ley del ‘Solo sí es sí’

¿Piensas que es muy complicado ser hombre hoy en día? ¿Que vas a tener que ir con un contrato en el bolsillo y firmar ante notario si quieres tener sexo con una chica?

Este artículo es para ti.

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Vengo a explicarte de una forma sencilla cómo te afecta la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual o, como la conocemos coloquialmente, la del «Solo sí es sí».

Por lo pronto, abuso y violación han pasado de ser considerados delitos diferentes a que ambos vayan a juzgarse como agresión.

Es decir, ya no es necesaria que haya violencia o intimidación para que puedas ir a la cárcel si haces algo en contra del consentimiento de otra persona.

Y cuidado, porque esto se aplica también a lo que suceda en la calle.

Si por un casual eres lectora, recordarás con todo lujo de detalles aquella vez que te tocaron por sorpresa en el vagón de metro, en unas fiestas de pueblo o cuando te asaltó ese desconocido en el parque siendo tú pequeña.

Ahora todo acoso callejero es considerado delito leve y se puede penar con multas o hasta un año de cárcel. ¿El secreto para evitarlo si eres un hombre? Tan sencillo como no tocar a una mujer que no te ha dado permiso.

De tanto reivindicar que las calles también son nuestras, la nueva ley también recoge el acoso callejero.

Comportamientos no deseados verbales que violen la dignidad de una persona -y sobre todo si se crea un ambiente intimatorio, hostil, degradante, humillante u ofensivo (cada vez que te sueltan el comentario troglodita de turno, en resumen), también será castigado.

Ante la duda guárdate para ti la opinión sobre cómo nos queda ese escote o las piernas que tenemos. No te la hemos pedido.

Respecto a tener que llevar siempre boli y papel encima para que quede claro que la relación entre ambos fue consentida, decirte que no, que no hace falta que vayas cargado.

Solo que aprendas que ni quedarse en silencio ni adoptar una postura pasiva significan que estén aceptando tener sexo contigo. Que esta vez no vale lo de «ella no opuso resistencia».

Y con los agravantes de si además se hace en grupo, es la pareja, un familiar o se usan sustancias para anular la voluntad de la víctima.

Así que antes de que salgas con el «Es que ya no vamos a poder hacer nada», déjame aclararte que no te tienes que preocupar.

Que vas a poder hacer de todo, pero con consentimiento, claro. Que igual es de lo que te estabas olvidando hasta ahora.

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Duquesa Doslabios.

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Trucos para quitarte un chupetón rápido (ahora que no puedes taparlo)

Las vacaciones, la quedada en una terraza con las amigas, esa barbacoa con los de siempre… Es difícil sacarle el lado malo al verano más allá de las altas temperaturas.

Aunque es justamente el calor lo que me trae hoy por aquí, ya que, con los arrebatos pasionales de estos meses, resulta más complicado tapar un chupetón.

Pareja beso

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Pero, ¿eso es algo que se sigue haciendo después de la adolescencia cuando llevábamos el cuello tan amoratado que parecía que habíamos sobrevivido a una juerga en casa de Edward Cullen?

Por supuesto. Como cualquier otra práctica, el chupetón es universal: para todas las edades.

Claro que en esta época del año ya no podemos recurrir a la discreción cómplice del cuello alto, la bufanda o el pañuelo.

Esos que camuflan la marca dándonos margen para que desaparezca por sí solo sin que nadie se entere.

En verano necesitamos apaños rápidos.

El más sencillo es el de recurrir al maquillaje: un buen corrector -el mismo que se utiliza para ‘borrar’ las ojeras- o un primer conseguirán hacer desaparecer el rastro.

Pero si no quieres gastar el cosmético o directamente no tienes esto en casa, corre al congelador y echa un par de hielos dentro de un paño de tela.

Sí, una bolsa de guisantes también puede servirte e incluso una cuchara que dejes previamente enfriándose.

Déjalo sobre la zona unos minutos y vete haciendo pausas y repite la aplicación. Verás cómo va desapareciendo ya que el frío facilita que la circulación mejore y se absorba antes.

Alterna esto con suaves masajes circulares, ya que su resultado es el mismo.

Otro remedio, este te hará desplazarte a la farmacia, es el gel o crema de árnica, una planta medicinal que ayuda a que los hematomas o dolores por golpes desaparezcan.

Aplícala sobre el chupetón hasta que se absorba y deja que sus propiedades antiinflamatorios se encarguen del resto.

Y, ya fijándonos en remedios de la naturaleza, el aloe vera también es un buen aliado para utilizar antes de que llegue esa comida familiar.

Vale que ninguno de estos trucos es milagroso -para ahorrarte la decepción si ves que no desaparece al instante-, pero harán que tu cuello recupere su color en menos tiempo.

Duquesa Doslabios.

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Sí, mi educación sexual fue algo traumática y el colegio tuvo la culpa

Incluso siendo de las pocas personas de mi generación que ha recibido una educación sexual en su centro educativo, las escasas clases que me dieron sobre el tema son para darle una vuelta.

En la E.S.O., tres horas de educación afectivo sexual en los cuatro años que dura ese periodo fueron toda la explicación que recibí en el colegio sobre protección, menstruación, cambios en el cuerpo durante la adolescencia…

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El bachillerato fue un poco diferente. La clase terminó con una presentación de fotos de fetos. Y no de esos de libro de biología con colores rosados y flechas explicando las diferentes partes.

Fetos abortados.

Así fue como mi colegio, uno de esos religiosos de los que se encuentran en Padre Damián, muy cerquita del Bernabéu, se encargó de lanzarnos el mensaje más contundente: chicas, no abortéis, esto es malo.

Si las clases de la E.S.O. nos sirvieron como toma de contacto, el año de bachillerato, cuando la mayoría rondábamos los 16 y 17 años, debería haber sido una ampliación a modo de refuerzo.

Más que nada porque, aunque no había muchos que ya hubieran empezado a tener sus primeras vivencias, estábamos al caer todos los demás.

Aquel era el momento de que nos recordaran cómo protegernos, cómo cuidarnos, cómo nuestra salud sexual dependería siempre de nosotros.

Porque aquellas breves charlas de hace dos, tres o cuatro años, se nos habían quedado tan olvidadas como la lección de Conocimiento del Medio de la célula eucariota.

Y la mayoría no nos sentíamos lo bastante cómodos con nuestros padres como para sacarles el tema.

Se habla del adoctrinamiento en Cataluña con mucha preocupación. Que en Madrid a los 16 años te obliguen a mirar imágenes de abortos con el beneplácito del centro escolar, no es para nada alarmante.

Quien nos dio la charla no nos permitió elegir, no contó con nuestro consentimiento. «¿Queréis ver algo fuerte? Os voy a poner unas fotos», contestó pulsando el play sin esperar una respuesta por nuestra parte.

Hace 10 años volví a mi clase aterrorizada después de la carne y la sangre, con el estómago revuelto del susto en el cuerpo. A día de hoy, lo recuerdo indignada y enfadada.

No solo por robarme la voluntad de decidir, sino por vender como educación sexual algo cuyo objetivo era condicionarme a tomar una decisión sobre mi cuerpo: la de llevar a su fin un embarazo.

Que mi cuerpo era antes de aquella vida que mío.

No faltó el comentario de la ponente recordándonos que siempre podríamos dar el bebé en adopción. Cualquier cosa menos sesgar una vida de Dios, clásico recurrente del discurso conservador.

Así pasó, que tanto yo como mis compañeros cumplimos 18 años sin saber que podíamos contagiarnos de una ETS de tener sexo oral sin usar un condón.

Pero con la idea clara de que el aborto estaba fuera de la mesa con una experiencia traumática que a día de hoy sigo recordando vívidamente.

Porque eso es lo que consiguió mi colegio: quitarme la idea de que podía elegir utilizando el miedo.

Así que, una década más tarde -no sé cómo lo harán ahora, pero la crítica la merecen igualmente-, opino que deberían haberse ahorrado el amaestramiento.

Educar es otra cosa y se debe hacer no solo enseñando sin sesgos ni fisuras de una forma completa y transparente, siempre desde la libertad del conocimiento pleno y no con la amenaza del miedo.

Duquesa Doslabios.

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El Orgullo en 2021: las razones por las que todavía hay que reivindicarlo

El chico que va delante de mí en el supermercado lleva una mochila con el arcoíris, una forma de decir, incluso haciendo la compra, «quiero querer a quien quiera».

No es el único.

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Estos días, la modernista Barcelona parece más colorida de lo habitual con las tonalidades colgando en ventanas, camisetas o incluso bolsas de tela.

Una manera de reivindicar no solo el amor, sino que desaparezcan estereotipos que, a día de hoy, se siguen aguantando.

Hay tantos mitos todavía extendidos que la celebración del Orgullo va mucho más allá de la libertad de sentimientos.

A día de hoy el «quién es la chica» o «quién es el chico» se sigue escuchando todavía.

Continúa la mentalidad de que solo existe el rosa y el azul e incluso las relaciones homosexuales deben adaptarse a ese binomio de colores.

Una pregunta que no solo es invasiva sino que evidencia que debemos dejar de pensar que no se siguen estos roles heteronormativos.

«Eso es porque nunca has probado una buena polla», va por el mismo camino.

Hay quien habrá querido experimentar y quien no lo haya necesitado para descubrir qué le gusta. Cuestionar si eso es algo que hace que uno sea más o menos homosexual, tampoco es algo que se deba juzgar.

En las sábanas, podemos llevar también la reflexión sobre una vida sexual completa sin penetración, que todavía es calificada de ser el único sexo real.

Que el mensaje de Orgullo es también entender que hay muchas formas de disfrutar y no tienen por qué implicar meter ni sacar.

Es la libertad de ser, sentir y hacer los 365 días del año.

Duquesa Doslabios.

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