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¿Los afrodisíacos funcionan? Mi experiencia después de probarlos

Voy a empezar confesando que soy un poco incrédula cuando se trata de sustancias que te hacen despertar mágicamente el apetito sexual, lo que en teoría consiguen los afrodisíacos.

Tomar ostras, u otros alimentos que dicen que ayudan, no me ha terminado de afectar lo suficiente como para darlos por buenos (y eso que hay incluso un menú realfooding que mejora el sexo).

Mi concepto de alimento que sube la temperatura -y de verdad me produce deseo sexual- es que me diga que, si quiero, me prepara unas croquetas para que tenga en el congelador cuando me apetezcan.

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La cosa es que no le veía mucho sentido a usar un producto específico para eso.

O sea, creo que mi deseo sexual es bastante común: a veces menos, a veces más, si veo Outlander por las nubes, si tengo mucho lío en el trabajo lo pienso menos… Lo normal.

Pero como la curiosidad es la que mata al gato (o en este caso a la gata, que soy de Madrid como los churros de San Ginés), pensé «Bueno, ¿y por qué no?»

Mi lado más racional me decía que igual esto era un poco el timo de la estampita y lo que funcionaba era el efecto placebo.

Pero justamente por no tener una libido baja sentía que no tenía ningún tipo de expectativa -ni me llevaría decepción- con el funcionamiento del afrodisíaco.

En el mercado hay un montón de ellos, pero yo tenía claro que iba a experimentar lo justo.

El que escogí era bastante natural, de hecho, aparte de agua, lo que tenía era extracto de damiana y L-arginina.

Por lo que me informé, estos dos ingredientes son conocidos por mejorar la satisfacción sexual y aumentan el aporte de sangre a los tejidos genitales (entre muchos otros beneficios que me interesaban menos para esto).

Yo lo que quería era testearlos entre las sábanas.

El efecto no es instantáneo, no es como tomarte un café, que a los 10 minutos ya estás como una moto.

Y tampoco te convierte en una fiera en la cama ni vas a tener encuentros que podrás considerar epifanías sexuales.

La constancia es la clave, fue mi primer descubrimiento. Después de tomar la dosis durante unos días, estaba más ‘despierta’.

En mi caso, fue algo que ayudó a reactivarme. Era como que en más situaciones o momentos me entraban ganas de tener sexo.

Luego también es verdad que, cuanto más sexo tienes, más sexo te apetece, por lo que va genial para hacernos reconectar en pareja si llevamos una temporada con los deseos descoordinados.

Te puede interesar leer: La disritmia sexual: cuando vuestras ganas no coinciden

La conclusión es que como experimento está bien, aunque creo que no se debe usar como apaño si hay problemas más graves detrás (que quizás necesitan otras soluciones o ayuda profesional).

Para un momento puntual, a modo de empujoncito, cumple su función.

Es más, que lo usara en una etapa normal de mi vida, hizo que reflexionara de que es también normal que a veces no nos apetezca.

Saber cómo lidiar con esa frustración o falta de libido de nuestra pareja, sin que suponga un mundo para la relación, es también un aprendizaje.

Pero que vaya, que introducirlo como impulso de vez en cuando, también está genial. Y si lo que funcionó fue el efecto placebo, ¿por qué no aprovecharlo si nos lleva a querer entrechocarnos la piel más a menudo?

Mara Mariño

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Si quieres aumentar tu apetito sexual, haz este plan antes de que acabe el verano

Las puestas de sol tienen ese romanticismo atemporal. Lo mismo emocionan desde un sitio emblemático de la ciudad que a la orilla del mar.

Puede ser la magia de que cada día el despliegue de colores es algo único, la esperanza de que la noche pueda dar pie a nuevas emociones o lo mucho que favorece la golden light (capaz de hacer palidecer de envidia un filtro de Instagram).

Pero no es su único superpoder. Son capaces de hacer que tengamos más ganas de follar.

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Dicho así suena un poco a fantasmada. Si eso fuera verdad, ¿cómo es que los miradores no se han convertido en auténticas bacanales? ¿Por qué en la playa no encontramos montañas y montañas de condones en vez de alguno suelto?

Según el último estudio de la Universidad de Tel Aviv, hay una proteína en las células de la piel (se llama p53 por si tienes curiosidad biológica) que serían las responsables de aumentar la libido.

No es que la función de esta proteína sea la de despertarte el deseo, de hecho se encarga de proteger el ADN de las células del daño que produce la exposición al sol.

Así que, todo lo que signifique hacer planes al aire libre con un cielo despejado hará que tengamos una predisposición mayor a intimar que cualquier maratón de películas en el sofá.

Claro que, con el calor, pasar el día haciendo senderismo por el Valle de Liébana tampoco parece el mejor preámbulo a una sesión salvaje de sexo.

De ahí que ver juntos la puesta de sol sea la combinación perfecta para activar la proteína de tus células y no arriesgarte a padecer el golpe de calor.

Otro dato curioso es que el estudio de la universidad israelí no esperaba hallar información sobre nuestro apetito sexual relacionado con la meteorología.

Es más, se encontraban estudiando la evolución del cáncer de piel cuando descubrieron de manera accidental el despertar de la proteína que aumentaba la libido.

Así que, ahora que sabes que la exposición al sol se traduce en momentos de pasión, es el momento de untarte bien en crema con protector solar y salir de casa con tu crush.

Aún hay días de verano que podemos aprovechar.

Duquesa Doslabios.

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Ninfómanas que hicieron historia

Mesalina, Cleopatra, Paulina Bonaparte, Catalina II de Rusia, Mata-Hari, Isadora Duncan… La historia está llena de mujeres de vidas apasionantes que siempre serán recordadas, entre otras muchas cosas, por la voracidad de su apetito sexual, en muchos casos considerado insaciable. A muchas se las ha tildado de ninfómanas, una hermosa palabra utilizada para referirse, en el caso de las mujeres, a la actividad sexual excesiva. El término proviene de la antigua Grecia y hace referencia a las célebres ninfas, divinidades mitológicas que personifican la reproducción y fecundidad de la naturaleza. Su vida gira alrededor de las pasiones y los sentimientos y tienen una belleza proverbial. En recuerdo de ellas se empezó a utilizar el nombre, que viene del griego ‘nymphê’ (jovencita) y ‘manía’ (obsesión).

En el caso de los hombres el trastorno era llamado satiriasis y a quien lo padecía se le denominaba sátiro. Ambos conceptos han sido sustituidos hoy en día por el de hipersexualidad o adicción al sexo. Pero, ¿Eran estas mujeres realmente merecedoras de tal nombre? Actualmente la hipersexualidad se contempla como una patología con raíces biológicas y psíquicas, y solo se considera como tal cuando se convierte en una conducta incontrolable que causa problemas en la vida cotidiana. De hecho, lo que realmente se tiene en cuenta a la hora de diagnosticarla no es tanto el número de relaciones sino cómo se viven estas: suelen ser destructivas, provocan sentimiento de culpa, disminuyen la autoestima y suponen disociar el componente emocional del sexual.

Partiendo de esta base, ¿puede considerarse ninfómanas a estas mujeres, o están simplemente pagando el precio de haber vivido libremente en la época equivocada? Os resumo a continuación un breve relato de las hazañas de tres de estas féminas, a las que he querido destacar por encima del resto:

mesalina

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-Mesalina: Está considerada, probablemente, la ninfómana más famosa de la historia. Fue la tercera esposa del emperador Claudio y protagonizó, allá por el 40 después de Cristo, la anécdota más escandalosa de la época. Su lujuria era legendaria, al igual que su belleza y sus continuas infidelidades. En un alarde de lascivia, lanzó un desafío a las prostitutas de Roma. El reto consistía en quién podía acostarse con más hombres en una noche. Las meretrices romanas aceptaron y enviaron a Escila, la prostituta más famosa de la ciudad, que pudo con 25. Mesalina llegó a los 200. “Tiene las entrañas de acero”, dijo su rival cuando se retiraba.

Catalina II de Rusia

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-Catalina II de Rusia: Fue emperatriz de Rusia durante 34 años, desde 1762 hasta su muerte, en 1796.  Mujer de una personalidad tan compleja como arrolladora, fue y es conocida con el sobrenombre de Catalina la Grande. Culta y curiosa, formada en la Europa de la Ilustración y la Enciclopedia, sentó las bases de la grandeza rusa del siglo XIX al tiempo que daba rienda suelta a sus pasiones y a una muy activa vida sexual. Entre amante y amante modernizó el imperio ruso, aumentó su territorio y multiplicó su poder y prestigio. Una muestra de su elevada libido es la llamada “habitación erótica”, una estancia repleta de objetos sexuales que la zarina mandó construir y que fue descubierta en la Segunda Guerra Mundial por un grupo de soldados. Falos de madera de distintas formas y tamaños adornaban el lugar, cuyo mobiliario estaba constituido por un gran número de sillas, escritorios y pantallas con escenas pornográficas.

MATA-HARI

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-Mata-Hari: Es, sin duda, uno de los personajes femeninos más apasionantes del siglo XX. Margaretha Geertruida Zelle se casó muy joven con un capitán y posterior comandante a quien destinaron a la isla de Java. Allí aprendió las exóticas danzas que más tarde, cuando su matrimonio hizo aguas, hicieron de ella una famosa bailarina autobautizada como Mata-Hari, que significa «El Ojo del Alba”. Su fama creció tan rápidamente como su obsesión por los militares y altos cargos políticos, que desfilaron por su cama formando una lista casi interminable. Oficiales, cónsules, jefes de policía, espías… El destino quiso que el estallido de la Primera Guerra Mundial la pillase actuando en Berlín. Su fascinación por los uniformes pronto la condujo a una espiral de amantes de ambos bandos que acabó por convertirla en una espía arriesgada. Reclutada primero para sacar información a los militares franceses, y convertida en agente doble doble después, sus líos de alcoba hicieron que terminase arrestada el 13 de febrero de 1917.»Amo a los militares. Los he amado siempre y prefiero ser la amante de un oficial pobre que de un banquero rico», declaró durante el proceso que la condenó a muerte. Se defendió con el argumento de que se acostaba con ellos por placer, no para sacarles información, y muchos historiadores consideran que fue casi lo único cierto que dijo en su vida. Un pelotón de fusilamiento acabó con ella el 15 de octubre de 1917. Vestida y maquillada como para una gran ceremonia, no permitió que le taparan los ojos. Nadie reclamó su cadáver.

Asexuales: ¿Es posible vivir sin sexo?

El sexo mueve el mundo, dicen. Y es cierto. Pero, por difícil que resulte de creer, hay gente a la que se la suda. No es que tengan nada en contra, no, es simplemente que no les aporta nada, no lo necesitan ni lo buscan y, por tanto, no lo practican. Sencillamente no sienten ninguna atracción sexual por nadie, eso es todo. La asexualidad no es muy común y es ahora cuando está empezando a ser objeto de estudio, por lo que no es posible hablar de cifras con exactitud. Para hacernos una idea, no obstante, los estudios de Anthony Bogaert, profesor de Ciencias de la Salud Comunitaria y Psicología en la Universidad de Brock, estiman que en Canadá, una país con 35 millones de habitantes, el 1% de la población es asexual.

Asexuales

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Hay diferencias entre la gente que se define como asexual, aunque la mayoría se refiere principalmente a la ausencia de deseo o atracción romántica. Algunos solo experimentan una de las dos, otros las dos y otros ninguna. Incluso hay una terminología específica para distinguirlos. Los asexuales arrománticos se denominan squish, en inglés. Tienden a conformarse con tener amigos muy cercanos con los que comparten una gran conexión emocional, pero con quienes no desean establecer una relación formal y tampoco tienen problemas con que estos tengan relaciones con otras personas. Simplemente quieran formar parte de su vida y pasar tiempo con ellos.

A los otros, los que sí experimentan atracción romántica pese a no sentir deseo sexual, se les llama crush. Pueden enamorarse perfectamente de alguien y querrían tener una relación , solo que prefieren excluir la actividad sexual. El problema es que, a menos que se emparejen con otro asexual, esto les coloca en una situación muy difícil. Porque ellos son capaces de tolerar practicar sexo con su pareja, pero esta antes o después acabará psicológicamente afectada al ver que es incapaz de resultarle sexualmente atractiva a su compañero/a. ¿Os imagináis lo que tiene que ser vivir con alguien así? No sé, igual hay gente que acaba por aceptarlo y se adapta, pero yo creo que antes o después un desequilibrio así entre dos personas acaba pasando factura. Como en aquella comedia romántica que protagonizaban Barbra Streisand y Jeff Bridges, El amor tiene dos caras, creo que se llamaba.

Conozco un matrimonio de ese tipo, aunque no siempre lo fueron. Supongo que los años y el desgaste acabaron por convertirlos en lo que hoy son: compañeros de vida y de casa, una suerte de primos hermanos que comen juntos y comparten gastos y familia. Catorce años hace que no se acuestan, incluso duermen en habitaciones separadas. Pero no se llevan mal, ni discuten, y juran que se aprecian y que no han sido nunca infieles.

¿Y de los otros? Juraría que sí, que a alguno conozco, pero no puedo asegurarlo. Nunca he hablado del tema con ellos, aunque jamás los he visto no ya con algún ligue o pareja, sino siquiera inmutarse o mostrar el más mínimo interés por nadie, del sexo que fuera, sexual o románticamente hablando. “Hay gente pa tó”, que diría mi madre.

¿Cuál es el mejor momento para el sexo?

Por la mañana, en la siesta, por la tarde, por la noche… ¿Varía el apetito sexual según la hora y el día de la semana? Varios estudios sobre libido masculina y femenina concluyen que sí, que las hormonas y los biorritmos influyen, aunque los resultados que he encontrado son totalmente contradictorios. Por ejemplo, uno, encargado por la revista británica Women’s Health, deduce que el clímax sexual entre las mujeres se produce los sábados por la noche, mientras que otro de la London School of Economics afirma que ellas prefieren las mañana de los jueves para tener relaciones sexuales.

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A mí que me perdonen, pero esto de los jueves por la mañana me parece una memez. A menos, claro, que estemos hablando de un jueves de vacaciones, pero en ese caso valdría cualquier día de la semana. Esto es lo primero que tendrían que tener en cuenta los dichosos estudios, porque anda que no varía el asunto si estamos en días laborables, madrugando y trabajando a tope; si estamos en fin de semana o si, como decía, andamos de vacaciones. El panorama cambia radicalmente.

La mayoría de las investigaciones al respecto deducen que los horarios matutinos favorecen la segregación de testosterona en los hombres y de estrógeno en las mujeres. Es decir, que las respectivas hormonas sexuales de ambos son bastante mayores al comienzo del día. No deben de andar muy desencaminados estos estudios, porque la mayoría de los que he consultado han elegido este momento como su favorito. Eso sí, siempre y cuando no estemos hablando de días entre semana con trabajo de por medio. Me cuentan que en ese caso se suelen levantar con el tiempo justo para ducharse y salir pitando, así que tanto a ellos como a ellas les queda poco tiempo para disfrutar de las famosas erecciones mañaneras.

Pero cuando llega el sábado, ya es otra cosa. Muchos han sido también los que, pensando en el fin de semana y en el tiempo de ocio, han optado por la siesta para remolonear entre las sábanas. Tengo que aclarar, no obstante, que estoy hablando de parejas más o menos estables. Cuando he preguntado a solteros/as o parejas recién formadas, las respuesta ha sido unánime: cualquier momento es bueno. Claro, así cualquiera.