Archivo de febrero, 2016

#LaSuertedeQuererte: Cuatro historias para San Valentín

Querid@s,

Roberto Pérez Toledo y El Corte Inglés vuelven a juntarse por este San Valentín. Si el año pasado la campaña se lanzaba bajo el hashtag #ElAmorMola, este año los cortometrajes hablan de #LaSuertedeQuererte. La campaña se basa en cuatro cortos en la que se da vida a cuatro microhistorias sobre la diversidad del amor y las relaciones de dos.

Sí a todo

Es probable que los protagonistas no se vayan a entender en muchas ocasiones, pero parece que los dos hablan el mismo idioma. Para ellos basta un gesto, una mirada o un roce para soportar las diferencias: «Igual esto va a ser complicado, pero no me importa». A través del lenguaje de signos y un amor incondicional, se dicen mutuamente ‘Sí a todo’.

YayoSelfies

Jesús y Gloria, con 50 años de matrimonio a sus espalda, animan a creer en el amor. Aunque no sean tan jóvenes como los más jóvenes, ellos sí saben de amor del bueno. Esto yayos modernos nos cuentan su historia de amor y exhiben sus fotos más amorosas a través de las redes. ¡Con fans y todo! Hasta se hacen selfies. Por toda una vida juntos.

Doce o trece tequieros

Esta pareja parece que no están muy de acuerdo en los pasos a seguir en una relación, ¿celebrar San Valentín?, ¿vivir juntos?

Yo creo que él es valiente, que la quiere, que está dispuesto a arriesgar. A ella le puede el miedo a sufrir, a que no salga bien, a acabar necesitando al otro y a decirle te quiero más veces de lo pactado. Conozco ese miedo. Es el que se tiene a que te pase lo que les pasa a las demás parejas. Esas que no dejan de discutir por todo, que notas en sus ojos que ya no se quieren, que apenas se portan. Esas que no se dirigen la palabra mientras cenan en un restaurante, esas que jamás se cogen de la mano mientras pasean.

Pero al final, el amor les puede.

Equis o Corazon

Con esta historia parece que han metido la pata. El corto ha desatado la polémica y ha incendiado las redes sociales por confundir el amor con el control sobre la pareja.

Son dos jóvenes que se conocen en Tinder, y en algún momento él la somete a ella un enervante interrogatorio de tercer grado. Muchos, en vez de amor, han identificado en esta historia patrones relacionados con el control, los celos y la posesión. Y es que él se luce y comienza su intervención con una interrogación cargadita de cinismo: «Así que, ¿no te has borrado el perfil de Tinder?». Ella responde sinceramente y le dice que no. Él la ametralla a preguntas: Que si si sigues teniendo Tinder, que si le das a me gusta. Ella terminar por asumir que algo está haciendo mal y le promete «controlarse con los likes».

Desde que El Corte Inglés diera a conocer la campaña, en Twitter se han amontonado comentarios de internautas que consideran que la historia que se cuenta nada tiene que ver con el amor. Algunos animan, además, a denunciar el corto a través de la página web del Instituto de la Mujer. El Corte Inglés ha decido retirar el vídeo de su campaña, digo yo que para no meterse en camisa de once varas y hacer el agosto este San Valentín.

Que follen mucho y mejor.

Unas cuantas verdades sobre el cinturón de castidad

 Querid@s,

¿Qué de realidad tienen los cinturones de castidad?

El cinturón de castidad, ese artilugio cuyo poder se otorga al am@ de esa llave maestra que abre, cierra y controla la sexualidad de otra persona es más bien un férreo mito que una realidad. Los cinturones de castidad se remontan al imaginario del medievo y servían al caballero que se alejaba de su hogar por largo tiempo para librar cruentas batallas para cerrar a cal y canto el sexo de su amada. Y asegurarse de paso no ser víctima de la temida cornamenta. Personalmente me parece marciano, por mucha Edad Media que fuera, que los maridos celosos y desconfiados de la época echaran el cerrojo a las vaginas de sus esposas, se fueran a dar la vuelta al mundo y volvieran pensando que las encontrarían enteras.
Pero si nos acercamos a estos cachivaches infernales resulta imposible imaginar a una mujer embutida dentro de ellos. Todo en ellos son metales pesados, duros y cortantes, algunos incluso presentan agujeros estratégicamente colocados y cerrados con enormes candados, con los que ninguna hija de vecino podría andar o sentarse. Los metales producirían terribles heridas y profundas lesiones a la piel, así como infecciones vaginales y anales que con el paso de los días, los meses, o los años (según se demorara en retornar el caballero en cuestión de la interminable cruzada) tenderían a complicarse hasta tal punto que provocarían septicemias. En aquellos tiempos, enfermedad imposible de curar.
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Además, que ocurría si al volver el caballero de su larga cruzada por esos mundos de Dios, retornará él pero sin la llave en la mano. Extraviada la llave, ¿cómo desembarazarse de uno de estos artefactos? Este cuento chino se me antoja machista. De nuevo una consigna machista sobre la servidumbre femenina y la creencia igualmente machista de que la responsabilidad de evitar la infidelidad residía en las féminas de la época y no en el esposo que se ausentaba por tan largo tiempo, o del que se quedaba y fornicaba con la «abandonada» esposa.

Por si les pica la curiosidad, el cinturón de castidad no puede usarse más que unas horas, a lo sumo un par de días. De otra forma, el que lo llevara la palmaría por culpa de infecciones, abrasiones y laceraciones provocadas por el contacto con el metal. A largo plazo, si el cinturón entraba en contacto con agua (digo yo que deberían de lavarse sus partes), la oxidación del cinturón sobre la piel provocaría tétanos. Si en esos días en los que les aseguro que el olor de las nubes me la trae al pairo, las compresas con o sin alas irritan la piel de la ingle y la vulva, me resulta de ciencia ficción imaginar las llagas que podrían aparecer a causa de la dichosa braga de hierro. No lo quiero ni pensar.

Las que sí lo usaban eran las mujeres en épocas de acuartelamiento de soldados, durante viajes y en estancias nocturnas en posadas para evitar violaciones. Su uso era más frecuente todavía en enfermeras y religiosas que atendían heridos en los frentes de batalla. Manda huevos, que para calmar los calentones de aquellas bestias pardas, fueran ellas una vez más las que tuvieran que encadenarse sus partes para no ser violadas.

41hrojEId-L._SY344_BO1,204,203,200_Albrecht Classen, profesor de la Universidad de Arizona, en EEUU, y autor del libro The Medieval Chastity Belt: A Myth-making Process, afirma solemnemente que no hay evidencia ninguna de que existieran estos objetos de tortura para la mujer. La primera vez que en la literatura se toca el tema es en un libro de 1405 titulado Bellifortis. Se trata de una ardua y pesada novela que trata de máquinas bélicas y se cree que el autor quiso facilitar un poco su digestión bromeando sobre un aparato que garantizaría que las esposas rindieran pleitesía, por muy lejos que estuvieran.

Otra de las pruebas que evidencian que tal cinturón jamas existió es que en las novelas sobre el amor cortés de los autores de los siglos XIV al XVII no se hace referencia a ellos en ningún momento. Los primeros cinturones aparecieron en el siglo XIX y normalmente pasaban a formar parte de museos dedicados a la tortura. El British Museum de Londres contaba con un ejemplar de la Edad Media que exhibía desde 1846, pero en cuantico se enteraron que era falso se acabó retirando.

Afortunadamente el  oscuro medievo ha quedado muy atrás y hoy en día los cinturones de castidad que existen se utilizan generalmente para practicar el BDSM. Los tienen a su entera disposición en páginas y tiendas fetichistas de artilugios erótico festivos para prácticas sexuales subidas de tono. Y el fin de meterse en esta camisa de once varas no es otro que el placer. Si gustan.

Con o sin cinturón de castidad,

Que follen mucho y mejor.

Hablemos de los orgasmos: con sinceridad, alto y claro

Querid@s,

Denle al play. Está en versión original para que no se pierdan ningún detalle por culpa de la traducción.

Hablemos de los orgasmos fingidos. Imagino que todas nosotras (muy mal hecho) hemos fingido un orgasmo en algún momento. Les ruego que se sinceren y que levante la mano la que nunca ha hecho lo mismo que nuestra querida Meg Ryan. No les estoy hablando de montarle el número a su amante, hablo de fingir orgasmos.

Como lectora habitual de blogs de vicios varios y exquisitos, leo mucho y variado sobre los orgasmos, tema que me apasiona especialmente. Orgasmos, divinas palabras. Hoy me gustaría debatir con ustedes sobre las mujeres y el por qué de sus (nuestros) orgasmos fingidos. Las cifras son escandalosas y escandalosamente preocupantes. Dos de cada tres mujeres admiten que han fingido en la cama, según un estudio publicado en el Journal of Sex Research por las sexólogas Charlene Muehlenhard y Sheena Shippee.

¡Ya está bien de fingir orgasmos! Le hacemos a nuestra vida sexual un flaco favor. Todas hemos fingido un orgasmo alguna vez, para ser sinceras, más de una vez. Dos ya son demasiadas veces. Es un craso error. Plagiando la Wikipedia, el orgasmo es el resultado final del clímax explosivo de una relación sexual, que produce una sensación de liberación repentina y placentera luego de un punto casi insoportable e irrefrenable de esa tensión sexual, acumulada y guardada de manera continua desde que se inicia la excitación.

Quizás les guste más esta otra.

Y ahora, la pregunta del millón ¿Cuál es la razón por la que hacemos creer que hemos llegado a la cima?

Obviamente no fingimos orgasmos porque sí, siempre hay un motivo detrás. Al fingimiento del orgasmo va ligada la incapacidad para comunicar que no estamos satisfechas y una clara falta de autoestima. El miedo a la comunicación en la cama es un pésimo aliado. De hecho es un contrasentido si tenemos en cuenta que es uno de los pilares fundamentales de cualquier relación sexual, por esporádica que sea.

Otro motivo es no dañar el ego masculino. Nos sabe mal, nos da pena. Creo que no es un drama no alcanzar el orgasmo siempre que se tiene una relación sexual. Me parece más dramático fingirlo. Si no se consigue el orgasmo, ¿por qué no decirlo al otro?. Con tacto, con ternura, con amor, con pasión, con delicadeza, con inocencia. Cómo quieran ustedes, pero díganlo alto y claro. Tan alto y claro como fingen los orgasmos.

Pero aún hay más. Hay quienes consideran que no se trata de solidaridad para levantar la moral a la pareja, ni tampoco de mostrarse condescendiente con el que no logra estar a la altura. La principal conclusión del estudio Do Women Pretend Orgasm to Retain a Mate? por un equipo de investigadores de la Universidad de Columbia, Oakland y del Instituto Psiquiátrico de Nueva York resuelve que el orgasmo es una estrategia en beneficio propio: consolidar la relación de pareja y disminuir el riesgo de infidelidad. Toma geroma pastillas de goma.

(Tomen nota de estos orgasmos. Son auténticos y pueden ver uno detrás de otro.)

No la niego, pero esta teoría me resulta especialmente absurda. Gemir, jadear, respirar entrecorto, dar micro gritos de placer, gritar como una loca, pronunciar esas palabras o frases, cada una tenemos las nuestras, pero remitiéndonos a los básicos “mmmm”, “si si”, “sigue sigue” o incluso hiperventilar, son síntomas de que uno se lo está pasando muy bien en la cama. Si una mujer hace algo de esto sin sentirlo, puede que le haga sentirse más sensual, puede incrementar su deseo y excitar así aún más a su compañero de cama. Pero es absurdo fingir todo esto, no creen. ¿Piensan de verdad que gemir más, mejor y más fuerte es una razón suficiente para retener a su pareja? Lo dudo. Según el estudio que les he mencionado, cuanto menos consolidada sea la relación y cuánto más desconfianza exista sobre una infidelidad potencial, las mujeres fingirán sus orgasmos con mayor frecuencia e intensidad.

Las cosas no son blancas o negras y considero que en algunas ocasiones es justo y necesario fingir. Personalmente digo SI a fingir orgasmos una noche loca en la que nos sale el tiro por la culata, no hay ese feeling sexual deseado y por no lastimar el ego y terminar rapidito, dar gato por liebre. Pero sólo en estas circunstancias.

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Desde luego que para disfrazar un falso orgasmo hay que tener talento, pero al tratarse ya de una estrategia evolutiva cada vez más lograda y repetida por las mujeres en algún momento de nuestras vidas, se ha convertido en una herencia genética que cualquier mujer puede reproducir a la perfección. Y cuela como uno real. No debemos de estar orgullosas de esta «hazaña interpretativa». Para terminar, les dejo con unas divinas palabras del poeta uruguayo Eduardo Galeano.

“No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman, pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace”.

Si no quiere seguir siendo una mal follada, deje de fingir. Por favor se lo pido.

Que follen mucho y mejor.

Eros vs Thanatos

Querid@s,

“Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor pero la violencia es practicada a plena luz del dia” John Lennon.

Completamente de acuerdo y no entiendo por qué. La vida de cada un@ y la sociedad es una lucha continua entre los dos instintos básicos que llevamos dentro todos los seres humanos: el odio y el amor. Freud los llamó Eros y Thanatos, utilizando el nombre de dos dioses de la mitología griega.

erosEros, el dios de la vida, es un instinto cuya característica es la tendencia a la conservación de la vida, a la unión y a la integridad, y que posibilita el sexo como placentero y como generador de vida. Thanatos es el instinto de la muerte. Designa las pulsiones que tienden hacia la autodestrucción. Desde que nacemos hay una permanente lucha que crea una inevitable tensión, tanto en el individuo en particular como en la civilización humana.

Aunque a algunos les traiga sin cuidado voy a contarles donde me encuentro. Estoy en la isla griega de Lesbos, echando una mano en lo que puedo en esta crisis humanitaria de dimensiones épicas. No sé lo que resistiré, esto es demasiado para el cuerpo de cualquiera. Aunque algunos, benditos, sacan fuerzas y siguen aquí dedicando su tiempo y su trabajo a algo que está por encima de ellos: la humanidad.

Estar aquí, tan cerca (y tan lejos a la vez) de la realidad de las miles de personas que llegan cada día a esta isla está cambiando mi vida. Otro de ustedes, creo recordar que era Fran, decía que la vida puede ser maravillosa. Estoy de acuerdo, pero no para todos.

Esta experiencia vital es, por el momento, la que más me ha acercado a una realidad en la que imperan los sentimientos ‘bajos’ que hay en muchas personas, como los malos deseos, la envidia, la crueldad o el odio. En estos casos está bien claro que en la persona está actuando Thanatos. Pero también estoy viendo a Eros en todo su esplendor. Lo veo cada día en los voluntarios, en los refugiados que buscan esperanzados una vida mejor, en todas aquellas almas que practican actividades humanas elevadas como el verdadero amor, la caridad, la tolerancia y la solidaridad.

Esta guerra que está obligando a tanta gente a abandonar su patria es una clara manifestación de la presencia de Thanatos. Cada día veo pasar miles de personas por el campo de refugiados de Moria (al sur de la isla de Lesbos), donde estoy trabajando. Desde aquí sigo escribiendo (le pese a quien le pese) y leyendo los comentarios de unos pocos, siempre los mismos, y me entristezco todavía más. Me apena leer mensajes cargados de odio, de ira, de rabia. De nuevo, Thanatos en estado puro. Afortunadamente estos mensajes indeseables se intercalan con otros que me hacen reír a carcajadas. Otros me enseñan, me hacen reflexionar y darme cuenta de que me equivoco. En cualquier caso me quedo con lo positivo, que hablen de mi, aunque sea mal.

Como citaba Daniel, uno de los lectores que lee y critica constructivamente, “Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor pero la violencia es practicada a plena luz del día”. No son sus palabras, se las ha tomado prestadas a John Lennon.

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Yo me niego a que en este pulso que es la vida gane la batalla Thanatos. Me niego en rotundo. Qué más da que a un@ le gusta follar en los baños, que se tire a todo lo que se menea, que le guste hacerlo por detrás y por delante a la vez? ¿Acaso alguno se cree con autoridad moral para decir lo que está bien o mal?

No perdamos el tiempo insultando, criticando, pronunciando palabras feas y practicando la violencia o la agresión. ¿Por qué no invertir el tiempo en algo de lo que sentirnos orgullosos? Quiero pensar que tienen cosas más interesantes que hacer. Y si no se les ocurre nada, les propongo 11 tareas que hacer antes de ponerse a berrear, refunfuñar y criticar. En cualquier situación de la vida.

Háganse una paja masturben al prójimo.

Hagan una obra de caridad, o mejor un voluntariado.

Aprendan un idioma nuevo: griego, francés.

Tírense en paracaídas. Si no se atreven, prueben el parapente que es un viaje más edulcorado.

Pasen un fin de semana en la playa.

Lean un buen libro.

Aprendan a cocinar sushi.

Descubran un nuevo sabor de helado.

Váyanse de viaje con alguien que les inquiete.

Escuchen la discografía entera de un artista que no conozcan. Si no lo conocen, les recomiendo Sixto Rodriguez.

Hagan el amor con mucho amor.

Que follen mucho y mejor