Querid@s,
¿Qué de realidad tienen los cinturones de castidad?
Por si les pica la curiosidad, el cinturón de castidad no puede usarse más que unas horas, a lo sumo un par de días. De otra forma, el que lo llevara la palmaría por culpa de infecciones, abrasiones y laceraciones provocadas por el contacto con el metal. A largo plazo, si el cinturón entraba en contacto con agua (digo yo que deberían de lavarse sus partes), la oxidación del cinturón sobre la piel provocaría tétanos. Si en esos días en los que les aseguro que el olor de las nubes me la trae al pairo, las compresas con o sin alas irritan la piel de la ingle y la vulva, me resulta de ciencia ficción imaginar las llagas que podrían aparecer a causa de la dichosa braga de hierro. No lo quiero ni pensar.
Las que sí lo usaban eran las mujeres en épocas de acuartelamiento de soldados, durante viajes y en estancias nocturnas en posadas para evitar violaciones. Su uso era más frecuente todavía en enfermeras y religiosas que atendían heridos en los frentes de batalla. Manda huevos, que para calmar los calentones de aquellas bestias pardas, fueran ellas una vez más las que tuvieran que encadenarse sus partes para no ser violadas.
Albrecht Classen, profesor de la Universidad de Arizona, en EEUU, y autor del libro The Medieval Chastity Belt: A Myth-making Process, afirma solemnemente que no hay evidencia ninguna de que existieran estos objetos de tortura para la mujer. La primera vez que en la literatura se toca el tema es en un libro de 1405 titulado Bellifortis. Se trata de una ardua y pesada novela que trata de máquinas bélicas y se cree que el autor quiso facilitar un poco su digestión bromeando sobre un aparato que garantizaría que las esposas rindieran pleitesía, por muy lejos que estuvieran.
Otra de las pruebas que evidencian que tal cinturón jamas existió es que en las novelas sobre el amor cortés de los autores de los siglos XIV al XVII no se hace referencia a ellos en ningún momento. Los primeros cinturones aparecieron en el siglo XIX y normalmente pasaban a formar parte de museos dedicados a la tortura. El British Museum de Londres contaba con un ejemplar de la Edad Media que exhibía desde 1846, pero en cuantico se enteraron que era falso se acabó retirando.
Afortunadamente el oscuro medievo ha quedado muy atrás y hoy en día los cinturones de castidad que existen se utilizan generalmente para practicar el BDSM. Los tienen a su entera disposición en páginas y tiendas fetichistas de artilugios erótico festivos para prácticas sexuales subidas de tono. Y el fin de meterse en esta camisa de once varas no es otro que el placer. Si gustan.
Con o sin cinturón de castidad,
Que follen mucho y mejor.