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No, WhatsApp no puede ser un lenguaje del amor

¿Alguna vez te has preguntado cuál es tu lenguaje del amor? Si no tienes ni idea de lo que estoy hablando, y te piensas que me refiero a tu habilidad de conquistar hablando, voy a hacerte un pequeño resumen.

Los lenguajes del amor son las formas en las que expresamos lo que sentimos hacia las personas que queremos.

Y van desde estar ahí para la otra persona a dedicarle tiempo de calidad, el contacto físico o repetirle varias veces que sí, que la quieres (ni confirmo ni desmiento que ese sea el mío).

pareja WhatsApp amor

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Y, tratándose de las maneras que empleamos para comunicarnos, ¿podemos meter al WhatsApp en la categoría?

Hay quienes opinan que sí, que la mensajería instantánea que usamos a diario, debería ser considerada un nuevo lenguaje del amor 2.0, pero yo soy menos partidaria.

¿Cuántos casos conocemos de discusiones que, por chat han ido creciendo y se han convertido en un mundo, y luego se han arreglado cara a cara en quince minutos?

Vale que el mundo digital es la realidad en la que nos movemos. Pero no deberíamos darle tanto protagonismo en nuestra vida sentimental.

Para lo que sí es útil la app en el ámbito sentimental, es para mantener una comunicación práctica cuando estamos separados de la otra persona.

Un «¿A qué hora nos vemos?» o «¿Cómo va el día?» son las frases que más nos repetimos con la otra persona en una relación de pareja.

Y aunque se puede hacer de ella algo romántico -soy la primera que la ha usado para mandar la versión moderna de las cartas de amor en forma de párrafo gigantesco- no tendría que cobrar tanta importancia.

No nos sintamos obligados a usar fotos, vídeos o audios para mostrar que nos queremos.

Si nos volcamos tanto en una aplicación de mensajería, nuestros esfuerzos se ven en crear una relación con el teléfono.

Y no es una relación sana si viene acompañada de una sensación de agobio, tristeza o preocupación cuando no recibimos suficientes emojis o mensajes de la otra persona.

Vamos a tirar del lado humano y priorizar a lo que no llega la tecnología: estar en persona, el contacto físico, la conversación cara a cara…

Yo prefiero quedarme con un «te quiero», perdiéndome en unos ojos verdes, que ver la frase en una pantalla que se enciende.

Mara Mariño

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Por qué no creo en el «efecto goma elástica» masculino

Hace unos años, cuando era una tierna adolescente que no sabía nada de la vida ni del género masculino (ahora tampoco, pero disimulo estupendamente) leí un libro que prometía darme las respuestas que, por mi corta experiencia, desconocía: Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus.

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No recuerdo casi nada del libro pero sí que comentaba algo relativo al «efecto goma de pelo» en lo que a afectividad masculina se refería. Años más tarde, una amiga me comentó la historia de un ligue que volvió después de un tiempo sin dar señales y se me vino a la cabeza la teoría del libro.

Para explicarle la teoría correctamente le copié el texto que encontré en varias páginas web:  «Una banda elástica constituye una metáfora perfecta para comprender el ciclo de la intimidad masculina. Dicho ciclo constituye el acercamiento, el alejamiento y luego un nuevo acercamiento«.

La cosa es que después de contárselo, y de reflexionar al respecto, me pareció una tontería monumental. Solo podía pensar en que lo único que estaba haciendo el amigo John Gray, el autor del libro, era cubrirse las espaldas, las suyas y las de sus compañeros varones, para que las mujeres les demos libertad plena de desaparecer cuando les plazca y no pedirles ninguna explicación ni agobiarles al respecto por el efecto «goma elástica».

Luego me puse a pensar en mi experiencia cuando he estado con hombres que realmente tenían interés por mí (incluyendo a mi querido marido, el buen duque) y nunca he vivido ese fenómeno tan paranormal para mí y tan cotidiano según Gray.

Cuando empezaba a nacer el cariño, la relación se intensificaba por parte de ambos. Nadie hacía bomba de humo, y ni se me pasa por la cabeza que si se desaparece, luego no se dé algún tipo de razón lógica por haberlo hecho. La sinceridad no es solo la base, sino el raíl del camino.

Pero en cambio lo he vivido en numerosas ocasiones con ligues que, de repente y sin venir a cuento, te escriben. Sin embargo no lo llamo «efecto goma de pelo», lo llamo «Antes no me interesabas pero ahora que vuelvo a estar libre estoy tirando de agenda, me he encontrado con tu número y voy a volver a probar contigo por lo que pueda pasar».

Claro, como teoría no queda tan bonita ni tan poética como la del libro, pero, como mujer (de la tierra, no de Venus) os aseguro que es una explicación mucho más realista.

Duquesa Doslabios.