Archivo de julio, 2023

¿Qué une a más de la mitad de los feminicidios de 2023?

Lo de las cifras de feminicidios de 2023 está siendo de película de terror.

Pero hay otro dato que me ha inquietado: repasando los 52 crímenes mortales, 29 de ellos han sido producidos por parejas o exparejas.

Mujeres feminicidios

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Sí, el porcentaje es escalofriante: el 55% de las mujeres asesinadas han fallecido por hombres con los que están casadas, intentando separarse, separadas o con los que solo tienen relaciones esporádicas.

Es decir, más de la mitad de las mujeres a las que matan en España, no pierden la vida por culpa de un asesino en serie.

Esa figura -que suena casi de ficción- del monstruo que circula libremente y espera de noche detrás de una esquina, expectante, a su próxima víctima.

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Más de la mitad de las mujeres que han perdido la vida este 2023, ha sido en manos de la misma persona con la que se tomaban el café por la mañana, con quien tenían hijos o con quien se iban de vacaciones.

Los hombres de su círculo más cercano, de los que menos han sospechado por esa idea, tan romántica y errónea, de que quien te quiere no te haría daño.

Que el 100% de los homicidas de feminicidios íntimos sean hombres es la prueba de irrefutable de quienes quieren volver a cuestionar que este es un problema con nombre propio (violencia de género).

Porque ha sido dentro de parejas de todo tipo: sentimental, sexual o ambas. Con el denominador común, también, de que han sido ellas las asesinadas.

Leyendo estos datos en la pantalla, hasta diciéndolo hasta para mí misma, sé que suena alarmista. Ninguna queremos ver con recelo a nuestro compañero, la persona en la que más confiamos.

Pero eso no quita que estamos ante un problema de alcance mundial, nos guste o no escuchar. Por ser mujeres nos jugamos la vida.

Y aprovechando que parece que esta semana la frecuencia y cantidad de homicidios se han salido de la violencia habitual, la que casi se ve socialmente como inevitable, es el momento de tomar nota de en qué circunstancias se han dado los asesinatos y pedir más.

Más intervenciones tempranas, más vías de salida financiadas para que las víctimas tengan a dónde acudir, dónde sentirse protegidas.

Si el 55% de los homicidas eran las parejas, la casa ya no es un lugar seguro.

Y por supuesto mayor peso de la justicia ante estos crímenes. Al mismo tiempo, blindarnos en banda hacia cualquier forma de violencia hacia las mujeres (verbal, física…).

Hacernos intolerantes del maltrato e implicarnos en la lucha contra el terrorismo machista.

Porque si seguimos debatiendo que si existe o no, no se pone el foco en esto: en ellas, en prevenir que suceda.

Y menos aún en pensar que no estamos a salvo en casa con nuestra pareja.

Pero mientras tanto la cifra sigue creciendo cada día.

Mara Mariño

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El ‘fexting’, la forma de discutir con tu pareja que deberías evitar

Creo que podemos estar de acuerdo en que, a través de una pantalla, todo es peor: leer un libro, intentar conocer a alguien, pero sobre todo discutir con tu pareja.

Lo que no sabía -pese a ser toda una experta en la materia de discutir y de discutir por mensaje-, es que se conoce como fexting (fighting over text), aunque en castellano lo llamamos «tener una movida por WhatsApp».

mujer con teléfono

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Sí, admito que en varias ocasiones, y con diferentes parejas, he caído en la rutina de estar mandando mensajes cada vez más y más enfadada.

En el momento en el que la tecnología nos da la opción de estar en contacto en cualquier momento del día, resistir las ganas de posponer una discusión a cuando se esté en persona, es todo un reto.

Y sobre todo si, como yo, eres de mecha corta y en cuanto te enfadas necesitas soltar el rebote y no dejarlo en reposo.

Pero según los expertos (y como habrás podido comprobar) ponerte al teclado a decirle a tu pareja lo mal que te ha sentado cierta cosa, es la peor de las ideas.

No solo no soluciona nada, sino que encima te sientes peor conforme se desarrolla la conversación. Terminas teniendo que solucionarlo en persona.

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Esto se debe a que no es una manera efectiva de mantener un diálogo. Los fallos en la comunicación se dan por todas partes.

Desde que el enfado se cuela en el mensaje y al no ver cómo afecta a la otra persona sentimos más frustración al hecho de que puede que pillemos a quien recibe los mensajes haciendo otra cosa y no sea capaz de contestar en el momento (provocándonos que nos están ignorando aunque no sea el caso).

El chorreo de sentimientos negativos se traducen en una serie de mayúsculas o exclamaciones -la versión digital de ‘estoy subiendo la voz’- que cuestan de digerir.

En conclusión: todo por mensaje se magnifica y se pierde información lingüística del lenguaje corporal y paralenguaje (cómo se comunica el mensaje a través del tono, volumen, etc).

Menos fexting, más llamadas

En un mundo ideal, si quieres discutir con tu pareja y en ese momento es imposible, deberías ser capaz de aparcar el mosqueo hasta que se dé la ocasión de hablarlo en persona.

Pero si es algo que aún tienes pendiente trabajar o es algo que no puede esperar, la solución no es correr al teclado.

Siempre es mucho mejor hacer una llamada telefónica.

Por mensaje tiendes a soltar todo lo que se te pasa por la cabeza y, al no tener que interrumpir tu discurso para escuchar a la otra persona, los mensajes se solapan y te pierdes entre tanta notificación.

Eso, vía llamada, es más difícil que suceda. Además, escuchar la voz de la otra persona acorta esa distancia física y es un puente tendido hacia la resolución del conflicto.

Para terminar, quiero recordarte que discutir es un punto muy vulnerable para todos los participantes.

Las emociones están a flor de piel y pueden llegar a penetrarse en tu discurso.

No hace falta que te diga que cualquier expresión de enfado o ira va a alejarte más y más de llegar a un punto de encuentro, así como utilizar apelativos ofensivos y hablar de manera pasivo-agresiva.

Lo que sí te ayuda a expresarte y que te entiendan es hablar desde cómo te han hecho sentir las circunstancias que os han llevado a discutir.

No es un «es que tú has hecho/dicho» sino un «es que yo me he sentido así».

Y sobre todo, si quieres progresar con tu pareja, no caigas en el fexting y llama.

Mara Mariño

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¿Somos las mujeres más bisexuales por naturaleza?

Esta es una pregunta que me he hecho en varias ocasiones, cada vez que en algún círculo surgía el tema de tener relaciones con alguien del mismo sexo.

Mientras que nosotras podríamos estar más abiertas a que algo así sucediera -e incluso no descartábamos que además de algo sexual, pudiera darse un vínculo romántico– casi ningún chico opinaba de la misma manera.

mujeres besándose

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Cuando se habla de cualquier orientación fuera de la heterosexualidad, existe todavía una construcción social aún por destruir que hace que exista el miedo de que nos humillen o agredan por parte de, en su mayoría, agresores varones (forman el 93% de los agresores según datos del Observatorio madrileño contra la LGTBfobia).

Sin embargo, que sean las mujeres las que se sienten atraídas por ambos sexos, es menos conflictivo.

La bisexualidad masculina aún se ve como una especie de fase de negación de la homosexualidad, lo que me lleva de vuelta a la pregunta inicial.

¿Y si nosotras tenemos mayor tendencia biológica a ser bisexuales?

Buscando estudios sobre el tema, uno de los primeros de los que quiero hablar es el de Gleeden, que arrojó los resultados de que un 45% de personas heterosexuales ha pensado alguna vez tener una relación homosexual.

Además el 70% de los entrevistados opinaron que, si no existieran condicionantes morales, culturales o religiosos, todo el mundo podría ser bisexual. Y el 96% votaron que es posible sentir atracción por personas de ambos sexos.

La proporción de mujeres bisexuales es mayor – con poca diferencia – a la de hombres. Y, según la empresa, es algo que se debería a la curiosidad así como por la conexión emocional y la atracción física con otras mujeres.

Por otro lado, algunas de las teorías que se están investigando van desde la capacidad de la empatía de las mujeres (algo que también se construye socialmente), o la respuesta sexual de ver escenas explícitas tanto de parejas heterosexuales como de mujeres, lo que les haría excitarse por empatizar con la persona que está sintiendo el placer.

Algo que no pasaría con hombres heterosexuales.

La hipótesis de la preparación

Otra interesante teoría sería la lanzada por los investigadores Kelly Suschinsky y Martin Lalumière.

La hipótesis de los psicólogos canadienses sugeriría que esa respuesta sexual de las mujeres heterosexuales -hacia escenas de mujeres-, se debería a las violaciones y violencia sexual que han ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad.

Las mujeres habrían evolucionado psicológicamente hasta sentirse excitadas ante situaciones sexuales (les gusten o no).

Una conclusión a la que habrían llegado al cuantificar con su estudio la lubricación de la vagina, lo que según su explicación, se debería a que de esa manera se reducen los daños que pueden ocurrir en un encuentro forzado.

Aunque claro, esto eliminaría el factor de atracción dejando la bisexualidad no como un deseo ante una persona del sexo contrario, sino simplemente hacia una escena sexual del tipo que sea.

Sin embargo, al estar tan relacionada la socialización, parece difícil desligar ambas cosas.

Y sería donde entraría el ‘fin del heteroconformismo’, otra interesante teoría de Aura McClintock, profesora de Sociología en la Universidad de Notre Dame.

Tras su estudio averiguó que en el caso de las mujeres se triplicaban las probabilidades de que fueran bisexuales a lo largo de su vida (en comparación con los hombres).

Según la socióloga, la importancia del contexto y la experimentación serían factores claves en la identidad sexual.

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Mientras que las mujeres que han tenido éxito en sus relaciones con hombres puede que nunca exploren la viabilidad de vínculos con mujeres, aquellas con experiencias menos positivas sí estarían más abiertas.

Lo que en ningún caso significa que sea una opción, sino un detalle del contexto, ya que socialmente -por el sistema heterocéntrico- somos menos animadas a experimentar con personas de nuestro mismo sexo.

Mara Mariño

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