Archivo de febrero, 2019

Noche en un hotel con mazmorra: el paraíso de los amantes del BDSM

Por mucho que pueda gustarnos la idea de probar el sadomasoquismo, no es como otro tipo de prácticas. Aunque la dominación y sumisión pueden empezar por cosas tan sencillas como dar azotes o atar con elementos que tengamos por casa, si buscamos avanzar en materia, por lo general, no solemos tener un calabozo en nuestro piso lleno de instrumentos y mobiliario adaptado.

DUQUESA DOSLABIOS

Es una buena idea para quienes quieran probarlo optar por una noche en un hotel especializado. Gracias a que cada vez tenemos una mentalidad más abierta con las parafilias, hay ciertos hoteles que ofrecen este tipo de servicios en sus suites y yo, hace poco, pude probar uno de ellos.

¿Las principales ventajas? En mi opinión, están bastante claras. A no ser que seas Christian Grey y tengas un apartamento de cientos de metros cuadrados, tener una habitación con esas características no es algo al alcance de la mayoría de nosotros, y aunque lo estuviera no sé hasta qué punto me haría gracia que si algún día recibo visitas, mis cuñados la encontraran por sorpresa.

Pero en tu mazmorra de paso, por unas horas, puedes jugar, experimentar, y poner en práctica todas aquellas cosas que solo has visto en páginas webs o que has leído en novelas eróticas. La higiene es impecable, el espacio perfectamente aclimatado, la privacidad máxima y siempre tienes cerca el baño, algo que no viene mal por si en el último momento te entran las ganas de hacer pis por los nervios.

Además de sillones tántricos, esos especialmente diseñados para conectar en 1001 posturas diferentes (he de admitir que uno de ese estilo si entrará en mi futura casa), pude probar un columpio. El columpio es la alternativa ideal a quienes quieren entrar en el bondage pero no tienen ni idea de cómo hacer un nudo.

Es probable que a todos nos resulte familiar la escena de gente colgada mediante cuerdas. Por curioso y atrayente que pueda parecerme en un primer momento, tengo claro que, si no es acompañada de un experto, no me atrevería a probarlo. Por suerte, el juguete está diseñado para imitar la sensación con seguridad y comodidad, es la alternativa ideal.

Aunque lógicamente, el plato fuerte de este tipo de mazmorras suelen ser los potros de dominación o camas con anillas. Son muebles especiales acolchados en los que atarse y experimentar solo está limitado por la imaginación.

¿Detrimentos? Pocos, quizás el único a destacar sea el precio, ya que este tipo de servicios salen por unos 200 euros la noche (recalco noche porque las tarifas de check in cubren aproximadamente 12 horas) y que suelen ser hoteles que, por lo general, no están a un par de paradas de metro de tu casa.

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Sin embargo, como experimento en pareja, tiene la máxima puntuación. Además de ser una novedad, ayuda a romper el hielo con este tipo de instrumentos. El límite entre el dolor y el placer no es el mismo para todos y hacer noche en un lugar de estas características sirve como vara de medida del nivel de afición que tienes por la parafilia. Puede ser tanto un descubrimiento, el punto de partida o la confirmación de que, el camino que habías tomado, es el que realmente te gusta.

Además, para quienes se presenten y al final no se vean con ganas de sacar su lado más sumiso o dominante, siempre les quedará la cama o el sofá. Son dos clásicos que nunca fallan. Palabra de duquesa.

Duquesa Doslabios.

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Sexo oral y menstruación, ¿mala idea o buena combinación?

Mucho se ha hablado de los beneficios del sexo durante los días de regla. Se libera la que se conoce como la “hormona de la felicidad”, la oxitocina; los orgasmos ayudan a que, si tenemos dolor, este remita; la sangre puede compensar la falta de lubricación… Y es que a muchas de nosotras se nos pone la libido por las nubes en esos días.

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Pero, ¿qué pasa con los cunnilingus, una de las prácticas preferidas de aquellas mujeres que, como yo, solo alcanzamos el orgasmo mediante la estimulación directa del clítoris?

He de admitir que, de primeras, la idea de que alguien te baje a la entrepierna cuando estás en pleno sangrado, no es que resulte algo muy apetecible para ninguno, a no ser que salgas con uno de los hermanos Cullen.

Por suerte, el sangrado, a excepciones de casos atípicos, no es algo que salga a chorro y de manera constante durante todos los días de regla. De hecho, a partir del segundo o el tercero, la cantidad de sangre se reduce bastante.

Sin embargo, para los momentos en los que es abundante, hay una serie de objetos de higiene íntima que nos permiten seguir disfrutando. No, las compresas no entran en la lista, pero tanto los tampones como la copa menstrual, dejan la zona lista para cualquier tipo de acercamiento.

Gracias a que el aparato reproductor femenino está coronado por el cuerpo carnoso del placer por excelencia, la sangre no llega a afectar a la zona, por lo que ambos pueden disfrutar con la tranquilidad de que las sábanas no necesitarán recambio.

El cunnilingus, además, es una postura perfecta cuando estás con la regla si eliges la versión en la que la chica se coloca boca arriba, ya que en estos días, ponerse al revés resulta molesto para algunas de nosotras (el peso sobre la tripa puede ser inaguantable).

Para los días de invierno, en los que no quieres coger frío, ya sabemos que en plena regla lo que te pide el cuerpo son bolsas de agua caliente que te mantengan la barriga templada, puedes incluso dejarte el jersey puesto y unos calcetines altos que te permitan disfrutar de la experiencia sin que se te congelen los riñones.

Lógicamente, tener o no este tipo de vivencia sexual en el momento de la menstruación, es una decisión personal. Si una de las dos partes no se siente cómoda, en ningún caso hay que forzar la situación, ya que, recordemos, el sexo es para disfrutar.

Pero si lo ves con buenos ojos o incluso con curiosidad, solo que hasta ahora no te habías animado, ya sabes que puedes bajar al pilón sin ningún tipo de preocupción.

Duquesa Doslabios.

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Un violador en cada esquina

Fue uno de los reproches que le hice a mis padres respecto a la educación que me habían dado: que habían conseguido que nunca me sintiera segura por la calle, que caminaba con el miedo de que, en cualquier momento, podría salir un violador detrás de una esquina. 

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Para mí, entender a una edad tan temprana, porque nos lo enseñan cuando todavía somos pequeñas, que fuera siempre con cuidado por si alguien me hacía algo, me marcó de la manera en la que a todas nos marca saberlo cuando llega el momento.

Y si a mí me parecía injusto, doloroso y horripilante, si me hizo sentir insegura, ahora pienso en el lugar de mis padres.

Pienso en lo que debe ser tener una hija que nace mujer y saber que, en algún momento de su vida, tendrás que tener esa charla con ella. La charla en la que le haces entender a tu hija, a lo que más quieres, que puede haber gente que la quiera agredir, violar o incluso matar.

La impotencia, el dolor y el miedo que yo siento, imagino que es solo la mitad de lo que pueden llegar a sentir ellos. Mucho más vasto y lacerante que el mío.

Unas sensaciones que, me consta, podrían volverse más intensas, aunque no me lo dijeran, si me olvidaba de contestarles a qué hora volvía a cada o si al final me quedaba a dormir en una casa de una amiga y no tenían señales de mí hasta el día siguiente.

Al tiempo que a mí me enseñaban eso, el mensaje para mi hermano ha sido el del máximo respeto hacia las mujeres.

Pero que él haya aprendido que no debe hacer nada en contra de la voluntad de otra persona, no garantiza que las mujeres estemos exentas de peligro en manos de otra persona que no ha tenido el mismo desarrollo.

Si los padres siguen teniendo esa charla con sus hijas es porque la sociedad tiene un problema estructural cuya solución no es solo que los padres den una buena educación.

La responsabilidad, más que la culpa, es de todos y somos incapaces de asumirla. Así que mientras no haya cambios en las leyes, no se refuercen las penas, no se tomen medidas, no se apliquen estrategias en los colegios o las series de televisión, como The Big Bang Theory, no dejen de vendernos como objetos, seguiremos transmitiendo ese mensaje generación tras generación.

Seguiremos diciendo, como mi bisabuela a mi abuela, mi abuela a mi madre, mi madre a mí, y yo, si tengo algún día, a mi hija, que tengamos mucho cuidado, porque ya no se esconden en las esquinas, puede ser el de la casa de enfrente, tu ex novio o el compañero de la oficina.

Y no habrá cuidado o medida que podamos tomar, ropa larga, calle llena, sobriedad o luz del día, que garantice nuestra seguridad ni nuestra vida.

Duquesa Doslabios.

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