Archivo de mayo, 2018

«Orbitar», la nueva tendencia para (no) ligar en las redes sociales

¿Te acuerdas de aquella persona que conociste hace poco? Sí, esa en la que estás pensando, ya sabes a quién me refiero.

GTRES

Teníais química, te encantaba su manera de echarse el pelo hacia atrás, su sonrisa, su estado de WhatsApp… Y de repente, desapareció de tu vida sin darte ningún tipo de explicación.

Sufriste «ghosting», que es el nombre que se le da a este fenómeno de desvanecerse sin dar razones al respecto, lo que en español podríamos definir como «Ya no me interesas, pero como me da mazo palo decirte nada, mejor me marco una Cuerda Huida a lo Pokémon y si te he visto no me acuerdo».

Del ghosting nos toca aprender que no siempre las relaciones son correspondidas (ojalá), pero que el rechazo forma parte de nuestra vida (aunque sea un rechazo así de cobarde) y debemos aceptarlo y vivir con ello.

Sin embargo, con las redes sociales, el ghosting ha evolucionado y ha dado lugar a una nueva manera de relacionarse (por llamarlo de alguna manera) que Anna Iovine, autora de Man Repeller, ha bautizado como «orbiting».

Orbitar es la acción que realiza una persona sobre ti con la que, independientemente de vuestro pasado (solo amigos o salidos de una relación/noche de pasión/X), quieres tener algo más.

Pero por mucho que uno de los dos quiera dar el siguiente paso, la otra persona se muestra distante, sí, pero en órbita, ya que está al tanto de lo que acontece en tu vida gracias a las redes sociales.

En resumen: tienes en órbita a esa persona que nunca te manda un mensaje (no, ni aunque fuera el Armagedón) pero es la primera en ver las historias de Instagram o en darte «Me gusta» a una publicación.

Se dice que se la tiene orbitando porque, aunque la persona no está dispuesta a mantener algo contigo, quiere que sepas que en cierto punto tiene interés en ti. Y tú que pensabas que lo de Estados Unidos y la URSS era una Guerra Fría… Te doy la bienvenida al siglo XXI.

Lo de tener una persona que nos gusta en órbita se nos va de las manos cuando cambiamos el contenido que publicamos solo para comprobar si tenemos algún tipo de reacción por su parte al respecto.

«Entonces ¿qué hago? ¿Cómo huyo de la órbita?» Houston, no tenemos un problema. Es tan fácil como hacer clic en el botón «Bloquear» para que no vivas en la angustia constante de revisar tus redes a ver si te ha dejado un like.

«Pero, ¿y si de verdad un día quiere algo conmigo y yo le estoy cerrando la puerta definitivamente» Tesoro, quítate la venda que te has puesto y abre los ojos. Esa persona te mantiene con un «enganche» emocional de manera egoísta porque no es capaz de lanzarse por ti. Y tú te mereces a alguien que se tire a la piscina, incluso si con esa cabeza tuya se te ha olvidado poner el agua.

Si hay muchos peces en el mar, imagínate cuántos cuerpos celestes vas a encontrar en el espacio.

Duquesa Doslabios.

Pornografía, ¿diversión «inocente» o infidelidad?

Dicen que ojos que no ven, corazón que no siente. Pero ¿y si los ojos ven y lo que miran es pornografía?

YOUTUBE/Padre de Familia

Tengo 26 años y llevo viendo porno desde los 17, que fue cuando tuve un portátil para mí sola (y cuando aprendí a borrar el historial).

En este tiempo nada ha hecho que dejara de verlo. He tenido épocas de mi vida en las que lo veía con más frecuencia, otras menos y otras, prácticamente, nada.

Es algo un poco aleatorio y no depende de si tengo o no pareja, a veces me apetece, a veces no, a veces tiro de archivo o me meto a leer relatos eróticos… Lo que tiene el porno es que es un recurso fácil que, como dice una amiga mía, nos apaña porque lo tenemos «a mano», y literalmente.

No hace falta pensar, basta mirar y atender a la respuesta física. Como animales que somos, los estímulos visuales de la pornografía nos producen excitación. Como cuando alguien bosteza y seguidamente te entran ganas de repetir la acción aunque no tengas sueño.

Así como también nos lo puede producir además de la película, un recuerdo o una fantasía salida de nuestra imaginación.

Sin embargo, son vivencias que forman parte de nuestra vida sexual individual, no por hacerlo solos, sino por que hablo de aquella propia de cada individuo.

La cabeza es libre, no hay intimidad real con otra persona, y, como dice otro amigo (pregunté a muchos al respecto) «pensar en robar un banco no significa que lo vayas a robar».

Otra cosa es que la pornografía se convierta en una obsesión y reste tiempo de estar con nuestra pareja, altere nuestros hábitos o produzca ansiedad por no vivir en carnes esa «realidad sexual» que termina al grito de «Corten» (aunque eso no lo veamos).

El porno es un show, un espectáculo, un producto para pasar un buen rato y debe ser tratado como tal, no como un reflejo fiel de la realidad.

Además de usarlo a solas o en compañía, podemos «tomar nota» y usarlo como fuente de ideas para ponerlas luego con alguien a prueba. Si se atreve…

Duquesa Doslabios.