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Mi vida sexual después de la copa menstrual

Que la copa menstrual ha llegado para cambiarnos los periodos, es algo que ya sabíais. Pero no se queda solo ahí, también nuestra vida sexual puede verse beneficiada por su uso. Y es algo que he ido descubriendo en este tiempo.

GTRES/Duquesa Doslabios

Quizás la más sorprendente de todas fue descubrir que el lubricante cada vez era menos necesario. Vale que la sangre siempre ayuda a que todo fluya, pero en esos días en los que se está yendo o está a punto de bajarte, días en los que el tampón mini parecía imprescindible, pasan factura a la flora vaginal.

Puede que sean un apaño estupendo para no ir manchando calle abajo, pero lo cierto es que absorben mucho más que la sangre, lo que se traduce en sequedad cuando el momento de la intimidad surja.

Y hablando de que surja. ¿Hay algo más cómodo que, antes de pasar a la acción, pasar al baño, quitártela, vaciarla, lavarla y dejarla ahí? A diferencia de los tampones o compresas no tienes que preocuparte de hacer paquetes estratégicamente envueltos con el envoltorio y con papel higiénico para que no sospeche de lo que hay dentro.

Si no sientes todavía la suficiente confianza como para que vea la copa apoyada en su lavabo -yo la dejaba sobre un poco de papel si no me fiaba de la higiene de la casa del susodicho-, (aunque, plantéatelo, ya te está viendo desde todos los ángulos) puedes envolverla y guardártela en el bolsillo.

Otra de sus enormes ventajas es que, como todo va por dentro, no tienes que preocuparte de tener los labios o las ingles manchadas, algo que siempre sucedía con la compresa y ya te obligaba a montar el circo en el baño. Algo a lo que, además, seguramente sumabas el agobio de «Seguro que se pregunta por qué tardo tanto».

Y, por supuesto, ante la perspectiva de pasar la noche fuera, no necesitas preocuparte por llevar tampones encima o por si va a haber artículos de higiene femenina en la casa de la persona a la que ves. Basta con tu copa, y hasta la puedes llevar puesta.

Aunque, si tuviera que quedarme con la que ha sido para mí la mayor mejora, sin duda, sería poder quedarme desnuda abrazada a la otra persona, los mimos del después.

Vale que con el tampón podía hacerlos de igual manera, pero el hilillo blanco no es la cosa más natural del mundo junto a las pieles desnudas. Con la copa ya no tenía que renunciar a ese placer y no lo he hecho desde entonces.

Además, para aquellas a las que le cueste ponérsela (no siempre es igual de sencillo o estamos igual de relajadas), el pospolvo es el mejor momento para introducirla, ya que el espacio suele estar aún flexible por la actividad y permitirá que la copa se ajuste estupendamente.

Duquesa Doslabios.

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