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¿Por qué si una mujer habla de sexo es una ‘guarra’?

Querido lector,

Hoy te hablo a ti directamente. A ti, que desde, que empecé a escribir en 2017, me has llamado de todo.

Bueno, de todo no. Me has dicho «guarra», «cerda», «puerca», «marrana», «zorra», «puta», «perra»…

Me lo has llamado sin conocerme de nada. Sin saber quién soy, dónde me encuentro, cómo me llamo ni cómo me siento al respecto.

Me lo has llamado por escribir aquí, de sexo.

SAVAGEXFENTY

Y me lo has llamado tantas veces desde hace 4 años, hablara de lo que hablara, que ya no es que no te guste un tema concreto, un enfoque, mi opinión del ghosting o del sexo anal.

Me lo has llamado por ser mujer y por la temática del blog.

Porque ha sido compartiendo en este espacio mi opinión sobre un tema tan natural como es el sexo, que merezco, bajo tu punto de vista, ser insultada.

Y no insultada de manera constructiva, animándome a mejorar la escritura, sino con la que es la ofensa más fuerte hacia la mujer, la perla de los improperios, la estrella de la colección, el comodín que vale para todo lo que hacemos que está mal para ti, ya sea escribir, rechazarte en un bar o tener un salario más alto que el tuyo.

No puedo evitar preguntarme -ya que la mayoría de los insultos vienen de hombres como tú-, si se daría el caso contrario si fuera un Duque Doslabios, un Pepito Miravet o un Luis Blue el que escribiera un espacio sobre cómo disfrutar del sexo, cómo hacer una buena comida de coño.

Me pregunto si a diario se meterían mujeres en la sección de comentarios a faltarle el respeto, a tacharle de pervertido, a decirle, -como me dices tú-, que es un puto, un perro, un marrano.

Es obvio que no, vosotros os libráis porque pensáis que seguís pudiendo encabezar la caza de brujas del siglo XIX, demonizando a las mujeres que, como yo, experimentamos nuestro deseo sexual.

Las que hablamos del placer, nos acostamos con ese tío que hemos conocido en un bar porque nos pone y que ni lo tapamos ni lo escondemos, quienes no oprimimos nuestro deseo ni seguimos haciendo como si no existiera.

Esas que lo vivimos por y para nosotras en vez de para tu disfrute.

Ya no te compramos que, para que nos aceptes, para que nos consideres decentes, tengamos que mantener esa parte bien escondida, ser damas en la calle, pero putas en la cama. Seremos lo que nosotros decidamos y te tocará respetarnos igualmente por ello.

Si tanto te molesta como hombre que yo hable de la igualdad en la cama (de mis deseos y de los de otras compañeras que puede que no tengan un blog en un diario), es que dejas en evidencia la falta que hace de que existan profesionales como yo, que se dediquen a publicar estas ideas.

Así que tengo una mala noticia que darte: por cada «guarra», «cerda», «puerca», «marrana», «zorra», «puta» o «perra», escribo con más ganas.

Porque me das gasolina al saber que tienes tanto interés en que deje de hacerlo. Y con cada artículo que animo a otras mujeres a verse, sentirse, reivindicar que no van a quedarse a medias nunca más, jugar en igualdad de condiciones, follarse a un desconocido o decir ‘No’ si cambian de idea, se prende una chispa.

La liberación de la mujer no es solo poder abrirnos una cuenta en el banco, votar o decidir si nos quedamos en casa o salimos a trabajar. Lo queremos todo. La libertad es también que podamos disfrutar y hablar de esto en las mismas condiciones que lo haces tú.

Querido lector, a mí y a mis compañeras nos gusta el sexo (tanto como a ti), nos ponemos cachondas, nos tocamos, nos corremos (incluso varias veces seguidas) y somos igual de respetables por ello.

Aunque te pese, nuestra sexualidad es solo nuestra y ni tú ni nadie nos va a juzgar por cómo la decidimos vivir. Bienvenido a 2021.

Duquesa Doslabios.

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No existen las ‘zorras’, existen las personas enfadadas con mujeres

A lo largo del día escucho tantas veces la palabra «zorra» dirigida a mujeres, que he tenido que hacer el ejercicio de reflexionar sobre ella. Y he llegado a la conclusión de que una zorra no existe.

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Te pongo un ejemplo. Despega los ojos de la pantalla y mira a tu alrededor. ¿Qué ves? La ventanilla del metro, el café del desayuno, tu teléfono, el teclado… Son cosas reales, tangibles. Objetos que seguirían estando ahí si el ser humano se extinguiera de un día para otro.

¿Pasaría lo mismo con una «zorra»? No a no ser que se trate de la hembra del zorro, y te diré por qué.

Una «zorra» es un apelativo que se basa en una construcción social, pero no de cualquier tipo, sino una patriarcal. Esto significa que quien ejerce el papel dominante es el hombre, por lo que la mujer se encuentra siempre por debajo.

Es decir, «zorra» no es otra cosa más que el antiguo «bruja» con unas pequeñas diferencias. La palabra que invocaba a la hechicería tenía un objetivo claro: eliminar a aquellas mujeres que pudieran suponer una amenaza por cualquier motivo, ya fuera su influencia, su posición, sus actividades o, simplemente, en aquellas que no eran muy apreciadas por los vecinos.

Una palabra tan poderosa (perdonad el juego, pero hablando de brujería tenía en bandeja la expresión) que servía para quemarla viva y sacarla de en medio. En otras palabras, el paraíso de los hombres que consideraban a una mujer un peligro para su existencia.

Puede que «bruja» se haya quedado anticuado y ya no sirva para subir a la receptora del apelativo a la hoguera.

¿La nueva estrategia? Buscar una nueva palabra que sirviera para ‘quemar’ socialmente a aquellas que no se sometieran, ya sea en redes sociales, en la universidad, en el trabajo ¡y hasta en el colegio!

Para «zorra» no hay un significado unánime, es un término que sirve para todo. Y con todo, me refiero por supuesto, a todo lo que esté sujeto a ser criticado.

«Zorra» puede ser la que tontea en un bar. «Zorra» es la que te rechaza porque no le gustas. «Zorra» es la funcionaria que te dice que te has equivocado de centro de la Seguridad Social. «Zorra» es la que es infiel (si es a ti o a otra persona es lo de menos). «Zorra» es la que aprueba el examen a la primera. «Zorra» es la que perrea hasta el suelo con Daddy Yankee. «Zorra» es a la que le dan el trabajo cuya entrevista no pasaste.

¿A qué conclusión se puede llegar? Que cuando se usa ese término es fruto de algún sentimiento negativo que puede ir desde la envidia al deseo, pasando por el rencor.

De hecho, se ha vuelto tan famosa la palabra que, como «bruja», incluso las propias mujeres la usamos entre nosotras para desprestigiarnos.

Al final, como apuntó un amigo mío: «No existen las zorras, solo personas enfadadas».

Duquesa Doslabios.

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