¿Cómo ligaban realmente en la época en la que se inspira ‘Bridgerton’?

Las declaraciones románticas bajo la lluvia, pedir un beso a escondidas a medianoche o acudir a la casa de la cortejada con flores, son algunas de las tácticas de ligoteo que hemos aprendido (y disfrutado) de la serie Bridgerton.

Y aunque soy muy fan del universo de romanticismo en colores pastel que narra la voz de Lady Whistledown, me picaba la curiosidad si esas tácticas podían parecerse en algo a las del periodo en el que la serie está inspirada.

Es decir, ¿era así también en la época victoriana o es más bien una licencia creativa que se han tomado Julia Quinn y Shonda Rhymes a la hora de llevar la ficción a la pantalla?

Colin Bridgerton Penélope Featherington

Netflix

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Como podrás imaginarte, en la Inglaterra del siglo XIX flirtear no se parecía en nada a las tácticas que podemos conocer actualmente.

La modernez de que a través de un mensaje privado se pueda romper el hielo y empezar una conversación era algo muy alejado de la aproximación que había por aquel entonces.

Que un caballero hablara a una dama era algo rodeado de cortesía, por lo que, según ha recopilado un aficionado a la historia, una manera de aproximarse muy común en aquella época era el uso de tarjetas impresas en las que los hombres se ofrecían como ‘escolta’ para las mujeres.

En su página web tiene varias de ellas y, lo que tienen en común, es la petición de acompañamiento, de esta forma, con el pretexto de ir con ellas a casa para que llegaran ‘a salvo’, podían mantener una conversación y conocerlas, para, más adelante, cortejarlas.

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Según las tarjetas de esta época (1880), las propuestas de acompañamiento iban desde galantes poemas hasta dibujos que representaban los riesgos que el caballero estaba dispuesto a enfrentar con tal de acompañar a la dama a casa (como un perro de aspecto peligroso, un fusil, una porra o un zapato con suela de clavos).

«Déjame ser el orgulloso pájaro que te acompañe a tu frondoso cenador o sufriré la miseria de verte marchar», pone en una de las tarjetas más poéticas.

«Querida señorita: soy de su talla y complexión, voy en su dirección, así que si no tiene objeción, me gustaría ser su protección», pone en otra.

Una versión más alternativa a las tarjetas de acompañamiento era la de aprovechar el espacio para resumir las expectativas sentimentales en una especie de currículum que bien podría ser, a día de hoy, la biografía de cualquier aplicación de ligar.

«Distribuidor mayorista de amor, besos y abrazos, solo atiendo en persona. Dame una oportunidad», dice una de las tarjetas.

 

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Accesorios y secretismo: la seducción de ellas

En cambio, en el caso de las mujeres, la seducción se ponía en práctica de una forma muy distinta.

Dos siglos más tarde, las mujeres podemos expresar nuestras emociones y tomar la iniciativa expresando abiertamente si nos interesa alguien.

Sin embargo, en el XIX se consideraba una falta de moralidad, por lo que para ellas, encontrar una manera discreta de comunicarse, era primordial.

De ahí que muchas optaran por utilizar un lenguaje simbólico con uno de sus accesorios imprescindibles en los contextos sociales: el abanico.

Apoyarlo en la mejilla, en el regazo, abanicarse lentamente o abrirlo y cerrarlo de manera brusca… Estos gestos no eran al azar, sino códigos que recogían las revistas de la época y que podían animar al acercamiento, rechazar o incluso decir el estado civil.

También hay en esas revistas otros códigos de lenguaje con elementos que tenían su propio significado como es la sombrilla, el pañuelo de tela, el sombrero o incluso la ventana.

Que se utilizaran con la misma frecuencia es algo que parece poco probable e igual se trataba más de un artículo de entretenimiento, porque el lenguaje cuya fama ha llegado hasta la actualidad es el del abanico.

La conclusión tanto conociendo estos métodos como viendo Bridgerton es que, con el tiempo, ligar se ha convertido en algo mucho más accesible y fácil para todos.

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1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser emigrante

    Eso sería los estirados británicos y británicas de clase alta. Por estas latitudes acompañar a las damas no era una opción porque siempre llevaban carabina. y se recurría al uso de intermediarios llamados alcahuetes o alcahuetas. Otro truco era dejar caer el pañuelo para que él lo recoja y se establezca contacto con la excusa de devolverlo. Una vez averiguado el domicilio de la pretendida se podía organizar una serenata bajo su ventana, cantando o recitando poemas solo o con un par de músicos o amigos que hagan el acompañamiento. Como las ventanas de los bajos siempre tenían rejas, en citas posteriores, se reunían uno a cada lado de la misma a «pelar la pava»
    Aquí te explica Fernando Fernan-Gómez como se ligaba en el s. XIX https://www.youtube.com/watch?v=4MbwQasxWg8
    Curiosamente la película es de hace 60 años y la acción es de 60 años antes, es decir, que es equidistante de nuestra época y de la que trata.

    17 junio 2024 | 14:33

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