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¿Nos aproximamos al fin de las fotos de genitales no solicitadas?

Hace unos meses me preguntaba a qué se debía ese hábito que han adquirido ciertos hombres en bombardear con fotos de sus genitales que, para empezar, no se habían pedido (una reflexión que puedes leer aquí).

GTRES

A modo de inyección de autoestima o como una curiosa forma de impresionar a una mujer que produce interés, son algunas de las razones ‘sanas’ que argumentan los expertos a la hora de tratar de explicar esta práctica.

Otras, como el control o ejercer poder -ya que no existe la opción de negarse- son menos saludables, pero también comunes.

Recibir estas fotos cuando no hay ningún tipo de consentimiento es una manera de acosar, por lo que hay quienes únicamente encuentran satisfacción en reacciones de sorpresa, dolor o enfado cuando la otra persona ve las imágenes.

Si nos ponemos a consultar cifras, el estudio realizado en 2017 sobre acoso cibernético por el Pew Research Center averiguó que un 53% de mujeres entre 18 y 29 años habían recibido estas fotos que no habían sido solicitadas.

Personalmente, estoy convencida de que, si volvieran a hacer la prueba en 2019, el resultado sería incluso mayor.

Y, como el acoso de cualquier tipo, sobre todo el online, es una asignatura pendiente también para todas las aplicaciones, no existen medidas efectivas que realmente puedan combatir este tipo de prácticas.

La estadounidense Kelsey Bressler, harta de este tipo de envíos, tomó la decisión de ir un paso más allá y elaborar un filtro de Inteligencia Artificial en redes sociales que consiguiera difuminar esas fotos para evitar el impacto.

Una manera muy eficaz de solventar el problema de las fotos no deseadas -funciona en un 95% de las veces- evitando la visión del contenido explícito.

Por buena idea que parezca –ojos que no ven, corazón que no siente– y por extraño que me resulte que, hasta ahora, no hubieran desarrollado mecanismos que evitaran estos actos (que no son otra cosa más que otro tipo de violencia), ¿es realmente la solución?

¿Qué nos garantiza que no habrá otro desarrollador que decida crear un sistema para escapar de la censura de la Inteligencia Artificial?

Aplicaciones que registran el recorrido de las mujeres cuando vuelven a casa, accesos rápidos a llamadas de emergencia por si se da una situación de peligro, filtros que borran imágenes que no queremos recibir… Soluciones a modo de parche que no curan la herida, sino que se dedican a taparla.

La atención debería centrarse en programas, estrategias o planes que trabajen el problema desde dentro, que se centren en esos hombres que mandan esas fotos que nadie ha pedido. Que les enseñen que no tienen que mandarlas.

No que tengamos que estar poniendo nosotras una serie de barreras para evitar recibirlas. Es como si tuviéramos un sinfín de medidas antiincendios en el monte, pero no se hiciera nada para controlar a los pirómanos sueltos.

Duquesa Doslabios.

(Y acuérdate de seguirme en Twitter y Facebook).

¿Por qué hay hombres que nos mandan fotos (que no hemos pedido) de sus genitales?

La primera vez que recibí una dick pic, el nombre que reciben las fotografías de genitales masculinos, se había colado en mi buzón de entrada de la página de Facebook que utilizo profesionalmente. Ahí estaba, sin comerlo ni beberlo (literalmente). El pene de un desconocido que se había hecho un perfil falso para poder mandar impunemente sus partes íntimas.

DIM Facebook

En el momento me sentí asqueada. No se me ofenda nadie, pero no es que lo que los hombres tienen entre las piernas sea precisamente ‘instagrameable’.

Era el hecho de que no le conocía de nada y me había mandado aquello sin tan siquiera preguntar si me apetecía verlo, sin ningún tipo de confianza, sin calzoncillo ni nada.

Igual era mi moralina de ex alumna de colegio de monjas lo que hacía que sintiera aquello como algo malo. Luego, hablando con otras mujeres de mi entorno, descubrí que lo de descubrir ‘fotopenes’ era más habitual de lo que sospechaba.

Y no solo en páginas de Facebook. Redes sociales de conocer gente, privados de Twitter, WhatsApp… ¡Hasta por AirDrop!

Lo que realmente me intriga es qué lleva a un hombre a compartir esas imágenes. No digo que las mujeres no compartamos este tipo de fotografías (aunque me consta que lo de mandar la vulva a desconocidos no es algo que estemos habituadas a hacer). Por lo general solemos esperar a que haya más confianza con la otra persona

Así que, para arrojar algo de luz sobre el asunto, os sugiero que me acompañéis en este paseo por el cerebro masculino.

Lo que averiguo según diferentes psicólogos de rincones variados del globo, es que las ‘fotopolla’ forman en mayor medida parte de la estrategia masculina. Incluso encuentro algunos estudios al respecto, extranjeros en su mayoría, que establecen en un 40% el porcentaje de mujeres que han padecido estas imágenes.

Y sí, digo padecido porque solo tienes que hablar con las mujeres de tu entorno para confirmar que lo de recibir en los mensajes directos fotos de penes no es ni tan ajeno como nos gustaría, ni algo que nos haga ilusión encontrar.

Los mismos expertos son los que han tratado de buscarle una explicación lógica a esta conducta afirmando que hay quien lo hace porque lo consideran su orgullo, algo digno de admirar y reverenciar, por lo que es considerado un gancho tan bueno para suscitar interés como cualquier otra parte del cuerpo.

Quienes pretenden conquistar viven ajenos a que es algo que nos hace sentir incómodas. En su cabeza el plan es espectacular: mágicamente ver eso va a hacernos dar el siguiente paso. El efecto que consigue es que demos pasos, sí, pero en dirección contraria preguntándonos a nosotras mismas si realmente tenemos suficiente ciudad para no cruzarnos nunca con esa persona.

Lo único que me gustaría aclararle a esos caballeros es que solemos preferir una foto de los ojos o de los labios. Que igual si empiezan por ahí es menos violento y no termina la conversación en un silencio incómodo o en un bloqueo.

Los profesionales afirman también que es una manera de enfrentarse al miedo al rechazo, una manera de pasar la prueba sin tener que afrontar en persona la situación. Si la foto consigue pasar la ‘nota de corte’, es para ellos una manera de recibir validación, de que aumente su seguridad, en otras palabras: una inyección de autoestima.

Es una especie de El Gran Gatsby versión 2.0, solo que, en vez de pasearte por las fastuosas fiestas, el Jay moderno te manda la foto de un pene para impresionarte.

En mi opinión, añadiría que quien hace esta práctica la utiliza también porque es una manera de ejercer poder, ya que no puedes evitar recibir ese tipo de imágenes que no suelen pedirte permiso para mandártelas. No es una foto que entre dentro de un contexto, no es porque la conversación fuera sobre penes, aparece ahí y ya.

Se puede llegar a considerar una práctica violenta porque es una evolución del exhibicionista con gabardina que saltaba de repente de una esquina y huía tras impactar a sus víctimas.

Como es algo imposible de prevenir (nunca sabes de dónde te va a venir la siguiente captura), hago un llamamiento para que, si realmente hay hombres ahí fuera que tienen la urgente necesidad de mandar sus partes íntimas, pregunten primero. Que se nos dé la opción de poder decir que no y sea, como debería ser siempre, una respuesta que se respete.

Duquesa Doslabios.

(Y acuérdate de seguirme en Twitter y Facebook).