Algunos estereotipos que quiero romper sobre escribir un blog de sexualidad

Hace cinco años empecé a escribir este espacio y, al principio, no tenía muy claro que fuera para mí.

Tenía sexo, sí, como todo el mundo, pero no sentía que en aquel momento tuviera mucho que aportar al respecto.

juguete sexual

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Pero el blog hizo su magia. La de ponerme en contacto con gente que sabía muchísimo de esto. Y ahí empezó la marcha.

La magia de atreverme a frecuentar sitios, con la excusa de que eran para artículo, que de otra manera no me habría atrevido a pisar.

Mi experiencia en un local swinger es el mejor ejemplo…

De llevarme a clases, a charlas, a presentaciones, a probar, a leer a escuchar eso de lo que todo el mundo estaba hablando y sobre lo que quería opinar.

Arrastro el típico tópico, para personas de la generación de mis padres, de que hablo de lo que no se debería hablar.

Acerca de algo que todavía se vive con vergüenza o malestar y que, incluso, puede influirme en ser rechazada, en un futuro, por una empresa donde quiera trabajar.

(Sinceramente, si hablar de este tema con naturalidad me convierte en menos valiosa, no es un entorno de trabajo en el que quiera estar)

Y, aunque ha sido una manera de abrirme sexualmente y abrir también la mentalidad de lectores sobre este tema -o eso quiero pensar-, está el gran estereotipo que, como divulgadora pero también otras profesionales que hablan de esto, nos encontramos, el de nuestra vida sexual.

Quizás uno de mis clichés favoritos es que se da por hecho que tenemos una vida sexual increíble.

Que nos pasamos el día de orgía en orgía y que follamos hasta llevar a nuestros amantes al éxtasis.

Y, por supuesto, que estamos disponibles para tener sexo, o hablar de ello, con cualquier persona.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Mara Mariño (@meetingmara)

Un sinfín de mitos que muestran que esta profesión es un caldo de cultivo para el acoso sexual online, ya que hay quien la relaciona erróneamente con la ninfomanía.

Es habitual que completos desconocidos nos aborden preguntándonos, sin ningún tipo de filtro, qué hacemos en la cama, pidiendo detalles sobre nuestros gustos e incluso lanzando propuestas íntimas sin haber cruzado ni un «hola».

Te puede interesar leer: Tenemos que hablar del acoso que están recibiendo las sexólogas en redes sociales

Lo cierto es que hay quien se espera un día a día parecido a la Home de una web de pornografía: hoy trío, mañana lésbico, pasado cockzilla

Pero, como tú, me tomo el café en pijama, no con un conjunto de cuero y cadenas, hago cola en Correos y lo de correrme, bueno, depende con quién.

No niego que escribir tanto sobre el tema me haya vuelto más atrevida, sí, pero también más crítica y exigente.

Mi conclusión, después de cinco años con este trabajo, es que le damos al sexo mucha y muy poca importancia al mismo tiempo.

Mucha porque parece que, si hay oportunidad de echar un polvo de por medio, todo lo demás desaparece.

Poca porque encontrar con quien hacerlo se ha convertido en algo sencillo. Y suele ser una experiencia tan mediocre en la mayoría de casos -sobre todo para las mujeres- que la gracia se ha perdido.

Y es algo que le explicaba hace unos días a un amigo. Que precisamente por tener el tema ‘tan sobado’ empezaba a valorar otras cosas: las conexiones, desprenderme de los roles que me han tocado, la reciprocidad, el detalle

El descubrimiento más excitante que he hecho es el de que el sexo no empieza en la cama, sino en una conversación con la otra persona.

Mara Mariño

(Y también puedes seguirme en TikTokTwitter y Facebook).

Los comentarios están cerrados.