Los picaderos de Hong Kong ya no son lo que eran (y Madrid y Barcelona van por el mismo camino)

La intimidad, esa cosa tan difícil de encontrar durante los casi 27 años que viví bajo el techo de mis padres. Solo tenía dos opciones, o aprovechar los pocos momentos en los que la casa quedaba sola o ir a casa de la otra persona, cuando se daba el mismo caso.

DEREK ROSE

No fue hasta la universidad, años en los que empecé a conocer pisos de estudiantes por parte de mis novios de aquella época, que tenía la sensación de poder hacer algo de vida en pareja.

Aunque cuando sabes que, a menos de un tabique de distancia está el compañero de piso, las ganas de dejarte llevar y darle rienda suelta a tu ‘yo’ salvaje en un momento de pasión, sigue costando (sí, por mucho que esté jugando a la Play Station con los cascos puestos).

Así que ha sido cuando me he independizado que realmente he podido disfrutar de sensación de privacidad con mi pareja en nuestra propia casa. Algo que ha llevado más de lo que me habría gustado por dos razones: el precio de los alquileres y mi situación laboral.

Y lo peor -sí, es lo peor- es que somos de las pocas personas afortunadas que, con menos de 30 años, pueden vivir por su cuenta en Madrid, una ciudad que, como Barcelona, convierte la odisea de independizarse en un episodio digno de serie de terror.

Esta falta de espacio propio pasa factura a las relaciones de una manera que condiciona por completo nuestras experiencias en esos años.

Hoy he descubierto que Hong Kong, que tiene un problema parecido, ha encontrado una solución muy sencilla: reconvertir los picaderos.

Los típicos hoteles por horas ya no son solo un lugar en el que tener un encuentro sexual.

Ahora vienen equipados de bañera, cocina y, lo más importante, toda clase de videojuegos y suscripciones a plataformas de streaming para que las parejas puedan experimentar el típico domingo de Netflix & Chill cuando quieran.

Claro que me parece un grandioso ejemplo de adaptación a los nuevos tiempos que la ciudad china haya decidido cubrir esa necesidad.

Pero, por otro lado, me preocupa que esto llegue a pasar en España. No significaría otra cosa más que continuamos sin poder irnos de casa de nuestros padres a unas edades en las que ya queremos vivir con nuestra pareja.

Así que me encantaría, más que ver un cambio en el sector hotelero, que los precios de las viviendas echaran el freno y retrocedieran.

Y lo mismo con los trabajos. No puede ser que la situación laboral estable llegue casi a los 30 años (después de años de estudio, becas y colaboraciones tristemente remuneradas).

No quita que haya hoteles listos para ofrecer una estancia redonda, pero que no sean los sustitutos de disfrutar en nuestra propia casa, esa que con nuestro salario podemos permitirnos.

Duquesa Doslabios.

(Ya puedes seguirme en Twitter y Facebook).

Los comentarios están cerrados.