Las infinitas posibilidades de querernos pasando todo el día en casa

La vida ha pegado tal cambio que, si antes difícilmente encontraba tiempo para ver a mi pareja, puedo disfrutarla las 24 horas del día.

PIXABAY

Hemos pasado de tener agendas separadas a una rutina casi paralela. Y sí, estar en casa sin salir, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, nos está cambiando como pareja.

Soy consciente de que empezamos un periodo en el que habrá que tirar de paciencia e imaginación a partes iguales para mantener esto a flote sin problemas.

Pero en su mayoría, solo soy capaz de sacarle la lectura positiva. Si algo nos permite esta posibilidad, casi de futuro utópico, es hablar.

Hablar de verdad, de todo, de lo que nos gusta y lo que no, de nuestra infancia, de un secreto que -hasta ahora- nadie más supiera, de política, de comida o de las cosas que haríamos si no estuviéramos confinados, no esas conversaciones de pocos minutos antes de acostarnos en las que ganaba la batalla el sueño.

Tenemos la oportunidad de iniciar un hobby juntos. Yo, que no veía el momento de empezar a ir a clases de baile conjuntas, me veo lista para buscar todos los vídeos de YouTube que nos permitan recorrer al máximo los metros cuadrados libres del salón.

La excusa de estar en casa es perfecta para terminar de ver las series y películas que teníamos pendientes (que son unas cuantas y ya tocaba ponerse al día). Siempre con la ayuda de esas listas de títulos que nuestros amigos o familiares consideran imprescindibles.

Para mí, el aislamiento en casa supone el mejor motivo para abrir esa botella de vino que teníamos guardada para una ocasión especial. De beberla entera sentados frente a frente sobre una manta en el suelo, como si de un picnic improvisado se tratara.

Porqué ya me he dado cuenta que ahora mismo no hay nada más especial que estar vivos y juntos. Al final, esto de estar encerrada, me va a acabar dando hasta perspectiva.

Ya que antes de que todo esto pasara hice acopio en una librería del barrio, no puedo esperar a leer en compañía del otro. Sentados cada uno en un extremo del sofá. Lanzándonos una sonrisa de vez en cuando al alzar la vista de las páginas del libro y entrelazando los pies.

Hasta el punto de que las cosas suban de temperatura y nos animemos, finalmente, a probar esa postura sexual o a conquistar cada centímetro cuadrado de la casa. Incluso a hacer un juego de rol imaginando que somos los únicos habitantes del planeta.

¿Y después? Quedarnos desnudos y revueltos sin la prisa de que uno de los dos tiene que contestar un mail, ir a ver a la familia o ponerse a trabajar. Saboreando cada instante.

Hablando de saborear, no descarto que nos dediquemos en cuerpo y alma a cocinar juntos el brócoli de mil maneras hasta dar con la mejor receta porque es lo único que no se había agotado del Mercadona.

El ‘te quiero’ que nos decimos en un susurro antes de ir a dormir ha adquirido casi un nuevo significado.

‘Te quiero’ es ahora también un ‘gracias’. Gracias por haber ido a la compra, gracias por estar tan pendiente de mi familia y amigos como si fueran tuyos, gracias por reinventarte porque formas parte de los que se han quedado sin trabajo, gracias por adaptarte a los nuevos tiempos y nunca quedarte quieto, gracias por seguir inspirándome, gracias por decirme que todo irá bien en estos momentos tan inciertos, gracias por tanto, y, por tanto, te quiero.

Duquesa Doslabios.

(Ya puedes seguirme en Instagram, Twitter y Facebook).

1 comentario

  1. Nos podemos morrear y dar besos de tornillo de al menos un par de minutos?

    15 marzo 2020 | 10:05

Los comentarios están cerrados.