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‘Tirones’, de Jacques Dupin (1927)

Lengua de pan negro y agua pura,

cuando una azada te revuelve

el cielo entra en actividad.

Nuestros brazos enamorados ennegrecen,

nuestros brazos obreros se anudan.

Sólo la fuerza

de volcarse en el barranco

nuestro cadáver sucesivo

y mi biblioteca de piedras.

Tu nuca, más abajo que la piedra,

tu cuerpo más desnudo

que esta mesa de granito…

Sin el trueno de una sola de tus pestañas,

¿te habrías vuelto la misma

lisa e imperceptible enemiga

en el polvo de la carretera

y la memoria del glaciar?

Amores anfractuosos, volved,

rasgad el cuerpo clarividente.

Con la inmovilidad convertida en

un viaje puro y afilado,

tú esperas tu degollación

por el hacha de las tinieblas

de este cielo monótono y loco.

Ah, que brote y vuelva a caer,

tu sangre ciclópea

sobre las labranzas exhaustas,

¡y nuestros labios muertos!

Jacques Dupin ha dedicado media vida a Joan Miró, a cultivar su amistad y, como crítico de arte, a difundir su pintura. La otra media, a la poesía. Alguien que pone su tiempo e inteligencia al servicio de la obra mironiana parece destinado a escribir con la misma carga de simbolismo y hermetismo con la que el catalán se construyó su genio. Y, en efecto, así es.

Existen muy pocos poemas de Dupin vertidos al castellano (aquí, además del publicado hoy, se pueden leer algunos más). Su nombre en nuestro país ha gozado de menos difusión que los de otros escritores franceses de su generación, como el gran Ives Bonnefoy, del que ya trajimos un ejemplo de su poesía hace meses.

Dupin empezó escribiendo poesía en el «desierto» de los años cincuenta (por los mismos años conoció a Miró) y ha seguido haciéndolo, de manera paciente y labrada, durante décadas, pues, como dice parafraseando a Cioran, el éxito es un malentendido. Según su mirada, la ausencia es el sitio de la poesía… que «se planta lo más cerca posible del corazón». Una poderosa declaración de principios que el poema de hoy no desmiente.

NOTA: Traducido del francés por François-Michel Durazzo.

IMAGEN: Retrato de Dupin por Francis Bacon.

Nacho S. (En Twitter: @nemosegu)



‘Poemas visuales’, de Joan Brossa (1919 – 1998)

Para quien esté acostumbrado a las fotografías de Chema Madoz (aquí un puñado de buenos ejemplos), los poemas visuales de Joan Brossa le resultarán extremadamente familiares (no obstante en 2003 se editó un libro, Fotopoemario, fruto de la colaboración de los dos artistas).

Al igual que sucede con las obras del fotógrafo madrileño, las composiciones de Brossa redundan en imprevisibles choques conceptuales, en los inadvertidos sentidos que cobran los objetos cotidianos cuando se ensamblan sus naturalezas separadas y en una cuidada elaboración, para nada fruto de la casualidad sino del tiempo, la paciencia y la inteligencia.

PD: No todo fueron poemas visuales en la obra de Brossa. También escribió teatro, guiones de cine y poesía ‘convencional’, cuya extensión abarca más de veinte títulos. Un ejemplo:

A B C D

A Si quieres conocer a un hombre,

dale poder.

B Si me quieres bien, tus obras

me lo dirán.

C Tampoco existe el amor,

sólo puedes dar pruebas de él.

D Gritar es digno.

NOTA: Traducción del catalán al castellano de Carlos Vitale.

NOTA 2: Para medir la importancia artística de Joan Brossa durante la Transición, nada mejor que ver la entrevista que el gran Soler Serrano le hizo en A fondo. (Entrevista completa)

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.




‘No llencis les cartes d’amor’, de Joan Margarit

Joan Margarit (Lleida, 1938), Premio Nacional de Poesía 2008, escribió en el prólogo de la antología poética ‘El primer frío’ Poesía (1975 – 1995):

Cada poema señala un hecho en mi vida, pero la intención al escribirlo va más allá. Su finalidad última es que haya alguien en algún lugar que, al leerlo, se dé cuenta de que también es él o ella quien ha puesto un montón de piedras en algún lugar elevado de su propia vida para señalar algún episodio interior.

Así lo siento yo al leer a Margarit. Especialmente este poema, uno de mis preferidos.

NO LLENCIS LES CARTES D’AMOR

Elles no t’abandonaran.

Passarà el temps, s’esborrarà el desig

-aquesta fletxa d’ombra-

i els rostres sensuals, intel•ligents, bellíssims,

s’ocultaran en un mirall dins teu.

Cauran els anys i avorriràs els llibres.

Davallaràs encara,

i perdràs, fins i tot, la poesia.

El soroll fred de la ciutat als vidres

anirà esdevenint l’única música,

i les cartes d’amor que hauràs guardat

la teva última literatura.

NO TIRES LAS CARTAS DE AMOR

Ellas no te abandonarán.

El tiempo pasará, se borrará el deseo

-esta flecha de sombra-

y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,

se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.

Caerán los años. Te cansarán los libros.

Descenderás aún más

e, incluso, perderás la poesía.

El ruido de ciudad en los cristales

acabará por ser tu única música,

y las cartas de amor que habrás guardado

serán tu última literatura.

Las cartas de amor como nuestra última literatura, una hermosísima imagen y una terrible verdad.

Poema seleccionado y comentado por Bob Pop.