Busco en vano en la nieve
Las huellas de sus pasos
Allí por donde, juntos,
Cruzábamos el prado.
Quiero besar el suelo,
Traspasar hielo y nieve
Hasta alcanzar la tierra
Con lágrima ardientes.
¿Dónde encontrar un pétalo,
Dónde una hierba verde?
Las flores están muertas
Y el prado palidece.
¿No hay por aquí el más leve
Recuerdo que llevarme?
¿Quién me hablará de ella
Cuando mi dolor calle?
Su imagen se refleja
En mi pecho menguante;
¡si el pecho se deshiela
Derretirá su imagen!
Quienes decían, yo sin ir más lejos, que el movimiento romántico era refractario a la ironía, se equivocaban (me equivocaba). En este post está la prueba.
(Primero, el lugar común) Lo insondable -o el negocio de lo insondable: alguna metafísica y alrededores- abusa con desagradable frecuencia de la seriedad. El camino al volkgeist es áspero y plúmbeo. El sentimiento grave de la vida encaja en todos los manuales decimonónicos.
(Ahora, la excepción) Wilhelm Müller y sus poemas de Viaje al invierno. ¡El metaromanticismo antes de que triunfara el Romanticismo! Estos versos, tan exactos en la parodia de la esclerosis de la calavera doliente: “¡Qué horror mi juventud / qué lejana la tumba!”, “¡Mi única conquista es el engaño!”, “Ella me habló de amor, su madre hasta de boda”.
Cuando Müller murió apenas había pasado poco más de un lustro desde que Lamartine publicara sus Meditaciones poéticas. Su Winterreise, que los melómanos conocerán por la música de Schubert, es un viaje deliciosamente leve, contradictorio y moderno. ¿O es que esto no suena a dialéctica de la ilustración al más sabroso estilo Kritische Theorie?
Una luz amigable me corteja,
Allí por donde va, yo la persigo;
La persigo feliz, y me doy cuenta
De que esa luz engaña al peregrino
VÍDEO/AUDIO: El poema en la música de Schubert (interreise, D 911, Erstarrung)
TRADUCCIÓN: Andrés Neuman
Nacho S. (@nemosegu)