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‘Termas romanas’, de Benjamín Prado (1961)

Oyó caer el agua de las termas

Oyó caer su espada de magnesio,

Su moneda de sílice.

Oyó caer el agua sin principio ni fin,

Sin verdad ni mentiras.

Oyó caer el agua, con su primer sentido.

Miró correr el agua de las termas,

Miró correr sus peces de rubidio,

Su reptil de nitrato.

Miró correr esa agua que es la mitad visible

De un volcán invisible.

Miró correr el agua, con su segundo sentido.

Tocó el agua caliente de las termas,

Tocó su hombro de cesio,

Su espalda de fluoruro.

Tocó el agua y el agua puso un dios en su mano:

Un dios líquido que habla una lengua indescifrable.

Tocó el agua, con su tercer sentido.

Olió el agua sin cielo de las termas,

Olió su flor de litio,

Su mujer de potasio;

La olió mientras oía su batalla infinita

Entre ángeles de calcio alacranes de barro.

Olió el agua, con su cuarto sentido.

Bebió el agua embrujada de las termas,

Bebió el agua y se hizo un hombre de cloruro:

Tuvo huesos de sodio, piel de bicarbonato.

Bebió el agua y sintió que el tiempo detenía

Su corazón de arena.

Bebió el agua, con su quinto sentido.

Cuando se fue

Ya no era el que había llegado.

Cuando se fue

Ya era un hombre submarino.

El que confesó que su existencia toda era Bob Dylan, que redactó un catálogo de poetas asesinados en su siglo, que recibió de Ángel González el consejo de «buscar la claridad y comprender lo oscuro» es un poeta optimista y felizmente persuasivo: Benjamín Prado.

Lo he leído, pero no releído. En poesía, dijo aquel, lo importante es releer, así que si escribo que el verso «cada poema trata / de lo que no ha logrado el anterior» es fabuloso, quizá me esté precipitando. Lo volveré a leer. «Cada poema trata / de lo que no ha logrado el anterior», «cada poema trata…». Nada. Me sigue pareciendo -y ahora lo afirmo libre de culpa- fabuloso.

Benjamín Prado es un poeta que no oculta a sus poetas. Nombres y apellidos que no es necesario rascar para que salgan, sino que coronan sus versos en la superficie. Me alegra compartir con él ciertos autores (Bachmann, Ajmátova, González). Me da pena que tenga en tan alta estima a otros (Alberti) y me estimula no conocer (aún) a los demás (Orten, Pais, Jacob).

Me gusta Prado, y también su trato con ellas: «Palabras que se dejen escribir /como fieras que acceden a ser acariciadas».

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.