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«Carta de Don Quijote a Dulcinea», de Miguel de Cervantes

El Quijote rezuma ingenio, humor, comprensión y ternura por los cuatro costados, pero también contiene una carga poética descomunal. Y revolucionaria: el Ministerio de Igualdad debería imprimir y repartir el capítulo de Grisóstomo y la bella Marcela» (Don Quijote, I, 12-14).

Hoy es «Dia del Libro». Mi chica me dice:

-¿Por qué no celebramos mejor el «Día de la Biblioteca»?

En honor a Cervantes he rebuscado alguno de sus poemas. Recuerdo -desde bachillerato- el soneto que empieza diciendo «Voto a Dios que me espanta esta grandeza..», :

AL TÚMULO DEL REY FELIPE II EN SEVILLA

«¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza

y que diera un doblón por describilla!

Porque ¿a quién no sorprende y maravilla

esta máquina insigne, esta riqueza?

»Por Jesucristo vivo, cada pieza

vale más de un millón, y que es mancilla

que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,

Roma triunfante en ánimo y nobleza.

»Apostaré que el ánima del muerto,

por gozar este sitio, hoy ha dejado

la gloria donde vive eternamente».

Esto oyó un valentón y dijo: «Es cierto

cuanto dice voacé, señor soldado,

y el que dijere lo contrario miente».

Y luego, incontinente,

caló el chapeo, requirió la espada,

miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

Pero ninguno de los poemas conocidos de Cervantes supera en potencia amorososa a la famosa «Carta de Don Quijote a Dulcinea».

La primera vez que la leí, en pleno furor adolescente, se me quedaron grabadas estas palabras:

«amada enemiga mía».

Aunque está escrito en prosa espistolar, yo siempre consideré esta carta como un auténtico poema de amor. Uno de los más grandes jamás compuesto por el ser humano.

Conviene leerlo despacio y varias veces. Sancho se lo aprendió de memoria.

Ahí va:

«Soberana y alta señora:

El herido de punta de ausencia, y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de socorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.

Tuyo hasta la muerte,

El caballero de la triste figura»

Seleccionado y comentado por José A. Martínez Soler