Archivo de febrero, 2011

Abu al-Qasim al-Shabbi, poesías de la revolución árabe

Tirano opresivo,
Amante de la oscuridad, enemigo de la vida.
Has ridiculizado los suspiros de la gente débil.
Tu palma está empapada con su sangre.
Deformaste la magia de la existencia
Y plantaste las semillas del dolor en los campos.
Espera. No te dejes engañar por la primavera.
La claridad del cielo o la luz del alba.
ya que en el horizonte
yace el horror de la oscuridad,
el estruendo de la tormenta
y el temible ulular del viento.
Cuidado porque debajo de las cenizas hay fuego.
Y el que hace crecer espinas, come heridas.
Busca allí, he cosechado las cabezas de la humanidad y las flores de la esperanza
Y he regado el corazón de la tierra con sangre
Y la empapé de lágrimas hasta que se quedó ahíta.
El río de sangre te barrerá
Y la ardiente tormenta te devorará.

Decía Aristóteles que la función del poeta no es narrar lo que ha sucedido, sino lo que podría suceder, y lo posible, conforme a lo verosímil y lo necesario. Los poetas narran lo general, lo simbólico, lo particular es tarea de los historiadores (no, Aristóteles, visionario, no dejaba ni las migajas para los periodistas).

¿Quiénes son, pues, los poetas de la revolución árabe posible? ¿Dónde están aquellos que dan cuenta en versos felices y exultantes de la caída de los tiranos, del oprobio, el drama, la alegría y las contradicciones? Estoy convencido de que los Ingeborg Bachmann (“Morir no lo es, levantarse es la palabra”) árabes existen. Escribirán estrofas impías en Facebook jugándose la cárcel y el desprecio de los tibios.

Otra cosa es que nosotros, europeos que hemos perdido quizá para siempre un sitio digno en la historia futura, no les prestemos atención. Sirva de improvisado consuelo este poema del tunecino Abu al-Qasim al-Shabbi, poeta del pasado cuyos versos se escuchan con fuerza en el presente revolucionario.

TRADUCCIÓN: N. S. (Y aquí, la versión original árabe y su traducción inglesa)

IMAGEN: EFE

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Poetas del Mediterráneo (I)

Todo el país cubierto,
brumas al norte, en las profundidades.
Algún vistazo al norte
en la montaña, al mediodía.
Lluvias en el litoral. En el corazón,
como siempre, mar gruesa.

***

Tot el pais cobert,
bromes al nord, als fondals.
Alguna ullada de sol
a muntanya, al migdia.
Pluges al litoral. Al cor,
com sempre, maregassa.

Descubrí que existe en el Infierno, que visito todos los días como esperando una revelación. Al parecer, Gallimard acaba de publicar una antología de poetas del mediterráneo. 17 lenguas, 5 alfabetos y autores de 24 países hasta llegar a 200, según cuenta el maestro. Con prólogo –quizá alguno se acuerde– de Yves Bonnefoy. Una verdadera unión por el mediterráneo, no como aquella otra –fenomenal fiasco político– que aún pretenden Sarkozy y cía.

Narcís Comadira es un poeta del paso del tiempo y de la nostalgia. Poeta para lo que aquí nos interesa, claro, porque su faceta artística también incluye el teatro, la publicidad, el periodismo de opinión y la pintura. Musical, metafísico, decadente, naturalista. El mediterráneo como cultura, en el sentido extenso de la palabra que explicara tan bien los libros del gran Braudel, está en todo eso. Una moral y una estética. Una guía para el espíritu. Casi nada.

TRADUCCIÓN: Teresa Palomar

IMAGEN: Girona, localidad natal del autor (www.ojodigital.com).

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Un soneto antielectoral

El circo electoral ha comenzado.
Hay títeres, payasos, marionetas,
Bufones de la Corte del pasado
Y artistas en el cambio de chaqueta.
Es época de mítines y fotos;
Al menos mientras dure la campaña,
Que luego, cuando ya se emita el voto,
Saldrán a relucir esas patrañas.
Hay poco domador y mucha fiera,
Y fieras que resultan indomables.
Algún funambulista, que aunque quiera,
Su arte no resulta practicable.
Hoy día no es el circo lo que era,
Pues ya ni se respeta al respetable.

El de hoy es un estupendo regalo de un buen compañero de facultad. Un cordobés madrileñizado por el periodismo (oficio miope que todavía no ha hecho justicia a su ingenio), sosegado de carácter pero de naturaleza chirigotera: Alfonso Montilla.

Mientras le llega la consagración -¡entre tanta columna sin cimientos cómo lucirían sus sonetos!- los afortunados admiramos petit comité su arte para combinar el metro con la métrica, el rímel con la rima y el vasco con el verso.

Romances certeros, como los bautizó para no sé ya qué asignatura (casi seguro prescindible), y que tanto sirven para dar la bienvenida a un nuevo presidente…

Mami, ¿qué será lo que tiene el negro?,
Dijo McCain la noche electoral.
¡Obama le pasó cual vendaval!
No grito de euforia, pero me alegro.

…. como para inyectar gasolina en el ánimo de un amigo con el motor gripado:

No hay Ducati en esta recta de la vida que te
pueda superar en tu carrera. Desde el día que
tomaste la salida, ya se vieron
en este circuito tus maneras.

IMAGEN: Nordelch / WIKIPEDIA

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Edward Young: los pensamientos nocturnos de la juventud prerromántica

En ideas amargas, destructoras
De esa tranquilidad que deseamos
Por el postigo obscuro, puerta falsa
De los tiempos que atrás hemos dejado
Cautamente se entra, y prevalido
De la quietud nocturna, a lentos pasos,
Como asesino que a la luz se ofusca,
Domestico ladron intimidado,
Las estancias discurre que vacias
En busca de placeres que pasaron:
En busca de desdichas propiamente
El tiempo de la noche ha malgastado:
Y ¿qué encontró?… un desierto… un numeroso
Concurso de fantasmas que formaron
Pasadas alegrías… ¡Como lloro
esas grandezas de mi antiguo estado!
¡Como lamento el colmo de placeres
Que en mejor tiempo me lisonjearon!
Tiemblo de haber amado aquellas distracciones.

El diputado de la Convención Camille Desmoulins se aferra como un lenitivo a los Pensamientos nocturnos en la víspera de ser devorado por la virtud del terror revolucionario. La escena sucede en la prisión Conciergerie en 1794 -el año de Termidor-, y pertenece al soberbio drama de Georg Büchner La muerte de Danton (lo mío no son las recomendaciones teatrales, pero por si acaso os surge, para el mes de marzo se representará en el María Guerrero su otro gran clásico: Woyzeck).

Edward Young fue uno de esos poetas cementéricos ingleses que, como en siglos diferentes hicieran un Emilio Carrere (en España) o un Ugo Foscolo (en Italia), se afanaron en pulir versos que mostraran el «conmovedor culto a los muertos«.  Todo un subgénero. Menor. Delicioso.

El libro por el que ha pasado a la -tercamente fúnebre- posteridad fue definido por sus entusiastas admiradores como «una de aquellas obras melancólicas, que ni tuvieron modelo, ni encuentran ejemplar en las demás lenguas». Así lo dejó escrito Julián Viana Razola en el prólogo a la edición Española. Una edición, de 1821, que da fe -como lo hace también la cita en la obra de Büchner (apenas una década después)- de la fama de la que gozó Young entre la avanzadilla de la juventud prerromántica.

NOTA: El poema que he seleccionado pertenece a la mencionada traducción española de la segunda década de siglo XIX. De los más de cien que incluye el libro, me parece el más profundo y lírico y el menos barroco en la utilización de elementos fúnebres. El que tiene más de elegía que de retórica gótica. He respetado la grafía y la peculiar acentuación al transcribirlo. En este enlace al catálogo de Google Books tenéis el libro completo.

IMAGEN: Wikipedia

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Hobsbawn, Yeats y la fraternidad en la revolución

Aquel otro hombre en quien soñé
Patán jactancioso y borracho
Y sin embargo le aludo en la canción;
También él abandonó su papel
En la comedia fortuita;
También él ha sido transformado a su vez,
Mudado radicalmente:
Ha nacido una terrible belleza.

De cada diez veces que los periódicos escriben el término revolución, nueve lo hacen en contextos apolíticos (“La revolución del fichaje de Ronaldo”; “La revolución de los programas de cocina”; “Justin Bieber, un fenómeno revolucionario”…). De tanto usarse impunemente su significado se ha devaluado. Es el cuento de caperucita y el lobo. Cuando de verdad llega (lo más parecido a) una revolución, casi nadie sigue creyendo ya en ella.

Estos días, casualidades, ando leyendo Rebeldes primitivos, el gran estudio de Eric Hobsbawn (¡qué tiene nuevo libro!) sobre los movimientos prepolíticos de agitación social. Además de analizar la naturaleza, origen y declive del bandolerismo, la Mafia o el milenarismo lazaretista, el historiador -por contraste y quizá sin pretenderlo- acaba diseccionado la naturaleza de la revolución (y del revolucionario) en las sociedades modernas.

Con este fragmento de un poema de Yeats, aquel bardo de lo indómito que ya hace demasiado que os presenté, Hobsbawn explica la metamorfosis radical que experimenta el ser humano protagonista del momento revolucionario; alguien que no espera menos que un mundo inmaculado, lleno de ejemplos virtuosos de felicidad y regido por la más sublime de las morales (esa «terrible belleza»). Es el hombre nuevo que nace con la revolución. Cuando no alcanza su objetivo, que es a menudo, acaba viviendo para los restos en el pasado de una ilusión. Quienes -a pesar de todos los termidores- lo siguen intentando, prefieren el pragmatismo, como el protagonista de la novela de Sciascia:

El más allá es la revolución. Lo podría perder todo, si apostase a negarla. Pero si ayudo a afirmarla, no pierdo nada si no se produce, y lo gano todo si se produce…

TRADUCCIÓN: Joaquín Romero Maura

IMAGEN: Manifestante egipcio frente a unos soldados (Yannis Behrakis / REUTERS)

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