Archivo de marzo, 2011

Captatio benevolentiae

En las situaciones difíciles
Muéstrate animoso y fuerte;
De igual manera, con prudencia,
Arriarás las hinchadas velas ante un viento
Demasiado favorable.

***

Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
–Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.

Para M., que es necesaria.

Extrañamente, mi abuela, mi madre y @elbecario han coincidido en recomendarme una dieta blanda de libros. Traducido a mi visión de la cosa: libros superficiales que inducen a un sueño profundo y quizá merecido (lo primero lo necesito, aunque lo segundo me lo tendría que ganar). He empezado a hacerles caso ya, y ahora mismo estoy cabeceando con Slavoj Zizek y sus sofisticadas banalidades sobre Robespierre, la virtud y el terror. Lexatin intelectual.

Bromas aparte, quiero pediros perdón por descuidar conscientemente el blog más de lo que la costumbre y el paso del tiempo acaban arrinconando los objetos (y las palabras). Casi cuatrocientos poemas de otros tantos poetas no son una excusa, ni siquiera cuantitativa. Tampoco lo es esa (mi) usual hipocondría machadiana.

Escribir no es una terapia. Leer tampoco. La literatura no es un spa (para los que leímos La Montaña mágica, balneario) al que acudir para curarte los males del alma -que no existe- ni los achaques del cuerpo -un Moloch que siempre exige nuevos sacrificios-. Necesito tomarme en serio el consejo de Horacio, «desechad ahora con vino vuestras penas», antes de volver de nuevo mañana a «surcar el anchuroso mar». Dadme unos días.

NOTA: El primer poema es la oda III del Libro II de Horacio. El segundo es la tarde cenicienta y mustia de Machado.

IMAGEN: Wind from the sea (Andrew Wyeth). [Busqué -sin conserguirlo por las prisas- otro cuadro de Andrew Wyeth que no, no es Christina’s World]

Puedes seguirme en Twitter: @nemosegu