Archivo de agosto, 2010

‘El año es como el año hace mil años’, de Thomas Bernhard (1931-1989)

El año es como el año hace mil años,
Llevamos el cántaro y golpeamos el lomo de la vaca,
Segamos sin querer saber nada del invierno,
Sin saber nada bebemos mosto,
Pronto habremos sido olvidados
Y los versos de desharán como nieve ante la casa.
El año es como el año hace mil años,
Miramos el bosque como establo del mundo
Mentimos y tejemos cestos para peras y manzanas,
Dormimos mientras nuestras botas sucias
Se descomponen ante la puerta de la casa.
El año es como el año hace mil años,
No sabemos nada,
No sabemos nada del ocaso,
De las ciudades hundidas, de la corriente
En que se ahogaron hombres y caballos.

No me sucede con la poesía de Thomas Bernhard lo que con su prosa. Quizá porque no recuerdo ya qué me fascinaba de ella primero, si era la necesidad de seguir leyendo pese al malestar o era la irritación de reconocer el deseo de imitarle a toda costa.

Fue siempre frustrante explicarles a mis amigos las razones de mi affaire juvenil con Bernhard. Ninguno, ay, me entendió nunca; pese al fervor que ponía al evocar -o, mejor dicho, al tratar de evocar- su literatura. Aquellas sentencias en mitad de la corriente de sus novelas: “A veces levantamos la cabeza y creemos que tenemos que decir la verdad o la aparente verdad, y la volvemos a bajar. Eso es todo”. Ni tan siquiera aquello les conmovía, qué desastre era (o soy).

Como tantos otros que han pasado por este blog, Bernhard fue lo primero de todo poeta. Veinteañero escribió el poema que os muestro hoy y veinteañero publicó los dos libros de los que luego fingiría olvidarse.

In hora mortis, el primero, es típicamente adolescente (de adolescente atormentado con la ideas de dios y la muerte). El segundo, Bajo el hierro de la luna, de donde he extraído el poema que publico, es igualmente desesperanzado pero más hondo y verdadero.

NOTA: No soy el único.

IMAGEN: Sepp Dreissinger 1988 (en www.thomasbernhard.org)

TRADUCCIÓN: Miguel Sáenz

Nacho S. (@nemosegu)

‘Europa es sobre todo un concepto’, de Victor Klemperer (1881-1960)

Agradeced a Dios todos los días
Que os haya llevado por los mares,
Que os haya librado de grandes plagas;
Las pequeñas carecen de importancia:
Escupir al fondo del mar desde
La barandilla de una nave libre
No es en absoluto el peor de los males.
Alzad agradecidos vuestros ojos
Agotados hacia la Cruz del Sur:
La embarcación clemente os transporta
Lejos del sufrimiento de los judíos.
¿Aún sentís la nostalgia de Europa?
Ante vosotros se encuentra, en el trópico:
¡porque Europa es sobre todo un concepto!

Este poema lo inspiró la Diáspora. Con él, Victor Kemplerer -prisionero en la Alemania nazi de una leyes que le sentenciaban a priori pero que siniestramente le dejaban seguir vivo- quiso trasmitir a sus amigos judíos exiliados que su patria europea era una pura abstracción. Una ilusión del espíritu de la que la Alemania que ellos un día amaron había dejado de formar parte hacía tiempo.

Leí por primera vez este poema, un poema político del primer al último verso, en su magnífico libro Lingua Tertii Imperii (La lengua del tercer Reich). Una obra contemporánea de la tragedia europea en la que Kemplerer, filólogo casado con una mujer aria en la sentenciada Dresde, analiza el fondo telúrico del alemán escrito y hablado muñido por Goebbels y cía.

LTI no es sólo un documento esencial de la época. Es una plantilla para el futuro. Leyéndolo es casi imposible no encontrar semejanzas entre la prosa periodística del nazismo (esa mezcla de abreviaturas, irracionalismo, símiles deportivos y adverbios desesperados) y la prosa de los famélicos teletipos de agencia, esa que alimenta al 90% del periodismo de hoy.

PD: En cuanto a que Europa es un concepto… ¡qué decir sin echarte a llorar!

IMAGEN: www.dresden.de

TRADUCCIÓN: Adam Kovacsics

Nacho S. (@nemosegu)

‘En esta ciudad que no te gustaba’, de Jacques Roubaud (1932)

En esta ciudad que no te gusta
Donde has pasado tantos días
Que te repugna hasta el contarlos
¡Miedo a cuanto no reconoces!
¡Miedo de todo lo que has visto!
Calles arriba calles abajo
Clases de nueve clases de barro
Clases de mutismo bocas le lobo
En esta ciudad que no te gustaba
De la que no supiste nuca desviarte
Por culpa de todo lo que no sabes
Trabajando por sílabas todos estos veranos
Pasmado por los muertos que se te han muerto aquí
En esta ciudad que no te gustaba.

Me encanta la manera desenfadada con la que Jacques Roubaud usa el lenguaje poético. Eso sí, no creo que a sus traductores -que para el caso del castellano han sido muchos- les hagan tanta gracia los juegos verbales, las conexiones disparatadas y las referencias insospechadas.

Pero para nosotros, lectores sólo (y solos), es una auténtica delicia estival pasear mentalmente por un París vuelto del revés, entre la obsolescencia de la calle Volta, los biberones del Sacre Coeur y la incorruptible exactitud de la barra de platino-iridio del metro patrón.

Jacques Roubaud es matemático de formación. Pero sobre todo es escritor de OuLiPo desde que su maestro Raymond Quenau se fijó en su talento –potencial– para combinar números y letras con un resultado poético.

TRADUCCIÓN: VV AA (para la editorial Hiperión)

IMAGEN: http://www.oulipo.net/oulipiens/jr

Nacho S. (@nemosegu)

‘Balada de la vida exterior’, de Hugo von Hofmannsthal (1874-1929)

Y crecen niños con ojos profundos,
Que nada saben, crecen y mueren,
Y prosiguen los hombres su camino.
Y los frutos acres se endulzan,
Y caen de noche como pájaros muertos
Y yacen unos días y se pudren.
Y siempre sopla el viento, y siempre de nuevo
Percibimos y hablamos muchas palabras
Y sentimos el placer y el cansancio del cuerpo.
Y los senderos cruzan la hierba y hay lugares,
Aquí y allá, llenos de antorchas, árboles y estanques,
Y amenazantes y mortalmente marchitos…
¿Por qué fueron creados? ¿Y nunca
Se asemejan y son innumerables?
¿Qué alterna risa, llano y palidez?
¿De qué nos sirve todo esto, a nosotros y a estos juegos,
Pues somos mayores y eternamente solos,
Al caminar, no buscamos ya objetivo alguno?
¿De qué sirve haber visto a menudo tales cosas?
Y, sin embargo, mucho dice el que dice “anochecer”,
Una palabra de la que chorrea melancolía y dolor
Cual densa miel de los huecos panales.

Quizá la parálisis abisal de Lord Chandos no se resuelva nunca por la vía del callejón sin salida de Montano, sino por la menos traumática (y antiheroica) de la ciencia cognitiva. Tal vez, la “lengua en la que hablan las cosas mudas” sea al fin de al cabo ese mentalés del que tanto escriben los modernos psicólogos evolutivos.

No me quitan el sueño las paradojas de Hugo von Hofmannsthal para justificar su abandono de la poesía, su abandono físico -en las cimas de la locura- del concepto, el sentido y la abstracción. Pero me apena mucho que alguien capaz de escribir poemas de una madurez tan insoportable antes de unos insólitos 25 años, no volviera a hacerlo más el resto de su vida.

Nacho S. (@nemosegu)