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‘Délfica’, de Gerard de Nerval (1808 – 1855)

¿Conoces, Dafne, esta viaja romanza,

Al pie del sicomoro, o bajo los blancos laureles,

Bajo el olivo, el mirto, o los trémulos sauces,

Esta canción de amor que siempre se repite?…

¿Reconoces el TEMPLO de inmenso peristilo,

Y los amargos limones donde se marcaban tus dientes,

Y la gruta, fatal para los huéspedes imprudentes,

Donde duerme la antigua semilla del dragón herido?…

¡Volverán esos dioses que tú siempre lloras!

El tiempo traerá de nuevo el orden de los viejos días;

Se ha estremecido la tierra de un soplo profético…

Sin embargo, la sibila de latino rostro

Duerme todavía bajo el arco de Constantino

-Y nada ha alterado el severo pórtico.

DELFICA

La connais-tu, Dafné, cette ancienne romance,

Au pied du sycomore, ou sous le lauriers blancs,

Sous l´olivier, le myrte, ou les saules tremblants,

Cette chanson d´amour qui toujours recommence?…

Reconnais-tu le TEMPLE au péristyle inmense,

Et les citrons amers où s´imprimaient tes dents,

Et la grotte, fatale aux hôtes imprudents,

Où du dragon vaincu dort l´antique semence?…

Ils reviendront, ces Dieux que tu pleures toujours!

Le temps va ramener l´ordre des anciens jours;

La terre a tresailli d´un souffle prophétique…

Cependant la sibylle au visage latin

Est endormie encor sous l´arc de Constantin

-Et rien n´a derange le severe portique.

Hasta que los surrealistas hicieron su ruidosa aparición, el suicida Gerard de Nerval estaba considerado un “simpático bohemio” (Baudelaire) que se había ganado la vida escribiendo vitriólicos artículos en prensa y publicando crípticos libros de poemas cuando las leyes de la necesidad le daban un respiro.

La reivindicación de Nerval para la causa, según André Breton el autor de Filles du Feu captó perfectamente no solo la letra sino el espíritu del movimiento surrealista, fue un salvoconducto más que suficiente para su ingreso en el parnaso literario francés.

A Nerval, se ha sugerido y estoy de acuerdo, hay que leerlo sin preocuparse por entender mucho o poco; disfrutar de sus versos sin dejarse intimidar por el hermetismo simbólico. Leerlo, en suma, con ojos de lector asombrado y no de filólogo receloso.

NOTA: Traducción del francés para la editorial Visor a cargo de José Luis Jover.

NOTA 2: Foto (Wikipedia)

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.