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‘Vida al instante’, de Wislawa Szymborska (1923)

Vida al instante.

Función sin ensayo.

Cuerpo sin prueba.

Cabeza sin reflexión.

Ignoro el papel que hago.

Sólo sé que es mío, no es intercambiable.

De qué va la obra,

debo adivinarlo sobre el escenario.

Malamente preparada para el honor de la vida,

Soporto a duras penas el compás impuesto de la acción.

Improviso , aunque aborrezco la improvisación.

Tropiezo a cada paso con el desconocimiento de causa.

Mi modo de vivir huela a aldea.

Mis instintos son de aprendiz.

La vergüenza, al excusarme, tanto más me humilla.

Siento las circunstancias atenuantes como crueles.

Palabras y gestos irrevocables,

estrellas no contadas,

el carácter, como un abrigo abrochado, en marcha,

he aquí el penoso fruto de este apremio.

¡Si al menos pudiera un miércoles ensayar primero,

o al menos un jueves repetir una vez más!

¿Acaso está bien? –pregunto

(con voz ronca,

pues ni me han dejado aclararla tras los bastidores).

Es vano pensar que no es más que un examen somero

hecho en un lugar provisorio. No.

Me hallo entre los decorados y veo cuán sólidos son.

Me choca la precisión de cualquier atrezzo.

El equipo giratorio funciona desde hace largo rato.

Las nebulosas más lejanas ya han sido encendidas.

Ah, no me cabe duda de que esto es el estreno.

Y lo que haga

se tornará siempre en lo que hice.

Este poema de Wislawa Szymborska tiene mucho de aquel «¡Tratemos de vivir!» de Paul Valéry. El mundo como un teatro y la vida como una (única) función. Un guión improvisado, ningún director y sin tiempo para nada más que actuar. El individuo que se atreve. En un verso de otro poema de la poetisa polaca se percibe aún mejor ese extrañamiento de la realidad: «Desperté. Abrí los ojos. / Y palpé este mundo como un marco entallado».

Una de las características de la poesía de Szymborska es el escepticismo distante con el que aborda los vaivenes de la existencia. Su poesía, se ha dicho, está compuesta de preguntas generales. Generales y radicales. Preguntas de manual de filosofía que sortean con inverosímil facilidad lo ampuloso y lo abstracto para llegar sin énfasis y limpias al lector. Poemas como Del montón, Nada en propiedad o Cálculo elegíaco son ejemplos de una visión desoladora para consigo misma pero esperanzadora con todo lo demás.

Szymborska -escritora muy popular en Polonia y muy poco conocida en España, a pesar del impulso de las traducciones a raíz de ganar el Nobel en 1996– ha conseguido algo muy difícil en poesía: concebir algo profundo con materiales sencillos y revestir lo triste con los ropajes de lo cómico: «Debo mucho/ aquellos que no quiero. / El alivio con el que acepto / que sean más cercanos a otros».

NOTA: Traducido del polaco por Elzbieta Bortkiewicz

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.