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‘Ellos dicen que esto no es un poema’, de Kenneth Rexroth (1905-1982)

El orden en el universo

Es sólo el reflejo

De la voluntad y la razón humanas.

Todo ser es contingente,

Ningún ser subsiste por sí mismo.

Todos los objetos son movidos por otros objetos.

Ningún objeto se mueve por sí mismo.

Todos los seres tienen origen en otros seres.

Ningún ser lleva en sí su propia causa.

No hay ser que sea perfecto.

El ser ignora la economía.

Los seres se multiplican

Sin una necesidad. No poseen

Principio de razón suficiente.

El único orden de la naturaleza

Es la relación armónica

De una persona con otra.

Las relaciones que abjuran de la persona

Son por esencia caóticas.

Las relaciones entre las personas

Son el modelo a través del cual vemos

En la naturaleza un sistema.

Desde Homero, todos los hombres sensibles

Nos han exhortado una y otra vez

Acerca de que el universo y

Los grandes principios y fuerzas

Que mueven el mundo, poseen armonía

Sólo como reflejos

Del coraje, la lealtad,

El amor y la honestidad de los hombres.

Dejados a su suerte, esos principios son crueles

Y completamente superfluos.

El hombre que claudica ante ellos acaba en la locura,

Mata a sus hijos, su mujer o sus amigos

Y muere sumergido en el polvo sangriento,

Habiendo destruido el trabajo

Atesorado por las manos de otros hombres

Sólo quien es más listo que ellos logra sobrevivir

Y encuentra un hogar donde envejecer.

Nariz abultada. Patillas boscosas. Sempiterno bigote. Mirada acuosa. Un extraordinario parecido con Canetti (o tal vez con Benedetti). Las fotos últimas de Kenneth Rexroth, que le muestran como un tipo campechano, solitario y preocupado, hacen justicia a su obra: sencilla, rigurosa y autodidacta.

Kenneth Rexroth fue uno de aquellos felices productos de una cultura, la norteamericana, que por momentos consiguió con éxito notable mantenerse ajena al cilicio académico y libre de la carga fastidiosa y paralizante de la tradición. El padre de todos los beatnicks, el habitante más conspicuo de las noches de San Francisco. Un místico urbano.

Cinco años de colegio fueron la única educación reglada de Rexroth. Los idiomas -hasta siete-, el saber enciclopédico, el juicio meditado y la voluntad lírica constituyeron el fruto de su trabajo ermitaño, al margen de «las fábricas de niebla» (universidades) y más al margen aún de los altares puros habitados por Eliot y compañía.

NOTA: Rexroth tuvo su momento en este blog como editor y traductor al inglés de una famosa antología de poesía china. Hoy vuelve como poeta. Un discípulo ha resumido su obra, tan heterodoxa y poliédrica, como una combinación en distintas dosis de erotismo, misticismo y revolución.

NOTA 2: Traducción de Marcelo Pellegrini y Armando Roa Vial. En La señal de todas las cosas. Antología poética, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2004.