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‘Poemas de Cartago’, de Juan Eduardo Cirlot (1916 – 1973)

Tres fragmentos de la ciudad de la nada

1

Si no tuvieras

ni dónde ni por qué,

si solamente gris

fueras la resonancia de un olvido

o de un llanto fingiendo

el paso de la nieve entre las nubes,

la desgarrada línea

que marca lo que hubiese

podido ser alguna

imagen, y si no

fueras algo

te pediría, Sombra, que volvieras

la alucinante luz de tu lejano

irte

raudo en la inexistencia de lo que

es.

2

Ven a la habitación lejos del cielo

donde no llegan rosas ni gemidos.

Las olas solamente son las olas,

contémplate en las olas desoladas.

Dos mil doscientos años están vivos.

3

Hablarte no es cantar ni sollozar,

doncella de Cartago.

Te quiero no es decir te necesito,

no es hablar del amor ni de cerrados

éxtasis compartiendo los rosales.

Te quiero es solamente admitir

que te existo.

Que contengo tu ser en esta página

nacida de las ruinas de mis labios.

Si hay un poeta que represente la quintaesencia de lo enigmático en España es Juan Eduardo Cirlot, erudito y crítico de arte subjetivísimo (su Diccionario de símbolos todavía es objeto de estudio en las facultades de Historia de Arte), poeta refractario a cualquier encasillamiento generacional y músico.

Cirlot vivió de y para la vanguardia. Surrealismo, dadaísmo, ismos que nunca abandonó, y que en su madurez armonizó con su interés por el sufismo y la cábala. Su oscurantismo, que en otros no perdonaríamos por deliberado y artificial, da cuenta de un lector obsesionado por Blake, Poe o Nerval.

Para acompañar estos tres poemas, que cronológicamente son la antesala del Ciclo de Bronwyn (conjunto de versos dedicados a Rosemary Forsyth, la actriz de la película El Señor de la Guerra), reproducimos el cuadro Dido building Carthage, de William Turner, que personalmente chifla a quien esto escribe.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.